La Crisis de la Restauración y la Guerra Civil Española
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La Crisis de la Restauración (1917-1923)
La Crisis de 1917
El sistema de la Restauración entró en crisis con la llegada del nuevo siglo, motivada por la escasa eficacia del sistema de la quenda pacífica para solucionar los problemas del país, así como la llegada al trono de Alfonso XIII con una marcada voluntad de intervenir en política. Además, los problemas entre los nuevos líderes de los partidos liberal y conservador (Canalejas y Maura) tras la muerte de Sagasta y Cánovas para afianzar su poder dentro de sus respectivos partidos, así como los problemas de entendimiento entre ellos, llevaron a la crisis definitiva del sistema, sobre todo a partir de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona en 1909.
La caída de Maura (1909) y el asesinato de Canalejas en 1912 fueron el comienzo del fin del sistema. Además, la coyuntura internacional aparentemente favorable, como fue nuestra neutralidad durante la 1ª Guerra Mundial, llevó paradójicamente a una profunda crisis económica, ya que la demanda de productos básicos para abastecer a los países en guerra provocó una espectacular subida de los precios de estos productos, lo que se tradujo en un empeoramiento del nivel de vida de las clases populares, que provocó una oleada de protestas espontáneas por todo el país.
El gobierno se encontró en 1917 con una crisis generalizada que afectó al país desde tres ámbitos muy diferentes: el social, el político y el militar.
El ámbito militar: Los militares se organizaron sindicalmente (Juntas de Defensa) para protestar contra el sistema de ascensos en la carrera militar, que era principalmente por méritos de guerra y que beneficiaba a los militares que combatían en África. La afiliación sindical estaba prohibida para los militares, por lo que la reacción del gobierno fue de mano dura, encarcelando a los principales dirigentes de las Juntas de Defensa, pero al final, ante la escalada de tensiones dentro del ejército, el gobierno tuvo que ceder legalizando estas Juntas. Pero una consecuencia indirecta fue que el gobierno, para mantener su autoridad, suspendió la Constitución temporalmente e incrementó la censura de prensa.
El ámbito político: Debido a esta crisis, los partidos catalanistas reunidos en Asamblea en Barcelona (Asamblea de Parlamentarios) reclamaron la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes para, entre otros asuntos, discutir la organización del Estado que admitiera la creación de Comunidades Autónomas. Al final, estos diputados cedieron en sus reivindicaciones y llegaron a un compromiso con el presidente del gobierno, Cambó, para la convocatoria de elecciones para el año siguiente.
El ámbito social: En 1917, la UGT y la CNT convocaron una huelga general revolucionaria debido al empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. Esta huelga tuvo especial seguimiento en las principales zonas industriales de España: País Vasco, Cataluña, Madrid y Asturias. La intervención violenta y contundente del ejército acabó con el conflicto.
Los Gobiernos de Concentración
En las elecciones de 1918, por primera vez durante la Restauración, no hubo un vencedor claro, por lo que se empleó el sistema de crear Gobiernos de Concentración, en los que, además de miembros de los partidos dinásticos, pasaban a formar parte del gobierno miembros de partidos republicanos y catalanistas, como por ejemplo en el gobierno de Maura de 1918. El fracaso de este sistema de gobiernos de concentración supuso que los años siguientes hubiera una enorme inestabilidad política y, por lo tanto, la crisis política fuera continua.
La Guerra de Marruecos y el Desastre de Annual
Al terminar la 1ª Guerra Mundial, disminuyeron las exportaciones españolas, dando lugar a la pérdida de trabajo de miles de personas y a protestas y huelgas de los sindicatos. La crisis tuvo un impacto especial en Cataluña, foco de industrialización. La huelga más importante fue la de 1919, en una empresa que abastecía de luz a las industrias. Los sindicatos y la patronal acordaron una jornada laboral de ocho horas, pero el incumplimiento de readmitir a los despedidos reactivó el conflicto, derivando en el pistolerismo. Entre 1918 y 1921, tuvo lugar el trienio bolchevique, caracterizado por movilizaciones en el sur de España exigiendo la repartición de tierras para los campesinos y promovidas por anarquistas. El Gobierno reaccionó a esto encarcelando a los líderes campesinos e ilegalizando las organizaciones obreras.
Al mismo tiempo que todo esto pasaba, continuaba la expansión colonial por el norte de África, en concreto en Marruecos. Esta expansión había recibido un nuevo impulso después de la pérdida de las colonias americanas en la Guerra hispanoestadounidense de 1898. El ejército y el monarca Alfonso XIII eran fervientes partidarios de esta política colonial en un intento de recuperar el prestigio perdido en el desastre de 1898, además de las ventajas económicas que dicha ocupación podía representar. Pero la opinión pública española no compartía este entusiasmo, y así se había visto claramente en la Semana Trágica de Barcelona en 1909.
