La Crisis de la Restauración en España (1900-1923)
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INTRODUCCIÓN.
1. Las claves historiográficas del siglo XX español y europeo.
Podemos entender el siglo XX como un periodo que constituye un conjunto de crecimiento y modernización de la producción del país, los bienes, la demografía… España, durante el primer tercio del s. XX, responde a este crecimiento, impulsado por circunstancias internas y externas, siendo destacable su posición de neutralidad durante la Primera Guerra Mundial.
Desde una perspectiva social y política, fue un tercio presentado siempre como un fracaso, en tanto que a partir de los años 30 y durante todo el Franquismo, surge e impera una lógica que busca justificar la legitimidad de la dictadura. El golpe de Estado y la dictadura no tienen un referente legitimador como sí tenía Hitler o Mussolini, ya que su legitimidad viene de una victoria militar producto de un primer fracaso de un golpe de Estado.
Esa perspectiva, de golpe y guerra, precisaba de una justificación para legitimarse: el desorden de la República y la Democracia, incluyendo el inicio del siglo XX, partiendo ya del parlamentarismo liberal previo a la dictadura de Primo de Rivera. Si analizamos internamente este tercio, especialmente los 20 primeros años, no encontramos una perspectiva única. La realidad es que existen determinadas culturas políticas que crecen desde finales del XIX, que se desenvuelven de manera autónoma y que van creciendo con su propia huella, pero con pocos cauces de intercomunicación entre ellos.
Existe el parlamentarismo liberal canovista, que se presenta como un tapón para frenar los deseos de representatividad y que acabará siendo incapaz de renovarse pese al intento de muchas corrientes de entrar en el sistema: no encontraban su espacio y el sistema no lo generaba. Hasta la aparición de Primo de Rivera, corrientes como el anarquismo, el socialismo o la derecha conservadora intentan entrar al sistema y adaptarse a la situación, pero nadie cree ya en el sistema ni este está capacitado para absorberlas.
Así, lo que nos encontramos a lo largo de todo el siglo XX es el problema de la cuestión de la representatividad social y política, reflejado en cómo se producen las elecciones de aquellos que van a gobernarnos, unido al significado de ser ciudadano y a la relación del mismo con el Estado. Por todo ello encontramos, en los primeros 20 – 30 años del XX español, un conflicto múltiple de identidades políticas que parece prácticamente imposible de canalizar, si bien estas crecen hasta la República, momento en que eclosionan. Con todo, la apertura democrática llegó tarde.
Esta situación debe observarse desde una perspectiva histórica amplia, hay una enorme desproporción social, con una enorme fractura entre las clases dirigentes y las demás, así como una ausencia notable del Estado en cuanto a la intervención en esta sociedad, siendo el que debía encargarse de homogeneizar la sociedad, de construir culturas comunes.
Hasta la Segunda República, la educación estaba dirigida a las élites –en manos del sector católico–, no había red de bibliotecas, para leer el periódico tenían que ir a “centros” que pertenecían a una identidad concreta (anarquismo, maurismo…) y que generaban, en consecuencia, identidades concretas. El Estado tenía que uniformizar esto, pero era muy deficiente, no tenía capacidad colectiva.
La Restauración consigue su estabilización a partir de un posibilismo liberal que consolida el sistema desde finales del XIX, pero rompiendo aquellas opciones más intransigentes. Esa construcción de un orden que permita, construir, se conforma de una manera que las posturas más radicales, tanto de derecha como de izquierda, se van desintegrando progresivamente.
Hasta 1902, las propuestas y movilizaciones sociales son más espontáneas, escasamente estructuradas, con opciones violentas, radicales y terroristas. Esta situación cambia a partir del siglo XX, cuando la movilización obrera se organiza y comienzan a surgir los restos del viejo republicanismo, que pretende el cambio y modernización del sistema y la representatividad.
La identidad española está vinculada a muchas cosas, una de ellas es la monarquía y cuando el sistema se hunde es cuando surge la República. El sistema se hunde y la monarquía se hunde con él. La mayor representatividad reside en quien elige al rey y, como no lo elige nadie, surge la legitimidad de la República.
