Diferencia entre creer y conocer: Filosofía y ética

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Diferencia entre creer y conocer

Es necesario detenerse un momento en este punto para tratar de diferenciar lo que es creer, por un lado; y conocer, por el otro.

Por ejemplo, se pueden conocer las fases lunares, es decir, saber cómo la tierra proyecta una sombra sobre su satélite, haciendo que este se oculte en parte. Este saber también implica un creer. Siempre que sé, creo.

Pero creer no siempre conlleva saber. Yo puedo creer que mi amigo no faltará a su palabra, pero no tengo pruebas que avalen que esto sea así. En otras palabras, para que exista un saber, tiene que haber razones que justifiquen la creencia, pruebas que avalen lo creído. (Característica principal del creer: la ausencia de pruebas)

Por supuesto que creer en algo implica sostener su verdad. Pero decir que algo es verdadero, no lo vuelve tal. Por esta razón, son necesarias las pruebas que apoyen las creencias.

Posibilidad y límites del conocimiento humano

De forma casi continua abrimos juicios (afirmamos o negamos algo) sobre los objetos que nos rodean, y mediante estos pretendemos describir la realidad. El sol sale por el este y se pone por el oeste o que esa persona que se acerca hacia mí no es el vecino de la vuelta. Sin embargo, muchas veces, caemos en la cuenta de que dichas afirmaciones, aunque pretendían ser verdaderas y dar una descripción certera, eran falsas. Otras veces, sin llegar al punto de afirmar la falsedad de una proposición, comenzamos a dudar de ella.

Nos encontramos frente a un problema: ¿qué certeza de conocer algo tengo?

las respuestas a estas preguntas han sido variadas a lo largo de la historia de la Filosofía.

Origen y fundamento del conocimiento

Dos son las soluciones posibles: los empiristas sostienen que se conoce a partir de la experiencia sensible (a través de los sentidos) y que es esta misma experiencia la que da el fundamento; los racionalistas sostienen que se conoce a partir de la razón y que existen ciertos conocimientos que son a priori (independientes de la experiencia), como las verdades matemáticas.

¿Qué conocemos? Los filósofos idealistas creen que no conocemos las cosas tal cual son sino como estas aparecen en nuestra conciencia. Mientras tanto, los realistas creen que lo que nosotros conocemos es la realidad tal cual ésta es.

Dogmáticos y escépticos

Hay que entender a los dogmáticos en oposición a los escépticos, ya que fueron estos últimos los que pusieron este nombre a sus predecesores. Todos aquellos filósofos anteriores a los escépticos son, por lo tanto, dogmáticos.

Los dogmáticos se caracterizan por no dudar de la posibilidad del conocimiento: este es un hecho indubitable y que se demuestra así mismo (conocemos y esto demuestra que el conocimiento es posible). En pocas palabras, dogmático es todo aquel que no se ha planteado la pregunta sobre la posibilidad del conocimiento. Por lo tanto, ni siquiera afirma la existencia del mismo.

En contraposición, el escéptico duda de la posibilidad de conocimiento o de la posibilidad de demostrar la verdad del mismo. Sin embargo, hay que tener presente que el escepticismoextremo y absoluto es insostenible. Hay certezas de las que no se puede dudar, por ejemplo, del propio pensamiento, como demostró Descartes.

Tipos de escepticismo

En el relativismo Cada persona o sujeto de conocimiento tiene características particulares que determinaran la manera en que se relacionará y conocerá al objeto.

Así, no existe manera alguna de verificar el conocimiento de lo absoluto, no podemos defender la existencia de un conocimiento realmente compartido, sino que cada sujeto tendrá un conocimiento relativo.

Otra forma de escepticismo es el agnosticismo. En esta posición, lo que se afirma es la imposibilidad de conocer lo absoluto, el último fundamento que sostiene todos los demás conocimientos.

En el 300 a.C, Pirrón, el más importante representante del escepticismo clásico, buscaba una respuesta a la pregunta qué debo hacer (en otras palabras, su preocupación era moral y no gnoseológica), buscaba la ataraxia o imperturbabilidad del alma.

Sexto Empírico es uno de los que sostiene que la ataraxia es resultado de la suspensión del juicio.

