La Crisis de la Restauración Borbónica (1898-1914): Del Desastre del 98 al Reformismo Político

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Entre fines del siglo XIX y principios del XX, la Restauración borbónica atravesó una situación crítica, progresivamente acentuada hasta su completa desaparición, a principios de los años 30, con la llegada de la IIª República. Durante este período, España perderá, definitivamente, los restos de su imperio colonial, vivido como un trágico desastre nacional y cuya derrota degradará el sistema bipartidista, debilitando la estabilidad monárquica.

El sistema canovista, que hacía depender la estabilidad política y la permanencia de la monarquía en un sistema antidemocrático basado en la pacífica alternancia en el poder de los partidos conservador y liberal, además del control de la debilitada oposición, comienza a debilitarse. Tal debilitamiento se debió, en gran parte, al profundo desgaste padecido por ambos partidos ante las guerras coloniales en Cuba y Filipinas y su enfrentamiento contra EEUU, convertida en potencia imperialista de la zona. Este enfrentamiento se inscribe dentro de un proceso imperialista mundial dentro del cual las grandes potencias se reparten el Tercer Mundo, provocando conflictos entre ellas, que desembocarán en la Iª Guerra Mundial (1914-18)

La Guerra de Cuba y el Desastre del 98

Después de la Paz de Zanjón (1878), por la que España lograba mantener Cuba a duras penas, los sucesivos gobiernos en el poder mantuvieron con la isla una política equivocada solo favorable a los intereses de la burguesía esclavista azucarera española, en cuyo beneficio negaron a la isla hasta la más mínima autonomía administrativa, mantuvieron en la indefensión a los esclavos de las plantaciones frente a los abusos de los propietarios españoles y la sometieron a un rígido y arcaico sistema colonial, que le obligaba a mantener relaciones comerciales exclusivamente con la metrópoli, privándole de los cuantiosos beneficios derivados de la venta de azúcar y tabaco a EEUU. Tal política favoreció la alianza independentista de todas las categorías sociales cubanas en contra de la metrópoli y su financiación por parte de EEUU.

Prácticamente al mismo tiempo, estallaron los levantamientos en Cuba y Filipinas: en febrero de 1895 en Cuba, dirigido por José Martí y Máximo Gómez; en 1896, también en Filipinas, liderado por Emilio Aguinaldo, donde el general Polavieja sofocó la rebelión un año después ejecutando al principal ideólogo independentista, José Rizal.

Controladas ambas revueltas por el ejército español, sucedió, en febrero de 1898, un hecho dramático, que cambiaría totalmente la situación: la voladura del acorazado estadounidense “Maine”, anclado en el puerto de La Habana, que la prensa norteamericana aprovecha para culpabilizar a España del suceso y presionar a su gobierno a favor de la guerra, mientras en España se exacerbaba el nacionalismo antinorteamericano. El gobierno norteamericano, tras rechazar una investigación internacional propuesta por nuestro país, aprovechó la ocasión para intervenir directamente en el conflicto, amenazando a España con la guerra si no renunciaba a la soberanía de la isla.

En abril de 1898, EEUU declaró la guerra a España, siendo derrotada rápidamente en el mar, firmando, el 10 de diciembre, el Tratado de París, por el que reconocía la independencia de Cuba y cedía a EEUU Filipinas a cambio de 20 millones de $, además de Puerto Rico y la isla de Guam, poco después, en 1899, vendía a Alemania, por 15 millones de $, las restantes colonias del Pacífico: Islas Carolinas, Palaos y Las Marianas, terminando así lo que quedaba del imperio colonial español.

Consecuencias del Desastre del 98

En lo esencial, lo que verdaderamente se perdió ante EEUU fue el negocio colonial en manos de la oligarquía y burguesías españolas, verdaderas perdedoras del desastre colonial, mientras al pueblo, apenas beneficiado de aquel anacronismo colonial, le cayeron todos los cadáveres. Y, sin embargo, la derrota militar fue vivida por toda la sociedad española como un desastre, una catástrofe material y moral, no solamente por el sufrimiento ante tantas pérdidas materiales y humanas, sino también por la incapacidad de militares y políticos para resolver satisfactoriamente el conflicto. La dureza de la derrota desprestigió y barrió de la escena política a militares y políticos, poniendo en evidencia la injusticia del sistema de “quintas” y las condiciones extremas en las que tuvieron que combatir las tropas.