Con la República, vemos la construcción de una hegemonía social, que implica sentirse integrado en el proyecto político. No se consigue solo tomando el poder, sino a través de la “alineación”, sentirse miembro de esa colectividad, construir un proceso de culturalización y prolongarlo en el tiempo, que es el mayor cemento que existe para una sociedad. Con eso se consiguen hegemonías sociales y culturales.
Otro punto destacable en el siglo XX es el espacio que ocupa la mujer, que entra en política a principios de siglo. De hecho, todo lo que ocurre en el siglo XX español podría explicarse tomando como transversal el papel de la mujer:
- hasta los primeros veinte años del XX, no existen en el espacio político, solo como “mujeres de”;
- a partir de la República, tanto derecha como izquierda, entienden que deben participar en política;
- a partir de 1933, obtienen derecho a voto, que se consigue por pocos votos de diferencia, y los partidos pasan a preocuparse de conseguir ese voto;
- a partir del golpe militar, la mujer vuelve al espacio íntimo, familiar, a ser un apoyo para el hombre. Con todo, pese a que se tiende a considerarlas como inexistentes o como soportes, lo cierto es que ellas están trabajando en la oposición: en los años 48-49, comienza a haber mujeres presas de manera sistemática, porque forman parte de la guerrilla y porque actúan como elementos de enlace, viéndose el régimen amenazado por ellas. El relato las presenta como invisibles, siendo las fuentes mínimas, pero no lo son.
Si observamos la Restauración a la altura de 1900, nos encontramos con:
- Una insuficiente nacionalización del Estado.
- La representación política tiene claros límites.
- El enorme peso del elemento militar y eclesiástico. Los militares son políticos y eso propicia que haya pronunciamientos recurrentes. En cuanto a lo eclesiástico, los representantes de la Iglesia son parte del Estado.
◼La identidad española se construye sobre tres pilares:
- la monarquía, si no tenemos rey, no somos España;
- España es única, no se puede entender si hay sectores que platean emprender caminos diferentes a los planteados desde Madrid;
- España es católica: si el catolicismo deja de tener tanta relevancia en el Estado, si moros y cristianos están del mismo lado, España deja de ser España.
4) Falta de cauces de integración. El parlamentarismo liberal todavía funciona de manera bastante eficaz, perdurando.
5) El Desastre del 98, la pérdida del Imperio y de la consideración de España como potencia imperial. Se despierta una gran autocrítica interna. De manera general, los cambios grandes de mentalidad no se producen si no se da de manera forzada, porque la población tiende a acomodarse.
6) Fontana señala que no hubo país que en el s. XIX tuviese tantos problemas para asentar al liberalismo como España. El pasado de España es fundamental.
La Restauración, respecto a la representatividad, tenía derecho a voto, elecciones, representantes…, pero, en la capacidad última de decisión, el voto no determinaba la composición de las mayorías políticas. El juego del turnismo se nos cuenta desde la perspectiva del final, no desde su origen y sus causas. El rey designa al presidente del Consejo de ministros, que entrega el decreto de solución de Cortes y convoca elecciones. El ejército adquiere la capacidad de imponer el rumbo del Estado (pretorianismo) después de los hechos del Cu-Cut, a principios del siglo XX (1905). Esto era peligroso no solo por la politización del ejército, sino por la expansión de la idea de que la violencia política es útil.
En 1907, con la Reforma de la ley electoral de 1907, Maura intenta arreglar los problemas de representatividad a partir del art. 29, con el que se busca que los ciudadanos se sientan más identificados. Con este, en los distritos donde solo hubiese un candidato, no se celebrarían elecciones, buscando así el ahorro económico. Esto dio pie también a que los candidatos intentasen que la oposición no se presentase, para conseguir el poder sin pasar por elecciones, derivando en los pactos de gobierno donde el mando cambiaba de bando cada cuatro años. Una vez más, la representatividad se veía entorpecida.
En 1913, el conde de Romanones llega al poder, sin contar con apoyo liberal y con la oposición frontal de Maura y los conservadores. Así, en las elecciones generales de 1914 y 1915, el desequilibrio del sistema llevó a la progresiva desintegración del régimen en distintas familias políticas, con un aumento del personalismo.
