El Desastre de 1898: La Pérdida del Imperio Español
Contexto a Finales del Siglo XIX
A finales del siglo XIX, España solo conservaba Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Este periodo estuvo marcado por una gran tragedia. El reparto del mundo, conocido como la "carrera colonial", se intensificó a partir del Congreso de Berlín de 1885.
Política Española en Cuba
En 1878, la Paz de Zanjón puso fin a la Guerra Larga (iniciada en 1868) y trajo promesas de aumento de autonomía para Cuba. Sin embargo, las únicas concesiones significativas fueron la abolición de la esclavitud en 1888 y la elección de diputados cubanos a las Cortes españolas. Cuba tenía una gran importancia en la economía española debido a sus exportaciones. Estados Unidos mostraba un gran interés por la isla, llegando incluso a intentar comprarla. EEUU era el principal comprador de productos cubanos, y los aranceles españoles afectaban sus intereses comerciales, generando una relación comercial desigual.
Tensión en Cuba y Filipinas
En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano. El 24 de febrero de 1895, se produjo el Grito de Baire, que marcó el inicio de la insurrección. Los revolucionarios se extendieron desde el este, liderados por figuras como Antonio Maceo y Máximo Gómez. El gobierno español, presidido por Cánovas del Castillo, envió inicialmente al general Arsenio Martínez Campos para intentar llegar a acuerdos con los sublevados. Sin embargo, ante el avance de los rebeldes, Martínez Campos fue sustituido por el general Valeriano Weyler, quien buscaba la victoria por la fuerza. Weyler implementó medidas drásticas como las 'trochas' (líneas fortificadas), fusilamientos y 'campos de reconcentración', lo que provocó una gran mortalidad y la destrucción de plantaciones y vías de comunicación. En 1897, Cánovas fue asesinado. El nuevo gobierno liberal sustituyó a Weyler por el general Ramón Blanco y modificó los aranceles, pero ya era demasiado tarde para detener el conflicto. Los independentistas cubanos contaban con el apoyo de Estados Unidos.
En Filipinas, la presencia española era menor. La colonia se utilizaba principalmente como base para el comercio con China o para la obtención de recursos. El levantamiento filipino fue reprimido, destacando el fusilamiento de José Rizal, su máximo dirigente. Los rebeldes filipinos capitularon temporalmente, y su líder, Emilio Aguinaldo, firmó en 1897 el Pacto de Biac-na-Bató.
Intervención de Estados Unidos
Estados Unidos decidió intervenir en Cuba motivado por intereses económicos y geoestratégicos, buscando controlar el Caribe. Un evento clave fue la explosión del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898. Este suceso, amplificado por la opinión pública y la prensa sensacionalista ('prensa amarilla'), incrementó la presión para la intervención. Tras un ultimátum el 18 de abril de 1898, Estados Unidos declaró la guerra a España el 25 de abril.
La Guerra Hispano-Estadounidense
España envió al almirante Pascual Cervera al mando de una armada considerada pobre y anticuada en comparación con la estadounidense. La armada americana, mejor abastecida desde Florida y tecnológicamente superior, logró una fácil victoria en la Batalla Naval de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898. En Filipinas, España también sufrió una derrota decisiva en la Batalla de Cavite el 1 de mayo, a pesar de la resistencia heroica de algunos destacamentos, como el conocido como 'los últimos de Filipinas'.
En diciembre de 1898, se firmó el Tratado de París entre España y Estados Unidos, por el cual España cedió los territorios de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam. El resto de las posesiones coloniales españolas en el Pacífico (Carolinas, Marianas y Palaos) fueron vendidas a Alemania en 1899.
Consecuencias del Desastre del 98
La pérdida de las últimas colonias generó una profunda frustración en la sociedad española, que veía cómo las principales potencias europeas consolidaban sus imperios. La opinión extranjera y el doloroso recuerdo del antiguo imperio español contribuyeron a esta sensación. El evento, conocido como el 'Desastre del 98', representó una crisis moral y anímica para el país, a pesar de que la economía, paradójicamente, funcionó casi con normalidad tras la repatriación de capitales. Una consecuencia política fue la expansión de los movimientos nacionalistas en regiones como Cataluña y el País Vasco, que criticaban el sistema de la Restauración. Dentro del ejército, muchos militares culparon a los políticos de la derrota, atribuyéndola a la corrupción y a la falta de inversión en las fuerzas armadas.