Denominaciones y Etapas Clave de la Península Ibérica: De Hesperia a Hispania
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Nombres de la Península Ibérica: De Hesperia a Hispania
En la antigüedad, la Península Ibérica era un lugar envuelto en mitos y leyendas. Era escenario de las andanzas de personajes mitológicos como Heracles (Hércules) y se consideraba que, más allá del estrecho de Gibraltar, no existía tierra habitable. Por lo tanto, era vista como un verdadero Finis Terrae. También se denominó a la Península Ibérica como Hesperia, la tierra del occidente, donde se creía que se encontraba el mítico Jardín de las Hespérides.
La Influencia Griega: Iberia
Los griegos colonizaron la costa oriental de la Península hacia el siglo VI a. C. y denominaron a este territorio Iberia, tomando el nombre de las tribus que lo habitaban. También mencionan un río Íber (que podría corresponder al actual Ebro u otro río peninsular).
El Nombre Definitivo: Hispania
No obstante, el nombre definitivo que se adoptaría en las fuentes romanas sería el de Hispania. El origen de este término parece proceder de la colonización fenicia de la Península, anterior a la presencia griega.
Se ha sugerido que el nombre de Hispania podría ser una evolución de un topónimo fenicio o hebreo que significaría "tierra de conejos", debido a la abundancia de estos animales en la región. Esta teoría, aunque popular, no es universalmente aceptada.
Romanos y Cartagineses en Hispania: El Preludio de la Conquista
Hacia mediados del siglo III a. C., los cartagineses ampliaron su presencia en la Península Ibérica. Buscaban compensar la pérdida de territorios (como Sicilia) tras su derrota frente a Roma en la Primera Guerra Púnica. Además, necesitaban recursos para pagar los tributos impuestos por la República Romana.
El Tratado del Ebro y el Casus Belli
Hacia el 226 a. C., un año después de la fundación de Cartago Nova, Roma promovió la firma del Tratado del Ebro. Este tratado establecía el río Ebro como límite de la expansión cartaginesa hacia el norte. Sin embargo, la toma de la ciudad de Sagunto por parte del líder cartaginés Aníbal (ciudad que algunas fuentes romanas situaban al norte del Ebro, aunque su ubicación exacta es debatida) fue considerada por Roma como un casus belli (motivo de guerra). Al año siguiente, comenzaron las hostilidades en lo que se conoció como la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.).
La Segunda Guerra Púnica: El Desembarco Romano
Durante este conflicto, las primeras tropas romanas desembarcaron en la Península Ibérica. Lo hicieron en Emporion (Ampurias), desde donde descendieron hacia el Ebro y fundaron la ciudad de Tarraco (Tarragona). Inicialmente, Roma se limitó a causar problemas a los cartagineses en su retaguardia, ya que el conflicto principal se desarrollaba en territorio italiano.
Las Victorias de Escipión
Sin embargo, tras algunos reveses en el sur de la Península, Roma comenzó a obtener victorias gracias a uno de sus militares más conocidos: Publio Cornelio Escipión. Cartago Nova fue tomada, y la propia Gades (Cádiz) se entregó a los romanos en el 206 a. C.
La Conquista y Romanización de la Península Ibérica
Para el 197 a. C., Roma se extendía por la costa oriental (Hispania Citerior) y por la zona meridional, incluyendo algunos enclaves del interior (Hispania Ulterior). Antes de retirarse de la Península, Publio Escipión organizó un centro de romanización: Itálica (cerca de la actual Sevilla).
Resistencia a la Colonización Romana
Algunos pueblos ibéricos se mostraron cordiales y aceptaron la presencia romana. Sin embargo, otros territorios del interior, que no habían tenido contacto previo con los pueblos colonizadores, opusieron una gran resistencia a los invasores. A la pérdida de su libertad, debían añadir el pago de un tributo o stipendium a Roma.