Desaparición Forzada de Jóvenes en Venado, San Luis Potosí: Un Relato de Impunidad y Búsqueda

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El Secuestro

El día primero de marzo de 2010, en Venado, San Luis Potosí, fueron secuestrados tres jóvenes: Guillermo Díaz Niño, de 18 años; Miguel Ramón Ariztegui, de 16 años; y Eliseo Rodríguez Hernández, de 17 años. Los hechos ocurrieron a las 21:30 horas. Los jóvenes salieron del pueblo de Moctezuma en una camioneta Expedition color verde y oro, modelo 2003, con placas de Texas y permiso temporal a nombre de Sebastiana Morales. Fueron perseguidos por 20 kilómetros hasta el pueblo de Venado y alcanzados frente a la presidencia municipal, sin que los policías presentes se dieran cuenta o, mejor dicho, sin que quisieran darse cuenta de lo que ocurría, aun cuando escucharon los disparos de los sujetos que viajaban en una caravana de más de ocho camionetas, según testigos que estaban ahí, ya que era una hora de mucha afluencia de personas por ser el centro del poblado.

Por mis propios medios investigué que fueron obligados a bajar del vehículo con palabras fuertes y disparos. Se dice que uno de los muchachos iba herido, sin precisar cuál de los tres. Aun cuando los iban siguiendo, mi hijo Guillermo logró comunicarse por vía celular con un familiar nuestro, diciendo que lo iban siguiendo varias camionetas, sin precisar cuántas. Cuando lo alcanzaron dijo: "Ya me agarraron, tío, ya me agarraron, ayúdenme". Él se escuchaba muy asustado, ya que mi hijo jamás tuvo problemas de ningún tipo con alguien, ni golpes ni peleas, por ser un muchacho amigable, educado, sin vicios ni unido a pandillas. Mi hijo no vivía aquí en México, él residía desde un año antes en los Estados Unidos y solo estaba aquí de visita, próximo a irse de nuevo.

Sospechas y Primeras Investigaciones

Investigando, supimos que la familia de Miguel Ramón sí tenía problemas con personas de la delincuencia, porque su papá, de nombre Ramón Ariztegui, con anterioridad había tenido problemas. Su hijo, Miguel Ramón, mostró a sus compañeros de clase en la secundaria fotografías de un auto BMW baleado, según por soldados, en el estado de Zacatecas. Un hermano de él, de nombre Luis Ramón, siempre andaba con bastante dinero en su cartera y camionetas de reciente modelo con placas de diferentes estados del país. Él, antes de esto, se interesaba mucho en cuánto tenía mi familia: qué casas, qué camionetas, qué negocios, dónde vivían, cuánto ganaban. Él se acercaba a nosotros y nos interrogaba siempre. Cuando ocurrió lo de los muchachos, él se nos presentaba a toda hora y en todo lugar, como si nos cuidara los pasos que dábamos para investigar sobre los muchachos.

El día 2 de marzo, un día después del secuestro, mi esposa y yo nos presentamos a poner la denuncia en el Ministerio Público de la ciudad de Matehuala, S.L.P. Luis Ramón nos aseguró que iría detrás de nosotros, pero nunca llegó. Ahí fue donde nos enteramos de que no eran dos, sino tres los muchachos secuestrados, y que el tercero, Eliseo, es hijo de la ama de llaves del rancho de los señores Ariztegui. Sin embargo, no la dejaron poner denuncia alguna hasta unos días después, que nosotros la llevamos para que la pusiera.

Quiero aclarar que mi hijo no era amigo de ninguno de ellos, solo eran conocidos de la secundaria donde mi hijo estudió. Mi hijo recibió un mensaje por celular y salió diciendo "ahorita regreso", y en media hora estaba pidiendo ayuda.

