Desarrollo Afectivo en la Infancia

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1. El Concepto de Desarrollo Afectivo

1.1. Definición

El desarrollo afectivo conlleva la experimentación de intereses, deseos, sentimientos y emociones que van incorporándose a los estados afectivos que el niño ya tiene al nacer. El desarrollo afectivo es resultado de la interacción social entre el niño y el entorno que le rodea. En ese proceso intervienen una serie de estímulos externos e internos.

1.2. Factores Condicionantes

Los factores que condicionan el desarrollo afectivo son la maduración, el temperamento y el proceso de socialización.

2.3.4. Teoría de Solomon y Corbit

La teoría del proceso oponente sostiene que la mayoría de las experiencias emocionales siguen un mismo patrón, denominado patrón estándar de la dinámica afectiva. Todas las experiencias de la vida, producen una reacción afectiva primaria, que puede ser agradable o desagradable. Dicha emoción inicial va seguida de una fase de adaptación hasta alcanzar un estado de equilibrio. Cuando cesa el estímulo, se produce una posrreacción afectiva, que decae gradualmente a medida que el sujeto vuelve a su estado normal.

1.3. Características de la Afectividad Infantil

En este sentido, la afectividad del niño es cualitativa y cuantitativamente distinta a la del adulto. Algunas características propias de la etapa infantil son:

  • En la afectividad infantil hay un predominio de las emociones sobre los sentimientos.
  • Los estados afectivos del niño, sobre todo, las emociones son más intensos y tienen menos matices que los del adulto. El niño gasta casi toda su energía en expresiones de alegría y de dolor.
  • Las emociones infantiles ocupan toda la esfera psíquica y no dejan lugar a procesos de razonamiento. Con la aparición del pensamiento lógico, la afectividad infantil va siendo cada menos acusada y más parecida a la del adulto.
  • Las emociones infantiles, mientras duran, superan en muchas ocasiones la causa que las ha provocado porque su afectividad está muy sujeta a cambios externos y el niño tiene un pobre control sobre sus emociones.
  • Los estados de placer y de dolor son intensos pero rápidos. El niño olvida pronto la causa que le provocó una u otra emoción.
  • El niño utiliza sus propios estados afectivos para llamar la atención del adulto u obtener aquello que quiere.
  • Las emociones se pueden detectar por medio de síntomas conductuales. A veces, en vez de manifestarse de forma directa, lo hacen por medio de alteraciones psicosomáticas como la enuresis o los terrores nocturnos.

2. Los Componentes de la Afectividad

La afectividad está constituida por la vivencia y la expresión de los diferentes estados de ánimo de un individuo en relación consigo mismo, con las personas más próximas y con el entorno físico. Las principales manifestaciones de la afectividad son las emociones y los sentimientos.

2.1. El Desarrollo Emocional: Concepto y Tipos

Las emociones son estados de agitación o excitación fisiológica que aparecen como respuesta a un estímulo. Es un proceso temporal que, una vez iniciado, alcanza un máximo y luego disminuye hasta extinguirse. Y, aunque las emociones son muy diversas, las reacciones físicas que producen.

2.2. Funciones de las Emociones

- Función Adaptativa: las emociones preparan al individuo para que realice eficazmente la conducta requerida por las condiciones ambientales. Así, la alegría nos conduce a repetir aquello que la ha producido o el miedo nos lleva a protegernos del peligro.

- Función Motivacional: las emociones actúan como fuerzas que guían e intervienen en las decisiones que tomamos.

- Función Social: las emociones sirven para regular la interacción social, sea mediante su contención o a través de la comprensión emocional de los otros.

En todo este proceso de aprendizaje de la autorregulación emocional y la contención de las emociones hay que tener en cuenta dos cuestiones:

  • Cada cultura condiciona la expresión de las emociones de diferente manera.
  • El papel del lenguaje: poner palabras a lo que se siente es fundamental para poder regular, contener y compartir las emociones.

2.3.1. Teoría de James-Lange

Las emociones son una consecuencia de la interpretación de los cambios fisiológicos (ritmo cardíaco, tensión arterial) que se producen en el organismo ante determinadas situaciones estímulo. A modo de ejemplo, el niño no llora porque esté triste, sino que está triste porque llora.

2.3.2. Teoría de Canon-Bard

Las emociones son una activación fisiológica que prepara el organismo para la acción, y sus mecanismos son exclusivamente fisiológicos. Tanto la alteración fisiológica como la emoción se producen al mismo tiempo debido a los impulsos nerviosos que proceden del tálamo.

2.3.3. Teoría de Schachter y Singer

Las emociones son el resultado de dos factores: la activación fisiológica y la atribución cognitiva que hacemos de la situación, es decir, cómo identificamos lo que ocurre en nuestro cuerpo.