Para este filósofo, las investigaciones de los escépticos no están relacionadas con las apariencias de las cosas. La pregunta no es si la sensación que tengo en este momento, por ejemplo, el frío del hielo al tocarlo, es real o no. La pregunta del escéptico se centra en si el hielo es realmente frío y si se tienen buenas razones para afirmar este hecho. No se puede dudar de las sensaciones se tienen. El problema radica en que la razón no tiene manera de diferenciar las apariencias reales de las falsas. No se puede dudar de las sensaciones y su apariencia, pero nada permite sostener su verdad.

En la Modernidad, el mayor exponente del escepticismo fue Montagne. Este filósofo sostenía que no existe ninguna posibilidad de encontrar un criterio de verdad: para afirmar algo es necesario disponer de un criterio que me permita diferenciar lo verdadero de lo falso, pero para hacer uso de este criterio, primero debo demostrar su validez y para demostrar su validez, sería necesario recurrir a otro criterio y así hasta el infinito.

En la actualidad, siguen existiendo filósofos que defienden el escepticismo. Estos filósofos argumentan que nada es explicable.

Racionalismo: René Descartes

Si bien la preocupación por el conocimiento existe desde la Antigüedad, la Modernidad es el momento en que el problema se intensifica y toma un nuevo curso.

Son varios los acontecimientos que desembocan en una crisis de la concepción medieval del mundo centrada en Dios: El descubrimiento de América y su conquista, el surgimiento de las naciones estado de la mano del capitalismo, la Reforma Protestante, que gracias a su defensa de la libre interpretación de la Biblia pone al individuo como centro, los descubrimientos astronómicos de Copérnico, Galileo, Kepler y finalmente Newton, etc.

Todos estos sucesos tienen como resultado un cambio drástico en la forma de percibir la realidad.

La Modernidad cambia el lugar del hombre en el mundo. Aproximadamente a partir del siglo XV, se tendrá una concepción cada vez más antropocéntrica y menos trascendente.

Como resultado de esta crisis, se comienzan a cuestionar las autoridades que hasta entonces habían sido respetadas: Aristóteles y la Biblia.

Poco a poco se pierde la confianza en estas y se pasa a confiar, cada vez más, en la observación y en la experimentación como las verdaderas fuentes de conocimiento.

se tacha a la escolástica de verbalista. Esto quiere decir que las discusiones en las que se concentraba, terminaban siendo simples discusiones verbales en las que no se buscaba ir a las cosas mismas.

Finalmente, la ciencia y la Filosofía escolásticas se valían del silogismo. El problema con este tipo de razonamiento es que no sirve para obtener nuevos conocimientos, sino que sólo permite ordenar los que ya se tienen.

René Descartes, el filósofo de la duda

Rene Descartes (1596-1650) es, en cierto sentido, el primer filósofo moderno. Como tal, se planteó la necesidad de encontrar un nuevo método más adecuado que permitiera ir más allá del criterio de autoridad, las discusiones de palabras y los razonamientos silogísticos. Su esfuerzo estaba centrado en encontrar los principios de las cosas.

Descartes necesitaba certeza. Su método fue la duda metódica. Como método es un instrumento que pretende ser usado para hallar la verdad, es universal, ya que será aplicada a todo e hiperbólica porque será llevada hasta los últimos extremos.

Hemos dicho que el método cartesiano es la duda. En su obra Discurso del método, nos presenta cuatro reglas cartesianas que deben seguirse en toda investigación.

1) No debemos admitir como verdadero nada que no se me presente de manera evidente, o sea, de forma clara y distinta y evitar la precipitación y la prevención en mis juicios.

2) Debemos dividir y analizar todos los problemas complejos que se nos presenten hasta llegar a algo evidente. Esta es la llamada regla del análisis.

3) En todo conocimiento, debemos partir de lo más sencillo e ir ascendiendo hacia lo más complejo y esto según un orden. Esta es la llamada regla de la síntesis.

4) Debemos hacer recuentos y enumeraciones de modo tal de estar seguros de no haber omitido nada. Esta es la llamada regla de la enumeración.

¿Puedo dudar de lo que los sentidos me muestran?

La distorsión de los sentidos y los sueños

Le interesa saber si existe algún conocimiento capaz de resistir esta duda metódica. Como resulta imposible poner a prueba todos los conocimientos existentes, Descartes decide utilizar su método sobre las facultades que nos permiten construir nuestros conocimientos: la sensibilidad y la razón.

Innumerables veces hemos podido confirmar que los sentidos nos engañan. Si debemos seguir el método de la duda, los sentidos no son fiables. En otras palabras, si los sentidos nos dan conocimiento dudoso, y, de hecho, así resulta, entonces, deben ser descartados como fuente real de conocimiento.

