Desafíos Socioeconómicos de la Segunda República Española

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B. Conflicto social

Las huelgas, sobre todo en los sectores de la minería, la pesca y Telefónica, marcaron un periodo de creciente conflictividad laboral durante el primer bienio republicano. De las 402 huelgas registradas en 1930, se pasó a 1.127 en 1933, mientras la cifra de huelguistas se cuadruplicaba, superando los 12 millones de jornadas perdidas por año.

Las causas de este proceso fueron múltiples:

  • La incidencia de la recesión económica.
  • La negativa de la CNT a utilizar los mecanismos oficiales de conciliación, que identificaba con el corporativismo de la Dictadura, y su manifiesta tendencia a convocar huelgas políticas.
  • La resistencia de un empresariado a imponer su ley o a cumplir las decisiones de los Jurados Mixtos cuando beneficiaban a los trabajadores.
  • El creciente descontento de las bases de la UGT ante la lentitud y moderación de las reformas, y su paulatino abandono de la línea legalista que les marcaba el aparato sindical socialista.

C. Pánico financiero

El ministro de Hacienda, Indalecio Prieto, enfrentó un ejemplo modélico de conflictividad entre el Gobierno provisional y la oligarquía financiera. Esta última opuso una resistencia tenaz a la política económica del ministro de Hacienda, aunque este jamás desbordó los límites de la más estricta ortodoxia.

Ambos factores —la llegada del nuevo régimen y la figura del ministro socialista— provocaron la cancelación del préstamo de la Banca Morgan, la devaluación de la peseta en el mercado internacional y una significativa fuga de capitales.

Un día de agosto de 1931, Prieto informó a los periodistas que la retirada de capitales de cuentas bancarias ascendía a 1.400 millones de pesetas desde la proclamación de la República. El informe del Consejo Bancario confirmaba en términos globales esa apreciación, referido al primer semestre del año; y en el tercer trimestre, la retirada de capitales ascendió a 305 millones de pesetas.

La mentalidad y formación de los gobernantes republicanos y socialistas en materia de finanzas no superaba las normas clásicas. Se consideraba la inflación como el mayor de los males, una concepción que costaría cara posteriormente cuando las exportaciones disminuyeron porque la moneda española estaba menos depreciada que la mayoría de las europeas y americanas (1932-1935).

Sobre este fondo, una batalla entre el Estado y el Banco de España (entonces propiedad privada) tenía lugar desde la primavera de 1931; y, en general, el recelo de todo el mundo financiero, estimulado todavía más por la cancelación por la Banca Morgan del crédito que había otorgado al Gobierno precedente.

El comportamiento del mundo financiero fue lo que se denominó crisis de confianza, producida por los sucesos del segundo trimestre del año, es decir, la proclamación de la República y las elecciones a Cortes Constituyentes que dieron una mayoría republicano-socialista.

De todas maneras, la crisis de 1929 tuvo menor incidencia en España en comparación con otros países europeos. La evolución de la renta por habitante fue la siguiente: en 1929 (1.033 pesetas), en 1931 (1.020) y en 1935 (1.033). La producción industrial disminuyó hasta 1933, a partir de entonces se recuperó hasta alcanzar en 1935 el nivel de 1931.

Esta política financiera ortodoxa le permitió contar con importantes reservas de oro, lo que contrasta con la difícil situación social del periodo.

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