2.4. La Inteligencia Emocional

La inteligencia emocional se corresponde con la inteligencia intrapersonal e interpersonal de las que habla H. Gardner en su teoría de las inteligencias múltiples. Daniel Goleman define la inteligencia emocional como la “capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos”. Por tanto, la inteligencia emocional engloba distintas habilidades complementarias a la inteligencia académica. En la inteligencia emocional, se distinguen cinco habilidades emocionales y sociales básicas:

  • Conocimiento de sí mismo
  • Autorregulación
  • Motivación
  • Empatía
  • Habilidades sociales

Estas capacidades se desarrollarán correctamente siempre que se le proporcione al niño un ambiente de seguridad y estabilidad emocional.

2.5. La Educación Emocional

La educación emocional tiene como objetivo que los niños sean competentes emocionalmente y se organiza en torno a tres dimensiones:

  • La conciencia de las emociones: conocer las emociones propias y de los demás, comprender la diferencia entre pensamientos, acciones y emociones, entender las causas y consecuencias de las emociones, así como evaluar su intensidad.
  • La expresión de las emociones: reconocer y utilizar el lenguaje, tanto verbal como no verbal, de las emociones.
  • La regulación de las emociones: controlar, modificar y manejar las emociones de manera eficaz, generar emociones y pensamientos acordes a ellas.

3.1. Teoría Personalista de Wallon

Describe al individuo como una unidad bio-psico-social, pues su interés se dirige a una concepción integral del desarrollo humano. Considera que la emoción y la afectividad tienen un papel fundamental en el desarrollo de la persona porque las primeras relaciones que hay entre el niño y el adulto están basadas en manifestaciones afectivas.

Para Wallon, el desarrollo humano se estructura en seis estadios que se definen por el tipo de relaciones predominantes que el niño establece con el medio en el que crece. Cada estadio se caracteriza por una manera diferente de relacionarse con el entorno y cada estadio incluye las funciones realizadas en el estadio anterior.

3.2. Teoría Psicoanalítica de Freud

El motor del desarrollo humano es la pulsión, entendida como la tendencia a satisfacer las necesidades que experimentan los individuos. Inicialmente, Freud consideró dos tipos de pulsiones: las sexuales (libido) y las de autoconservación del Yo (relacionadas con las necesidades fisiológicas básicas). Posteriormente, unificó ambas pulsiones integrándolas en una sola, denominada Eros (representa el amor) y añadió una nueva pulsión Thanatos (simboliza el odio y la destrucción). A partir de aquí, Freud enuncia dos principios que rigen el desarrollo humano:

  • El principio de placer: es la tendencia a buscar el placer y evitar el dolor. Es el fin de toda actividad psíquica.
  • El principio de realidad: el Yo regula los deseos en función de la cultura y renuncia al placer inmediato en pro de un placer futuro. Para Freud, la infancia es un periodo muy significativo en el desarrollo de la personalidad. Defiende la existencia de tres instancias psíquicas, que están en continuo conflicto y que determinan la vida psicológica de los individuos.

- El Ello. Es la energía psíquica inconsciente que trata de satisfacer los impulsos de supervivencia, reproducción y agresión, que requieren una satisfacción inmediata. Se rige por el principio del placer.

- El Yo. Es la parte más racional de la persona y está formada por elementos conscientes (procesos intelectuales) e inconscientes (mecanismos de defensa). Sus funciones son la autoconservación del organismo, la adaptación a la realidad y el control de las tensiones internas. Se basa en el principio de realidad y media entre las otras dos instancias psíquicas.

- El Superyó. Es la conciencia moral y la interiorización de los valores sociales, fundamentalmente, a través de la familia. Representa los ideales de la conducta y las exigencias sociales y culturales. Se rige por el principio del deber, y su objetivo es presionar al Yo, señalando cómo debe comportarse, así como inhibir las pulsiones sexuales y agresivas del Ello.

3.3. Teoría Psicosocial de Erikson

El desarrollo afectivo se basa en la interacción entre las necesidades psicológicas del sujeto y las demandas sociales externas. Erikson divide la vida del ser humano en ocho etapas en las que hay una crisis característica con un conflicto a resolver. Estas crisis están causadas por la confrontación entre las necesidades del individuo y las demandas sociales. El desarrollo se produce a medida que se van superando las crisis, las cuales no han de considerarse como positivas o negativas sino como necesarias para el desarrollo. La no superación de manera satisfactoria de alguna de estas crisis puede producir algún desorden en las etapas posteriores.

