Desamortización de Mendizábal y la Monarquía Democrática de Amadeo de Saboya: Contexto y Consecuencias
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Desamortización de Mendizábal
Con J. Álvarez de Mendizábal se realiza la primera obra desamortizadora propiamente dicha con una serie de leyes durante el bienio 1836 - 1837. Se centra en los bienes del clero regular, ampliados después a los del clero secular. El plan de Mendizábal acelera su proceso de aplicación ante las necesidades económicas del Estado para hacer frente a la guerra carlista, y en consecuencia, se hace atropelladamente, no siendo alcanzados los objetivos previstos, que eran:
- Solución de los apuros de la Hacienda y del problema de la Deuda.
- Reforma agraria en beneficio de la masa campesina.
- Reforma de la Iglesia, que por el contrario, queda despojada de sus bienes y abandonada a su suerte.
- Ampliación de la base social del nuevo régimen liberal, ya que los compradores de bienes nacionales, la burguesía, eran liberales con anterioridad a la desamortización.
Esta desamortización se realizó fundamentalmente mediante dos decretos, marzo de 1836 y julio de 1837. Fueron declarados propiedad nacional los bienes raíces, rentas, derechos y acciones de las comunidades e institutos religiosos de ambos sexos con muy pocas excepciones, disponiéndose además que fueran sacados en pública subasta.
Mendizábal esperaba que las tierras fueran a parar a manos de los agricultores medios; a tal fin, la ley del año 37 dispuso que se admitieran dos tipos de compradores: los que pagarían en efectivo y los que lo harían con títulos de deuda (con un plazo menor).
Consecuencias
En opinión de algunos autores, entre ellos Tomás y Valiente, el proceso desamortizador de Mendizábal fracasó en su cuádruple objetivo mencionado anteriormente, pero en contrapartida su radicalismo anticlerical puso en contra del régimen isabelino a:
- La Iglesia en bloque, con su enorme poder como grupo de presión.
- El campesinado, burlado en sus esperanzas de alcanzar la propiedad. Su situación empeora al subir los nuevos dueños los arrendamientos.
- Los sectores liberales, partidarios del entendimiento con la Iglesia.
- El grupo ilustrado, que se mostró partidario de una auténtica reforma agraria.
En cuanto a los beneficios obtenidos por la Hacienda Pública, fueron menores en comparación con lo que se esperaba. La realidad es que no solo no desapareció la Deuda Pública, sino que aumentó. Pero también es cierto que hubiera sido imposible seguir emitiendo deuda si no hubiera existido la cobertura de los bienes nacionalizados.
La Monarquía Democrática de Amadeo de Saboya (1871-1873)
Designada como “La Gloriosa” por sus contemporáneos, supuso el destronamiento de Isabel II. No se trató tan solo de un pronunciamiento militar, sino que también actuaron otros factores, entre los que destacan la crisis económica y social que ayudó a crear un estado de desasosiego y crispación (manifestaciones en prensa contra el gobierno, la Reina y la Iglesia, manifestaciones estudiantiles como la noche de San Daniel), lo que unido a factores políticos (sucesión de gobiernos inoperantes, censura, condenas a muerte) hizo saltar las frágiles estructuras en las que se asentaba el trono de Isabel II.
Después de varios conatos de golpe de Estado, una sublevación de la guarnición del cuartel de San Gil en Madrid (22 de junio de 1866) apoyada por las clases populares pudo ser aplastada, pero con una represión muy dura (fusilamiento de 66 sargentos). El régimen no podía durar mucho falto de apoyos populares, con sectores del ejército en su contra, con los intelectuales y el mundo de los negocios irritado.
Práctica Política: Turnismo, Bipartidismo, Caciquismo
Un Rey de carácter liberal en el trono parecía una oportunidad para tranquilizar la situación política y así lo entendieron casi todas las potencias europeas; solo la Santa Sede mostró reticencias. Amadeo de Saboya llegó a España e inmediatamente fue a velar el cadáver de Prim, asesinado por motivos políticos y personales, teniendo una fría acogida por parte del pueblo de Madrid. De su voluntad de convertirse en un buen monarca constitucional y demócrata no hay duda, pero las dificultades y oposiciones eran muchas.
Al frente del gobierno se puso el general Serrano, pero la inestabilidad era fuerte. Lo esencial fue la descomposición acelerada de la coalición gobernante, escisión de los progresistas (en constitucionalistas de Sagasta y radicales de Zorrilla) y sucesión rápida de gobiernos (6 gobiernos y 3 elecciones); a lo que añadir un conjunto de fuerzas políticas y sociales que se oponen frontalmente a la monarquía amadeísta.
Siguiendo el modelo bipartidista inglés, el gobierno debía recaer exclusivamente en dos partidos principales (que aceptasen la Constitución, dinásticos) que recogiesen las diferentes posturas y que se alternasen en el poder y en la oposición; ahuyentando así la idea de pronunciamientos militares. Para ello se reforzó la coerción política y el centralismo.
¿Cómo funcionaba el turno de partidos? Cuando el monarca retiraba su confianza al gobierno, (previo pacto de los líderes de ambos partidos) encargaba provisionalmente el gobierno al partido contrario, que para contar con la mayoría en el Parlamento, se apresuraba a convocar elecciones, unas elecciones que debía ganar. El partido de la oposición estaba de acuerdo en "perder" estas elecciones (falsificación, fraude electoral).
Para que el sistema funcionara, se preparaban las listas electorales con notables del partido, personalidades con influencia, y en las provincias se arbitraban mecanismos para garantizar la victoria. La ley electoral determinaba, además, que en los distritos en que solo se presentara un candidato, éste quedaba elegido sin necesidad de votación.
En otros actuaban los caciques, (en las negociaciones locales entre el gobierno y los gobernadores civiles de provincia intervenía el cacique que era el que podía entregar los votos; creaba su clientela proporcionando trabajo y favoreciendo económica y socialmente a sus clientes, manipulaba votos, etc.).
El resultado era el triunfo del partido previsto, victoria que llevaba consigo la renovación del Congreso y de numerosos cargos y empleos dependientes del poder (aparece la figura del cesante). A la misma vez se concedía un número razonable de escaños a la oposición para mantenerla dentro del juego político. Por otra parte, a los partidos no dinásticos se les impedía toda representación significativa quedando fuera de las posibilidades de alcanzar el poder: republicanos, socialistas, nacionalistas.