Dinámica Demográfica y Transformación Económica en Europa (S. XVIII-XIX)

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La explicación más aceptada es que el primer motor de cambio fue la disminución de la mortalidad a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Fue un proceso lento, ya que aún en el siglo XIX las enfermedades epidémicas afectaron duramente a la población. La lenta reducción de la mortalidad en la Europa de los siglos XVIII y XIX permitió que el crecimiento demográfico resultara favorable para el crecimiento económico. El aumento de los costes relativos de los hijos fue lo que empujó a la restricción de la fecundidad. Con el nuevo régimen, pocos nacimientos alcanzan a compensar las pocas defunciones.

El Aumento de la Población y el Crecimiento Económico

A partir de mediados del siglo XVIII la población europea comenzó a crecer; a lo largo del siglo XX siguió creciendo, aunque a un ritmo inferior al resto del mundo. La tasa decreciente de mortalidad fue una consecuencia de los cambios en la economía y en la sociedad. Primero, la cantidad de tierra cultivada aumentó. Segundo, la productividad agrícola aumentó debido a la introducción de nuevas técnicas y, además, el menor coste del hierro promovió el uso de herramientas y aperos más modernos y eficaces.

Éxodo Rural y Urbanización

El crecimiento de la población urbana y las migraciones internas mediante éxodos rurales fueron elementos determinantes en la revolución demográfica. La población de los países industriales no sólo vivía en ciudades, sino que además mostraba una clara preferencia hacia ciudades grandes. El fenómeno migratorio y de movilidad del factor trabajo tuvo su mayor expresión en el siglo XIX. Los hombres se movían dentro de territorios industriales, y se congregaron en las grandes ciudades.

Pero existía un desequilibrio entre el aumento de la población y la incapacidad de la economía para absorber el aumento demográfico.

Reforma y Modernización Agraria

La interdependencia de la agricultura con el resto de la economía planteaba que fuera necesario un cierto estímulo de la demanda para desencadenar las mejoras en la producción de alimentos y el flujo de mano de obra desde el campo. Además, la historiografía ha relativizado el papel de la agricultura. Las cuatro contribuciones clásicas son:

  1. Que el aumento de la producción agraria fue, desde mediados del siglo XVIII, cada vez menos capaz de alimentar a la población.
  2. Que la mano de obra de los sectores líderes no procedía de la agricultura.
  3. Que las exigencias de capital de las primeras fábricas y talleres fueron reducidas.
  4. Que el mercado que las áreas rurales ofrecían alcanzó el 30% de la oferta industrial del país.

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