Desarrollo de la Identidad y Personalidad Infantil: Claves y Agentes de Socialización
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La Construcción de la Identidad y la Personalidad
Buscar nuestra identidad y comprender quién es uno mismo es una necesidad básica e imprescindible para nuestro bienestar. Esta construcción de la identidad, que puede ser positiva o negativa, es fundamental para la formación de nuestra personalidad. La personalidad se define como el conjunto de pensamientos, sentimientos y conductas que caracterizan a una persona y le otorgan cierta estabilidad a lo largo del tiempo.
Para modificar la personalidad, es esencial trabajar el autoconcepto. El conocimiento de uno mismo se construye a partir de la imagen que los demás tienen sobre nosotros y en función de las relaciones con el entorno. Al fomentar relaciones positivas, construiremos en el niño una personalidad basada en la confianza en sí mismo, a través del afecto (permitiéndole hacer cosas por sí mismo, alabando sus logros, etc.).
La interacción con los demás nos permite moldear los sentimientos, aprender a compartir, cooperar y resolver conflictos ante las dificultades. Finalmente, la autonomía personal del niño es un aspecto principal para la construcción de su identidad y personalidad. Solo en la medida en que se conciba como un ser único y diferenciado del resto, será capaz de comprenderse y valorarse a sí mismo.
Agentes de Socialización: La Familia
La familia es el primer grupo humano en el que sus miembros están unidos por una estrecha convivencia, vínculos afectivos y un reparto de roles bien definido. Los padres nos proporcionan afecto, nos muestran el mundo en el que vivimos, nos sirven de modelo en nuestras relaciones interpersonales, nos educan y nos socializan, atendiendo a diferentes modelos familiares:
Modelo Democrático
Son padres que demuestran afecto a sus hijos y se lo hacen saber. Su nivel de exigencia se adapta a las capacidades de los niños y ajustan los límites de forma clara y afectuosa. Los niños criados bajo este modelo suelen desarrollar una alta competencia social, una autoestima ajustada, capacidad para controlar sus impulsos y una buena tolerancia a la frustración.
Modelo Autoritario
Estos padres no se ajustan a la visión del niño y muestran un bajo grado de empatía. Imponen los límites desde su posición de dominio. Los niños socializados bajo este modelo suelen presentar baja autoestima, dificultad para manifestar cariño, se alejan de sus propias capacidades y tienen baja tolerancia a la frustración, ajustándose a las normas principalmente para conseguir una recompensa.
Modelo Permisivo
Muestran afecto y son sensibles a lo que el niño les pide, pero sus exigencias son escasas o nulas, no establecen límites y les permiten hacer lo que se les antoja. Los niños criados así suelen tener bajo control de impulsos, dificultad para adaptarse a las normas, baja tolerancia a la frustración y son incapaces de ajustar su conducta a las demandas sociales.
Modelo Negligente
No se muestran sensibles a las necesidades del niño y tampoco les proporcionan afecto. Los niños bajo este modelo suelen desarrollar baja competencia social al carecer de modelos de conducta, baja autoestima y no suelen respetar las normas porque no les encuentran sentido, lo que a menudo resulta en problemas de conducta.
Los Hermanos como Agentes de Socialización
La relación con los hermanos representa una forma crucial de socialización, ya que comienza muy temprano en la vida. Con ellos, aprendemos a compartir espacios (como la habitación), juguetes y, lo más importante, el afecto de nuestras figuras parentales. Los hermanos pueden actuar como figuras de apego en ausencia de los padres, servir como modelos de conducta y ofrecer ayuda en tareas complejas. Es importante destacar que los hijos únicos no son necesariamente menos sociables, ya que sus padres suelen dedicar más tiempo a facilitarles la interacción con otros niños y el desarrollo de habilidades sociales.