La Desamortización en España: De Fernando VII a Mendizábal
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La Desamortización Española en el Siglo XIX: Etapas Clave
Retroceso y Reactivación: Fernando VII y el Trienio Liberal
El regreso de Fernando VII supuso un momento de marcha atrás en el proceso desamortizador, pero no total, porque el problema de la deuda lo obligó a enajenar y vender baldíos y realengos. Será en el Trienio Liberal (1820-1823) cuando nuevamente los liberales la relancen. Entonces se decretó la venta en subasta de los bienes nacionales, que serían pagados mediante una fórmula que trajo consigo que se compraran por un precio muy inferior al de tasación. Así —con gran escándalo para algunos diputados, que solicitaron el cese de las ventas—, las tierras estaban pasando a manos de ricos capitalistas, quienes fijaban nuevos arriendos, desalojando de las tierras a quienes no pudieran pagarlos.
Respecto de la desamortización eclesiástica, en el Trienio se abordó a fondo la del clero regular, junto con su reforma (Ley de Monacales). De nuevo seguían intactas las propiedades del clero secular, pero la Ley de Desvinculaciones prohibía adquirir bienes inmuebles a la Iglesia.
La Desamortización de Mendizábal (1836-1837)
Con la llegada definitiva del liberalismo al poder, el planteamiento desamortizador de los bienes municipales cayó en el olvido, centrándose ahora en la eclesiástica, que alcanzó su punto álgido por obra de Juan Álvarez Mendizábal, quien la desarrolló en su breve etapa como jefe de Gobierno (1836) y como ministro de Hacienda en el gobierno de José María Calatrava (1837).
Los decretos de febrero y marzo de 1836 y el de 1837 declaraban en venta los bienes de las comunidades religiosas suprimidas o que pudieran serlo. Gracias a tales decretos, el Estado se encontró en posesión de una masa de bienes con cuya venta Mendizábal perseguía tres finalidades:
- Objetivo fiscal: Eliminar la deuda pública.
- Objetivo militar: Levantar un ejército que diera fin a la Guerra Carlista.
- Objetivo político: Aumentar el número de seguidores del liberalismo con los beneficiarios de las ventas.
La venta se realizaba en pública subasta, estableciendo su reglamento un precio inicial de tasación sobre el que se realizarían las pujas. El sistema de pago del precio de remate favorecía a quienes tenían dinero en metálico o títulos de la deuda, que estaba muy depreciada, con los que podían pagar por su valor nominal.
Resultados y Críticas
Con este sistema de venta y pago, muchas propiedades fueron adquiridas a precios reales ridículos, lo que no permitió al Estado liquidar la totalidad de la deuda (fracaso del objetivo fiscal) ni contar con ingresos suficientes para acabar con la guerra (fracaso del objetivo militar). Por otra parte, la adquisición de las propiedades por una minoría —la burguesía acaudalada y/o los especuladores—, en perjuicio de los arrendatarios de la Iglesia, incrementó el número de descontentos con el régimen liberal (fracaso del objetivo político).
La desamortización de Mendizábal tuvo la oposición de los moderados, defensores siempre de los intereses de la Iglesia, pero también recibió críticas desde el sector exaltado del liberalismo. En este caso, la oposición la encabezó el diputado Álvaro Flórez Estrada, quien no criticó la enajenación de los bienes del clero regular, sino su venta y el sistema de pago propuesto. Flórez Estrada comprendió que la venta en subasta y el pago con vales reales por su valor nominal no iba a favorecer la liquidación de la deuda ni el crecimiento del número de propietarios agrícolas; es decir, una reforma agraria.
Por ello, propuso que se arrendaran las tierras en enfiteusis a los campesinos (contratos de arrendamiento perpetuos o a muy largo plazo). Así, en lugar de liquidar la deuda de una vez, el Estado podría liquidarla a largo plazo con el producto de las rentas recibidas anualmente, sin perder la propiedad en pleno dominio de esos bienes, al tiempo que favorecería un mayor reparto de la propiedad útil agraria.