4. La Evolución del Desarrollo Afectivo


En los primeros meses de la vida del niño, la afectividad aparece en forma de reflejos, de respuestas a estímulos derivados de las necesidades primarias.  el placer o el dolor están íntimamente ligados a la satisfacción de las necesidades.  sus percepciones se cargarán de afecto y se polarizarán hacia lo agradable y desagradable.  los estados afectivos se van haciendo cada vez más conscientes y complejos. Evolución de las emociones
- El gozo y la alegría. Aparecen ya definidos hacia los dos o tres meses. El rostro humano, las caricias o cosquilleos desencadenan esta respuesta en el niño. Al final del primer año, la figura en el espejo produce en el niño esta emoción.
- La ira. Hacia los tres meses aparece la ira, que es anterior al miedo, pero posterior a la angustia. Entre el año y el año y medio, la cólera se manifiesta en forma de pataleos o chillidos. En niños algo más mayores pueden aparecer dificultades respiratorias y conductas autopunitivas.
- La ansiedad y el miedo. Son dos emociones difíciles de diferenciar: la ansiedad es más primaria, y el miedo supone un aprendizaje y, aunque tiene un gran componente de angustia, las respuestas son más definidas que en la ansiedad. La angustia es para muchos autores la primera manifestación emocional: el primer grito del bebé es un grito de angustia. Los factores que generan la ansiedad pueden ser: el miedo a perder la atención y los cuidados de los adultos, de quienes depende la satisfacción de sus necesidades; la idea de perder el afecto del adulto, de lo que depende su propia valoración.
- El afecto. Entre los ocho y los nueve meses se distinguen en el niño manifestaciones de ternura y de afecto con el adulto, sobre todo, con la madre. El afecto hacia otros niños es más tardío. Y, paralelamente al afecto, aparecen los celos. Otra manera de considerar la evolución del desarrollo afectivo es
atendiendo a la expresión emocional, la comprensión emocional, la regulación emocional y la capacidad de compartir las emociones.

4.1. EVOLUCIÓN DE CERO A TRES AÑOS
- Expresión emocional. El repertorio del recién nacido se basa en el llanto y la sonrisa como formas de expresar el bienestar o el malestar. A los dos meses, aparece la expresión facial de las llamadas emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, ira y asco. Del segundo al cuarto mes, aparece la expresión de la sorpresa. En los dos primeros meses, la expresión emocional es indiscriminada y no corresponde siempre de modo adecuado al
estímulo o situación que lo provoca. No obstante, la expresión de las emociones es una señal que permite a los padres interpretar el
estado del bebé y actuar en consecuencia. A partir de los seis meses, el niño cuenta ya con un importante repertorio básico de expresiones emocionales. Desde entonces y hasta los dos años, las expresiones emocionales se van diferenciando entre sí cada vez más, se ajustan más a las circunstancias y ganan en rapidez, intensidad y duración. A los dos años, las nuevas capacidades cognitivas posibilitan la aparición de un nuevo tipo de emociones, denominadas sociomorales: la culpa, la vergüenza y el orgullo. Se trata de emociones más elaboradas que tienen en cuenta a los otros y conllevan la capacidad de autoevaluarse. La adquisición del lenguaje y la capacidad del juego simbólico favorecen la expresión de las emociones.
- Comprensión emocional. Hacia el segundo mes, el bebé diferencia algunas expresiones emocionales de la madre. Y entre el cuarto y el séptimo mes, es capaz de asociar un significado emocional a esas expresiones. Del octavo al décimo mes, el niño comienza a utilizar la referencia social para interpretar las emociones. Así, ante la presencia de un desconocido, el niño mira a la madre y según su expresión, reacciona de una u otra manera. Con un año, el niño responde adecuada y selectivamente a la expresión facial de la madre, marcando así el inicio de la empatía, pues es capaz de experimentar vicariamente las emociones de los demás. Con el lenguaje, el niño adquiere progresivamente una mayor comprensión de las emociones porque, en la medida en que puede nombrarlas, se vuelven más accesibles. Igualmente, el juego simbólico hace más fácil la comprensión de lo que sienten los otros ante determinadas circunstancias.
- Regulación emocional. Inicialmente, la regulación emocional de los bebés la realizan los cuidadores. La capacidad para regular las emociones depende de la maduración neurológica y del papel de los adultos.


Hacia el octavo mes, el niño adquiere la confianza de que los estados emocionales se pueden controlar y modificar gracias a la seguridad del apego, y descubre la distracción como forma de regulación (por ejemplo, ponerse el chupete, jugar con las manos
o los pies...). Alrededor del primer año, el niño comienza a regularse utilizando el modelado y el refuerzo selectivo de unas expresiones emocionales sobre otras que hacen los adultos. Con todo, hasta los tres años, la regulación emocional es, sobre todo, externa porque depende de los cuidadores. Como en los otros aspectos, el lenguaje y el juego simbólico aumentan su capacidad de regular las emociones.
- Capacidad de empatía. En los primeros meses de vida, el bebé responde vicariamente a la expresión de determinadas emociones. A los diez meses, surge el interés por el malestar de los otros e imitan sus gestos y expresiones. Con dieciocho meses, aparecen las primeras conductas de consuelo.
A partir de los dos años, el niño utiliza el lenguaje para modificar el estado de ánimo de los demás y el juego simbólico fomenta el desarrollo de su capacidad empática.
4.2. EVOLUCIÓN DE TRES A SEIS AÑOS
- Expresión emocional. El niño empieza a comprender y utilizar las normas de regulación de la expresión emocional. Aprende progresivamente a expresar las emociones de modo socialmente aceptado y adecuándose a la situación, a enmascarar los sentimientos y ocultarlos en determinados momentos. Hacia los cuatro años, el niño aprende a simular u ocultar la expresión de emociones, lo cual le sirve para adaptarse a la vida en sociedad.
- Comprensión emocional. A los tres años, el niño utiliza su propia experiencia para comprender las emociones de otros y la generaliza a los demás. Sobre los cinco años, comienza a ser consciente de que los demás tienen sus propios sentimientos y necesidades, y a partir de ellos, realiza indiferencia acerca de qué puede estar sintiendo el otro ante una circunstancia concreta. A partir de esta edad, el niño puede comprender la coexistencia de sentimientos contradictorios que se suceden secuencialmente y esta capacidad de comprensión de la ambivalencia emocional es importante para crear relaciones estables.


