Criterio de utilidad filosofía
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La verdad como coherencia.
Esta teoría fue formulada por Hegel (1770-1831) por primera vez y más tarde se ha expuesto en diferentes versiones. Todas coinciden en utilizar como criterio de verdad la coherencia de la proposición, cuya verdad depende de su posible o imposible incorporación al conjunto de proposiciones que tenemos ya por verdaderas: cualquier nuevo conocimiento, ya sea en ciencia o en la vida cotidiana, ha de efectuarse desde el sistema de conocimientos que ya poseíamos, y lo consideramos verdadero si podemos integrarlo en él.
Se trata de un criterio contextual, en virtud del cual nada es verdadero o falso aisladamente, sino que cada uno de nuestros conocimientos está esencialmente referido y conectado con el resto del sistema del saber en el que se integra. Solo así cobra sentido y valor de verdad, pues, como dice Hegel, “lo verdadero es el todo”.
Por otra parte, Hegel defenderá que la verdad se alcanza históricamente: el todo que expresa la verdad del saber es histórico y solo al final de la historia se muestra en toda su magnitud y sentido.
Teoría pragmatista de la verdad.
El pragmatismo acepta la teoría de la adecuación, pero la interpreta tomando en consideración la utilidad de los enunciados para resolver problemas vitales. Veremos esta posición desde uno de sus representantes más destacados: William James (1842-1910).
James entiende “adecuación” en el mismo sentido en que decimos “esta moto es adecuada para hacer moto-cross”, es decir, en el sentido de que sirve para un determinado fin, o que funciona de modo conveniente en un cierto contexto, o que es útil para un propósito. Por tanto, entiende “adecuación” como adaptación: un enunciado es verdadero si es apto para resolver problemas o para satisfacer necesidades.
Ahora bien, la verdad referida a la práctica es siempre provisional, porque lo que funciona o es útil (es decir, es verdadero) en un momento determinado, deja de serlo en otro. Se trata, por tanto, de una concepción dinámica de la verdad, porque esta no es una propiedad adquirida de una vez por todas, sino consecuencia de un proceso: una idea se “verifica”, se hace verdadera, si la acción muestra su utilidad o su eficacia.
“Utilidad” significa, por un lado, operatividad en la resolución de problemas, en ese sentido, verdad se aproxima a “éxito en la acción”. Por otro lado, utilidad significa también consecuencias beneficiosas, de suerte que “la retribución que aportan las ideas verdaderas es la única razón para seguirlas”. En este sentido, verdad se acerca a gratificación.
Teoría consensual de la verdad
Esta teoría, defendida por Pierce, Apel y Habermas entre otros, destaca la necesidad del diálogo como marco para ir descubriendo cooperativamente la verdad de las proposiciones.
En realidad, cuando decimos que algo es verdadero dando a entender que creemos tener razones suficientes para convencer a otros interlocutores de la verdad de la proposición, siempre que podamos dialogar libremente sobre ello, sin presiones externas a la búsqueda misma de la verdad.
Por eso, las personas que tienen afán de verdad están dispuestas a dialogar con otras, sin coacciones, sin trampas, para comprobar si pueden llegar a suscitar la adhesión de los demás interlocutores, si pueden generar un consenso en torno a lo que tienen por verdadero.
Los argumentos que se aducen en ese diálogo pueden proceder de distintas formas de comprobar la verdad: correspondencia, coherencia, utilidad, etc., pero lo que se trata de descubrir es si son capaces de generar el consenso de la comunidad de interlocutores. Así funcionan, a fin de cuentas, las comunidades científicas que buscan cooperativamente la verdad.
Ahora bien, el consenso no es un criterio de verdad, porque los interlocutores pueden equivocarse o carecer de información relevante. Por eso las verdades científicas son siempre revisables.
La aportación básica de esta teoría consiste en mostrar que los seres humanos no tenemos otra forma de acceder a la verdad que no sea aduciendo razones y escuchando las de los otros, con la pretensión de alcanzar un consenso acerca de lo que tenemos por verdadero.