Deidades Griegas: Dionisio, Hermes y Otros Dioses del Olimpo

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Dionisio/Baco

Hijo de Zeus y de una princesa de Tebas, Sémele. En su origen era un héroe, pero luego se convirtió en un dios. Tuvo un nacimiento maravilloso, ya que Zeus lo hizo nacer de su muslo. Dios del entusiasmo, vino, embriaguez y frenesí báquico. Suele presentarse como un dios oriental con su séquito de bacantes. En su cortejo, sus fieles agitan en sus manos los tirsos, esos bastones cubiertos de hiedra verde, en su honor, mientras avanzan danzando al son de panderetas y timbales.

Hermes/Mercurio

Hijo de Zeus y Maya, una ninfa de Arcadia. Dios de los pastores y del ganado. Es un dios muy astuto, engañador, viajero y mágico. El himno homérico a Hermes cuenta cómo, apenas recién nacido, robó las vacas del rebaño de Apolo e inventó la lira. Era el patrón de los comerciantes, heraldos y mensajeros, de los pactos y de los ladrones. En su función de psicopompo, él guía la procesión de los muertos hasta la barca de Caronte. Se representa como un joven de expresión vivaz y un bastoncillo peculiar en la mano. Ese bastoncillo evoca el cetro del heraldo/mensajero, pero también la varita mágica del hechicero.

Pan

Hijo de Hermes. Tiene una extraña figura, con sus cuernos y barba agreste, y sus patas de cabra. Es una divinidad rústica, que persigue amorosamente a las ninfas, vela por los ganados y toca su flauta de cañas. De este dios de los campos ha tomado el primitivo demonio cristiano sus cuernos, su barba de chivo y sus pezuñas hendidas.

Hestia/Vesta

Diosa antigua, hermana de Zeus, pero tan callada que no hay mitos sobre ella. Contrastaba con esos dioses del campo y los caminos. Diosa del fuego, del hogar, la que cuidaba del fogón familiar, sin salir de casa, símbolo de la mujer que aguarda y protege el sagrado refugio del calor y la vida.

Hécate

Es la terrible diosa de los caminos, que aparece de noche con perros aulladores, para causar el espanto. Patrona de las brujas y los malos encuentros.

La Teogonía de Hesíodo

Cómo llegó a establecerse ese imperio cósmico de Zeus, en el que cada uno de los dioses tiene ya su puesto asignado para siempre, nos lo cuenta Hesíodo, gran poeta épico del siglo VIII a.C., en su poema Teogonía. Los dioses griegos resultan a veces en exceso humanos, con sus reacciones violentas y apasionadas, sobre todo cuando los comparamos con una visión abstracta de la divinidad, como la del dios único del cristianismo. Junto a esas divinidades del Olimpo, hay también alguna otra que está muy destacada en los mitos, como la de Prometeo, el dios que inventó el sacrificio, robó el fuego del cielo para dárselo a los hombres, y luego fue encadenado por Zeus a una cumbre del Cáucaso en castigo por su delito. En respuesta, Zeus mandó a Hefesto que fabricara la primera mujer, Pandora. Ella introdujo en el mundo enfermedades, pesares y daños. Prometeo fue duramente castigado por Zeus, que lo hizo encadenar en el lejano Cáucaso y envió sobre él un águila que le destrozaba y picoteaba el hígado. Mediante este mito, explicaba el poeta la aparición de tres elementos fundamentales de la cultura: el sacrificio, el fuego, el matrimonio. Tiene una clara función etiológica. En recuerdo de su hazaña, había una carrera de relevos con antorchas.

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