Demócrito y la Teoría Atomista: Átomos, Vacío y Realidad

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Demócrito de Abdera y la Teoría Atomista

Un pensador dedicado al estudio

Demócrito nació y vivió en Abdera, de donde debió de salir muy poco. No se sabe casi nada de su vida y parece ser que fue también, igual que Anaxágoras, un hombre totalmente dedicado al estudio y la reflexión. Su maestro fue Leucipo, originario probablemente de Mileto, de quien se sabe aún menos, hasta el punto de que algunos ponen en duda su existencia.

Estas dificultades históricas explican el hecho de que sea muy difícil saber qué elementos del sistema atomista se deben a Leucipo o a Demócrito. En todo caso, este último fue uno de los escritores más prolíficos de la Antigüedad: su compilador, Trasilo, le atribuye 52 libros, todos ellos perdidos.

El Atomismo: Una Respuesta a Parménides

El punto de partida del atomismo es muy semejante al de Empédocles y Anaxágoras: el objetivo es salvar la apariencia del mundo (su movilidad y pluralidad) y, por tanto, el valor de la percepción sensible, pero respetando los principios del eleatismo. Solo que la solución buscada difiere esencialmente en un aspecto: admitir el vacío o “no-ser”, y negar todo tipo de fuerzas distintas de la materia misma (como el Amor-Odio de Empédocles o el Espíritu de Anaxágoras).

Los Átomos y el Vacío: Los Principios Fundamentales

Parménides había negado el vacío y el no-ser: el ser es “lleno”. Para los atomistas, el mundo consta de infinitas partículas indivisibles (por eso reciben el nombre de átomos), que son sólidas, llenas e inmutables (no cambian). De tal modo, cada átomo posee las características del “ser” de Parménides, con una diferencia clave: los átomos son infinitos en número.

Además, los átomos poseen las siguientes características:

  • Carecen de cualidades sensibles (color, olor, etc.).
  • Solo se distinguen entre sí por la figura, el orden y la posición.
  • No está claro si Demócrito les atribuyó también peso, ni tampoco en qué condiciones se lo hubiera atribuido.

Para explicar la realidad, se requiere un segundo principio: el vacío o “no-ser”. El vacío explica la multiplicidad, ya que es lo que separa a los átomos, y explica el movimiento, porque si no hay vacío no puede haber choques ni desplazamientos.

Materia, Movimiento y Mecanicismo

Los átomos poseen movimiento propio y espontáneo en todas direcciones (algo así como las partículas de polvo en un rayo de sol) y chocan entre sí. El choque puede tener consecuencias diversas: o bien los átomos rebotan, o bien se “enganchan” entre sí, gracias a sus figuras diversas. Así se producen torbellinos de átomos y se originan mundos infinitos, engendrados y perecederos.

Todo se explica, pues, exclusivamente por “lo lleno” (los átomos) y “lo vacío”, sin necesidad de recurrir a fuerzas ajenas a la misma materia. Los choques son fortuitos, debidos a un puro azar: nada obedece a una ordenación inteligente hacia un fin determinado. Materia, vacío y movimiento: eso es todo. Una explicación de este tipo se denominará más tarde mecanicismo.

La Percepción Sensible y el Conocimiento

Demócrito, igual que Empédocles y Anaxágoras, se verá obligado a explicar la percepción sensible, que Parménides desvalorizó absolutamente. Lo hará desde los principios de su atomismo: el alma es corporal y mortal, mueve el cuerpo, pero también es afectada por los choques recibidos en nuestro propio cuerpo.

Los cuerpos exteriores producen emanaciones de átomos que son como imágenes que se trasladan por el vacío y, al chocar con los órganos de nuestros sentidos, se produce el conocimiento. Por eso, toda forma de conocimiento se reduce, en el fondo, al tacto (o contacto). Sin embargo, una vez que Demócrito ha justificado así la percepción sensible, la relativiza profundamente: las cualidades sensibles (olor, color, sabor...) carecen de objetividad. Dada la continua movilidad de los átomos, se explica que Demócrito dijera: “Se ha demostrado a menudo que nosotros no captamos en realidad cómo es cada cosa o cómo no es”.

El Alma y el Pensamiento en el Atomismo

Puesto que el alma es un conjunto de átomos —para Demócrito no hay sino átomos y vacío—, el pensamiento recibe una explicación semejante. Los átomos anímicos están desparramados por todo el cuerpo, moviéndolo; pero algunos están concentrados en algún punto del cuerpo, moviéndose espontáneamente. Así se explica la naturaleza de la mente y del pensamiento.

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