Defensa de un Ciudadano: Refutación de Acusaciones y Apelación a la Justicia

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Defensa ante la Acusación de Malversación

La Acusación y Mi Capacidad

Así pues, acerca de estas cosas quede dicho por mí todo esto; pero sobre lo que me conviene hablar, como me sea posible, lo diré en brevísimas palabras. Afirma, pues, el acusador que injustamente yo me apodero del dinero de la ciudad, pues afirma que, incluso con relación a mi cuerpo, soy capaz y no formo parte de los inválidos, y que sé un oficio tal que, incluso sin lo que me ha sido concedido, puedo vivir.

Y utiliza como pruebas del vigor de mi cuerpo el hecho de que monto a caballo, y de la abundancia de recursos en mi oficio, el que puedo relacionarme con hombres que pueden gastar. Así pues, creen que todos vosotros conocéis la abundancia de recursos de mi oficio y el resto de mi vida tal como se encuentra. Sin embargo, yo también hablaré brevemente.

Un Llamamiento a la Justicia y la Compasión

Por tanto, puesto que es posible, Consejo, salvarme de una forma justa, no me aniquiléis de una forma injusta. Ni me quitéis, ahora que paso a ser más viejo y débil, lo que me disteis siendo joven y más fuerte. Vosotros, que antes parecisteis ser de los más compasivos incluso con respecto a los que no tenían ningún mal, no acojáis ahora con crueldad, por culpa de este, a quienes son dignos de compasión incluso para sus enemigos. Y, osando ser injustos conmigo, no hagáis que se desanimen otros que se encuentren igual que yo.

La Verdadera Magnitud de Mi Pobreza

Y me parece que el acusador demostraría de forma clarísima, solo él de entre los hombres, la magnitud de mi pobreza. Pues si yo, habiendo sido nombrado corego para las tragedias, lo desafiara a un cambio de bienes, por diez veces preferiría ser corego más que cambiar de bienes una sola vez. Y, ¿cómo no es terrible ahora el acusarme de que, por mi mucha abundancia de bienes, puedo relacionarme por igual con los más ricos, pero que si llega a suceder algo de lo que yo digo, este sea así e incluso más vil?

Mi Habilidad Hípica: Necesidad, No Soberbia

Y acerca de mi habilidad hípica, que este se atrevió a recordar ante vosotros, sin temer a la suerte ni sentir vergüenza con respecto a vosotros, no hay mucho que decir. Pues si yo, Consejo, creo que todos los que tienen alguna desgracia buscan y cavilan esto: cómo manejar el padecimiento sobrevenido de la forma más libre de sufrimiento. Yo, uno de estos, habiendo caído en una desgracia así, me procuraré a mí mismo esta comodidad para los caminos más largos de lo necesario.

Esto es la mayor prueba, Consejo, de que por mi desgracia, y no por mi soberbia, como este dice, monto a caballo (esto es fácil de aprender). Pues si hubiera poseído dinero, iría en silla de montar, pero no montaría en caballos ajenos. Pero justo ahora, puesto que no puedo poseer algo así, me veo obligado a servirme de caballos ajenos muchas veces.

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