El Descubrimiento del Apóstol Santiago y la Iglesia en la Galicia Medieval
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1. El Descubrimiento de Santiago
El culto a Santiago el Mayor llega tardíamente a Occidente. El primer testimonio es el Pasio Beati Iacobi, compuesto en el sur de Francia en el siglo V. El Santiago de este relato no tiene vínculo alguno con el mundo hispánico.
El primer paso que acerca a Santiago el Mayor al mundo occidental es el Breviarium Apostolorum. El sentido de la obra es la defensa de que los apóstoles serían enterrados en los lugares donde predicaron el cristianismo. En una de las versiones de finales del siglo VI, encontramos la primera referencia clara a la predicación de Santiago en España y a su lugar de enterramiento.
Esta idea fue difundida por Isidoro de Sevilla y trasladada al mundo británico, pero la mayoría de la Iglesia visigoda no le prestó atención. De hecho, en el calendario visigodo no hay ninguna festividad dedicada a Santiago. Julián de Toledo, incluso, negaba la predicación de Santiago en Hispania.
Todo cambia a mediados del siglo VIII, tras la desaparición del reino visigodo. El primer testimonio es de Beato de Liébana, en sus Comentarios al Apocalipsis. En esta obra, habla de dónde predicaron los apóstoles, indicando que Santiago fue a España. Este autor fue clave en el conflicto adopcionista, que enfrentó a las iglesias del norte con las del sur.
Un salto adelante lo representa el himno O Dei Verbum, redactado en tiempos del rey Mauregato (783-788). Se vincula este himno con el propio Beato. En el texto, Santiago ya no solo es visto como evangelizador, sino también como patrón de la iglesia hispánica. El historiador García Moreno propone que el reinado de Mauregato fue clave y sitúa el descubrimiento con él.
El descubrimiento se produce durante el reinado de Alfonso II, quien tenía grandes lazos con Galicia, llevando a cabo una nueva concepción política del reino. La fecha se sitúa entre 820 y 830, según López Alsina, aunque otros autores defienden otras posturas. El anacoreta Pelayo, también llamado Teodomiro, que vivía en un lugar apartado, y obispo de Iria, junto con Alfonso II, se acercaron al lugar de donde procedían unos sonidos nocturnos. Allí encontraron tres tumbas, una de ellas perteneciente a Santiago. Esta es la leyenda. La versión más antigua conservada data del año 1077.
El hallazgo se produce en un enclave romano, cerca de una antigua mansión. Estaba en un emplazamiento en altura, parcialmente abandonado en su parte occidental hacia el siglo VII. En la parte oriental existía una comunidad campesina agrupada en torno a San Fiz de Solovio (la datación de terrazas del Gaiás habla de un asentamiento próximo). También hay un cementerio con enterramientos desde la época romana hasta el siglo VI.
En los años 40 y 50 del siglo XX, la Iglesia favoreció las intervenciones arqueológicas dentro de la iglesia de Santiago.
Se encontraron problemas arqueológicos por la destrucción del edificio que contenía las tres tumbas en tiempos de Gelmírez. Esa cámara debía tener 17 m2, con un exterior de aspecto tosco, pero un interior conforme a la “retórica visual de la santidad”: destaca el empleo de arcos de mármol. Estos arcos fueron fundamentales para referirse al lugar; el topónimo más empleado en los primeros tiempos fue Locus Sanctus Arcis Marmoricis, muy anterior a la toponimia de Compostela y de Santiago.
Hay una ratificación por parte de la iglesia (Teodomiro) y de la monarquía (Alfonso II) de la presencia del apóstol Santiago. Alfonso II será presentado como el primer peregrino y decide construir una primera iglesia alrededor del sepulcro, comenzando a darle tierras y privilegios.
Surge a partir de este momento el Locus Sanctus. En primer lugar, un monasterio (Antealtares), encargado del culto apostólico. Alrededor surge una pequeña ciudad de inspiración levítica (según López Alsina).
