Desarrollo de Habilidades Socioemocionales en la Educación Media Superior: Programa Construye T

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Este documento constituye una herramienta de apoyo para los docentes y tiene la intención de que identifiquen la importancia de las habilidades socioemocionales en el marco del Programa Construye T, los alcances y retos que representa el desarrollo de estas habilidades en las y los jóvenes de Educación Media Superior. Se explica brevemente la primera etapa del Programa y la reorientación del mismo en esta nueva fase, que concentra directamente los esfuerzos en el trabajo con directivos y docentes, pensando en impactar a las y los jóvenes que cursan la Educación Media Superior para proporcionarles herramientas de desarrollo socioemocional, que les permitan desenvolverse con asertividad y con una actitud prosocial para desarrollar su proyecto de vida y enfrentar los retos que plantea la sociedad actual.

Se explicitan las perspectivas de Derechos Humanos, género y juventud que tienen que permear la implementación del Programa en la actuación cotidiana de los planteles escolares. Es importante mencionar que el tema de las emociones ha cobrado gran importancia en los últimos tiempos, sin embargo, existe una multiplicidad de enfoques y posturas al respecto. Existen posturas que las abordan como un tipo de inteligencia, como competencia o como habilidad. En el caso del Programa Construye T, el enfoque para el desarrollo de las emociones parte de la conceptualización de las mismas como habilidades.

Se presentan aquí las bases conceptuales que permiten entender las emociones, sus componentes, funciones, así como su impacto en los planos social, laboral y escolar. El Programa Construye T tiene diferentes niveles de concreción: institucional, curricular y áulico. La labor docente incide directamente en los niveles curricular y áulico, y, en forma indirecta, en el nivel institucional.

La actuación docente resulta fundamental para la implementación del Programa Construye T por la relación que guarda con las y los estudiantes. Los docentes representan figuras de autoridad y su actuación cotidiana, como persona, es decir, su nivel de gestión personal, también le demanda que cuente con habilidades socioemocionales.

Del mismo modo, se presenta una serie de recomendaciones para atender situaciones de emergencia que se pueden presentar en la escuela y con los jóvenes, tales como desastres naturales, violencia escolar, seguridad, embarazo adolescente.

Se sugiere que el directivo conozca la Guía para Docentes, ya que le permitirá tener un referente de las estrategias que se estarán implementando en el aula, de tal forma que pueda acompañar este proceso.

1. Enfoque del programa Construye T

El Programa Construye T surgió a raíz del análisis de los resultados de la 1ª Encuesta Nacional de Exclusión, Tolerancia y Violencia en las Escuelas Públicas de Nivel Medio Superior 2007 - 2008 (Unesco, 2010).

En un inicio, el Programa se propuso incidir en el espacio educativo para enfrentar la deserción escolar y las situaciones de riesgo, así como establecer una red de protección que fortaleciera los elementos y recursos favorables presentes en la juventud y les permitiera definir su proyecto de vida (Loría, Lanzagorta y Millé, 2008). Se pretendía la promoción de un clima de convivencia en planteles de educación media superior como una medida de prevención, fortaleciendo los valores de la cultura de paz y no violencia, y fomentando actitudes de colaboración, respeto y solidaridad.

Todo ello a través del fomento de la participación de los jóvenes en el diseño y ejecución de proyectos como condición indispensable para la formación de la ciudadanía, así como la incorporación de los padres de familia para analizar los nuevos escenarios y desafíos que viven las y los jóvenes, además de proporcionarles la información necesaria para que apoyen a sus hijos en la construcción de su proyecto de vida. Dicha labor fue pensada para ser coordinada con la participación de organizaciones de la sociedad civil, expertas en los temas de juventud, con el propósito de contribuir a debilitar los factores generadores de la desigualdad; así como garantizar la atención a los colectivos más vulnerables para mejorar su formación y prevenir los riesgos de exclusión social.

La orientación original de Construye T como medida de prevención de problemas como la deserción y la violencia escolar, incorporó las perspectivas de juventud, derechos humanos y género; mismas que se describen a continuación con el propósito de fortalecer la permanencia y el rendimiento, así como impulsar una cultura de paz y convivencia escolar respetuosa y armónica que le permitiera a los jóvenes de bachillerato definir su proyecto de vida. Construye T se reorienta con la tendencia principal de incorporarse al currículo del bachillerato, con lo cual se busca promover el desarrollo y formación de las habilidades socioemocionales que permitan al estudiante de este nivel avanzar en la definición de su proyecto de vida y su configuración como ser social responsable.

