Dimensiones Fundamentales de la Imagen: Semiótica, Técnica y Percepción

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1. La imagen como «producción semiotécnica»

Que la imagen sea una «producción semiotécnica» implica que es el producto material y mental de un doble orden semiológico (expresivo) y tecnológico (operativo). Se trata, una vez más, de unir lo que la historia del arte o del cine se empeñan en diferenciar: los «estilos» y las «técnicas», los «lenguajes» y los «aparejos».

Toda praxis imaginal se define necesariamente por ser un inextricable doble trabajo y acuerdo de sustancias expresivas (semióticas) y soportes operativos (técnicos) sobre signos y útiles, códigos e instrumentos… sean cuales sean los contenidos y fines (semántico/pragmáticos) de dicha praxis.

2. La imagen como «configuración icónico-plástica»

Que la imagen sea una «configuración icónico-plástica» implica que posee un doble plano:

  • La expresión significante o «plasticidad» como composición de «figuras sobre fondo» a partir de la «modelación» y «composición» (“figurativización”) de la «forma» −los «agentes plásticos» (empezando por el punto, la línea, la superficie…)− sobre la «materia»: los «recursos técnicos» (hendidura xilográfica, pigmento pictórico, grano fotográfico, píxel infográfico…).
  • El contenido significado o «iconicidad» –variable visual de la semanticidad de la lengua– como articulación de «objetos en entorno» a partir de la «in/formación» y «articulación» (“tematización”) de la «forma» −los «rasgos icónicos» (empezando por lo abierto/cerrado, lo grande/pequeño, lo quieto/móvil…)*− sobre la «materia»: los «contenidos noéticos» (cosas y sucesos del mundo… tal como son antes de ser percibidos y nombrados).

3. La imagen como «superficie-soporte»

Que la imagen sea una «superficie-soporte» implica que se trata siempre de una extensión en dos de tres dimensiones: alto, ancho y largo/fondo; sea cual sea el grosor (del bajorrelieve a la litografía) y la planitud (plana, cóncava, convexa, alabeada…) de la superficie y sea cual sea el tamaño o forma de dicha superficie material y, por tanto, de la relación de dicha superficie con sus límites: del espacio-templo a la medalla-relicario, de la pared-fresco al lienzo-cuadro.

Esta condición semiotecnológica de la imagen conlleva una limitación ineludible en el caso de representaciones del espacio tridimensional: la configuración icónico-plástica de la imagen no puede transcribir (como hace con el alto y el ancho) sino solo traducir como superficie la tercera dimensión del espacio-tiempo: el volumen y/o la profundidad (el largo/fondo) del referente.

4. La imagen como «experiencia psíquica»

Que la imagen sea una «experiencia psíquica» implica aceptar el carácter humano y cultural de las imágenes y, por extensión, de lo «visual» frente a lo «visible». La imagen en sí es, siempre y finalmente, una «imagen de» un mundo (visible o sensible, perceptivo o cognitivo, imaginario o real) y una «imagen para» unos sujetos (en la creación/recepción o en la producción/interpretación).

Adoptar el extraño enunciado de “experiencia psíquica” —para esta relación de la imagen con la representación de referentes y la comunicación entre individuos— evita los equívocos habituales de pensar las imágenes solo desde la experiencia perceptiva de lo que se ve. Hay muchas imágenes de muchas cosas que no se ven…

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