David Hume: El Tenedor, Crítica a la Causalidad y Fundamentos del Escepticismo

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El Empirismo Radical de David Hume: Crítica a la Causalidad y la Sustancia

David Hume, en su obra fundamental Investigación sobre el entendimiento humano (1748), establece una distinción clave entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Esta clasificación, inspirada en Leibniz pero modificada desde el empirismo, se conoce como el “tenedor de Hume”.

El Tenedor de Hume: Relaciones de Ideas vs. Cuestiones de Hecho

  • Relaciones de ideas: Son verdades necesarias y a priori (como las matemáticas), basadas en el principio de no contradicción. No dependen de la experiencia y su opuesto es imposible.
  • Cuestiones de hecho: Son conocimientos contingentes y a posteriori, derivados de la experiencia. Su opuesto es posible y solo pueden descubrirse mediante la observación.

La Crítica Radical al Principio de Causalidad

Hume analiza la relación de causa y efecto, que es fundamental para nuestro conocimiento del mundo, y concluye que no se puede justificar racionalmente. No existe una conexión necesaria entre causa y efecto; solo creemos en ella debido al hábito y la costumbre. Observamos que ciertos fenómenos se repiten juntos, pero esto no garantiza que siempre ocurrirán de la misma manera.

Su crítica al principio de causalidad afecta profundamente a la ciencia moderna, ya que implica que las leyes físicas no son verdades necesarias, sino solo generalizaciones probables basadas en la experiencia. Lo que antes se consideraba ciencia con certeza absoluta, para Hume es solo una creencia bien fundamentada, pero no infalible.

A pesar de esto, Hume reconoce que la creencia en la causalidad es útil y necesaria para la vida cotidiana y la ciencia. Aunque no haya una justificación racional absoluta, el hábito de esperar ciertos efectos nos permite predecir y manipular la realidad, asegurando la supervivencia de la humanidad.

El Rechazo a la Metafísica Tradicional

La Noción de Sustancia y el Nominalismo

David Hume critica la noción de sustancia, argumentando que no podemos conocer la esencia de los objetos, sino solo sus aspectos fenoménicos. La filosofía tradicional, desde Aristóteles hasta Descartes y Locke, sostenía que la sustancia es la base de las propiedades perceptibles. Sin embargo, Hume, siguiendo su criterio empirista de significado, rechaza esta idea al afirmar que no existe una impresión correspondiente a la sustancia, por lo que el concepto carece de validez.

Solo percibimos propiedades separadas, y los términos como "rosa", "hombre" o "mente" son meras convenciones lingüísticas sin una realidad subyacente (Nominalismo).

Impresiones, Ideas y la Identidad Personal

Hume distingue entre impresiones e ideas: las impresiones son experiencias inmediatas y vivas, mientras que las ideas son copias más débiles de aquellas. La mente no posee ideas universales, sino que asocia ideas particulares mediante tres leyes:

  1. Semejanza
  2. Contigüidad
  3. Causalidad

La causalidad, crucial en la filosofía y la ciencia, no es una relación objetiva entre eventos, sino un hábito mental derivado de la repetición de experiencias similares. No hay una conexión necesaria entre causa y efecto, sino una creencia psicológica impuesta por la costumbre.

El concepto de "yo" como sustancia pensante también es rechazado. No hay una impresión constante de un yo permanente, sino una sucesión de percepciones cambiantes. La identidad personal es una ilusión creada por la memoria y la imaginación, que confunden la continuidad con la unidad.

Consecuencias Filosóficas: Escepticismo y Fenomenalismo

Además, Hume cuestiona la posibilidad de demostrar racionalmente la existencia del mundo externo, del alma o de Dios, debilitando la metafísica cartesiana. Su empirismo radical conduce al escepticismo y al fenomenalismo, al sostener que solo podemos conocer lo que nos muestran nuestras percepciones.

De igual modo, la metafísica, que pretende desentrañar la esencia última de la realidad, es desechada, ya que sus conceptos carecen de impresiones que los fundamenten. Solo el conocimiento matemático es seguro; el resto de nuestro saber es meramente probable y basado en la experiencia.

Esta visión influyó notablemente en Immanuel Kant, quien intentó sintetizar empirismo y racionalismo, concluyendo que la metafísica no es una ciencia, pero sigue siendo una necesidad inevitable de la razón.

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