Yo tengo en mi poder una grabación de la señora Guillermina Rodríguez, ama de llaves y madre de Eliseo, donde asegura de los negocios que Luis Ramón Ariztegui tenía con personas que llegaban a su rancho armadas y celebraban fiestas ahí. Asegura la señora que Luis Ramón tenía un gran coraje a su hermano Miguel Ramón, porque se dice que el papá de ambos dejaría el rancho a Miguel Ramón. Por ese motivo, la señora asegura que él tuvo que ver en lo de los muchachos, ya que ella asegura haber escuchado varias veces que Ramón se quedaría sin nada. Después del secuestro, él jamás trató de buscar a su hermano y solo se dedicó a seguirnos y frecuentarnos para saber qué hacíamos. Tiempo después, se presentó con familiares nuestros en los Estados Unidos para preguntar qué sabían ellos de mi hijo Guillermo, pero llegamos a la conclusión de que solo estaba tratando de saber si lo seguíamos buscando, porque ya nosotros aquí en México ya no le dábamos información de lo que hacíamos.

En un momento, Luis Ramón comentó que al que querían secuestrar era a un hermano de mi esposa, pero como él ya se había ido a Estados Unidos, se llevaron a mi hijo. Creo que lo dijo para desviar la atención de lo que había hecho con los muchachos, asegurando que jamás los encontraríamos y diciendo que nos despidiéramos celebrando misas por su descanso, que fue lo que ellos hicieron. Nosotros jamás aceptamos eso.

Días después del secuestro, Luis Ramón llegó a su rancho con la camisa salpicada de sangre. En una ocasión, mi esposa le llamó a su celular y, cuando contestó, escuchó cómo gritaba alguien como si estuvieran torturándolo en un lugar cerrado, con eco, como un cuarto vacío o un sótano. Él le dijo que después le llamaba. Eso ocurrió una semana después del secuestro de los muchachos. Todo esto yo se lo señalé a las personas de la Procuraduría del Estado, sin tener respuesta ni interés en ello.

Conexiones con el Crimen Organizado

Luis Ramón platicaba de puros amigos supuestos de él que habían sido secuestrados y pagado grandes cantidades de dinero. En ese mismo tiempo, aquí en este pueblo vivía un señor de nombre Pablo Frías, alias "Palín", que era el líder de los Zetas en esta zona. Vivía en la calle Colón, esquina con Alóndiga, y curiosamente Luis Ramón le llamaba constantemente. El día tres de marzo, el señor presidente de ese entonces, Jesús Topete Sotomayor, me consiguió una entrevista con el Secretario de Seguridad en el estado, de apellido Galindo, y estuvo presente también un policía ministerial de apellido Purata. Nos prometieron ayuda y todo lo que ocupáramos, pero ese fue el único día que los pudimos ver, jamás nos recibieron de nuevo.

Curiosamente, cuando regresamos de esa entrevista en la capital del estado, estaba Luis Ramón afuera de mi casa y me llamó Pablo Frías ("Palín") al teléfono de Luis Ramón para decirme que por qué le había "puesto el dedo" en San Luis, negándome a ese hecho. Un día después del secuestro de mi hijo, yo me presenté a casa de "Palín" para preguntar por mi hijo, respondiéndome que ellos no habían sido, sino unos "contras" —esas palabras usó—, diciéndome que le preguntara a Luis Ramón, porque él traía "broncas fuertes" con los "contras".

La Búsqueda Continúa: Nuevo Laredo

Como seis meses después del secuestro de mi hijo y los otros dos muchachos, una persona de Venado, S.L.P., me dijo que por qué no platicaba de lo de mi hijo con un Zeta de ahí, que quizá me ayudaría a averiguar sobre mi hijo. Así lo hice. Él se llama Jonathan, desconozco sus apellidos, le dicen "El Jony". Cuando lo vi, me citó en un rancho ubicado como a 5 km de Venado, rumbo a la estación de FF.CC. Ahí fui un sábado, sin recordar la fecha exacta, pero fue como a fines de agosto del 2010.