- Regulación emocional. El esfuerzo del niño se centra más en regular la conducta que la emoción que la genera. Las estrategias más usadas son la distracción conductual y la búsqueda de apoyo social, aunque también están la huida o la evitación. A partir de los cinco años, la regulación conductual puede ser sustituida por la regulación cognitiva. En la relación con los iguales el niño aprende a regular sus emociones y a inhibir determinadas reacciones, pues ese tipo de interacción requiere un mayor control emocional para ser aceptado por los demás.
- Capacidad de empatía. A partir de los tres años, el niño se hace eco más fácilmente de lo que les ocurre a los demás. Lo que más activa la respuesta empática del niño es la aflicción del otro, lo que le lleva a actuar prosocialmente.

5. LOS VÍNCULOS AFECTIVOS
El desarrollo afectivo está condicionado por los vínculos que establece el niño con los demás, a saber: el apego y la amistad. Desde las distintas teorías evolutivas, se acepta que el vínculo con la madre es fundamental para el desarrollo del ser humano. Para el conductismo y el psicoanálisis, el vínculo afectivo que establece el niño con sus progenitores es secundario a la alimentación de modo que ésta motiva el lazo afectivo. El etologismo, sin embargo, considera que el apego es una necesidad innata que asegura la supervivencia. Los componentes del apego son tres:
+ Las conductas de apego. Sirven para buscar o mantener la proximidad con las figuras de apego (llanto, sonrisa, mirada, gestos). Van cambiando a lo largo del tiempo.
+ El modelo mental de relación. Incluye las creencias y expectativas acerca de la disponibilidad de la figura de apego, así como la capacidad de promover esas conductas.
+ Los sentimientos generados. Se refieren tanto a la figura de apego como a sí mismo. Por ejemplo, seguridad, confianza, ... Las funciones del apego son asegurar la supervivencia y la protección, garantizar la seguridad emocional y favorecer el desarrollo integral del niño.


5.1.1. FACTORES QUE INFLUYEN EN SU FORMACIÓN

- La presencia mantenida en el tiempo de la figura de apego. Cuando desaparece el vínculo de apego, si no existe posibilidad de establecer un nuevo vínculo afectivo íntimo, surgen dificultades emocionales importantes. 
- La calidad del cuidado y las características propias del niño. Dado que se trata de un vínculo, su formación queda afectada por las peculiaridades de ambas partes de la relación:
+ En cuanto al cuidador, está claro que la sensibilidad de la madre es la variable clave para que el niño pueda establecer una relación de apego seguro. La sensibilidad entendida como la capacidad de darse cuenta de las señales del niño y poder responder a ellas de forma adecuada. La sensibilidad implica también poder modificar el cuidado ajustándolo a las características concretas del bebé en un determinado momento. Por lo que respecta a la influencia de los llamados cuidados alternativos  sobre el vínculo que el niño establece con sus padres, no parece que pueda decirse que estos cuidados necesariamente supongan una mayor probabilidad de inseguridad en este vínculo. Es la calidad de los cuidados que se ofrecen al niño como alternativa de los cuidados de los padres lo que parece que determinará la seguridad del apego.

+ Respecto a las características propias del niño, en circunstancias normales, el temperamento no condiciona directamente el tipo de apego. 

- El contexto familiar. La relación de la pareja, el tipo de apego de los padres, la participación del padre y de otros familiares en el cuidado del bebé, los cambios en las circunstancias familiares pueden afectar a la formación de este lazo emocional.
- El contexto cultural. Aunque para la mayoría de los bebés de todas las culturas la presencia de la madre es tranquilizadora, no todos están acostumbrados de la misma manera a separarse de ella. No es lo mismo separarse de la madre en un contexto en el que lo habitual es que los niños acudan a la escuela infantil, que hacerlo en un contexto en el que raramente los niños pequeños se separan de su madre.