Dentro de este contexto político, la sociedad fue cambiando. Se da un crecimiento, una movilidad de la población, que pasa de 18,7 millones de habitantes en 1900 a 23,6 millones en 1930. Esto, además, trae consigo un rejuvenecimiento de la estructura social en solo 30 años. Y no solo se crece en términos demográficos, sino que podemos observar también un crecimiento económico: en torno al cambio de siglo, el crecimiento rondaba el 0,7%, pasando a tasas del 1% a la altura de los 20’.
En el ámbito social es muy importante la cuestión de la migración, tanto interior como exterior, elevada a lo largo de las dos primeras décadas del XX. El movimiento del mundo rural al urbano fue masivo durante las primeras décadas, así como la migración exterior a América y entre ciudades. Cuando gran parte de la población rural migra a las ciudades, provocan cambios en las estructuras de las mismas: a finales del XIX, estas ciudades tenían solo su centro clásico, pero se ven inundadas de gente joven que crea sus propios espacios, que crea barrios. Se pasas de una sociedad local centralizada en el centro urbano histórico, a una sociedad nueva que provoca crecimiento económico y que crea barrios. Se rompe con la homogeneidad social de las capitales de provincia, dando lugar a diversas culturas propias en un mismo lugar y, en consecuencia, redes de sociabilidad escasamente interconectadas.
Las ciudades se convierten en elementos de dinamización, elementos de modernización, pasando a ser entendidas por la gente que vivía en ellas casi como un elemento evangelizador, que creían que por vivir ahí te identificabas con ella. Realmente, como hemos mencionado, lo que se producía eran realidades distintas.
Durante los años de la Primera Guerra Mundial, el número de obreros aumenta en un 60% y, en 1925, favorecidos por la cantidad de obreros y la mayor productividad consecuente, consiguen generalizar la jornada de 8 horas (antes:10-13 horas). Con todo, los salarios eran escasos y sus viviendas tenían altos índices de mortalidad, por lo que se dio un aumento de las Cooperativas y Sociedades de Socorro Mutuo Obreras: la mejora de sus condiciones de vida, con condiciones como el pago del paro, vino dada por estas asociaciones, no por el Estado.
Es destacable también la aparición de movimientos juveniles organizados de manera autónoma, que van a cambiar el modelo de protesta colectiva. Son modelos que buscarán sociabilidad interna en sus propios grupos y que, al final, propiciarán la creación de milicias, formaciones paramilitares… tanto en los grupos derecha como en la izquierda.
Existe otra parte, la defensa del statu quo, de la preservación de la situación existente. La mayoría de las fuerzas en esta época son conservadoras, pero no podemos entender el conservadurismo como único.
Prácticamente, hasta inicios del XX, la diferencia entre partido liberal y conservador es muy escasa, ya que en el turnismo formaban parte de un único bloque de poder. En la política, la teoría pierde importancia ante la capacidad de influencia y lo que se lleva a cabo en la práctica.
Dentro de la derecha, encontramos experiencias de distintas, como el carlismo, fenómeno que no hay que circunscribir únicamente a Navarra, en tanto que amplios sectores de Valencia, Cataluña, Andalucía… abrazan el carlismo y continúan esa trayectoria hasta la República. Así como el maurismo, el movimiento más importante de renovación de la derecha en los primeros años, con una tentativa de modernización política.
El conservadurismo tiene unos códigos de movilización, adhesión, convicción… distintos. Cabe definir a la derecha por aquello contra lo que se posiciona, más que por lo que está a favor, en tanto que define su relato por aquello que quiere conservar. En cambio, la izquierda plantea algo a futuro, proyectos de cambio que no existen, existiendo un elevado grado de incertidumbre. El conservadurismo apela al pasado, normalmente heroico, o se queda con lo presente, fácil de entender, porque es tangible.
Otra cuestión importante de la derecha es que prima sus acciones en sectores del poder local, más que en el poder del Estado. El poder local es fundamental para los conservadores, en tanto que es el elemento que mayor relación tiene con la sociedad.
Otro punto crucial para los partidos conservadores es el catolicismo. No es solo una religión, sino una pieza clave de la identidad de una parte de España. Así, es importante analizar parte del relato anticlerical de los primeros años del XX en clave de poder, no solo se manifiestan los obreros, en tanto que las manifestaciones anticlericales están protagonizadas también por sectores burgueses, empresarios… que piensan de manera diferente en relación con la influencia de la religión católica en el Estado.