Se encontraban ahí como diez o doce vehículos, entre camionetas de doble cabina y camionetas medianas y Suburban de varios modelos, pero casi todas de modelo no viejo y con placas de diferentes estados del país. Algunas de Zacatecas y Tamaulipas fueron las que me llamaron la atención. Lo que sí vi es que casi todos estaban armados. "El Jony" me dijo que eran puros amigos de él, que estaban de paso y se dirigían a Zacatecas a trabajar. Cuando le pregunté por mi hijo, me respondió: "Mira, lo que te voy a decir es entre nosotros y nunca digas quién te lo dijo, pero tu hijo está bien, no te preocupes. Yo lo conozco desde que estaba chavo, porque era amigo de un carnalillo mío. La verdad, sí se lo llevaron feo, pero te aseguro que está bien. Él trabaja en un lugar en Nuevo Laredo, es un taller de pintura. Ahí yo he ido a dejar mercancía y es donde desarman los muebles para sacar la mercancía. Él trabaja ahí. Cuando yo lo vi, él sí me conoció, pero la bronca es que no podemos hablar ni decir nada, es peligroso tanto para él como para mí. Y este lugar está por la calle de Perú, como a siete u ocho cuadras de la de López de Lara, rumbo a Anáhuac. Es un taller grande, ahí está él. Si vas, ten cuidado cómo llegas y lo que preguntes".

Mi esposa y yo fuimos los primeros días de octubre a Nuevo Laredo y seguimos las señas que "El Jony" nos había dado. Cuando llegamos a la zona, preguntamos por el taller. Un joven de algunos 18 a 20 años nos dijo bien seguro, cuando le mostramos las fotos de mi hijo, que sí, que lo conocía, que lo había visto, que le decían "El Güero", y nos dio las características de mi hijo: alto, blanco. Nosotros estábamos seguros de que ya lo habíamos encontrado. Nos dio las señas de cómo llegar al taller, pero nunca dimos exactamente y regresamos a buscar al joven para pedirle que nos llevara y le pagaríamos por solo llevarnos, él jamás se bajaría, solo que nos guiara y lo regresábamos a donde él dijera. Pero, curiosamente, ya no lo encontramos, siendo que él trabajaba en un lote de venta de autos y no supieron darnos ya razón de él, ya que dimos varias vueltas y nunca lo encontramos. Creo que alguien lo asustó y por eso cuando regresamos al lugar ya no salía.

Nosotros seguimos buscando por esa zona sin resultados, hasta que una persona nos comentó que sí, que efectivamente existía ese taller, pero que unas semanas antes los soldados lo habían "reventado" y lo cerraron, sin decirnos qué encontraron o si había detenidos. Nosotros nos dirigimos al cuartel de la SEDENA para preguntar por los detenidos, pero nunca nos informaron, diciendo que ellos no guardaban esa información de detenidos ni de operativos. Así que nos quedamos peor que cuando empezamos y seguimos buscando, pagando todos los días hospedaje y alimentos por nuestros propios medios, preguntando casi calle por calle.

Así conocimos a un señor que cuidaba carros en un lugar donde, sin saber nosotros, se reunían tipos de las bandas de la delincuencia en Nuevo Laredo. Él me dijo que sí, que efectivamente ahí había visto en varias ocasiones a mi hijo, pero me dijo: "Mira, no te ofendas ni te asustes, pero tu hijo anda mal, porque se reúne con personas que se dedican a negocios malos". Yo no le había dicho lo que yo sabía de mi hijo, así que confirmé lo antes dicho por "El Jony" y el joven que se me escondió. Él me prometió ayudarme, pero me dijo que sería discreto y que cuando lo viera platicando o acompañado de alguien, no le hablara si él no lo hacía antes. Tiempo después me llevó con una señora de nombre Bety.

Creo que le caí bien o se compadeció de mí y me dijo: "Sí te voy a ayudar, pero espérame y yo te digo qué hacemos". Ella nombró a varios tipos, entre ellos a un "Cabeza de Vaca" y a Miguel Treviño Morales, que era esposo de una prima de ella, para ver dónde podíamos ver a mi hijo. Así estuve esperando por varias semanas en espera de esa respuesta, hasta que un día la señora me dijo que ella tenía a su cargo un lugar donde tenían muchachas que visitaban los muchachos que trabajaban con ellos, los llamó "Zetones". Así me presentó a una chica de entre 18 a 21 años, delgada, de mediana estatura, muy guapa, que me dijo llamarse Jeiny, así yo lo entendí. Tardó un buen rato en platicar, yo la notaba como asustada o nerviosa, y me dijo que sí, que conocía a mi hijo, que él varias veces salió con ella, pero me dijo que no la buscaba como los demás, sino que él era muy diferente. Le platicaba de su familia, que él trabajaba en Texas, que sabía de carnicería y le platicó cómo trabajaban ellos. Él salía con otros tres o cuatro en una camioneta Navigator nueva, con placas de Tamaulipas, y que en ella llevaban maletas con dinero a varios lugares. Ellos no llevaban armas, solo el dinero y droga. Iban a Monterrey a antros a llevar encargos y recoger dinero, siempre acompañados, nunca solos. Él no sabía si confiar en los otros, ya que se cuidaban entre sí, unos a otros, con la amenaza siempre de "si fallas el más mínimo error, te mueres tú y toda tu familia". Así que ya lo saben, así los traían a ellos. Todo eso le platicó a ella.