5.1.2. TIPOS DE APEGO
+ Apego seguro. Los niños con apego seguro exploran y juegan sin miedo ni angustia mientras la madre está con ellos. Entre un 65% y un 70% de los niños presentan este tipo de apego. Estos niños establecen una comunicación emocional adecuada y se muestran más tolerantes a la frustración. Poseen una mayor capacidad de autocontrol, que favorece la construcción de una imagen positiva de sí mismos.
+ Apego inseguro-evitativo. Estos niños no hacen demasiado caso a la madre cuando está y tampoco lloran ni se intranquilizan cuando se marcha. Aproximadamente un 20% de niños manifiestan este patrón de conducta. Este tipo de madres, frecuentemente ignora o rechaza al niño. Hablan acerca del hijo en términos negativos y a veces se muestran molestas con su hijo. Estos niños continúan presentando las conductas de evitación durante la infancia. Manifiestan altos niveles de hostilidad y agresividad. Presentan una alta tasa de interacciones negativas con otros niños. Utiliza la evitación y estrategias de autosuficiencia para distanciarse de los demás.
+ Apego inseguro-ambivalente. Se podría decir que buscan su contacto y al mismo tiempo lo rechazan. Los niños que muestran apego de oposición son aproximadamente un 10% del total. Este tipo de madres, se suelen mostrar insensibles a las demandas del niño. A veces, son incapaces para reconocerlas o dan respuestas inapropiadas a dichas demandas. Los niños con este tipo de apego continúan con él, incluso en edad escolar. Son poco asertivos y fácilmente inhibidos. 

+ Apego inseguro desorganizado/desorientado. Los niños que tienen este patrón de conducta son los más inseguros. Tienen conductas confusas y contradictorias. Así, por ejemplo, pueden mirar hacia otro lado mientras son sostenidos por la madre, o se aproximan a ella con una expresión monótona y triste. La mayoría de ellos comunican su desorientación con una expresión de ofuscación. Algunos lloran de forma inesperada tras mostrarse tranquilos o adoptan posturas rígidas y extrañas o movimientos estereotipados. Este tipo de madres, normalmente han sido víctimas de algún trauma que no han resuelto, lo que hace que se muestren ansiosas y temerosas. Proyectan sus miedos y expresan sus emociones de forma intensa. Son incapaces de reconocer las demandas de su hijo y presentan patrones de respuesta inconsistentes.


5.1.3. FASES DEL APEGO
El modelo de Bowlby se basa en la existencia de cuatro sistemas de conductas que están relacionados entre sí:

a. Sistema de conductas de apego. Conductas que sirven para mantener la proximidad y el contacto con las figuras de apego.
b. Sistema de exploración. Disminuye cuando se activan las conductas de apego.
c. Sistema de miedo a los extraños. Conlleva el aumento de las conductas de apego y la disminución de las conductas exploratorias.
d. Sistema afiliativo. Se refiere al interés por mantener la proximidad e interactuar con otros. Por tanto, el apego alude a una serie de conductas que se activan y desactivan en función de diversos factores individuales y contextuales. Desde una perspectiva etológica, John Bowlby distingue cuatro fases en la formación del vínculo de apego que considera imprescindible para un desarrollo normal.

El  apego alude a una serie de conductas que se activan y desactivan en función de diversos factores individuales y contextuales.
Desde una perspectiva etológica, John Bowlby distingue cuatro fases en la formación del vínculo de apego que considera imprescindible para un desarrollo normal.

- Pre-apego. El bebé tiene preferencia por los estímulos humanos y, en especial, por los elementos que constituyen el rostro humano. Se puede decir que desde el nacimiento hasta las 6 semanas existe una orientación hacia las personas en general, sin reconocimiento de las figuras concretas que lo cuidan. A esta edad, los bebés reconocen el olor y la voz de su madre, pero no se puede hablar todavía de apego ya que si reciben el cuidado que necesitan se quedan tranquilos, sea cual sea el adulto que se lo proporcione.
- Formación del apego. Entre las 6-8 semanas y los 6-8 meses, el bebé manifiesta preferencia por las personas que le son familiares e interactúa de forma privilegiada con ellas sin rechazar todavía a los desconocidos. La interacción privilegiada se produce generalmente con la madre. El niño sonríe y balbucea más en presencia de su madre. También llora más cuando ella se marcha, y deja de hacerlo con mayor facilidad si es la madre quien lo atiende y lo consuela (llanto diferencial e interrupción diferencial del llanto).