En 1921, una ambiciosa y mal organizada campaña militar provocó el llamado Desastre de Annual, que supuso la muerte de cerca de 13.000 soldados y que provocó una enorme conmoción en toda España. La creación de una comisión de investigación presidida por el General Picasso destapó toda una serie de irregularidades que parecían que apuntaban al mismo rey. La posible exposición pública de ese informe provocó el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923.
La Guerra Civil Española (1936-1939)
La Sublevación Militar y el Inicio de la Guerra
Ante las elecciones de 1936, las izquierdas se presentaron coaligadas en el Frente Popular, que agrupaba a los partidos republicanos, socialistas y comunistas, y otro tanto hicieron las derechas, que se presentaron agrupadas en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas).
Estas elecciones las ganó la coalición de izquierdas, y el nuevo gobierno eligió como presidente a Santiago Casares Quiroga, mientras que Azaña fue nombrado presidente de la República. Ante los incesantes rumores de que el descontento de los grupos conservadores se podía manifestar en un Golpe de Estado, los principales mandos militares fueron dispersados por el territorio nacional para evitar que pudieran conspirar fácilmente: Franco a Canarias, Mola a Navarra y Goded a las Islas Baleares. Pero de nada sirvió, ya que el levantamiento militar ya estaba en marcha y Sanjurjo, desde su exilio en Lisboa, sería el elegido para encabezarlo.
El 17 de julio de 1936 se produjo un pronunciamiento en Melilla, al que se unió todo el protectorado, y Franco se desplazó desde Canarias y tomó su control. A pesar de estar informado, el gobierno de Casares Quiroga no tomó medida alguna, por lo que la sublevación continuó y el día 18 cayeron las ciudades de Pamplona, Sevilla, Mallorca y Zaragoza. Así, los sublevados pasaron a controlar Galicia, Castilla y León, La Rioja, Navarra, Extremadura, Canarias y las Islas Baleares, y pronto caería Andalucía. Por su parte, el Gobierno consiguió retener bajo su control el resto del territorio nacional, debido a que eran las principales zonas industriales y en las que el movimiento obrero tenía mayor presencia.
Así las cosas, España iba a comenzar la Guerra Civil, que enfrentaría a dos bandos bien definidos: los sublevados o nacionales y los fieles al gobierno, que serían conocidos como republicanos.
Los Bandos en Conflicto
El Bando Sublevado
Los sublevados estaban constituidos por militares conservadores, monárquicos, grupos católicos, falangistas, carlistas y pequeños y medianos propietarios agrícolas; en general, los que se oponían a las reformas de la República. Estaban inspirados por el fascismo, por lo que una parte quería instaurar un régimen militar fascista, mientras que la otra pretendía la recomposición de la monarquía.
El Bando Republicano
Los leales a la República estaban constituidos por las clases populares, obreros, empleados, pequeña burguesía, campesinado sin tierras y, por parte de la clase media, un gran grupo de intelectuales y artistas. Todos defendían la República, pero representaban intereses muy variados, desde sectores republicanos reformistas, nacionalistas, incluso católicos, hasta grupos revolucionarios anarquistas o socialistas.
La Dimensión Internacional de la Guerra
El conflicto, desde el principio, tuvo unas evidentes implicaciones internacionales debido a la peculiar y complicada coyuntura que había en esta época: por un lado, desde el punto de vista político, la democracia en Europa se veía acosada entre el auge de los fascismos y el comunismo; y, por otro, a nivel económico, aún se dejaban notar los efectos de la terrible crisis de 1929.
Como era de esperar, las potencias fascistas Italia y Alemania apoyaron abiertamente al bando rebelde, mientras que la URSS mostraba sus simpatías por el bando republicano. Pero Francia y Gran Bretaña estaban preocupados por el ascenso del fascismo, pero también por un posible triunfo revolucionario en España.
Estos países se reunieron y crearon el llamado Comité de No Intervención, que agrupó a más de 25 países, en el que se comprometieron a no tomar partido ni ayudar a ningún bando en conflicto.
A pesar de esto, Italia y Alemania apoyaron abiertamente al Bando Nacional. Los primeros colaboraron ya al principio de la guerra con el traslado de las tropas africanas a la península y luego enviaron un grupo de voluntarios, los llamados Camisas Negras. Alemania, por su parte, enviaría tropas y armas, además de la Legión Cóndor, una fuerza aérea que cobraría mucho protagonismo en el conflicto. Portugal, por su lado, mandaría también a los Viriatos, un cuerpo de unos 10.000 voluntarios.
La URSS sería el único país que enviaría ayuda al bando republicano, vendiéndoles armas y enviando asesores militares.
Además, surgió un movimiento de apoyo a la República impulsado por la Internacional Comunista, que organizaría un cuerpo de voluntarios, las llamadas Brigadas Internacionales.