La Defensa de un Ciudadano: Honor, Ley y Adulterio en la Antigua Atenas
Enviado por Chuletator online y clasificado en Griego
Escrito el en español con un tamaño de 4,73 KB
I. La Ausencia de Premeditación: Un Relato de los Hechos
40. Así pues, en primer lugar, ciudadanos, reflexionad: si aquella noche yo hubiera maquinado contra Eratóstenes, ¿qué habría sido mejor para mí, cenar con él fuera o conducirlo dentro para cenar (Part. Atribut. Futuro tiene valor Final) conmigo? Pues de este modo, aquel se habría atrevido menos a entrar en casa. Luego, ¿os parece que yo (construcción personal de δοκέω), dejando marchar al que cenaba conmigo, me habría quedado solo y habría permanecido en soledad, o habría pedido a aquel que se quedara, para castigar al adúltero conmigo?
41. A continuación, ciudadanos, ¿no os parece que yo habría avisado a mis allegados después de un día, y habría ordenado que se reunieran en la casa más cercana de mis amigos, antes (lit. más) que, tan rápido como me enteré (lit. cuando me enteré lo más rápidamente), salir corriendo en medio de la noche, sin saber a quién encontraría en casa y a quién fuera? Y fui a casa de Harmodio y de algún otro que no estaba en su casa (pues no lo sabía), y a otros los cogí no estando dentro, y tomando a los que pude, partí.
42. Ahora bien, si al menos lo hubiera sabido de antemano, ¿no os parece que habría preparado criados y habría avisado a mis amigos, para entrar yo mismo del modo más seguro posible (pues qué sabía si también aquel tenía algún arma (lit. algún hierro)), y para tomar venganza con el mayor número posible de testigos? Ahora, sin saber nada de lo que iba a ocurrir aquella noche, recogía a los que pude. Y subid en mi favor, testigos de estos hechos.
II. La Confirmación de los Testigos
TESTIGOS
43. Habéis escuchado a los testigos, ciudadanos. Observad en vosotros mismos, sobre este asunto, buscando si de algún modo ha existido entre Eratóstenes y yo algún tipo de enemistad (lit. alguna amistad) a excepción de esta situación.
III. La Ausencia de Motivos Previos para la Enemistad
44. En efecto, no encontraréis ninguna. Pues, ni actuando como un sicofante incoó un proceso contra mí, ni intentó expulsarme de la ciudad, ni dictó justicia en un proceso privado, ni conocía ningún delito (lit. nada malo) por el cual (ὅ ac. sg. n., ACUSATIVO DE RELACIÓN función de CC) yo, temiendo que (μή completiva con verbos de temor ‘temer que’) alguien se enterara, deseara matarlo [a Eratóstenes] (mejor: por el cual yo deseara matarlo temiendo que alguien se enterara, porque se lo dijera él), ni, si hubiera llevado a cabo estas cosas (or. cond. Irreal aunque no aparezca ἄν), habría esperado recibir dinero de algún lugar.
45. En efecto, algunos a causa de asuntos de esta naturaleza maquinan la muerte entre sí. Tan lejos está, pues, que hubiera entre nosotros un ultraje, una ofensa por embriaguez o alguna otra diferencia, que ni siquiera había visto al hombre jamás, a excepción de aquella noche. Así pues, ¿por qué, aun queriéndolo yo, habría corrido un peligro de esta naturaleza, si no hubiera sido víctima por parte de este del más grande de los delitos?
46. Luego, llamando yo mismo a los testigos, cometía una impiedad, siéndome posible que, si precisamente hubiese deseado matarlo, ninguno de ellos hubiera sido mi cómplice.
IV. La Justicia y la Defensa de la Ley
47. Así pues, yo, ciudadanos, no considero que este castigo sea particular para mi propio interés (literalmente sobre mí mismo) sino para el de toda la ciudad (lit. sobre toda la ciudad). En efecto, los que realizan cosas de esta naturaleza, viendo qué tipo de premios están establecidos para delitos de tal naturaleza, menos delinquirán contra los demás, en caso de que vean que vosotros tenéis la misma opinión.
48. Y si no, es mucho mejor (lit. mucho más bello) que borren las leyes establecidas y establezcan otras, que castiguen con penas a los que protegen a sus propias mujeres, y otorguen gran impunidad a quienes cometen faltas contra ellas.
49. En efecto, sería mucho más justo que los ciudadanos no fueran emboscados por las leyes, las cuales ordenan que, si uno captura a un adúltero, haga con él lo que quiera. Sin embargo, procesos más terribles se establecen para quienes cometen un delito que para quienes deshonran a mujeres ajenas, contraviniendo las leyes.
50. En efecto, ahora yo corro peligro acerca de mi persona, de mis riquezas y de todas mis demás cosas, porque obedecí a las leyes de la ciudad.