- Apego definido. Esta fase tiene lugar entre los 6-8 meses y los 18 meses aproximadamente. A los 8 meses, los niños muestran lo que se denomina ansiedad de separación, que aparece cuando la figura de apego se aleja. Asociado a esta ansiedad de separación, aparece el miedo a los extraños. Es frecuente que a esta edad los niños lloren ante una persona desconocida y busquen refugio en la figura de apego.
En este sentido, es habitual que los bebés que acuden a la escuela infantil a los 6 meses se queden más tranquilos cuando la madre se marcha, que aquellos que ya han cumplido el primer año.
- Formación de relaciones recíprocas. En esta fase, el niño ya se ha elaborado una representación interna del vínculo de apego establecido y tiene una serie de expectativas acerca de su disponibilidad en momentos de estrés, la sensibilidad de la figura de apego hacia sus necesidades y la posibilidad de recibir su apoyo en caso de necesidad. La formación de una relación recíproca se inicia hacia los dieciocho meses. Las nuevas capacidades mentales y lingüísticas del niño permiten que la interacción con las figuras de apego evolucione y sea menos asimétrica. Hacia los dos años, por ejemplo, el niño ya puede entender y prever que su madre volverá después de marcharse, lo que rebaja la ansiedad por la separación. 

5.1.6. EL MODELO REPRESENTACIONAL DEL APEGO
El modelo interno activo o modelo representacional es una representación mental de sí mismo y de las relaciones con los otros. Este modelo se construye a partir de las relaciones con las figuras de apego y sirve al niño para percibir e interpretar las acciones e intenciones de los demás y para dirigir su conducta. El modelo representacional va a influir en las relaciones sociales del individuo. Si una persona, durante su infancia, tuvo un apego seguro con sus padres u otras personas significativas que se mostraron sensibles y consistentes, en su vida posterior tendrá una actitud básica de confianza en las personas con las que establezca sus relaciones. Por el contrario, si un sujeto ha tenido experiencias negativas con sus figuras de apego, tenderá a no esperar nada positivo, estable o gratificante de las relaciones que pueda establecer en su vida adulta sino rechazos o falta de
respuesta empática. Algunos autores diseñaron un cuestionario


A través de este procedimiento se obtienen tres tipos distintos de modelos internos activos:
1. Padres seguros o autónomos que muestran coherencia y equilibrio en su valoración de las experiencias infantiles, tanto si son positivas como si son negativas. Ni idealizan a sus padres ni recuerdan el pasado con ira. Sus explicaciones son coherentes y creíbles. Estos modelos se corresponderían con el tipo de apego seguro encontrado en niños. Estos padres suelen mostrarse sensibles y afectuosos en sus relaciones con sus hijos.
2. Padres preocupados. Muestran mucha emoción al recordar sus experiencias infantiles, expresando frecuentemente ira hacia sus padres. Parecen agobiados y confundidos acerca de la relación con sus padres, mostrando muchas incoherencias y siendo incapaces de ofrecer una imagen consistente y sin contradicciones. Estos padres se muestran preocupados por su competencia social. En su relación con sus hijos muestran unas interacciones confusas y caóticas, e interfieren frecuentemente con la conducta exploratoria del niño. No es extraño que sus hijos suelan ser considerados como inseguros-ambivalentes.
3. Padres rechazados. Estos padres quitan importancia a sus relaciones infantiles de apego y tienden a idealizar a sus padres, sin ser capaces de recordar experiencias concretas. Lo poco que recuerdan lo hacen de una forma muy fría e intelectual, con poca emoción. El comportamiento de estos padres con sus hijos, que son generalmente considerados como inseguros- evitativos, suele ser frío y, a veces, rechazante. Algunos estudios encuentran una cuarta categoría: padres no resueltos, que serían el equivalente del apego inseguro desorganizado/desorientado. Se trata de sujetos que presentan características de los tres grupos anteriores y que muestran lapsus significativos y desorientación y confusión en sus procesos de razonamiento a la hora de interpretar distintas experiencias de pérdidas y traumas.


5.1.7. REVISIONES DE LA TEORÍA DEL APEGO
En primer lugar, no está probado que un apego seguro en la infancia sirva para predecir que las relaciones afectivas sean satisfactorias en la edad adulta porque no hay ninguna evidencia de que el tipo de apego sea útil para tal fin. Del mismo modo, resulta improbable que el apego inseguro sea causa necesaria o suficiente para que se produzca un trastorno posterior. Además, determinadas investigaciones concluyen que el apego inseguro está presente en el 40% de los niños por lo que no hay motivo para establecer que el apego seguro sea el patrón normal que todos los niños deben conseguir. Por otro lado, encontramos distintas culturas en las que la norma es la crianza cooperativa, es decir, los niños tienen múltiples cuidadores, y esto nos lleva a poner en duda que los niños estén programados para vincularse a un solo cuidador. Por último, la teoría del apego no tiene en cuenta la personalidad del niño y que, tratándose de una vinculación interactiva, muchas conductas de la madre pueden ser reacciones a la personalidad y la conducta del niño.

