El debate político contemporáneo y las concepciones políticas recientes

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El debate político contemporáneo

Tras el colapso de los totalitarismos y las guerras mundiales, la democracia alcanzó su etapa dorada con el estado del bienestar. A finales del siglo XX se produjo la llamada crisis del estado del bienestar, creándose un intenso debate sobre el modelo de sociedad más deseable: ¿qué forma de entender la ciudadanía y la sociedad civil avala el mejor modelo de democracia?, ¿qué son la justicia y el bien común?, ¿qué tipo de Estado es deseable? Las respuestas a estas cuestiones han generado las concepciones políticas recientes.



Liberalismo igualitario

La Teoría de la justicia (1971) de John Rawls fue el origen del debate; Rawls defiende un Estado liberal que aplica la justicia distributiva. Este modelo se justifica por la posición original, una forma hipotética de ver la sociedad bajo el velo de la ignorancia, sin saber qué posición ocuparemos. Desde esta imparcialidad, la mejor sociedad es aquella en la que haya un mayor número de libertades para el mayor número de personas (principio de libertad) y, además, donde se permitan diferencias en la distribución (principio de la diferencia) para beneficiar a los menos favorecidos. Si analizamos la sociedad como individuos racionales, concebimos la justicia como imparcialidad y como equidad.



Neoliberalismo o libertarismo

Los neoliberales defienden el Estado mínimo, donde la justicia se entiende como el acuerdo económico entre individuos que asumen riesgos y es permisible la desigualdad. Según Robert Nozick en Anarquía, Estado y utopía(1974), se pasa del ciudadano al cliente, pues las personas son individuos con derechos económicos que hay que respetar por encima de cualquier intervención.



Comunitarismo

En su libro El liberalismo y los límites de la justicia (1982), Michael Sandel define el comunitarismo como un modelo político no individualista: los ciudadanos tienen una identidad construida en el relato de una comunidad. La igualdad individual y racional defendida por Rawls no puede movilizar a la población para la participación política. Lo prioritario es que la sociedad civil defina el bien común. La justicia será el resultado de establecer en la comunidad los valores de solidaridad, confianza y reciprocidad, y convertirlos, mediante el debate de la opinión pública, en los principios de la democracia.



Democracia deliberativa y participativa

Para este modelo, el ciudadano no debe percibirse de forma individualista, sino en su intersubjetividad, en una acción conjunta y un diálogo igualitario con el resto de la sociedad. Jürgen Habermas cree que deben alcanzarse consensos que no necesariamente se construyen desde la tradición o el grupo, sino que deben ser compromisos racionales que reflejan lo justo socialmente. El problema del comunitarismo, que Habermas describe en La inclusión del otro (1992), es que en sociedades multiculturales definir el bien común puede conducir al nacionalismo o a actitudes excluyentes, en lugar de buscar el ideal de una democracia cosmopolita.



El principio básico de la igualdad, como nos recuerda Arendt, impulsa la vida social, junto con la libertad (la diferencia) en la esfera privada. La construcción común de la igualdad preservando las libertades individuales es el principal objetivo de nuestras democracias actuales, pues son herederas de las tradiciones liberal y socialista y defienden ambos valores.

La democracia actual, descendiente lejana de la democracia griega, se ha ido configurando desde el siglo XIX hasta adquirir las características que la definen:

  • Un sistema representativo, basado en elecciones con sufragio universal e igualdad de oportunidades para el acceso a cargos representativos.
  • Un Estado de derecho con separación de poderes y sometimiento del gobierno a la ley, que dota a la ciudadanía de garantías jurídicas e igualdad.
  • Un Estado social (estado del bienestar), que dispone de buenos servicios públicos para aplicar la justicia distributiva y garantizar la protección y la seguridad social de los colectivos minoritarios o vulnerables.

Una buena democracia necesita pluralismo, la posibilidad de desarrollo de las diferencias, para realizar nuestro proyecto de vida. Esto necesariamente se tiene que producir con nuestros iguales, con los que vivimos en común. Por tanto, una dimensión imprescindible de las sociedades democráticas es la llamada sociedad civil, la estructura social compuesta por las distintas asociaciones y organizaciones sociales (sindicatos, asociaciones vecinales, colegios profesionales, ONG...) que sirve para satisfacer intereses ideológicos, religiosos, culturales... comunes y actuar en consonancia con valores y creencias.

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