La Dialéctica Trascendental de Kant: Razón, Ilusión y los Límites del Conocimiento

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La Dialéctica Trascendental según Immanuel Kant

La dialéctica trascendental es un tema central en toda la obra de Immanuel Kant. En esta, Kant comienza a abordar lo que es la ilusión trascendental, consistente en la tendencia de la razón a presentar como objetivos principios que, en realidad, son subjetivos. Aquí observamos la tercera facultad de nuestro conocer.

Las Facultades del Conocimiento y el Papel de la Razón

Según Kant, todo conocimiento humano arranca de los sentidos, pasa por el entendimiento y culmina en la razón. La razón, a su vez, tiene dos usos:

  • Uso lógico: Mediante este, la razón reduce al mínimo número de principios los múltiples conocimientos del entendimiento. Por lógica, sabemos que hay tres tipos de razonamientos: categóricos, hipotéticos y disyuntivos, por lo que la razón produce tres tipos de síntesis distintas: la categórica, la hipotética y la disyuntiva. Sin embargo, la razón no llega nunca, por esta vía, a una síntesis única y total.
  • Uso puro: La tentación de la razón es saltar sobre esta serie de conocimientos condicionados y producir síntesis totales mediante unos conceptos puros de la razón, a los que Kant llama ideas. Esto se debe a que la función lógica de la razón es siempre sintetizar los conocimientos múltiples y particulares en unidades universales. Este es el uso puro de la razón.

Las Ideas Trascendentales

Las ideas trascendentales se reducen a tres fundamentales:

  • El Yo (o alma)
  • El Mundo (o universo)
  • Dios

Para Kant, el ser humano es, inevitablemente, un ser metafísico. El juicio es una función sintética del entendimiento que es legítima cuando la razón la efectúa sobre los elementos dados por la experiencia; pero ahí se comete un fallo, al hacer síntesis más allá de la experiencia. Así es como la razón produce esas síntesis totales que son el alma, el universo y Dios.

Crítica a la Metafísica como Ciencia

La categoría "causa-efecto" hace de cada fenómeno una condición condicionante y, al mismo tiempo, condicionada. Esto revela que la razón tiende a encontrar algo incondicionado. Este salto ilegítimo más allá de la experiencia es la ilusión de la razón pura. Kant demuestra que la metafísica es, en gran medida, un conjunto de ilusiones.

Primero, demuestra que el concepto de alma no puede ser un conocimiento científico. Rechaza también las construcciones de la metafísica sobre el universo; para ello, utiliza las antinomias, que la razón produce cuando pretende demostrar tesis contradictorias sobre el mundo sin la presencia de objetos empíricos que las validen.

El resultado de la dialéctica trascendental es señalar el "pecado" de la metafísica: querer conocer más allá de la experiencia. Estas tres síntesis (alma, mundo, Dios) no pueden experimentarse y, por tanto, no pertenecen al mundo fenoménico. Para que algo se constituya en objeto de conocimiento, hace falta empezar porque la sensibilidad aplique sus formas a priori (espacio y tiempo); y como estos objetos (las ideas metafísicas) no pueden experimentarse, tampoco pueden ser conocidos científicamente. Por tanto, tendremos que admitir que esas ideas de la razón pura son las formas a priori de dicha razón, con un uso regulador pero no constitutivo de conocimiento objetivo.

Implicaciones y la Postura de Kant

Al negar Kant la metafísica como ciencia, no quiere negar la existencia de realidades metafísicas. Por el contrario, Kant cree haber dado un gran paso al eliminar de una vez el terrible problema de la conciencia, que no se reduce al conocimiento racional. Kant se siente tranquilo cuando encuentra a Dios por otros caminos de la conciencia (principalmente, a través de la razón práctica y la moral), sacando el problema de Dios de las discusiones científicas.

Así, ya no hay problema de si los argumentos teóricos prueban o no su existencia; Dios está asegurado más allá de los problemas de la ciencia especulativa. Sin duda, Kant se ha equivocado en algunos aspectos, pero su intención ha sido buena: delimitar el alcance del conocimiento para, entre otras cosas, hacer sitio a la fe.

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