1.1. Juventud

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2007) ha sido una de las primeras agencias de Naciones Unidas que ha desarrollado y definido programas específicos a favor de la juventud. Las recomendaciones que se hacen en los diferentes programas es asegurar que las y los jóvenes sean considerados como actores de los procesos de desarrollo y que su potencial sea aprovechado en la construcción de la paz y la contribución al desarrollo de las sociedades.

Las juventudes se reconocieron como grupo prioritario a partir de 1996, en donde el objetivo principal fue empoderar a las y los jóvenes para asegurar su participación en las sociedades como actores iguales y valiosos. Empoderarlos significa facilitar los medios y los caminos para que puedan poner todas sus capacidades al servicio del desarrollo de los países. Esto implica asumir un enfoque que asuma a la juventud como un grupo heterogéneo en constante evolución.

Se puede hablar de la juventud como un concepto que nos permite seguir caracterizando a las y los estudiantes del Nivel Medio Superior. Este término, para la Organización de las Naciones Unidas, se refiere a la etapa que comienza a los 15 años y se prolonga hasta los 25 años en la vida de todo ser humano. Aunque no existen límites precisos al respecto, las mayores expectativas de vida hacen que, en ciertos aspectos, personas de 40 años sean consideradas como jóvenes.

Incorporar el enfoque de juventud dentro del Programa Construye T, implica poner el foco de atención en las y los jóvenes estudiantes de bachillerato, tomando en cuenta sus intereses, inquietudes y características diversas, como contexto del desarrollo socioemocional de las habilidades socioemocionales.

1.2. Perspectiva de género

La desigualdad de género se manifiesta en distintas formas y modalidades según las condiciones sociales, culturales, históricas y económicas de las sociedades. La educación para la igualdad de género busca transformar las relaciones para que tanto mujeres como hombres dispongan de las mismas oportunidades de desarrollar su potencial y de establecer nuevas asociaciones entre los géneros, basadas en el respeto mutuo y el diálogo, así como compartiendo funciones y responsabilidades públicas y privadas en sistemas sociales y educativos inclusivos (UNESCO, 1999).

La incorporación de la perspectiva de género en la educación ayuda a las y los jóvenes a apreciar la diversidad como un elemento de enriquecimiento personal y humano.

La manera en que las mujeres se relacionan consigo mismas y con los demás se denomina subjetividad. Ésta se compone de las emociones, de la manera de comprender el mundo, del sentido de existencia personal, la individualidad, la singularidad, la identidad de género, la continuidad, la sensibilidad hacia los demás, así como los pensamientos conscientes e inconscientes (UNESCO, 1999).

Para el programa Construye T, adoptar la perspectiva de género implica apoyar a las mujeres a identificar sus intereses, ambiciones y deseos personales, evaluando su situación y las circunstancias bajo las que viven, así como hablar sobre los conflictos en vez de reprimirlos. La meta es relacionar los procesos educativos a la identidad e individualidad de la mujer, dado que es vital reconocer la importancia de su bienestar emocional (Díaz, Jaramillo, Zúñiga, 2004).

1.3. Derechos Humanos

La perspectiva de respeto a los derechos humanos es esencial para desarrollar ciudadanos activos, es decir, personas que no sólo conozcan y comprendan los derechos humanos, sino que sean capaces de cambiar sus actitudes y comportamientos, protegiéndose a sí mismos y a los demás.

La educación en derechos humanos fue sugerida por primera vez como una herramienta de Amnistía Internacional a mediados de la década de los setenta. A comienzos de los noventa, el movimiento reconoció internacionalmente la importancia de esta herramienta como instrumento de cambio que proponía conocer y comprender los conceptos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en otros convenios y tratados pertinentes. El objetivo final es animar a las personas a que adopten creencias, comportamientos y normas de actuación favorables a los derechos humanos (POL 32/02/96).

La educación en derechos humanos tiene un carácter preventivo, pretende abordar la cuestión de los derechos humanos antes de que estos se conviertan en un problema. Su objetivo es dar a conocer las normas de derechos humanos, fomentar la reflexión sobre el sistema de valores de nuestras sociedades, y el análisis de las bases éticas y morales de la legislación en materia de derechos humanos. Igualmente, pretende recordar a los receptores la necesidad imperativa de garantizar que a ningún ser humano se le nieguen los derechos fundamentales que establece la Declaración Universal de Derechos Humanos.

