Descartes: Meditaciones Metafísicas, El Fundamento de la Certeza y la Realidad
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Segunda Meditación: El Cogito y la Certeza del Pensamiento
En la Segunda Meditación, Descartes busca una verdad absolutamente indudable a partir de la duda metódica que inició en la primera. Esta duda pone en cuestión todos los conocimientos anteriores: los sentidos, el mundo exterior e incluso la propia razón, planteando la posibilidad de que un genio maligno nos engañe constantemente. Sin embargo, al aplicar esta duda de forma rigurosa, descubre una verdad que resiste a todo cuestionamiento: «pienso, luego existo» (cogito, ergo sum). Esta es la primera evidencia, una idea clara y distinta que se presenta mediante intuición, sin necesidad de deducción ni prueba externa.
A partir del cogito, Descartes concluye que su esencia es pensar, lo que significa que es una sustancia pensante (res cogitans). Aunque puede dudar de la existencia del cuerpo o del mundo físico, no puede dudar de que está pensando, lo que demuestra la prioridad del alma sobre el cuerpo. De este modo, establece que el pensamiento es más fácil de conocer que la materia, ya que es directamente accesible a la conciencia. Esta meditación constituye el fundamento de su filosofía racionalista, ya que sienta la base sobre la cual construirá todo el edificio del conocimiento. A través de una intuición clara y evidente, Descartes encuentra un punto de partida seguro desde el que empezar a razonar con certeza. Además, este descubrimiento refuerza su concepción de que el conocimiento no debe basarse en la experiencia ni en los sentidos, sino en la razón.
Quinta Meditación: La Existencia de Dios y la Esencia de la Materia
En la Quinta Meditación, Descartes aborda dos cuestiones centrales: la existencia de Dios y la esencia de las cosas materiales. Aquí expone el argumento ontológico, según el cual la existencia está incluida en la idea de un ser perfecto. Así como la idea de triángulo incluye necesariamente tener tres ángulos, la idea de Dios —como ser perfecto— incluye la existencia, ya que la existencia es una perfección. Esta idea de Dios es una idea innata, clara y distinta, no proviene de la experiencia ni de la imaginación, sino que está en la razón misma. Este razonamiento le permite reforzar la certeza de que Dios existe, y como Dios es un ser perfecto, no puede engañarnos. Esta conclusión es clave para justificar la validez del conocimiento racional y para asegurar que nuestras ideas claras y distintas son verdaderas. Gracias a Dios, podemos confiar en que el mundo exterior y las leyes matemáticas no son ilusorios, ya que un ser perfecto no permitiría que nos engañemos constantemente.
Además, Descartes reflexiona sobre la esencia de la realidad material, concluyendo que la característica fundamental de las cosas materiales es la extensión, es decir, ocupar un espacio. Aquí se consolida la noción de res extensa: las cosas físicas son sustancias cuya esencia consiste en tener extensión, y por tanto pueden ser conocidas con claridad a través de las matemáticas y la razón, no mediante los sentidos. Así, en esta meditación se complementa la teoría cartesiana de las tres sustancias:
- Res cogitans (alma o pensamiento), descubierta con el cogito.
- Res extensa (materia o cuerpo), cuyo atributo es la extensión.
- Res infinita (Dios), que garantiza la veracidad del conocimiento.
Estas ideas, junto con la demostración de la existencia de Dios, permiten a Descartes reconstruir un conocimiento fiable del mundo material, siempre bajo el criterio de ideas claras y distintas, protegido por la perfección divina.
Sexta Meditación: La Unión de Alma y Cuerpo y la Fiabilidad de los Sentidos
En la Sexta Meditación, Descartes examina la relación entre el alma (res cogitans) y el cuerpo (res extensa), conceptos que había establecido previamente en las meditaciones anteriores. Después de haber encontrado la certeza del «yo pensante» y demostrado la existencia de Dios, ahora se pregunta si el cuerpo y el mundo físico existen de manera fiable. Descartes concluye que, a pesar de que los sentidos pueden ser engañosos en ocasiones, podemos confiar en ellos en general, ya que un Dios perfecto no permitiría que nos engañáramos constantemente. De este modo, establece que las percepciones sensoriales son confiables cuando se basan en una razón clara y distinta.
En cuanto a la relación entre alma y cuerpo, Descartes explica que son dos sustancias distintas: el alma, que es pensante (res cogitans), y el cuerpo, que tiene extensión (res extensa). A pesar de ser diferentes, ambas sustancias interactúan de manera misteriosa. Descartes propone que esta interacción ocurre en la glándula pineal, que actúa como un punto de conexión entre el alma y el cuerpo. En esta meditación, Descartes reafirma su teoría de las tres sustancias: la res cogitans (pensamiento), la res extensa (materia) y la res infinita (Dios). La existencia de Dios, como ser perfecto, asegura que el conocimiento que adquirimos a través de la razón es verdadero, y que las percepciones sensoriales no son meras ilusiones. A través de este razonamiento, Descartes confirma que tanto el alma como el cuerpo existen de manera independiente, pero interactúan, permitiendo una comprensión más completa del ser humano.