Quedaba un problema sin resolver: ¿cómo se podía explicar que alguien que murió en Jerusalén apareciera enterrado en Galicia? Ya a mediados del siglo IX, en la propia Compostela, se elaboró la Pseudoepístola del Papa León, base de las versiones posteriores de la Translatio. Se habla de una translatio milagrosa, solo explicable por la divinidad de Dios. El cuerpo es recogido por los discípulos, quienes lo embalsaman y lo depositan en una nave que, guiada por la mano de Dios, lleva el cuerpo a la costa de Galicia, donde supuestamente predicó el apóstol. Cuando la nave toca la costa, el cuerpo sale disparado y los discípulos lo siguen hasta el lugar donde deciden enterrarlo para que permanezca para siempre.
Las primeras noticias sobre la tumba de Santiago fuera de la Península Ibérica se encuentran en el Martirologio de Usuardo, redactado hacia el año 865. En el 906, hay una carta del rey Alfonso III al pueblo y clero de Tours (Francia), informándoles de cómo llegar a Santiago (recomienda viajar por mar hasta Bisria, en la confluencia de los ríos Sar y Ulla, y desde allí ir caminando al locus sanctus).
La ampliación de la iglesia de Santiago y de la ciudad se da en tiempos de Alfonso III (866-910). Este monarca construye una segunda iglesia, mucho más grande y rica que la de Alfonso II. Es consagrada en el año 899, debido a la creciente fama de la iglesia y a la llegada de peregrinos. Hacia el año 900, consta ya la existencia de un hospital para peregrinos en Compostela (situado frente a la actual fachada de Acibecharía).
La cruz de Alfonso III es donada por este monarca a la iglesia de Santiago en el año 878. Fue robada en 1906 y nunca más apareció.
El Camino, por el momento, no es conocido como tal. Un documento del año 885, en el que Alfonso III dona una serie de bienes cercanos a León a la iglesia de Santiago, habla del camino que tiempo después sería conocido como Camino Francés.
El siglo X marca un aumento en la llegada de peregrinos. Bretenaldo, franco, reside en la ciudad desde comienzos del siglo X. El relato hagiográfico elaborado en Reichenau, sobre un monje ciego que peregrina a Compostela, es un texto elaborado en torno al año 930. Godescalco, obispo de Le Puy, visita Compostela en 951. Hugo de Vermandois, obispo de Reims, en 967. En 985, el obispo armenio Simeón peregrina desde Roma. La ciudad crece y la muralla se amplía alrededor del 960 (Sisnando II, en el contexto de los ataques normandos).
El punto culminante de la creciente fama de Santiago es el ataque de Almanzor en el año 997. Debemos recordar la comparación de Ibn Hayyan entre la importancia de la peregrinación a La Meca para los musulmanes y la peregrinación a Santiago para los cristianos.
2. La Red Episcopal de la Galicia Altomedieval
De las cinco sedes gallegas actuales, solo una, Mondoñedo, tiene origen medieval. Aparece porque la sede de los bretones desaparece y los obispos de Dumio abandonan su emplazamiento tradicional y su configuración monástico-episcopal. El recuerdo de ambas sedes confluye en el norte: a finales del siglo IX, obispos titulados como dumienses se asientan en el monasterio de San Martiño de Mondoñedo (Foz), ocupando buena parte del territorio de la sede de los bretones.
La crónica albeldense habla sobre Ruderico, el primer obispo mindoniense documentado: “Ruderico obispo en Dumio con residencia en Mondoñedo”. Durante el siglo X, los obispos de esta sede están relacionados con la familia de Rosendo. A principios del siglo XII, se traslada a Vallibria, la actual Mondoñedo. Serán obispos dumienses-mindonienses.
Sobre Lugo no tenemos noticias hasta el año 750. El primer posible obispo es Odoario. Hay falsos documentos del siglo XI elaborados para servir en pleitos territoriales con Santiago y Mondoñedo. La sede de Lugo reclamó la herencia metropolitana de Braga durante más de dos siglos. Braga no vio restaurada su sede episcopal hasta la llegada de Don García.