Existen ocasiones en las que no es posible diferenciar el sueño de la vigilia. Hay sueños que son tan vívidos que uno juraría que está despierto. ¿Qué garantía tengo en este momento de que no estoy dormido? Según Descartes, ninguna. Y si no tengo forma certera de diferenciar sueño y vigilia, entonces, tampoco puedo sostener que el conocimiento sobre estos sea cierto. Con estos dos argumentos, Descartes deja eliminada toda posibilidad de conocimiento indubitable a través de los sentidos.

La duda: Método racionalista

La otra facultad, la razón, también es sometida a prueba. El razonamiento matemático parece ser el más exacto de todos los tipos de conocimiento a los que se puede acceder, sin embargo, todos los hombres están expuestos a error. De hecho, son muchas las personas que cometen errores al tratar de resolver los problemas matemáticos más sencillos. Por esta razón, Descartes pensó que, si los demás corrían el peligro de cometer tales errores, él también lo corría.

Descartes presentó un nuevo argumento que le permitió dejar de lado, incluso, el conocimiento matemático: postuló la existencia de un genio maligno. Esto quiere decir que es necesario tener presente que no se puede estar seguro ni siquiera del conocimiento matemático.

En otras palabras, no es imposible imaginar que exista un genio maligno y perverso que nos hiciera confundir siempre, haciéndonos creer que dos más dos es cuatro, cuando, en realidad, esto no es así.

De esta manera, con el postulado del genio maligno, el conocimiento racional es puesto en duda y debe ser dejado de lado.

La certeza en la duda. El cogito

Llegados a este punto, podemos observar como Descartes ha puesto en duda todo el saber de la época: no puede confiar ni en sus sentidos ni en su razón. Entonces, no hay nada que yo pueda conocer con certeza. No puedo fiarme de ninguno de los conocimientos que tengo hasta ahora.

Sin embargo, sucede que, una vez que la duda llega al extremo, aparece una certeza. Si soy capaz de dudar, hay algo que puedo garantizar: si dudo, existo.

Esto quiere decir que puede haber un genio maligno capaz de engañarme, pero no puede impedir que exista. Esta es la primera verdad indubitable: pienso, luego existo. En otras palabras, soy una cosa que piensa. A esta primera verdad, Descartes la llamó cogito. Este es el primer principio de la filosofía porque es la primera verdad de la que no puedo dudar.

Hay que destacar que pensar, para Descartes, implica mucho más que simplemente pensar. Pero, existe un problema: yo sé que soy una cosa que piensa, o sea, me conozco como pensamiento, pero no sé nada de mi cuerpo. Ni siquiera puedo afirmar que tengo uno. Tengo conocimiento claro y distinto de mi pensamiento, pero no de mi cuerpo.

Clasificación de las ideas: Dios como salvación del solipsismo

Si Descartes se detuviera en este punto, si se conformara con el cogito, no tendría ninguna posibilidad de otro conocimiento cierto.

Si me conformo con el conocimiento de mí mismo como cosa pensante como único conocimiento real, corro el riesgo de caer en el solipsismo (quedarme solo en el mundo). Descartes pretende recuperar, aunque sea, parte de su conocimiento y será a través de la demostración de la existencia de Dios que podrá asegurar la veracidad de cierto tipo de conocimiento y que será incapaz de engañarlo.

Contando sólo con los pensamientos, Descartes comienza a analizarlos. Él descubre que, entre los pensamientos, hay algunos que son como imágenes de las cosas externas. A estas representaciones las llama ideas y reconoce tres tipos distintos: innatas, adventicias y facticias.

Las ideas adventicias son las que parecen venir del exterior como la idea de árbol. Las facticias son las que fabricamos con la imaginación, juntando ideas entre sí como la idea de sirena, mezcla de la idea de mujer y la de pez. Las innatas son las que el alma parece tener con ella desde el momento del nacimiento y que son completamente independientes de la experiencia.

La razón trabaja con las ideas innatas y son estas las que nos pueden proporcionar un conocimiento seguro. Es utilizando las ideas innatas como punto de partida que Descartes pretende mostrar que Dios existe.

Entre las ideas innatas que tengo en mi espíritu hay una que es la de un ente perfecto. Por definición, para ser perfecto, nada puede faltarle porque si le faltase algo, ya no sería perfecto.