Además, en la mayoría de los sectores conservadores hay un maniqueísmo entre la consideración de lo que es bueno y malo, no hay punto intermedio, en gran parte porque la herencia del catolicismo es tener fe o no, creer o no creer. Ese pensamiento está en gran parte del movimiento conservador, reflejándose en que, ante todo proceso de cambio, la derecha reacciona por miedo al futuro desconocido: ofrecen un futuro, pero de retorno a los valores tradicionales.
Pese a todo, desde la década de los 10 y ante el auge de la revolución soviética, el catolicismo intenta acercarse a las masas. Siguiendo el ejemplo de Bélgica, donde habían tenido gran éxito los sindicatos católicos, España pretende algo similar, pero no funciona.
Gran parte de ese conservadurismo se plantea a partir del clientelismo, de redes que se constituyen al margen de la política, que primero se ponen en funcionamiento y luego se venden a las opciones políticas.
En este momento, encontramos TRES GRANDES ELEMENTOS DE CAMBIO:
- El maurismo. Significó un gran cambio en la política, especialmente en las prácticas del conservadurismo dinástico. A través de él, llegaron el social-catolicismo – la idea de buscar una cultura católica dentro de una sociedad de masas– y el organicismo, que parte del rechazo a la idea de la Revolución francesa que defiende que la soberanía del pueblo debe estar en manos de los ciudadanos. Así, el organicismo plantea la nación como cuerpo único, con miembros que la componen, pero que es solo una. En consecuencia, no tiene grandes diferencias internas y, por tanto, la nación se representa en torno a las partes de ese cuerpo: familia, militares, productores, iglesia… no hay izquierda y ni derecha
- El maurismo adapta la vieja tesis carlista orgánica, en tanto que entienden la nación también como única. La defensa de los foros es única, ni izquierda ni derecha.
Por tanto, el maurismo tiene un toque tradicional, no llega a ser una revolución. Plantea una democracia de corte conservador a través de una estructuración corporativa (planteamiento orgánico) y un mayor intervencionismo del Estado, que debe tomar el poder en mayor medida. Con todo, se irán radicalizando, siendo cada vez más antiliberales.
- El socialismo español. Hasta los años 20, presenta una asimilación bastante superficial del marxismo, manteniendo una posición determinista ante la revolución, que llegará de manera natural, entendida como inevitable. Sin embargo, a partir de la Primera Guerra Mundial, comienza un proceso notable de creación de nuevas sociedades, agrupaciones… y se integra en la vida política nacional. Los socialistas tienen una doble cara que les permite esta adaptabilidad: sindicato y partido.
- El movimiento anarquista. Inicialmente estuvo muy influenciado por el sindicalismo francés –muy activo y radical–, planteando como medio de lucha fundamental la huelga general ininterrumpida hasta acabar los conflictos. Su idea de sindicalismo pretende unificar a todos los trabajadores, sin excluir a nadie. Por ese motivo crecen tanto las asociaciones anarquistas, que serán el sindicato mayoritario de España: aglutinan a todos los sectores.
2. ¿Cuándo comienza la crisis de la Restauración?
La crisis parte de la incapacidad del sistema, pero podemos marcar un año clave: 1909. La guerra de Marruecos va a ser el eterno “amor-odio” de la política española, que por una parte pone sobre ella las pretensiones de conservar el Imperio después del Desastre del 98’, pero es también una herida tan grande que provoca serios movimientos de repulsa y oposición por la sangría constante. Marruecos era un territorio de difícil conquista y mantenimiento, pero era el último elemento de prestigio imperial, siendo además el conflicto en el que buena parte de los sectores militares españoles tienen su primera escuela.
Así, en 1909, Maura pretende reprimir a Marruecos, convocando a soldados en el puerto de Barcelona. En respuesta, se convoca una manifestación contra la salida de esos soldados que, ante la negativa hacia la misma, desemboca en la declaración de una huelga general el 26 de julio. El Estado responde con la declaración del estado de guerra, dando lugar a seis días de enfrentamientos, en los que el movimiento de repulsa por la guerra de Marruecos se convierte en un movimiento de rechazo contra el propio Estado. Los enfrentamientos se saldan con 2 000 detenidos, 600 condenados y 17 penas de muerte.
