David Hume: La Utilidad como Pilar Social y el Escepticismo del Conocimiento
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Filosofía Política de David Hume: La Utilidad como Fundamento Social
La teoría política de Hume se basa en la observación empírica de los hechos, rechazando toda explicación incongruente con la evidencia. Encuentra en la noción de utilidad el fundamento explicativo de la vida social, la comprensión de sus instituciones y las leyes que la regulan.
El carácter empírico y científico de su filosofía política la aleja de consideraciones prescriptivas sobre la sociedad ideal, así como de toda consideración basada en principios eternos y abstractos que busquen explicar o justificar la legitimidad de ciertas formas de poder o los fundamentos de gobierno. Existe un deseo natural que impulsa a los seres humanos de ambos sexos a unirse y a mantenerse unidos para criar a sus descendientes. La sociedad, por tanto, es el resultado de un deseo natural de unión (el apetito sexual) que se plasma inicialmente en la familia.
Las instituciones sociales y el Estado derivan su legitimidad de una convención. La base de esta convención radica en la utilidad que las instituciones aportan a la sociedad, sin la cual carecerían de sentido. En ningún caso puede afirmarse que formen parte por naturaleza de la sociedad. Es tan posible la existencia de una sociedad sin gobierno coercitivo como lo es lo contrario. De hecho, la sociedad sin gobierno es el estado más natural para los seres humanos.
Solo el aumento de las riquezas y las posesiones individuales puede explicar por qué se constituye un gobierno: en función de la utilidad que reporta la defensa de la propiedad privada y la consiguiente administración de la justicia. No existe contrato alguno que fundamente la legitimidad del gobierno, sino únicamente la utilidad percibida que aporta su existencia. En consecuencia, la obediencia o sumisión al gobierno establecido no tiene otro fundamento que la utilidad que este reporta, cesando la obligación de obediencia cuando desaparezca el beneficio o interés que de él se deriva.
El Escepticismo Moderado de Hume y los Límites del Conocimiento
De lo único que podemos estar seguros es de la existencia de nuestras impresiones; sin embargo, ni de las impresiones de la sensación podemos inferir la existencia de cosas externas, ni de las impresiones de la reflexión podemos deducir la existencia de un yo sustancial o alma distinta de ellas. La experiencia de un mundo externo, de la mente y de Dios no son objeto de conocimiento, sino de creencia.
El resultado de la investigación de Hume sobre el entendimiento (expuesta en su obra Investigación sobre el entendimiento humano) es, pues, el escepticismo; no obstante, como él mismo puntualiza, se trata de un escepticismo moderado, un escepticismo teórico que nos invita a desconfiar de la razón, nos aleja del dogmatismo y nos vuelve, por tanto, tolerantes. A diferencia del pirronismo, no propone suspender nuestro juicio; lo único que exige el escepticismo moderado es limitar nuestros estudios a aquellos temas que se adaptan a nuestras capacidades mentales. Afirma también que nuestras acciones no provienen tanto de la razón como de las costumbres, y estas se fundamentan en las creencias y las emociones. Así, deja sin fundamento el proyecto racionalista de someter las pasiones a la razón, lo que conlleva una nueva visión moral.
El empirismo radical conduce al fenomenismo, y este, a un escepticismo moderado. Según el fenomenismo, solo podemos afirmar la existencia de percepciones, es decir, meros fenómenos o apariencias, puesto que no conocemos la realidad exterior, ni la existencia de Dios, ni la de un yo que sea el sujeto de estas. La filosofía de Hume, por tanto, conduce al escepticismo, ya que el conocimiento humano solo puede afirmar la existencia de percepciones sin conocer sus causas. Esto implica que, salvo en el terreno de las matemáticas y las relaciones de ideas, todo el conocimiento humano se reduce al conocimiento de cuestiones de hecho, y que, por tanto, la metafísica no es posible.