Democracia Representativa y el Contrato Social de Hobbes: Poder y Ciudadanía
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Democracia Representativa: Fundamentos y Estructura
Tras la Segunda Guerra Mundial —con la excepción de España— se implantaron en Europa regímenes democráticos. Este tipo de gobierno se fundamenta en el reconocimiento del sufragio universal. Se establece la figura de un intermediario entre la población, que no participa directamente en las tareas políticas, y el gobierno de una nación. Los mecanismos de intermediación son «formas de representación» y deben ser consideradas como estructuras del Estado. La participación política de los ciudadanos se ajusta a un modelo de diversos niveles según las competencias asignadas y las tareas atribuidas.
Niveles de Participación en la Democracia Representativa
Primer Nivel: El Voto Ciudadano
Para el primer nivel, constituido por la masa de población, la actividad política se limita al ejercicio del voto. Los momentos (convocatoria de elecciones), las opciones (partidos políticos), los contenidos (programas electorales), las personalidades (integrantes de las candidaturas)... son decididos por aparatos institucionales —estructuras de los partidos— a los que los votantes no tienen acceso alguno.
Segundo Nivel: La Estructura Partidista
El segundo nivel está constituido por las estructuras de los partidos, de las que se excluyen a los simples afiliados. Los miembros activos de los partidos son responsables de analizar, perfilar, decidir y formular las diversas opciones que presenta su grupo o corriente ideológica. Aquí se interviene en las expectativas electorales del grupo, en los elementos culturales que conforman su perspectiva ideológica o social. En el interior de los partidos, las relaciones entre sus miembros están jerarquizadas.
Tercer Nivel: Los Poderes del Estado
El tercer nivel está constituido por los poderes del Estado en sus diversos ámbitos: municipales, autonómicos y centrales, cuyos puestos y funciones son ocupados por miembros del partido vencedor en las elecciones, que gobiernan en nombre de todos y que pretenden perpetuarse en el poder.
Las relaciones de los partidos en los estados democráticos son de competencia, análogas a las que se establecen entre las empresas en la dinámica del mercado. El ciudadano, por lo general políticamente pasivo, suele estar comprometido con un proyecto social.
Consecuencias de un Modelo de Elites en la Democracia
- La intervención política está reducida al voto individual, cuya opción se reduce a responder con un sí/no.
- Se reducen sus competencias porque los asuntos públicos se han convertido en temas de especialistas, reservados a las estructuras de los partidos y a los gabinetes técnicos de asesoramiento.
- En la dinámica de las democracias, los partidos quedan despegados de sus bases sociales y se convierten en aparatos políticos del Estado. Funcionan como representantes de los ciudadanos.
La Teoría Política de Thomas Hobbes: Orden y Contrato Social
La teoría política de Thomas Hobbes tiene como objetivo garantizar el orden social y evitar el conflicto generalizado de la población en un «estado de guerra de todos contra todos».
Premisas Fundamentales de Hobbes
Thomas Hobbes va a partir en su argumentación de tres premisas:
- Los seres humanos son iguales en lo que respecta a sus capacidades intelectuales o físicas, lo que les lleva a perseguir los mismos fines.
- Todos los seres humanos buscan su propia conservación, así como el placer en las acciones que realizan.
- El hecho de que cada cual busque su propia conservación y satisfacer sus propias pasiones.
Hay que tener en cuenta que el estado natural de guerra es una consecuencia de la propia naturaleza del ser humano y de sus pasiones. La fuerza y el fraude son las dos virtudes de la guerra, y por lo tanto, en este estado de cosas, la justicia y el bien no tienen sentido.
Es importante tener en cuenta que este «estado de guerra» no es un hecho histórico en el sentido de que haya existido un momento en la historia que haya precedido a la creación de todas las sociedades, sino más bien que se trata de un estado que precede a la sociedad desde un punto de vista lógico. En el sentido de que, si prescindimos de lo que caracteriza a la sociedad y de los beneficios que aporta, se llegaría a una situación previa al Estado en la que cada cual tendría que valerse por sí mismo y de sus posibilidades de supervivencia para garantizar su conservación. Lo que Hobbes podría sostener es que el «estado de guerra» representaría la condición en la que se podría encontrar el ser humano si prescindiese de la civilización y del modelo social centrado en la idea de un Estado que garantizara el cumplimiento de unas leyes que limitasen el abuso de poder que podrían ejercer unos sobre otros. Para limitar este abuso de poder, todo el poder debe estar concentrado en un Estado concebido.