En este mismo año, tiene lugar la adhesión de los sectores republicanos a las propuestas de los obreros. El Partido Socialista se suma a la huelga y se llega a un acuerdo entre el republicanismo radical, anarquistas y socialistas, llegando a crear una estructura propia, la Conjunción Republicano-Socialista, presidida por Pablo Iglesias y por Benito Pérez-Galdós.
La clave está en que todos estos movimientos de oposición al sistema, llegado el momento, consideran que, para derrotar al Estado, deben unirse. A partir de ese momento, el Partido Socialista, que juega tanto en los sindicatos como en el parlamentarismo, sube su intención de voto y protagoniza en gran parte todo este movimiento. Así, esta unidad de fuerzas coloca al Partido Socialista en el centro de la oposición.
En 1910, Pablo Iglesias alcanza el acta de diputado y comienzan a aparecer ayuntamientos y diputaciones provinciales con peso socialista. Se desenvuelven las agrupaciones locales y las “casas del pueblo”, creadas desde 1905 como réplica obrera de los casinos y los ateneos. En relación con la actividad sindical, está protagonizada por los sindicatos anarquistas, en tanto que los socialistas suelen proceder de sectores tradicionales más o menos ilustrados.
A partir de 1910, van a aparecer elementos de radicalización obrera hasta finales de los años 20:
- paros generales en 1910 y 1911, con participación republicana;
- huelgas ferroviarias en 1912, 1916 y 1917;
- los hechos revolucionarios de 1917;
- huelgas generales en Barcelona en febrero y marzo de 1919;
- el llamado “trienio bolchevique en el campo andaluz” entre 1918 y 19120;
- los grandes paros mineros y metalúrgicos de 1920. Esto, que parecen años de profundo comportamiento revolucionario, no es nada diferente de lo que ocurre en Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania… en estos mismos años.
En 1917, el gran hecho es la unidad de acción ya puesta en práctica entre republicanos y obreros. Las juntas militares plantean, ante la situación prolongada de conflicto, soluciones más republicanas para el Estado. Una comisión de la UGT se entrevistó con el gobierno para sustituirlo por otro provisional, que convocase Cortes constituyentes y permitiese recomponer el sistema. Se constituyen Juntas de defensa, con carácter militar, que se pusieron al frente de la revuelta e incluso se encargaron de la represión.
El empoderamiento de sectores republicanos y socialistas no fue más allá de pedir esa convocatoria de Cortes, limitándose a pedir la transformación mediante las mismas
El contexto se desarrolla con el mantenimiento de la huelga general, la represión por parte de las Juntas, la dispersión de los republicanos… provocando que la huelga se termine en pocos días. Así, lo que se había conseguido en poco tiempo, poniendo al Estado en una situación complicada, obligándolo a convocar nuevas cortes y montar una nueva constitución, fue frenado por la desunión del movimiento opositor. Por ello, de 1917, surgió una lección para todo ese movimiento de oposición: la desconfianza.
A partir de 1917, la realidad va a estar enquistada, sin vistas de solucionarse. Los republicanos y algunos dirigentes socialistas buscaban un régimen reformado, democrático; pero el movimiento obrero (socialistas y anarquistas), con todo lo que significa 1917 para su lucha, pretende un régimen revolucionario a través de la movilización directa de las masas en armas.
Así, podemos definir 1917 como tres desacuerdos:
- la ausencia de un proyecto político democrático conjunto. No había conjunto más allá de la reivindicación de la disolución y convocatoria de Cortes;
- el gran desajuste entre la gran movilización social y el punto álgido de la crisis política. No se aprovechó bien la movilización para ahondar en la crisis;
- un grave proceso de incomunicación en sectores que iban desde Madrid hacia el resto de España.
3. Final de la Restauración 1917 – 1923.
El fracaso de 1917 no supuso un reforzamiento del régimen de la Restauración, sino una mayor presencia de las Juntas de defensa, de la intervención militar. Las Juntas de defensa derriban los gobiernos de Prieto y Dato y la presión que ejercen no deja trabajar al poder civil. Detrás de todo eso, no podemos olvidar la pieza clave del sistema, la monarquía, encabezada por Alfonso XIII.