Cuando nosotros estábamos ya ahí, sentíamos cerca de nuestro hijo, es por eso que seguíamos en espera de verlo y platicar con él. Pero en esos días llegaron bastantes soldados a Nuevo Laredo y ya no tuvimos oportunidad de verlo. Después supimos que él sí supo que estuvimos ahí y me mostró una libreta de direcciones pequeña donde estaba escrito el teléfono de mi casa y el de la casa de la mamá de mi esposa, y el nombre de nuestro pueblo.

Él le dijo que si algún día le pasaba algo, llamara para que fuéramos por él, pero ella tenía miedo. Yo la vi solo dos veces y después ya no supimos de ella. La señora Bety solo me dijo que se había ido de vacaciones a su pueblo, ella me dijo que era de Río Verde, S.L.P. Estuvimos esperando y no regresó. Después, el señor de los estacionamientos me dijo que a varias muchachas las desaparecieron, que jamás regresaron y nadie supo de ellas.

Más Testimonios y la Pista de un Rancho

En ese mismo tiempo, nosotros seguimos buscando y preguntando por todos lados. También pegamos fotografías de mi hijo en varios lugares, como hospitales, plazas, bares y donde nos permitían. Un comandante de Protección Civil de Nuevo Laredo también aseguró haberlo visto por el centro de Nuevo Laredo, que traía cachucha, y varias personas lo describieron igual. Un día recibimos una llamada de un señor de nombre Eriberto, quien nos dijo que él trabajaba en un rancho ubicado por el rumbo de Nueva Guerrero, Tamaulipas, donde él cuidaba algunos animales y que su patrón tuvo que ceder una parte del rancho a gente de los Zetas por su seguridad y de su familia. Que ahí él vio a nuestro hijo, que en ese lugar tenían una gran cantidad de jóvenes, que él creía que eran más de 500, los cuales entrenaban ahí. Tenían campo de tiro y ahí los drogaban y los mandaban a diferentes lugares, como Monterrey, Reynosa, Piedras Negras, Saltillo. Que salían en caravanas de varias camionetas, salían como a las cuatro o cinco de la mañana, varias caravanas, hasta seis o más, y algunos regresaban y otros no. Cuando regresaban con jóvenes muertos, los arrojaban a un pozo que hacían con un tractor y los tapaban con el mismo. A los heridos los curaban y seguido les hacían fiestas con grupos musicales y bastante vino y drogas, así como mujeres.

Él me dijo que me ayudaría a sacar a mi hijo de ahí, porque mi hijo le pidió ayuda para que lo sacara de ahí, pero al final le dio miedo, ya que ahí tenía a su familia y una hija. Por esas fechas, el celular de mi esposa recibió un mensaje con lada de Reynosa, en el cual le decía que la quería mucho, que había sido la persona que más amaba, pero pidiendo que no le contestara. Después de esto, dos personas más nos aseguraron haber visto a mi hijo en Reynosa con varia gente de los delincuentes, entre ellos el "Metro 3", y que se reunían en un antro llamado "El Bar-Bar". Don Eriberto también nombró que ahí en el rancho se reunían "El Barbie", "La Víbora", "El Perro". Él también nos informó una semana antes que en ese rancho se estaba planeando algo grande en el penal de Nuevo Laredo, una semana antes de la fuga, y yo les informé a la SEDENA de eso, pero creo que no creyeron.

El rancho estaba disfrazado como rancho de animales de engorda, pero en la parte de atrás era el nido grande de ellos, donde manejaban grandes cantidades de dinero y que ahí tenían gente escondida cada 100 metros para llegar desde el entronque de la carretera a Monterrey. Todo esto lo vivimos en tres meses que estuvimos en Nuevo Laredo, hasta que tuvimos que regresar a casa, ya que tenemos cuatro hijos más.