En Ourense, hay una tardanza en ver restaurada su vida diocesana. Estuvo controlada durante mucho tiempo por la sede de Lugo. No hay ningún obispo conocido hasta Sebastián, designado por Alfonso III. En el año 982, la ciudad fue atacada por los normandos, y a partir de ahí hay un nuevo período sin referencias a obispos hasta el año 1071, volviendo a ser dependiente de Lugo. La debilidad hasta época tardía puede explicar la fortaleza de varios monasterios de la diócesis.
En Tui, hasta el año 915 los obispos residen en Iria. Desde esa fecha regresan a Tui, pero la ciudad sufre ataques islámicos y normandos. En el año 921, el obispo Hermoigio fue capturado por los musulmanes y trasladado a Córdoba. Los ataques normandos fueron muy graves; hubo tres documentados, siendo muy importante el de 1014-1024.
En el año 1024, Alfonso V decide agregar la sede de Tui a Iria, argumentando el daño y la devastación provocados por los normandos. Esto duró hasta el año 1069, cuando Don García restaura definitivamente la sede.
Iria es la única sede gallega en la que no parece haber interrupción de la vida diocesana. Oficialmente, hasta el año 1095 es Iria, aunque desde el descubrimiento sus titulares residen preferentemente en Santiago. La iglesia de Santiago no sería, por lo tanto, la iglesia catedral, ya que la cátedra del obispo residía en Iria.
Desde el siglo X, los obispos irienses se presentan como episcopus Iriensis et apostolicae sedis, convencidos de su singularidad, ya que en la Península Ibérica no habría otra iglesia apostólica. El uso de este título incomoda a Roma, y el obispo Cresconio es excomulgado en 1049 por el papa León IX, porque Roma se considera la única sede apostólica del mundo occidental.
Otro ejemplo de la singularidad iriense es que, desde el 934, con Ramiro II, la iglesia de Santiago recibe un censo de iglesias de, al menos, cinco obispados del noroeste. Este es el origen, aunque no hay que confundirlos, del Voto de Santiago, un tributo pagado por los campesinos de Castilla. El Privilegio de los Votos es una falsificación del siglo XII. El pago de este tributo no se detuvo hasta las Cortes de Cádiz. López Alsina explica este tributo por el carácter apostólico de la iglesia compostelana, al atribuirle una superioridad respecto a las demás.
Los obispos de Iria acumulan un gran poder territorial. Controlan la mayor parte de los territorios costeros y construyen castillos litorales, como el de A Lanzada o el de Celdofeita. Desde principios del siglo XII, el Farum Brigantium comienza a utilizarse como torre. Crecerán las funciones militares.
3. Monasterios y Modelos Monásticos
Cada monasterio se rige por su regla. En Galicia predomina el pacto entre abad y comunidad, con una selección hecha sobre los Códice Regularum. Entre las reglas más influyentes están las hispánicas de Fructuoso e Isidoro, y la regla benedictina.
En Celanova encontramos un monasterio masculino, fundado bajo parámetros relativamente novedosos para el monacato gallego: la rica dotación y el acercamiento al modelo benedictino, sumado al vínculo con la monarquía. Será similar a modelos transpirenaicos, primero Cluny, o grandes fundaciones hispánicas como Sahagún. La fundación es familiar, pero no será un monasterio familiar como Sobrado o Lourenzá. Se encuentra bajo la protección real, pero tampoco será un monasterio real.
En Samos encontramos un monasterio completamente diferente, San Julián de Samos. No es de fundación familiar ni está vinculado a ningún grupo aristocrático, sino especialmente asociado a los reyes de Asturias y León. La relación con cristianos llegados desde al-Ándalus da lugar a varias restauraciones. Es el monasterio que mantiene durante más tiempo las tradiciones monásticas hispanas. Actuó como cabeza de una federación monástica, un rasgo propio de los modelos visigóticos.