El Regeneracionismo: Respuesta Intelectual y Política al Desastre

En el seno de la sociedad española se fue gestando un profundo malestar que afloró en forma de movimiento intelectual y político, que impregnó toda la vida del país, extendido hasta la década de los 30 del siglo XX, denominado regeneracionismo, que critica la severa decadencia española de la que hacen culpable al régimen de la Restauración. Intelectualmente representado por Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu o la Generación del 98, que reflexionan sobre la crítica situación española desde una filosofía pesimista o existencial para evolucionar hacia salidas próximas al socialismo, anarquismo o conservadurismo más tradicional, será Joaquín Costa, representante de la pequeña y mediana burguesía marginadas del régimen de la Restauración, uno de los intelectuales más influyentes. Autor de obras fundamentales, denuncia el falseamiento electoral del régimen a través del caciquismo y defiende la necesidad de una profunda reforma económico-educativa, basada en la reforma agraria y en una educación técnica y científica, que fracasó. Este movimiento intelectual no diseñó, sin embargo, ningún programa práctico capaz de resolver los problemas del país, objetivo asumido por los políticos. Así, partiendo de los planteamientos de J. Costa, los políticos, tanto conservadores como liberales, tratarán de regenerar el régimen de la Restauración a través de planes reformistas, incapaces, sin embargo, de renovar el sistema ni de impedir la inestabilidad política por las disputas entre los dos partidos de turno.

El Reformismo Conservador de Antonio Maura

Respecto del reformismo conservador, extendido hasta la Semana Trágica de Barcelona (1909), representado por Antonio Maura, defendía un conservadurismo católico de masas, la necesidad de actualizar la monarquía borbónica, de incorporar otros partidos conservadores al sistema y de articular una política exterior imperialista en Marruecos que dotara al ejército colonial, tras su fracaso en el 98, de nuevas perspectivas militaristas y a las burguesías y oligarquía de nuevos negocios exteriores. Durante su gobierno, sucedieron dos hechos muy graves:

  1. Asalto a los locales de la revista satírica nacionalista “Cu-Cut” y de “La Veu de Catalunya”, órgano de expresión de la Lliga Regionalista, por parte de oficiales del ejército, ofendidos por una de sus caricaturas. El presidente del gobierno, Montero Ríos, no pudo castigar a los culpables por la oposición del rey y tuvo que dimitir. Su sucesor, Moret, tuvo que aprobar la Ley de Jurisdicciones (1906), por la que los delitos contra la patria y el Ejército serían juzgados por tribunales militares, no por civiles, lo que evidenciaba la progresiva hegemonía de los militares en el régimen y la fuerza de su grupo de presión ante el rey. Ante tamaña arbitrariedad, las fuerzas catalanas reaccionaron reorganizándose y aglutinándose todas en Solidaritat Catalana, mientras otros republicanos se unieron en el Partido Republicano Radical (1909), de Alejandro Lerroux, mientras los sindicalistas se agrupan en la Federación de Sociedades Obreras, dominada por anarquistas.
  2. La Semana Trágica de Barcelona (julio 1909): ante el reclutamiento de tropas reservistas con destino a la guerra de Marruecos en julio, la ciudad de Barcelona respondió con una huelga general (26 julio), que degeneró en una insurrección, que se saldó con 80 muertos y 2.000 detenidos. La represión del ejército fue ejemplar: 5 penas de muerte, entre ellas las de un inocente, Francesc Ferrer y Guardia, fundador de la primera escuela laica y mixta en Barcelona, Escuela Moderna, anarquista. La campaña internacional en contra de las ejecuciones provocó la dimisión de Maura, sustituido por los liberales.

El Reformismo Liberal de José Canalejas

Respecto del reformismo liberal, dirigido por José Canalejas (presidente de gobierno entre 1910-12, hasta su asesinato por un anarquista), sucesor de Sagasta, renovó el programa liberal incorporando un mayor intervencionismo del Estado en la economía, separación Iglesia/Estado, democratización del régimen. Sus principales logros, sin embargo, fueron la Ley de Mancomunidades (1913), que permitió la creación de la Mancomunidad de Cataluña y la llamada “Ley del candado”, que prohibía la instalación en España de nuevas órdenes religiosas extranjeras.

Reorganización de la Oposición al Régimen

Finalmente, durante este periodo se reorganiza toda la oposición al régimen, tanto la izquierda antidinástica como los sindicatos obreros. La izquierda antidinástica se reagrupa en la Conjunción Republicano-Socialista, donde el PSOE sale de su aislamiento político al unirse a formaciones burguesas, siendo elegido Pablo Iglesias el primer diputado obrero en las Cortes. El PSOE, hasta ahora dirigido por obreros autodidactas (P. Iglesias; Fco. Largo Caballero, de la construcción madrileña) se enriquece ahora con la incorporación de intelectuales burgueses como Julián Besteiro y el malagueño Fernando de los Ríos. Respecto del fortalecimiento de los sindicatos, la UGT se amplió con la integración del Sindicato Minero Asturiano (SOMA, 1910), extendido también a los ferroviarios, lo que le permitirá organizar huelgas muy poderosas tanto provinciales (Vizcaya, 1910-11) como nacionales (ferroviarios, 1912). Mientras, en Cataluña, Solidaridad Obrera se convirtió en sindicato nacional, la CNT (Confederación Nacional del Trabajo, 1910-11), que aglutinó a la mayoría de los sindicatos catalanes, con fuerte implantación en Gijón, Valencia, Andalucía occidental y Zaragoza; anarcosindicalista, de comunismo libertario, favorable a la supresión del Estado y de los partidos políticos, fue ilegalizada en 1911 y perseguida en la clandestinidad

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