La educación en derechos humanos no se limita a impartir conocimientos sobre derechos humanos; fundamentalmente trata de cambiar actitudes y comportamientos y desarrollar en las personas nuevas aptitudes que les permitan pasar a la acción. La Educación en Derechos Humanos (EDH) es una de las herramientas que existen para poner en práctica la teoría de los derechos humanos y a integrarla en su vida cotidiana, a saber, defender sus propios derechos y a aprender cómo actuar para defender los derechos de otras personas.

La educación en derechos humanos no se limita a sensibilizar a las personas sobre los problemas de derechos humanos, sino que exige a los individuos implicados que cuestionen sus propias actitudes y, si es necesario, modifiquen su comportamiento.

Las habilidades socioemocionales para el desarrollo integral de las y los jóvenes

Desde la antigüedad clásica se dio gran importancia a la razón como guía, tanto de la adquisición de conocimientos sólidos en cualquier ámbito de las ciencias naturales y sociales, como de la toma de decisiones y la solución de problemas. Esto dio lugar a que nuestra cultura restara valor a las emociones, asociándolas al género femenino, y por tanto que se considerara que las mujeres presentaban una debilidad en vista de que en ellas predominaban los sentimientos.

En la época actual se reconoce que los sentimientos tienen y han tenido un papel fundamental en la evolución de la humanidad y que el cerebro emocional cuenta tanto como la razón, no sólo para sobrevivir, sino como señala Pérez Oliva (2010), para seguir creciendo en bienestar y equidad. De esta manera, la inteligencia emocional alcanza un estatuto de madurez y de reconocimiento al mismo nivel que el razonamiento y sus diversas manifestaciones. Ambas capacidades se encuentran íntimamente relacionadas, de tal manera que lo que se ha llamado equilibrio emocional, no consiste en la represión o control de las emociones, sino en la articulación o ajuste entre la emoción y la razón. Así, para controlar una emoción negativa es necesario generar una positiva más fuerte y esto se logra con la participación de la razón. En este contexto, la educación juega un papel fundamental para que se reconozca este estatuto y se establezca un equilibrio entre la promoción de actividades que apunten a fortalecer las capacidades afectivas de estudiantes, profesores y directivos, de la misma manera como se fomenta el desarrollo del razonamiento.

Como apunta Morgado (2010), los sentimientos tienen más fuerza de la que imaginamos y determinan la mayor parte de nuestra conducta.

Reconocer la importancia de las emociones no garantiza un adecuado abordaje y gestión de las mismas, ni mucho menos el logro de un equilibrio adecuado entre procesos racionales y afectivos. Una primera dificultad para lograr esta meta, surge de la polisemia que existe en el terreno afectivo, ya que generalmente se usan de forma indistinta términos como emoción, sentimiento, estado de ánimo, y rasgos afectivos, entre otros. Así mismo, a la capacidad de regular los estados afectivos se le ha denominado inteligencia emocional, competencia emocional o habilidad socioemocional, que es el término que se utiliza en el enfoque del Programa Construye T, y que se describe en esta guía.

Para iniciar el abordaje del tema de las habilidades socioemocionales resulta necesario establecer los límites de la emoción y el sentimiento. Para decirlo de una forma simple, como señala Antonio Damasio (1996), la diferencia más importante es que las emociones suceden en el cuerpo, mientras que los sentimientos en la mente. El cerebro puede percibir el estado físico del cuerpo cuando experimenta una emoción, y puede por tanto sentir sus propias emociones, pero no solamente el cerebro se da cuenta de los cambios fisiológicos, sino de lo que Damasio denomina una percepción global, integrada y específica que se denomina sentimiento. Así también podemos plantear que existen sentimientos diferentes, porque las emociones que los producen conllevan patrones diferentes de alteraciones fisiológicas del cuerpo y el cerebro.

Bisquerra (2007) refiere que la preocupación por el estudio científico del desarrollo emocional es reciente. Hasta el momento no se dispone de una delimitación unánime de las etapas o fases del desarrollo emocional, aunque sí se han realizado algunas propuestas. En estos estudios se pone de relieve que a medida que los niños y jóvenes van adquiriendo habilidades emocionales, en su comportamiento se observan las consecuencias positivas que esto puede tener. Así, Saarni (2000) destaca las consecuencias positivas de la competencia emocional en la autorregulación, el bienestar subjetivo y resiliencia. Las aportaciones de estos estudios son de especial relevancia para el diseño de intervenciones educativas (plan de estudios, talleres, programas, seminarios) destinados a fomentar el desarrollo de las habilidades emocionales. El reto que se plantea es cómo va a incidir en la educación para la ciudadanía. La educación emocional se propone optimizar el desarrollo humano. Es decir, el desarrollo personal y social; o dicho de otra manera: el desarrollo de la personalidad integral del individuo. Es por tanto una educación para la vida.

