Las Cruzadas y la Vida Monástica en la Edad Media

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Las Cruzadas

En el siglo XI, los territorios conocidos como Tierra Santa estaban bajo el dominio de los musulmanes. Entre la cristiandad occidental se planteó la posibilidad de conquistar esos territorios. Así, comenzó un movimiento de expansión hacia el Mediterráneo oriental, que se conoce como las Cruzadas o la Guerra Santa.

Las Cruzadas fueron un fenómeno complejo en el que se mezclaron motivaciones religiosas, pero también hubo causas materiales, ya que pretendían abrir las rutas comerciales hacia Oriente, y la necesidad de paz en Europa.

La Primera Cruzada comenzó en el año 1096 y enseguida consiguió la conquista de Jerusalén, aunque la ciudad se perdió poco después. Hubo otras cruzadas a lo largo de los siglos XII y XIII. Las oficiales eran convocadas por el papa, pero hubo otras expediciones espontáneas, como la Cruzada popular, predicada por Pedro el Ermitaño, o la Cruzada de los niños, que acabaron en desastre.

En el contexto de las Cruzadas se fundaron órdenes militares, que fueron creadas para proteger a los peregrinos y defender los Santos Lugares. Las más importantes fueron las de los Templarios y la de San Juan de Jerusalén, conocida como Caballeros Hospitalarios.

Los Monasterios Medievales

Contrario a los nobles, los monjes no consideraban que el trabajo deshonrara. Así lo demuestran dos conocidos lemas monásticos: “Ora et labora” (“reza y trabaja”) o “Felices aquellos que ganan el sustento con sus manos”.

Los monjes también estudiaban e investigaban. Sus conocimientos de latín les permitieron traducir antiguos tratados romanos sobre agricultura, que hablaban de nuevas técnicas de cultivo. De los monasterios salieron importantes avances, como la sustitución del arado de madera por el de reja de hierro, la collera de los caballos de tiro, el molino o la selección del ganado.

No todos los monasterios estaban regidos solo por comunidades masculinas. También las monjas, dedicadas a la oración, el estudio y la educación de las jóvenes, regentaron monasterios de gran prestigio. Algunas monjas destacaron por sus escritos o composiciones poéticas y musicales, e incluso fueron consejeras de reyes.

Durante los siglos XI y XII, los monasterios fueron casi los únicos guardianes del saber. Su mejor época coincidió con el esplendor de la abadía de Cluny, cuya orden fundó miles de monasterios en Europa. En ellos se estudiaban las lenguas clásicas (latín y griego) y se hacían copias de las obras depositadas en sus bibliotecas.

Los monasterios eran complejos divididos en varias partes. Además de los campos de labor, había un conjunto de edificios destinados a funciones determinadas. Algunas dependencias estaban relacionadas con el trabajo agrícola, como establos o graneros. Otras servían para el alojamiento de los monjes, como las celdas o dormitorios. Igualmente, existían espacios comunes, como el refectorio, o gran comedor de la comunidad, y la biblioteca. Todas las estancias del monasterio se solían disponer alrededor del claustro, que servía de espacio de comunicación entre ellas. Destacaban las dependencias destinadas a la oración y el estudio, y en estas el edificio más importante era la Iglesia.

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