Otra de las claves de los movimientos conservadores en el grado de movilización es la NO OPOSICIÓN. Lo vemos mucho con Alfonso XIII, que suele mostrarse pasivo.
Entre 1917 y 1923 hubo 4 elecciones generales, 12 presidentes y gobiernos de todo tipo. Paralelamente, comienza a aparecer el aumento del coste general de la vida, los grandes beneficios de la neutralidad en la IGM se van acabando, los salarios suben mucho menos que los precios y la movilización obrera y trabajadora se incrementa.
En 1920, la UGT tenía 200 000 afiliados y la CNT 600 000. Así, con los resquicios de la Revolución rusa, surge otra escisión en el Partido Socialista y los más radicales constituyen el Partido Comunista Español en 1921, absolutamente minoritario. Es un partido de masas, pero quiere ser la vanguardia del movimiento obrero, dirigiendo la radicalización. De hecho, no tendrá una afiliación masiva hasta la Guerra Civil, siendo un grupo escindido del Partido Socialista al final de la Restauración y contando con muy poca actividad con Primo de Rivera.
Por lo que respecta a la CNT, 1919 será su año más importante, en tanto que tuvo lugar la famosa huelga de la Canadiense, una empresa que paralizó Barcelona durante 44 días y que terminó con la victoria de los sindicatos. Paralelamente, toda esta fuerza y resolución de conflictos de manera positiva por parte de los sindicatos, lleva a una mayor afiliación de los anarquistas. Por ello, en 1919, la CNT alcanza su mayor afiliación, siendo la mitad de los afiliados de Cataluña.
Desde principios de 1920, tres grandes ciudades anarquistas: Barcelona, Zaragoza y A Coruña.
La huelga acaba en marzo, dejando tras de sí, en Barcelona, un poder militar que estaba muy por encima del civil: el gobernador militar decidía prácticamente sobre todas las cuestiones civiles. En aquel momento, el capital general de Cataluña era Milans del Bosch. Cuando acaba la huelga, este se niega a poner en libertad a los detenidos, dando lugar a otra huelga general. La respuesta a la nueva huelga fue retomar una vieja institución, el Somatén, constituida por sectores paramilitares, voluntarios, que encarnan una especie de guardia cívica para controlar los excesos del obrerismo.
Hasta la República, la policía estaba escasamente desarrollada, estando el orden público en manos del ejército y el orden en el campo en la guardia civil.
A partir del Somatén, los patronos organizaron también sus propios servicios de seguridad: el Sindicalismo Amarillo, creación de “sindicatos x” que, bajo un determinado nombre, aparecen para defenderse de los otros sindicatos. El lock out, el cierre patronal y el cierre de la fábrica, se convirtieron en Barcelona, especialmente, un hito de movilización.
Tanto el Somatén como el Sindicalismo Amarillo, se sustentan en la teoría de que están en relación con una sociedad civil conservadora, que se agrupa para hacer frente a los excesos revolucionarios, enfrentándose civiles contra civiles, movidos por el miedo al socialismo. A partir de 1917, este miedo fue un elemento altamente movilizador, defendiendo un retorno a un momento de alta tranquilidad, a la Edad Media, romantizada.
Uno de los grandes problemas que tenemos para estos años es que España no participó en la IGM, por lo que no existe esa experiencia de trincheras, ni las levas masivas del combate. Por lo tanto, nos falta una figura clave para la radicalización del mundo político social que dará pie a la IIGM: los excombatientes, que eran personas jóvenes que habían combatido en las trincheras con una realidad de guerra y conflicto.
Aunque no existen en España, en el contexto social, a partir de 1919, comienza a aparecer la reacción de los sectores más conservadores frente al miedo al bolchevismo, con un gobierno cada vez más violento. Los militares deciden en las cuestiones civiles y estos últimos años de deriva, crisis y conflicto van a llevar a la persecución de buena parte de sectores del movimiento obrero, especialmente la CNT. Eso va a propiciar que se desarrollen medidas de supervivencia. A finales de las Restauración, se va más allá de las huelgas, buscando acciones de ataque directo, como atracos a bancos para ganar dinero y acercarse a sectores conflictivos: comités pro – presos que realizan atracos.
De nuevo, vemos la incapacidad del régimen para llevar a cabo un proceso de modernización y adaptación en los nuevos tiempos.