Desafíos Cristológicos y Herejías en los Primeros Siglos del Cristianismo

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1. La Evolución Doctrinal Antes de Nicea

Durante los primeros siglos del cristianismo (especialmente el siglo II), la reflexión sobre Jesucristo se centró en afirmar su doble naturaleza, humana y divina: Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Afirmar ambas naturalezas sin confusión ni división fue el gran desafío doctrinal de los primeros siglos. En este tiempo surgieron herejías (doctrinas equivocadas) que negaban una de las dos naturalezas.

Principales Herejías Cristológicas Tempranas

  • Ebionismo: Surgida en el ámbito judeocristiano, esta herejía presenta a Cristo como mero hombre; aunque lo ve como un gran profeta, rechaza la trascendencia de su persona.
  • Adopcionismo: Ve a Jesús como un hombre moralmente unido a Dios, es decir, un hombre divinizado; se habría convertido en hijo adoptivo de Dios solo con el bautismo o en la resurrección, cuando recibió a Cristo.
  • Docetismo: Niega la verdadera humanidad de Cristo: en la encarnación, el Hijo de Dios habría asumido solo un cuerpo aparente, simplemente un comportamiento humano. Era absolutamente inconcebible que Dios pudiese nacer, padecer y morir.

Errores Cristológicos del Siglo III: Subordinacionismo y Modalismo

En el siglo III, comienzan a difundirse el Subordinacionismo y el Modalismo que, aunque son herejías trinitarias, tienen notables repercusiones cristológicas, porque niegan la divinidad de Cristo y la encarnación del Verbo.

El Subordinacionismo sostiene que la Trinidad está subordinada al Padre; y el Modalismo defiende que es un solo Dios, pero con tres modos: a veces Padre, a veces Hijo, y otras, Espíritu Santo.

La Doctrina de Arrio y sus Implicaciones Cristológicas

La doctrina de Arrio se examina en el contexto trinitario, porque al sostener que el Hijo no es Dios sino criatura, niega de hecho la realidad de un Dios en tres personas. Sin embargo, la herejía arriana tiene aspectos cristológicos importantes.

Arrio: El Hijo como Criatura

Arrio sostenía que el Hijo es una criatura, no es engendrado desde la eternidad por el Padre y no es de la misma sustancia que el Padre, como afirmaría el Concilio de Nicea. Afirmaba que «hubo un tiempo en el que el Hijo no existía», por lo que el Hijo no es Dios verdadero, sino una criatura elevada.

Según esta Cristología, el Verbo —que no es Dios, sino un demiurgo— se encarnó en un hombre, Jesucristo, el cual, sin embargo, es una «carne sin alma», o a lo sumo posee un alma no racional. Luego, en Cristo falta el alma intelectiva humana, que es suplida por el Verbo. Por tanto, este, en su estado de encarnación, es en sentido estricto sujeto de la condición humana, de las pasiones y de las debilidades del espíritu humano.

En consecuencia, no se encarnó para salvar, sino para ser glorificado. Así, la encarnación no tiene valor salvífico universal.

Monofisismo "Ante Litteram"

Habiendo asumido el Verbo solo una carne o un cuerpo humano, se puede hablar de Monofisismo ante litteram. En esta perspectiva, el Verbo encarnado no asumió naturaleza humana y en él solo está presente la naturaleza creada que es la propia. La negación del alma humana en Cristo por los arrianos es la raíz profunda de la que brotarán las herejías de Apolinar y de Eutiques.

El Concilio de Nicea (325)

El Concilio de Nicea (325) condenó la doctrina trinitaria de Arrio, limitándose a enseñar que, por nuestra salvación, el Verbo «se encarnó y se hizo hombre».

3. La Doctrina de Apolinar y el Apolinarismo

Apolinar, obispo, intentó mediar entre Arrio y Nicea. Arrio negaba la divinidad del Hijo, mientras que el Concilio de Nicea había proclamado que el Hijo es consustancial al Padre. Apolinar acepta la consustancialidad, es decir, Cristo es verdaderamente Dios.

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