5.2. LA AMISTAD
La amistad es un vínculo entre dos o más personas que satisface necesidades afectivas y sociales. Inicialmente, se puede hablar de amistad a partir de los cuatro años, aunque, para que la amistad tenga su máxima influencia a nivel emocional, los niños deben haber desarrollado, a nivel cognitivo, la capacidad de reciprocidad, la comprensión de las ambivalencias emocionales y las atribuciones complejas. No obstante, las primeras relaciones de amistad de la infancia sientan las bases de las amistades futuras. Además, las relaciones de amistad influyen decisivamente en la formación de la
personalidad, contribuyendo a que el niño sea menos vulnerable emocionalmente.

6. CONFLICTOS PROPIOS DEL DESARROLLO AFECTIVO:
En el desarrollo afectivo del niño, hay momentos en los que sus motivaciones, deseos e intereses entran en conflicto con la realidad física y social a la que pertenece. Los conflictos más frecuentes son:


6.1. DEPENDENCIA-INDEPENDENCIA
Después del establecimiento del vínculo de apego, en torno al segundo año, se puede producir un deseo ambivalente por el cual el niño quiere seguir recibiendo la atención de la figura de apego y, a la vez, busca sentirse menos controlado por el adulto. En este periodo, pueden aparecer conductas regresivas que parecían ya superadas (sentarse en el regazo de su madre, pedir que le den de comer, ...).
6.2. SEPARACIÓN Y PÉRDIDA La escolarización, la hospitalización, la separación de los padres o la muerte de alguna persona cercana son situaciones que
afectan al desarrollo psicológico del niño. En estos casos, el niño suele atravesar diferentes fases:
+ Protesta. El niño toma conciencia de que queda sin la figura de apego y busca el reencuentro a través del llanto, la hostilidad, un objeto sustitutivo o alguna conducta regresiva. Manifiesta signos de ansiedad y rechaza la ayuda y el consuelo de otros.

+ Ambivalencia. Se caracteriza por la aflicción. El niño se muestra más pasivo en el deseo de recuperar la figura de apego. Continúa mostrando las señales de la fase anterior y reacciona de modo ambivalente ante la ayuda y el consuelo que se le ofrecen.
+ Adaptación. Cuando la separación se prolonga en el tiempo, el niño comienza a adaptarse a la nueva situación. Ya no expresa conductas de recuperación de la figura de apego y empieza a interesarse por las personas que le rodean.

6.3. LOS CELOS INFANTILES
Es un estado subjetivo del niño que se caracteriza por una sensación de malestar emocional al pensar que sus necesidades a nivel afectivo ya no son correspondidas con la intensidad, frecuencia o exclusividad deseadas.  los celos pueden ser considerados como algo inherente al desarrollo que sirve para adaptarse a una nueva situación. Lo normal es que desaparezcan antes de que el niño cumpla los cinco años. Las causas de los celos pueden ser reales  o imaginarias. Las manifestaciones más comunes de los celos son:
+ cambios de humor no justificados + aparición de conductas regresivas 
+ aparición de conductas desadaptadas para llamar la atención + negativismo + excesiva afectuosidad hacia el bebé


Algunas estrategias de intervención pueden ser:
+ anticipar al niño el nacimiento del hermano + dejarle participar en algunos cuidados + realizar actividades conjuntas de la familia + dedicarle un tiempo exclusivo + hacerle ver las ventajas de ser el mayor + evitar hacer comparaciones entre hermanos + reaccionar con tranquilidad ante la conducta celosa.

6.4. LOS MIEDOS EN LA INFANCIA
El miedo es una respuesta emocional que nos prepara para afrontar un peligro. Se diferencia de la fobia, que es un miedo específico, desproporcionado e irracional y conlleva conductas de evitación de aquello que la produce. En los niños, el miedo tiene una función adaptativa de supervivencia que se supera de forma espontánea a lo largo del desarrollo. Hacia los seis meses aparece el miedo a la altura, a sentirse desamparado y, en torno a los ocho meses, surge el miedo a los extraños. Entre el año y los dos años y medio, se intensifica el miedo a la separación de las figuras de apego. Aparece también el temor a ruidos intensos y a animales pequeños. Estos miedos van disminuyendo hasta el final de la etapa infantil, pero van surgiendo otros como el temor a la  monstruos o fantasmas, y/o a algunos animales. Aparece el contagio emocional del miedo que experimentan otras personas y la preocupación por la desaprobación social. La intervención educativa debe dirigirse a conseguir que el niño adquiera la capacidad de discriminar qué situaciones son realmente peligrosas, ajuste su comportamiento y anticipe las posibles consecuencias. Algunas estrategias son:+ ayudar al niño a poner nombre a lo que siente.

+ entender sus temores sin ridiculizarle.

+ no obligarle a enfrentarse a estímulos que le produzcan miedo

+ tranquilizarle y evitar transmitirle nuestros propios temores + hacerle consciente de que tener miedo no significa ser miedoso .Las manifestaciones del miedo propias de la infancia son las pesadillas y los terrores nocturnos.
- La pesadilla es una alteración del sueño que provoca en el niño ansiedad o terror. Se inicia normalmente alrededor de los tres años y desaparece con la edad. Es producida por sentimientos de preocupación e inseguridad. Son habituales en niños que pasan un tiempo largo separados de las figuras de apego. Se dan con más frecuencia en la segunda mitad de la noche, durante la fase de sueño REM.


