La Desamortización en España: Historia, Protagonistas y Legado Social

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Gran parte de la propiedad territorial del país estaba fuera del mercado por estar amortizada en las llamadas manos muertas, principalmente de la Iglesia o de la nobleza.

Desde finales del siglo XVIII, los liberales plantearon a Carlos IV la necesidad de la desamortización. Esta consistía en expropiar esos bienes a sus titulares para convertirlos en bienes nacionales y venderlos posteriormente en pública subasta al mejor postor, con la finalidad de obtener fondos para la Hacienda pública y saldar parte de la deuda externa.

Con esta finalidad, durante el reinado de Carlos IV, se desamortizaron las tierras de la disuelta Compañía de Jesús (jesuitas) y las de algunas entidades paraeclesiásticas, como Colegios Mayores, Hospitales, Casas de Misericordia u órdenes militares.

En las Cortes de Cádiz también se desamortizaron los bienes de la Inquisición, que fue abolida en 1813, lo que ofreció al mercado una cantidad significativa de tierras.

La Desamortización de Mendizábal (1836-1837)

Sin embargo, la etapa desamortizadora más importante no llegó hasta la regencia de María Cristina y fue dirigida por el ministro Juan Álvarez Mendizábal. En esta época, surgieron dos tendencias en cuanto a la forma de desamortizar: una era la del liberalismo exaltado o radical, representado por Felipe Estrada, según la cual los bienes desamortizados no debían ser vendidos en pública subasta, sino entregados a los campesinos en enfiteusis (arrendamiento de larga duración a cambio de un pequeño canon).

La otra tendencia era la de Mendizábal, según la cual los bienes desamortizados debían ser vendidos en pública subasta para aliviar las necesidades económicas del Estado. Esta fue la medida que se tomó.

La desamortización de Mendizábal se dirigió principalmente contra los bienes de la Iglesia, no solo para conseguir fondos para la Hacienda, sino también para mermar el poder del clero, que era mayoritariamente partidario del Carlismo.

Fases de la Desamortización de Mendizábal

  1. El 19 de febrero de 1836 se desamortizaron todos los bienes del clero regular.
  2. El 29 de julio de 1837 se desamortizaron todos los bienes del clero secular.

Sin embargo, la ley de 1837 no pudo entrar en vigor hasta 1841 debido a los acontecimientos de la Primera Guerra Carlista. En 1844, se suspendieron las ventas de estos bienes, ordenándose la devolución de aquellos que aún no se hubiesen enajenado, tras alcanzarse un acuerdo entre la Iglesia y los liberales más conservadores que habían llegado al poder.

La Desamortización de Madoz (1855)

El siguiente periodo desamortizador significativo tuvo lugar durante el Bienio Progresista y fue impulsado por el ministro Pascual Madoz. En este caso, la desamortización se dirigió contra los bienes de los pueblos a través de una ley del 1 de mayo de 1855, en la que se declaraban bienes nacionales y se ponían en venta, concretamente todos los bienes comunes o de propios.

Como consecuencia de esta desamortización, se puso en el mercado una enorme cantidad de tierras. De esta transferencia de la propiedad de la tierra se beneficiaron principalmente la nobleza, la alta burguesía y los especuladores. Por el contrario, resultaron perjudicados:

  • El propio Estado, que no consiguió el dinero suficiente para saldar la deuda pública y, además, se quedó sin las tierras.
  • La Iglesia, que perdió casi todas sus tierras y, en consecuencia, vio suprimida su posibilidad de cobrar el diezmo.
  • Los campesinos, que vieron ascender el precio de los arrendamientos de la tierra y, además, no pudieron seguir beneficiándose ni de los bienes comunes ni de los antiguos contratos agrarios vitalicios que les facilitaban la posesión de la tierra a un precio modesto.

Consecuencias de las Desamortizaciones

Como consecuencia general de las desamortizaciones, el sistema latifundista se consolidó en la estructura agraria española, en detrimento del campesinado, que pasó a configurar la figura del jornalero agrícola.

Por ello, los jornaleros nunca se sintieron vinculados con la causa liberal y, políticamente, pasaron a engrosar las filas del Carlismo o del Anarquismo, movimientos que negaban el régimen liberal.

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