Las Leyes de la Naturaleza según Hobbes
La fundamentación de este Estado debe encontrarse en lo que Hobbes llamó «leyes de la naturaleza». Las leyes de la naturaleza se definen como las leyes dictadas por el uso correcto de la razón. «Una ley natural es un precepto, una regla general que se descubre con ayuda de la razón, según la cual un hombre ha de evitar hacer lo que puede destruir su vida o privarle de los medios para conservarla, así como hacer todo lo que él crea mejor para preservarla».
La ley natural no se fundamenta en ningún principio metafísico o teológico, sino en un principio egoísta de supervivencia. Las leyes garantizan mejor nuestra supervivencia que la lucha continua por la existencia. Habría una tendencia natural en el ser humano a ser gobernado, y esto explicaría en última instancia el origen del poder.
Principales Leyes Naturales
a) «Todo hombre ha de esforzarse por alcanzar la paz mientras tenga esperanza de obtenerla, y cuando no pueda, puede buscar y utilizar toda la ayuda y las ventajas de la guerra». La primera parte contiene la ley fundamental: todo ser humano debe esforzarse por lograr la paz; mientras que la segunda nos expresa los derechos naturales que tiene el ser humano para defenderse a sí mismo y el estado de paz alcanzado, aunque sea mediante el uso de la guerra.
b) «Que un hombre está dispuesto, cuando los demás lo están también, a defenderse y abandonar la defensa de la paz y tomarse cuantas libertades contra los otros hombres como los demás se toman contra él». Mediante esta ley se nos dice que existen derechos a los que una persona no puede renunciar ni transferir, pues la renuncia a un derecho solo puede hacerse si se obtiene algún beneficio, por lo que, dado que la renuncia a ciertos derechos —por ejemplo, el derecho a defender su vida— no puede aportarnos ningún beneficio, se deduce que existen derechos que son irrenunciables.
c) «Que los hombres cumplan con los convenios hechos». Para Hobbes, un contrato consiste en la transferencia de derechos. Cuando se delegan ciertos derechos durante un tiempo determinado a una persona en la que se deposita la confianza, el contrato es un convenio o pacto. El respeto de los convenios y las leyes pasa necesariamente por el compromiso de las personas de cumplir con los convenios suscritos. Una sociedad en la que se respeten los pactos será una sociedad justa, mientras que la injusticia residirá precisamente en el incumplimiento de los pactos.
Estas leyes buscan asegurar la propia conservación y seguridad personal, objetivo que está en la naturaleza del ser humano. Las leyes por sí mismas no pueden alcanzar este objetivo salvo que exista un poder fundamentalmente de carácter coactivo.
El Soberano y el Contrato Social
De esta concepción del poder político se infiere que los ciudadanos «deberán transferir todos sus poderes y fuerza a un solo hombre, o a una asamblea de hombres que puedan reducir todas sus voluntades a una sola voluntad». Esta transferencia de derechos tiene lugar a partir de un acuerdo entre las personas. Se trataría de, por un lado, renunciar al derecho al autogobierno; y por otro, autorizar a una asamblea de personas o a un solo hombre a gobernar en mi propio nombre, siempre que los miembros de esa asamblea o ese hombre renuncien a su vez al derecho al autogobierno. «Una vez hecho esto, la multitud, unida en una persona, se llama sociedad, civitas en latín. Y esta es la forma en que surge el gran Leviatán, o para hablar con más reverencia, el dios mortal al que debemos, bajo el dios inmortal, nuestra paz y defensa».
El Poder Absoluto del Soberano
El poder del soberano es absoluto y no puede otorgarse de forma condicionada. Los súbditos no pueden cambiar la forma de gobierno ni repudiar el orden establecido tras el contrato. No solo no puede cuestionarse el poder, sino que el soberano no puede ser imputado por sus hechos. «Cualquier cosa que haga el soberano, no puede ir en detrimento de ninguno de sus súbditos, ni podrá ser acusado por ellos de injusticia». Ningún soberano puede ser imputado ni castigado por sus súbditos, ya que, al ser cada uno de ellos autor de los actos de su soberano, castigar al soberano sería castigar a otro por las propias acciones.