Desarrollo Económico y Transformaciones Industriales en la España del Siglo XIX

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El Reinado de Isabel II y el Atraso Económico

El reinado de Isabel II (1843-1868) estuvo caracterizado por un notable atraso económico en comparación con Europa. Las razones de este atraso eran varias:

  • Obstáculos físicos y naturales: Dificultaban la explotación de los recursos existentes, elevando el precio de los productos. La orografía de la península complicaba las comunicaciones, los ríos no eran navegables y las tierras no eran excesivamente fértiles.
  • Escasas transformaciones en los sistemas agrarios: La falta de renovación técnica mantuvo una agricultura tradicional, con mucha mano de obra y baja productividad. La agricultura no pudo actuar como motor de modernización, a diferencia de países como Inglaterra, donde la revolución agraria aumentó la población.
  • Reducida capacidad de consumo del mercado interior: Los bajos ingresos de campesinos y obreros limitaban su capacidad de compra y, por tanto, los niveles de producción.
  • Falta de competitividad de los productos españoles: No podían competir en el mercado mundial.
  • Despreocupación por las innovaciones tecnológicas y educativas: La mayoría de la población era analfabeta, y las clases predominantes prestaban poca atención a la mejora de la educación, prefiriendo invertir en otras áreas más productivas a su parecer.
  • Escasez de capitales y preferencia por inversiones inmobiliarias o especulativas.
  • Mentalidad tradicional de empresarios y políticos, y escaso espíritu de empresa.

Este atraso económico estuvo marcado por dificultades físicas, técnicas y de mentalidad de los grupos sociales dominantes.

Jaime Balmes y la Visión Centralista

En 1843, Jaime Balmes, pensador conservador, creía que el atraso radicaba en la falta de vida y actividad del interior de la península, especialmente en la capital (Madrid). Consideraba que este atraso era mayor en las provincias españolas más periféricas. Balmes comparaba España con países más desarrollados como Londres, denunciando el poco poder de la economía española y la poca capacidad de Madrid para dirigirla. Defendía un estado centralizado con Madrid como centro político y económico, pero la capital estaba mal comunicada con las zonas externas. La creación del ferrocarril solucionó en parte estas dificultades, aunque su llegada a España fue tardía.

El Ferrocarril: Un Motor con Limitaciones

En la década de 1840, el Estado concedió muchas licencias a las clases poderosas para construir el ferrocarril, que usaban para especular. La ley de sociedades de crédito permitió la llegada de capital extranjero (cerca del 60%) y la creación de empresas, impulsando la economía. Sin embargo, la falta de capital, técnica y la torpeza del gobierno retrasaron la construcción. Las medidas para obligar a construir fueron ineficaces, con errores como el ancho de vía diferente al europeo, que aisló a España del resto de Europa. Durante el Bienio Progresista, se promulgó la Ley General de Ferrocarriles para combatir la corrupción en la concesión de tramos. Esta ley establecía una estructura radial focalizada en Madrid por razones políticas y geográficas, considerada colonial por atender a las necesidades de distribución de las potencias extranjeras. También se estableció una exención arancelaria para favorecer la inversión extranjera.

El ferrocarril, en cierto modo, frenó la industria, pues se invirtió tanto en él que no quedó capital para otros sectores. No consumía hierro español, lo que habría mejorado la industria siderúrgica, pero favoreció la industria del carbón y la madera. El ferrocarril no llegó a toda España, como en el caso de Galicia, que quedó aislada. Contribuyó a un transporte más rápido, abaratando costes y aumentando el empleo.

La Industria Siderúrgica: Desafíos y Localización

La industria siderúrgica presentaba muchos problemas debido a la escasez y baja calidad del carbón, que solo servía para el proceso de afinación del hierro. Había poca demanda de productos industriales debido a la escasa mecanización de la agricultura. Las dificultades para establecer una localización definitiva aumentaban los costes de transporte.

Hubo un intento de crear industria en Málaga por parte del inglés Heredia, que fracasó por la carestía del carbón vegetal. Este foco tuvo importancia a partir de los años 60, pero decayó hacia 1885. La industria andaluza se vio favorecida durante la guerra carlista, que perjudicó a las industrias vascas.

En Asturias, la situación fue mejor por su tradición extractora de carbón, pero su mala calidad obligó a aplicar medidas proteccionistas para competir con el carbón inglés.

La industria siderúrgica se consolidó en Vizcaya a partir de 1880. El hierro vasco permitía obtener buen acero, que se exportaba a Inglaterra, y los barcos traían carbón inglés. Más tarde se fundaron los Altos Hornos de Vizcaya.

La Industria Textil Catalana: Proteccionismo y Crecimiento

La industria textil se ubicaba fundamentalmente en Cataluña. Enfrentó muchas dificultades, como la falta de algodón y carbón de calidad, que debían ser importados, aumentando los costes. La pobreza generaba poca demanda, y la competencia inglesa se redujo mediante aranceles altos. La industria textil se vio favorecida por el aumento demográfico y el espíritu empresarial, pero nunca pudo competir fuera de España. La importación de algodón en rama creció hasta los años 50, cuando se paralizó para mecanizar el sector. Luego cayó debido a la Guerra de Secesión de EE. UU. y la crisis de 1866, además de nuevas inversiones como el ferrocarril. Barcelona era considerada una ciudad industrial al nivel de las europeas.

Gabriel Tortella y la Protección Arancelaria

Gabriel Tortella considera que la industria textil creció gracias a la protección arancelaria, como en un invernadero, beneficiando solo a esa zona y a quienes tenían buenas comunicaciones. Aunque no era necesario comprar esas manufacturas, se debía importar carbón o algodón, sin reducir la dependencia exterior. Los consumidores compraban productos caros y de peor calidad que los ingleses.

Conclusión: Avances sin Revolución Industrial

Según Gabriel Tortella, en el siglo XIX en España no hubo atraso ni estancamiento, ya que se constituyó el ferrocarril y se desarrolló la industria. Sin embargo, no se produjo una revolución industrial debido a la escasez de materiales, la falta de demanda de productos industriales y la agricultura tradicional. La importancia otorgada al ferrocarril dejó al país sin capital para otros sectores, sin grandes cambios globales. Tortella señala la educación como un punto débil, con una alta tasa de analfabetismo que constituía un importante atraso en la industria.

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