Lo más conveniente ante las pesadillas es escuchar al niño sin mostrarse excesivamente preocupados y favorecer que sea capaz de exteriorizar sus miedos.
- Los terrores nocturnos son menos frecuentes y no suelen ser recordados. Están causados por la tensión emocional, la fatiga o determinados acontecimientos que resulten traumáticos para el niño. Aparecen a partir de los cuatro años y remiten en la adolescencia. Se dan en primera mitad de la noche, en la fase de sueño no REM. Se recomienda vigilar al niño que está atravesando un episodio de este tipo, pero sin despertarle.
7. LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL DESARROLLO AFECTIVO:
Los agentes que influyen directamente en el desarrollo afectivo del niño son la escuela, los educadores y las familias. Por eso, resulta imprescindible conjugar el sistema familiar y escolar para lograr un desarrollo afectivo óptimo de los niños.

7.1. PAPEL DEL EDUCADOR Y LA ESCUELA
En la actualidad, la escuela y los educadores no se ocupan exclusivamente de transmitir conocimientos, sino que han asumido una responsabilidad en relación con la educación en valores y el desarrollo de la afectividad en los niños. Los niños son escolarizados cada vez a edades más tempranas por lo cual, al llegar a la escuela, aún no tienen interiorizadas determinadas normas y rutinas, como son los hábitos de autonomía e higiene personal. Igualmente, ha cambiado el estilo de crianza de las familias, al cual se han incorporado otras personas distintas de los padres de los niños. Por otro lado, la escuela considera fundamental la necesidad de formar también a los niños en el ámbito afectivo, impulsando el desarrollo de competencias afectivas junto a las competencias puramente académicas.
Esas competencias afectivas son intrapersonales, interpersonales y sociogrupales.
- Competencias intrapersonales: autoconocimiento, autocontrol o autovaloración.
- Competencias interpersonales: aquellas que nos vinculan con los demás.

- Competencias sociogrupales: determinan el nivel de integración social.


7.2. PAPEL DE LA FAMILIA
La forma de actuar de los padres, su manera de relacionarse con los demás y con el niño, su habilidad para gestionar sus emociones y expresar sus sentimientos, son algunos de los factores que influyen directamente en el desarrollo afectivo del niño y en
cómo se relacionará con los otros. Los niños necesitan ser escuchados, deben sentirse queridos y aceptados. Para ello, los padres han de reservar espacios de comunicación que les ayuden a entablar con sus hijos una relación afectiva de comprensión y respeto. Además, es preciso que establezcan unas normas que indiquen a los niños los límites de su comportamiento, a la vez que les proporcionan seguridad.
7.3. EL PERIODO DE ADAPTACIÓN
El periodo de adaptación es el proceso mediante el cual el niño va elaborando emocionalmente la pérdida y la ganancia que le supone la separación de sus principales figuras de apego hasta llegar a aceptar la nueva situación. Además del cambio a nivel emocional, el niño también experimenta transformaciones en sus rutinas diarias por lo que resulta imprescindible que las familias y los educadores de la escuela trabajen de manera conjunta.
Los objetivos del periodo de adaptación son:
- Socializar e integrar al niño en el entorno escolar
- Establecer relaciones afectivas y sociales satisfactorias con su entorno inmediato
- Crear un ambiente de acogida, haciendo menos traumático el encuentro de los niños con la escuela
- Implicar afectivamente a los padres con su participación en la vida escolar
- Facilitar la labor de acercamiento y atención de los niños durante este periodo
Las conductas más frecuentes de los niños en el periodo de adaptación suelen ser:

º Física: Llanto o ausencia o manifestación retardada

º Somática: Alteración en la alimentación ,Alteraciones en el sueño Vómitos ,Reacciones agresivas

º Afectiva y social: Retraimiento, Succión del pulgar, Aferramiento a un objeto personal, Apatía, Participación activa


Es aconsejable realizar un seguimiento de cada niño, recogiendo los datos relevantes y atendiendo a las reacciones manifestadas
para comprobar si son las esperadas. Algunas recomendaciones para los padres durante el periodo de adaptación pueden ser:
- Se debe evitar:
+ Actuar delante del niño con inseguridad o culpabilidad
+ Utilizar el chantaje afectivo al dejar al niño en el colegio
+ Dar falsas esperanzas
+ Prolongar la despedida excesivamente
+ Recibir al niño con expresiones que expresen lástima o culpa
+ Introducir otros cambios en la vida del niño
- Se debe potenciar:
+ Cuidar las manifestaciones externas para transmitir al niño seguridad
+ Dejar que lleve algún objeto personal de casa
+ Ser puntuales en la entrega y recogida del niño
+ Facilitar al educador la información que se considere relevante

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