Criterios de Normalidad y Anormalidad en Psicología
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Criterios de Normalidad y Anormalidad en Psicología
Según Tizón, es difícil, en última instancia, hablar de lo normal y la norma sin caer en el terreno de la ideología. Se han propuesto diferentes criterios que pretenden delimitar la normalidad:
1. Normalidad como Salud
Parte del criterio médico de normalidad en el cual se diferencia claramente entre enfermedad y salud (silencio de los órganos). Se intenta diferenciar la normalidad de la salud por la existencia o no de síntomas clínicos, pero esto es tan necesario como insuficiente. Utilizarla en exclusiva podría dejar a un lado la prevención de la enfermedad.
Según esto, se escapan todos aquellos trastornos que implican problemas de relación interpersonal o intrapersonal, como las neurosis de carácter o las psicopatías, pero sin clínica aparente. Es peligroso dejar fuera o meter dentro del marco de la normalidad a la persona que no presenta sintomatología, por esto debemos tener en cuenta más aspectos.
2. Normalidad como Promedio (o Estadística)
Parte de un criterio estadístico en el que lo normal es lo que aparece con mayor frecuencia (pero, ¿es normal el botellón en adolescentes?). Se dan dos diferencias:
- No discrimina ni matiza las anormalidades que se sitúan en los extremos de la curva de Gauss.
- No queda aclarada la esencia de la normalidad, así como tampoco los límites de la salud y de la enfermedad.
Este enfoque está relacionado con el criterio sociológico en el que la idea de salud mental se relaciona con la adaptación social y con la reacción positiva que el individuo provoca en el grupo social, lo que equivale a plantear la normalidad en función del contexto social (normalidad adaptativa). (Pero, ¿son normales los rituales de iniciación a las bandas de Latin Kings?). Es importante no confundir la norma estadística con la normalidad adaptativa (lo que te permite adaptarte a los usos y costumbres de la sociedad que te engloba, es decir, las ganas de pertenencia a un grupo).
Someter lo normal a las modas sociales conlleva planteamientos irracionales como suponer la frigidez como normal o la masturbación como una alteración generadora de graves consecuencias psicofísicas. Este criterio puede amenazar con tildes de anormales a todos aquellos que, por motivos personales, religiosos o políticos, se apartan de la media social.
La cultura fija la forma de la enfermedad, de tal manera que no es posible interpretar los síntomas clínicos sin conocer la sociedad donde estos aparecen. El criterio sociológico no es suficiente para definir la enfermedad.
Algunos casos son especialmente difíciles de situar en este contexto de normalidad-anormalidad, enfermedad-salud, por lo que es necesario observarlos longitudinalmente para emitir un juicio, considerando lo que se ha denominado normalidad como proceso.
3. Normalidad Utópica
Parte de un concepto psicológico dinámico según el cual la normalidad supone:
- Un equilibrio armónico de los diferentes elementos del aparato psíquico (ello-yo-superyó). En el ello emergen los impulsos instintivos, el yo es intermedio y el superyó calma.
- Este criterio implica la capacidad de manejar adecuadamente los diferentes procesos psíquicos inconscientes.
- También entraría en este ámbito la normalidad funcional, según la cual la normalidad de un sujeto se juzga según sus características (nuestra estructura psíquica personal, lo que sabemos que somos) y según las finalidades que se propone.
Solo somos normales si se cumplen los tres requisitos, es decir, no somos normales. Esto ayuda al estudio de las normalidades ocultas y a comprender los mecanismos psicológicos que subyacen a la conducta observable. El concepto de personalidad ayuda a comprender lo que es normal de lo psicopatológico.
Las dificultades son el peligro de convertir la salud en una quimera utópica, y además se topa con la dificultad de llegar a fondear objetivamente el mundo inconsciente. La ventaja es que permite introducir el análisis clínico.
4. Normalidad Subjetiva
Este criterio implica una valoración del propio individuo respecto a su estado de salud, desconectándose de la opinión que los otros, incluyendo el mismo médico, puedan tener. Solo las neurosis, las enfermedades psicosomáticas y ciertas depresiones pueden beneficiarse de este criterio. Se trata de un modelo poco adecuado. (Por ejemplo, un hipocondríaco).
5. Normalidad como Proceso
Considera la conducta normal como resultado final de la interacción de mecanismos y fuerzas psicológicas y sociológicas que actúan sobre el sujeto durante su existencia.
Supone una valoración continuada de la dinámica psíquica que permite acceder al estudio de la conducta desde una perspectiva más amplia, atendiendo a los cambios o procesos que se han producido en el devenir vital. (Especial aplicación en el caso de las psicopatías).
6. Criterio Forense
Valora la conducta en función del aumento o disminución de la imputabilidad del acto concreto y de su responsabilidad del mismo.
Hay causas eximentes (no tiene culpa) y causas atenuantes (culpa atenuada).
La fundamentación de este criterio es que una conducta es patológica, no como consecuencia de que se desvía de la norma, sino porque tras ella hay mecanismos que restringen la responsabilidad de la persona para actuar.
Desde este punto de vista se puede entender mejor ciertas conductas desviadas, cierta psicopatología que será más desviada cuanto mayor sea la merma de posibilidades de que el sujeto se realice como persona si la lleva a cabo. (+ merma, + psicópata).
Reflexiones sobre el Criterio de Normalidad Psíquica
Es muy difícil enfocar la normalidad desde un criterio operativo, pragmático y no excluyente para el individuo. Cabe destacar que lo anormal no es necesariamente patológico y más bien viene marcado por la desviación media de la norma correspondiente a la totalidad del grupo de referencia. Lo normal se delimita desde el ámbito de la esfera sociocultural y únicamente indica una adaptación adecuada al contexto social. De ahí que lo anormal pueda ser patológico, doloroso e inadaptado, pero en ocasiones puede resultar sano, asintomático y adaptado.
La naturaleza de un fenómeno o conducta como patológicos no viene dada por su anormalidad o desvío de la norma, sino porque bajo tal fenómeno o conducta subyacen mecanismos que comportan al sujeto una restricción de su libertad.
Lo enfermo, por tanto, solo supone un caso especial de lo anormal, donde lo significativo debe ser referido a la relación sujeto-objeto y no a la situación estadística o sociológica.
Se plantea la cuestión de si existen sociedades sanas frente a sociedades enfermas. El hecho evidente de que existan sociedades más sanas que otras se plasma en una disminución de los conflictos intrapsíquicos con la consiguiente reducción de la patología. Debe mantenerse la conveniente distancia entre la patología personal y la social, ya que la primera se estructura sobre la base de factores culturales, pero también de otra índole, lo que confiere una diferencia de naturaleza respecto a la alienación colectiva.
Todo lo expuesto lleva a un replanteamiento de la debatida cuestión endógeno-exógeno y comprensión-explicación, y, en último extremo, a la consideración epistemológica de los trastornos mentales, tema polémico que, como hemos dicho, puede ser referido a la ideología. (Algunos piensan que normalidad, neurosis y psicosis dependen de la predisposición individual).