La Conexión con Otro Caso en Matehuala

Cuando nos dirigíamos a Nuevo Laredo, unos días antes recibimos una llamada de una señora de Matehuala, S.L.P., la cual nos dijo que a ella también le secuestraron un hijo. Él es nueve años más grande que nuestro hijo, pero lo raro es que a él se lo llevaron un día antes que al nuestro. También varias camionetas, gente armada, y ellos sí tienen video de cuando se lo llevaron y quién se lo llevó, pero dice la señora que en México, en la PGR, no le dijeron que el video no decía nada y algunas personas que aparecen en el video están detenidos. Yo creo que ellos fueron o participaron en la desaparición de mi hijo. El joven se llama Juan Carlos Irizar Castillo, de 27 años, ahora tiene 30. A él ya lo habían secuestrado unos meses antes y su mamá pagó el rescate y lo regresaron. La señora tiene aún el teléfono de los que se lo llevaron en esa ocasión y les llamó y le dijeron que no, que ellos no secuestraban dos veces a la misma persona.

Y lo más curioso de esto es que ahí también existe como amigo Luis Ramón Ariztegui, y él se presentaba como si nada con ellos después del secuestro y a nosotros nos platicó del secuestro del joven, que era muy su amigo. Esto sí es raro y la Procuraduría de San Luis Potosí no nos cree nada, siendo que él camina por estos lugares como si no tuviera nada, con toda impunidad.

Piedras Negras y la Búsqueda sin Fin

Tiempo después, una señorita originaria de nuestro pueblo, de nombre Rosa Acosta, que ahora vive en Piedras Negras, aseguró ver a mi hijo y, por medio de un amigo nuestro, nos dijo que sí, que lo vio en Piedras Negras, por la colonia México, que se encuentra cerca del río que separa México de Estados Unidos. Nosotros fuimos a ese lugar, ahí estuvimos dos meses, igual buscando y preguntando, y varias personas nos confirmaron, de igual manera, que trabajaba obligado con esas personas. Una señora nos dijo que a ella le parecía raro que un joven tan educado y bien parecido, bien vestido, que cuando le tocaba estar vigilando en ese lugar, le pedía permiso a ella para estar ahí, por eso a ella lo reconoció de inmediato. Ahí es un taller mecánico en una calle principal y muy transitada, en la colonia 18 de junio. Ahí nosotros estuvimos por varios lugares y también varias personas nos confirmaron de nuestro hijo, que lo vieron por varios lugares y momentos diferentes, pero nosotros no logramos verlo, ya que después todos decían lo mismo: "hace tiempo que no lo vemos, quizá lo cambiaron", que así ocurre. Y regresamos a casa con los otros hijos que dejamos solos por buscar a Guillermo.

La Red Financiera del Crimen Organizado

Seguimos en contacto con la señora de Matehuala, de nombre Carmen Castillo, y por medio de ella supimos de los movimientos de ellos por esta zona, como de una casa de seguridad en Matehuala, ya que ella cuenta con un informante que trabaja por su voluntad dentro de esta organización de los Zetas. Hemos confirmado información que nosotros tenemos con la que a ella le da esta persona, como de un lugar que se encuentra en Nuevo Padilla, Tamaulipas, que es el lugar financiero de ellos. Ahí existen oficinas y manejan lo de casas de cambio que tienen en diferentes lugares del país. Ella envió una persona de su confianza a ese lugar y yo platiqué con esa persona, y lo que platica es algo muy grande, ya que en ese lugar existe todo lo relacionado con el dinero que ellos manejan. Este rancho está en Nuevo Padilla, Tamaulipas. También nos habló de un lugar de Zacatecas, un rancho cerca de Villa de Cos, donde se esconden los grandes.

La búsqueda de justicia y la verdad sobre el paradero de Guillermo, Miguel y Eliseo continúa. Este relato es un testimonio de la impunidad y la violencia que azota a México, y un llamado a las autoridades para que investiguen a fondo estos crímenes y lleven a los responsables ante la justicia.

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