Diego Velázquez: Trayectoria Artística y Obras Maestras del Siglo de Oro

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Diego Velázquez (1599-1660) nació en Sevilla, en una época en la que la ciudad andaluza era la más importante de España. Su carrera artística se divide en varias etapas clave, marcadas por su evolución estilística y su ascenso en la corte.

Etapa Sevillana: Los Inicios Tenebristas

En las obras de su etapa sevillana, Velázquez muestra una evidente devoción por el tenebrismo. Al lado de alguna obra religiosa, como La adoración de los Magos, resaltan los temas realistas de escenas de la vida ordinaria, siendo un ejemplo notable El aguador de Sevilla.

Ascenso en la Corte y Primer Viaje a Italia

Con el apoyo de su suegro, el aval de sus obras sevillanas y las credenciales de notables locales, Velázquez consiguió trasladarse a la Corte. Fue nombrado en 1623 pintor de cámara real y gozó del favor del Duque de Olivares y la amistad de Felipe IV. Durante esta época, se centró en retratos y temas mitológicos.

Viajó a Italia, donde abandonó el tenebrismo, lo que le llevó a nuevas preocupaciones por el color, el desnudo y la perspectiva aérea. La fragua de Vulcano proviene de esa época; es un tema mitológico representado con elementos estrictamente humanos, sin exageraciones grotescas y con una leve ironía. Una comparación de La fragua de Vulcano con Los borrachos (obra anterior al viaje) permite comprobar la gran evolución: matices más luminosos, composición más dinámica, mayor profundidad y rostros de mayor expresividad.

Consolidación como Retratista Real y Segundo Viaje

A su regreso de Italia, Velázquez se afianzó como el gran retratista de la Corte, realizando retratos ecuestres del príncipe, del Conde-Duque de Olivares y diversos cuadros del rey Felipe IV. También retrató a bufones. Obra cumbre de este período es el cuadro La rendición de Breda.

Velázquez realizó un segundo viaje a Italia y, durante su estancia, pintó el retrato del Papa Inocencio X. Su calidad como retratista es comparable a sus dotes para el paisaje; el amor de Velázquez por el paisaje se percibe en muchos de sus retratos.

La Plenitud del Barroco: Obras Maestras Finales

El retorno a la corte le daría ocasión de pintar obras más importantes como La Venus del Espejo, Las Meninas y Las Hilanderas. Estas pinturas señalan la plenitud del Barroco español.

Las Meninas: El Enigma Pictórico de Velázquez

Las Meninas es el cuadro más famoso de retratos de la realeza de Velázquez. En él aparece el mismo Velázquez frente al caballete. En el fondo de la habitación, un espejo refleja la imagen del rey y de la reina; en el centro aparece la infanta Margarita acompañada por dos doncellas reales, y a la derecha del cuadro, en primer plano, figuran la enana y el enano, que intenta despertar con el pie a un mastín tumbado en el suelo. Detrás de este grupo hay dos figuras y, finalmente, al lado de la escalera, vemos al mayordomo de la reina.

La composición es de una gran complejidad y constituye un extraordinario ejemplo de «pintura de una pintura»: los reyes se representan indirectamente, vistos a través de un espejo, mientras que, por lo que respecta a los protagonistas de la obra, la infanta y sus acompañantes, no se sabe si son el tema del cuadro en que está trabajando Velázquez o si están mirando pintar al artista. Por último, el espectador se siente incluido en el espacio del cuadro, ya que el espejo con las imágenes de los reyes le hace suponer que están contemplando la misma escena que él, pero a sus espaldas. Dicho de otro modo, el espectador ocupa ilusoriamente el lugar de los retratados, el lugar de los reyes, y este hecho ha dado pábulo a incesantes especulaciones.

Desde el punto de vista de la factura, es una obra de prodigiosa ejecución, incluso dentro de la producción del artista. Las pinceladas son como toques de luz que modelan los vestidos y los cuerpos, dotándolos de gran vivacidad.

Por empeño personal de Felipe IV, Velázquez recibiría, un año antes de morir en Madrid (1660), la preciada distinción de caballero de la Orden de Santiago (la cruz dibujada en el pecho del artista fue añadida después de su muerte), un honor no concedido nunca, ni antes ni después, a pintor alguno. Y aunque, al demoler la iglesia, nadie recordaba que sus restos habían sido sepultados en la Parroquia de San Juan Bautista, cuando en 1990 se organizó una magna retrospectiva de su obra en el Museo del Prado, miles y miles de personas llegadas de todos los puntos cardinales afluyeron incesantemente para observar los cuadros de Velázquez.

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