Esta visión sobre la formación en el desarrollo de habilidades socioemocionales ha sido reconocida como importante por diversas instituciones dedicadas a la educación como la Organización de las Naciones Unidas, y en particular por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el ámbito internacional y por la Secretaría de Educación Pública en el contexto nacional.

Estas instituciones han asumido la necesidad de educar a las personas en los nuevos conocimientos técnicos y teóricos oportunos para sobrevivir en la sociedad de la información y el conocimiento (términos no siempre intercambiables) en la que nos hallamos inmersos. De forma simultánea a la sociedad del conocimiento coexiste la denominada sociedad del riesgo.

2.1. Las emociones: Conceptos básicos

De acuerdo con Fernández y Ramos (2002), la inteligencia emocional es la capacidad de reconocer, comprender y regular nuestras emociones y las de los demás. Estas habilidades están enlazadas de forma que, para una adecuada regulación emocional, es necesaria una buena comprensión emocional y, a su vez, para una comprensión eficaz, requerimos de una apropiada percepción emocional.

La emoción se manifiesta mediante un triple sistema de respuesta: activación fisiológica, conducta expresiva y sentimientos subjetivos. De esta manera, la emoción es un estado de ánimo producido por impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos que con frecuencia se traducen en gestos, actitudes u otras formas de expresión.

Las emociones cumplen diversas funciones, entre las cuales Martínez, Páez y Ramos (2002) destacan:

Funciones intrapersonales: Las emociones permiten coordinar los sistemas de respuesta subjetivos, fisiológicos y conductuales, así como modificar el modo habitual de comportarse, activando conductas que pueden estar inhibidas normalmente. Las emociones permiten así mismo proveer de un soporte fisiológico para conductas tales como la retirada y la lucha, y favorecen el procesamiento de la información, facilitando al individuo infinitas posibilidades de acción para adaptarse a las demandas ambientales.

Funciones interpersonales: Permiten comunicar y controlar, ya que la cara, los gestos, la voz y las posturas cumplen importantes funciones de comunicación de nuestro estado emocional a los otros. El valor de estas funciones es doble: Nos permiten comunicar a los demás cómo nos sentimos y al mismo tiempo regulan la manera en que los demás reaccionan ante nosotros; por otro lado, las emociones pueden facilitar la interacción social y al mismo tiempo la expresión de determinadas emociones puede provocar el rechazo por parte de otros individuos.

De acuerdo con Puigcerever (2002), las actitudes, los pensamientos y los distintos estados emocionales provocan reacciones que afectan a la química cerebral, a la actividad cardiovascular e, incluso, a la actividad celular. Los conflictos psicológicos como las preocupaciones, la hostilidad, la ira o el estrés, y los eventos vitales difíciles pueden afectar al funcionamiento hormonal, inmunológico y cardiovascular e incrementar el riesgo de enfermedades como las colitis, gastritis, enfermedades respiratorias, entre otras. A pesar de todas las incertidumbres, no se puede ignorar la influencia de los distintos estados emocionales sobre nuestra salud y estado físico.

Las emociones son multidimensionales, al respecto Reeve (2004) refiere que las emociones existen como fenómenos subjetivos, biológicos, propositivos y sociales. En parte, las emociones son sentimientos subjetivos, ya que hacen que el individuo se sienta de una forma particular, como irritada o alegre. Las emociones también son reacciones biológicas, respuestas que movilizan energía, la cual alista al cuerpo para adaptarse a cualquier situación que se enfrente. Las emociones también son agentes de propósito, del mismo modo que el hambre tiene un propósito. La ira, por ejemplo, crea un deseo motivacional de hacer lo que a menudo no podemos hacer, como pelear con un enemigo o protestar contra la injusticia. Las emociones son, asimismo, fenómenos sociales, pues en el momento que experimentamos una emoción enviamos señales faciales reconocibles, de postura y vocales que comunican la calidad de nuestra emotividad a otros.

Cuadro 1 Aspectos multidimensionales de la emoción

DimensiónContribución de la emociónManifestación
Subjetiva (Cognitiva)SentimientoConciencia fenomenológica
Auto-reporte
Biológica (Fisiológica)ExcitaciónPreparación física

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