La crisis económica de los años 70 y el surgimiento del neoliberalismo
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A finales de la década de 1960 se manifestaron los primeros síntomas de desaceleración de la economía de EEUU y de alarma ante el déficit creciente por los gastos, sobre todo militares (guerra de Vietnam). Ante ello, en 1971 se suspendió la convertibilidad del dólar en oro establecida en Bretton Woods. Como había más dólares que oro, el presidente Nixon decidió que el precio de la moneda se vinculara al mercado y que su precio subiría cuando lo hiciese la demanda. La decisión tuvo un impacto mundial, ya que provocó un desorden monetario y el descontrol de los precios.
En este contexto, en 1973 se inició la crisis del petróleo cuando la OPEP (Organización de Países Productores de Petróleo) cuadriplicó el precio del crudo tras la guerra de Yom Kipur entre árabes e irsraelíes. De esta forma, la energía dejaba de ser barata, lo cual afectó de forma directa a las bases del desarrollo industrial: los precios de los productos aumentaron, la inflación de disparó, descendió el salario real y, en consecuencia, bajaron el poder adquisitivo de la demanda. La producción empezó a disminuir y se extendió el paro, hasta entonces casi inexistente.
La crisis tuvo consecuencias profundas que supusieron la reconversión del sistema productivo de las economías occidentales a lo largo de la década de 1980. Los cambios más relevantes fueron:
Reorganización de la producción industrial
que empezó a disminuir y condujo al declive de las zonas industriales clásicas “con chimeneas” (textil, siderurgia, metalurgia pesada…”
Deslocalización de la producción industrial
hacia los nuevos focos industriales asiáticos, con mano de obra barata.
Nuevas industrias de alta tecnología
, la expansión de los sistemas informáticos y de la robótica en la organización empresarial, así como el incremento de los servicios. Todo ello comportó la emergencia de los nuevos gigantes tecnológicos con el impulso de la cibernética y de la robotización de las empresas.
La reconversión de la producción también modificó el mercado de trabajo: aumentaron las diferencias entre trabajos cualificados y no cualificados, se incorporaron un número creciente de mujeres al trabajo remunerado y llegó a Europa mano de obra con exigencias salariales más bajas. La reducción de puestos de trabajo convirtió el paro en una condición permanente, que requería de grandes cantidades de dinero público para asistir a los parados.
Ante esta nueva situación, los grandes grupos empresariales presionaron a los partidos políticos para conseguir: la desregularización del mercado, la eliminación de normas sobre la producción y la disminución de las trabas al despido de trabajadores. Mientras tanto, el sector financiero y el capital especulativo exigían una mayor desregulación de las normas bancarias y de las transacciones financieras.
La crisis de la década de 1970 fue seguida de unos años de estancamiento económico del cual se salió con la adopción de una serie de medidas y cambios que llevaron a la implementación de un nuevo modelo de crecimiento. Este cambio se inició con los gobiernos de la conservadora Margaret Thatcher (1979-1990) en Gran Bretaña, y del republicano Ronald Reagan (1981-1989) en EE UU.
Sus propuestas tendrían a la disminución del papel del Estado en su economía, a la privatización de sectores clave, a la desregulación de las transacciones financieras y al abandono progresivo del sistema de redistribución de la riqueza.
El proceso de reconversión generó tensiones sindicales (como los enfrentamientos entre los sindicatos mineros y el gobierno británico) y amplias movilizaciones sociales. En la Europa continental, los gobiernos socialistas, en especial el de Mitterrand en Francia, promovieron políticas alternativas que no consiguieron frenar la crisis generalizada.
En la década de 1990, tras la caída del comunismo, el neoliberalismo se impuso en el marco de la globalización económica.
Las propuestas neoliberales partían de la consideración de que el crecimiento económico se veía obstaculizado por la intervención del Estado en el ámbito económico y por el gasto público, ya que ponían freno y secuestraban recursos a la iniciativa privada.
Por ello tendieron a suprimir estas limitaciones y a favorecer la libre actividad económica y el libre mercado para proporcionar el máximo de recursos a quienes tenían la capacidad de crear riqueza. De este modo se estimularían la inversión y la actividad económica, crecería el PIB y se generaría empleo. En esta dirección, muchos Estados europeos aplicaron una serie de medidas como:
Política fiscal
de rebaja de impuestos y de desgravaciones sobre las empresas y las rentas más altas.
Contención de los salarios
junto a la disminución de la influencia de los sindicatos, considerados como un obstáculo al desarrollo.
Privatización de empresas y servicios públicos
y la disminución del gasto público para reducir el endeudamiento del Estado.
Desregulación de la actividad económica y financiera
y la creciente influencia política de las grandes empresas.
Esta nueva orientación de la economía consiguió la recuperación de la economía, pero conllevó el aumento de las desigualdades sociales, con el consiguiente enriquecimiento de un pequeño sector de la población y el empobrecimiento de las clases medias y trabajadoras. También disminuyó el papel del Estado, lo cual debilitó el Estado del bienestar al limitarse el gasto público destinado a prestaciones sociales.