El David de Miguel Ángel y La Trinidad de Masaccio: Obras Maestras del Renacimiento
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El David de Miguel Ángel
La escultura de El David está concebida para ser observada desde múltiples puntos de vista, aunque domina el frontal, ya que Miguel Ángel recibió el encargo de tallar un bloque de mármol (ya devastado) alto y plano que llevaba cuarenta años abandonado en el patio de la catedral florentina. Observamos movimiento en la actitud del personaje, que parece estar a la espera de un acontecimiento. La composición es cerrada, tendente al movimiento centrípeto (hacia el centro), con líneas de fuerza que vuelven hacia el bloque de mármol, como se muestra en ambos brazos mantenidos cerca del cuerpo.
Es una estatua colosal que representa al David como un joven desnudo, musculoso y atlético, con la mirada penetrante y fija en busca de su enemigo Goliat, al que va a enfrentarse con sus armas sencillas: una honda, que le cruza sobre su espalda, y una piedra, elementos que sostiene con ambas manos. Observamos cierta sobredimensión en las proporciones de la cabeza y las manos robustas, que las hacen más poderosas. El cuerpo desnudo se nos muestra en tensión, del que emana una fuerza contenida, la “terribilitá”.
La figura es realista, destacando su estudio anatómico que nos lleva a la búsqueda de la belleza del desnudo clásico. Destacan su cabello, musculatura, tendones y venas con exquisito detalle. El artista le saca partido al estrecho bloque de mármol, que casi tiene tratamiento de relieve, huyendo de la visión frontal al mostrarnos al personaje con un giro de cabeza que nos invita a rodear la figura. Por último, intuimos un claro contrapposto clásico que rompe la rigidez de la pieza al apoyarse más en su pierna derecha (que se fija a un pequeño tronco de árbol que ayuda a su sustentación) y manteniendo la otra pierna en flexión.
La Trinidad de Masaccio
Esta pintura de Masaccio representa a la Trinidad con la Virgen y San Juan bajo la cruz, y los donantes (un mercader y su esposa) arrodillados. El gesto sencillo de la Virgen señalando al hijo en la cruz es muy elocuente e impresionante porque es el único movimiento en el conjunto solemne de la pintura. Sus figuras, efectivamente, parecen estatuas, lo que se realza mediante la perspectiva del marco que las encuadra. Parece que las podamos tocar, y esta sensación es la que hace de ellas y de su mensaje algo nuevo para nosotros.
La Trinidad, cuyo símbolo es el triángulo, y que en la composición de la pintura queda rigurosamente inscrita en un triángulo, se encuentra en uno de los muros laterales de la iglesia de Santa María Novella en Florencia. Es un inmenso mural pintado al fresco.
La capacidad para representar el volumen y la profundidad nos permite apreciar a los donantes arrodillados, dispuestos a ambos lados de la escena principal y que parecen asistir a ella desde otro plano, como si estuvieran fuera de la representación. Ésta nos muestra al padre sosteniendo con firmeza la cruz en la que yace el hijo muerto, mientras el Espíritu Santo, como paloma, se sitúa entre las cabezas de ambos, hasta tal punto que el observador poco atento podría confundirlo con el cuello blanco de los ropajes de Dios. Por lo demás, al pie de la cruz hallamos a María y San Juan como acompañantes, escena típica del Calvario.
El espacio en que Masaccio ha situado esta pintura es una arquitectura clasicista, en la que dos enormes pilastras de orden corintio enmarcan un arco de medio punto sostenido por columnas jónicas. Tras el arco se inicia una media bóveda de cañón decorada con casetones que alcanza hacia el otro arco que cierra la composición.