La existencia es necesaria para la perfección. Si no existiera, ya no sería perfecto porque le faltaría algo, por lo tanto, ese ente tiene que existir de forma necesaria.

Dios, como ser infinito y perfecto, no puede engañarnos. Si caemos en error, no es por culpa de Dios, sino porque nos apresuramos a juzgar sobre aquello que no conocemos de manera clara y distinta.

Como Dios es el que me ha dado esta inclinación que me lleva a creer en los objetos sensibles y no puedo dudar de la bondad de Dios y de su incapacidad de engañarme,

entonces, tengo que concluir que esos objetos realmente existen. De esta manera, Descartes introduce las cosas extensas.

Empirismo: Davis hume

El empirismo puede ser pensado en contraposición al racionalismo: mientras este sostiene que la fuente de conocimiento está en la razón y que todo factor empírico debe ser dejado de lado, el empirismo afirma justamente lo contrario: todo mi conocimiento deriva de la experiencia sensible.

El filósofo más importante dentro de la escuela empirista fue el escocés David Hume (1711-1776). Según este autor, todo conocimiento viene de la experiencia, ya sea la externa o la interna. Y son, justamente, los hechos de la experiencia lo que él pretende analizar. A estos los llama percepciones y las divide en impresiones e ideas.

Las impresiones son percepciones que se reciben de modo directo. Estas las divide en impresiones de la sensación y de la reflexión.

Mientras tanto, las ideas (hechos de la memoria y la fantasía) son derivadas de las impresiones y su intensidad o vivacidad es menor.

Las ideas y las impresiones pueden ser complejas o simples. Las simples son aquellas que no pueden ser divididas, mientras que las complejas están formadas por más de una impresión o idea simple.

En otras palabras, para Hume, todo nuestro conocimiento deriva de las impresiones.

Dice Hume, si una persona por alguna razón carece de algún sentido y no puede experimentar alguna sensación, entonces, no tendrá ninguna idea sobre lo correspondiente a dicha sensación.

Existen, según el autor, leyes que regulan la actividad del espíritu en relación al material suministrado por las impresiones. Estas leyes son las leyes de asociación de ideas:

De esta manera, al analizar nuestras ideas, descubriremos que las mismas derivan siempre de impresiones. Incluso la idea de Dios, que según Descartes era innata, para Hume es producto de nuestro espíritu. Hume no sostiene que Dios no existe. Se limita a decir que es una idea más entre otras.


Tipos de conocimiento: Hume plantea la existencia de dos tipos de conocimiento. Por un lado, se encuentra el relativo a la relación de ideas. Este tipo de conocimiento es el de las matemáticas. El mismo no se funda en la experiencia, es a priori, necesario, y está fundado en el pensamiento.

La otra forma de conocimiento se refiere a las cosas existentes y es contingente y a posteriori. Podemos pensar lo contrario a todo hecho de la experiencia sin caer en contradicción.

La idea de causalidad se nos impone constantemente. No podemos evitar suponer que aquello que sucedió hasta ahora, seguirá sucediendo en el futuro. 
La causalidad: Para Hume, la idea de causalidad es compleja y está compuesta por cuatro elementos:
1) la causa (el hecho que inicia el proceso)
2) el efecto (hecho que termina el proceso)
3) una relación temporal entre 1) y 2) (primero aparece la causa, luego el efecto) 
4) la existencia de una relación necesaria entre causa y efecto, una suerte de energía que hace que una vez que ocurrió la causa, indefectiblemente se siga la consecuencia.

Explicación de las ideas de conexión necesaria y de sustancia.
El hábito: Es gracias al hábito que se unen estrechamente ideas, de manera tal que, al aparecer una, aparece de forma inmediata la otra. 
Así como critica la idea de causalidad, también critica la de sustancia. Por sustancia se entiende aquello que hace que una cosa sea lo que es. Podemos tener la impresión de la aspereza de una determinada tela, de su color, su temperatura, pero no existe una impresión correlato de la idea de tela en cuanto sustancia.
Al igual que en el caso de la causalidad, la idea de sustancia se forma a través del hábito.
Podemos ver como, para Hume, todo conocimiento termina disuelto en impresiones. No existe nada como una conexión necesaria entre causa y efecto, ni cosas, ni alma. 
Hume confía en el instinto natural y en las ciencias siempre y cuando estas se centren en los temas que pueden ser conocidos: sólo son conocimientos válidos los que me proporcionan las matemáticas y las ciencias de la naturaleza, lo demás, debe ser dejado de lado.

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