El Crack del 29 y la Gran Depresión: Orígenes, Expansión y Soluciones
La Crisis de los Años 30 y las Salidas de la Depresión
Las bases de la crisis y el desplome de la bolsa de Nueva York
1. De la prosperidad a la depresión
Los orígenes se deben buscar en la evolución de la economía estadounidense y en la influencia de EE. UU. Responden a dos factores esenciales:
- a) A la caída de la inversión como consecuencia de un doble impacto: la desaceleración de la demanda de la primera oleada de innovaciones de la Segunda Revolución Tecnológica y al aumento de la productividad generado principalmente por la electrificación de la producción.
- b) A la adopción de políticas económicas, especialmente monetarias, no adecuadas.
A nivel mundial, la crisis tenía como base los cambios estructurales provocados por la guerra, y como factores el doble impacto de la reducción del crédito exterior a mediados de 1928 y de la difusión de la depresión estadounidense. Los cambios estructurales fueron la sustitución de Gran Bretaña por EE. UU., la reducción del comercio internacional respecto a la situación anterior al conflicto y el mal funcionamiento del patrón oro.
2. Las bases de la crisis: EE. UU. tras la I Guerra Mundial
La disponibilidad de innovaciones, unida a la buena marcha general de la economía, generaron un clima de optimismo: los felices años 20. De la bonanza general participaba la bolsa, con un crecimiento importante de las cotizaciones, que animaron a mucha gente a arriesgar sus ahorros, provocando una burbuja especulativa.
2.1. Las causas profundas de la crisis
2.1.1. Los problemas agrícolas
La agricultura americana tenía problemas estructurales, especialmente en dos sectores: en las pequeñas explotaciones productoras de trigo y en el cultivo de algodón. Los productores de trigo tuvieron que hacer frente a la caída del consumo interior y a la competencia internacional al mismo tiempo.
El resultado fue que el precio de compra del trigo al productor se redujo a la mitad.
Al final de la guerra, la producción continuaba creciendo mientras que los precios descendían rápidamente. El problema estaba en las explotaciones endeudadas que, con la caída de los precios, no lograban cubrir con sus ingresos los gastos de explotación y financieros.
2.1.2. Producción industrial, salarios y beneficios
La producción pronto empezó a crecer más deprisa que la capacidad de compra de la población, agravado por la atonía de las exportaciones a Europa, donde la recuperación económica hacía que los productos estadounidenses resultaran innecesarios o demasiado caros.
Los sectores más afectados fueron los relacionados con los bienes de consumo duradero, cuya demanda es elástica. Esto indica que la forma de mantener las ventas hubiera sido la disminución de los precios o el aumento de los salarios. Sin embargo, la opción elegida fue otra: paralizar las inversiones para evitar la sobreproducción relativa y desviar los beneficios de las empresas hacia las finanzas. Se hizo de tres maneras: financiando las compras mediante las ventas a plazos, concediendo créditos a corto plazo al exterior e invirtiendo en bolsa o en préstamos para la inversión bursátil.
3. El desplome de la actividad económica
3.1. El descenso de la actividad económica
Los precios agrarios mundiales habían empezado a descender a partir de 1925.
En EE. UU., la recesión había empezado por el sector de la construcción y del automóvil, pero la caída de la demanda de bienes de consumo duraderos se atribuía a la apuesta de inversores por la compra de títulos a causa de los beneficios que ofrecía la bolsa. Sin embargo, todos estos síntomas de debilidad no se hicieron evidentes hasta que sucedió el crack del mercado de valores.
3.2. La especulación bursátil
3.2.1. La retirada de los bonos de guerra
Después de la guerra, llegaron a EE. UU. Ello habría facilitado las importaciones, devolviendo así el oro a la circulación internacional mediante inversiones o créditos en el exterior, pero estas exportaciones solo representaron una pequeña parte de la acumulación de oro. Para el resto, EE. UU. se opuso a los automatismos del patrón oro con el objetivo de evitar los inconvenientes que el aumento de precios habría acarreado para sus exportaciones. La solución fue esterilizar el oro para no aumentar la circulación monetaria; el gobierno no retiró la deuda pública (fondos de guerra), aunque disponía de medios para hacerlo.
Los intereses de los bonos de guerra se convirtieron en una inversión segura para los capitales europeos, lo que hizo que los bonos de guerra fueran menos atractivos.
Este comenzó a comprarlos en la bolsa. El problema fue que con estas compras se añadió una cantidad importante de dinero a la circulación monetaria y gran parte de este dinero se destinó a la compra de otros activos bursátiles, reforzando así las tendencias especulativas.
3.2.2. La captación del pequeño ahorro
La especulación se alimentó de factores como la propaganda y las facilidades para invertir en bolsa, además de la actuación bancaria, que comenzaron a crear consultorías para aconsejar a sus clientes la inversión en bolsa o en créditos relacionados con la inversión bursátil.
Mucho de este pequeño ahorro se invertía a través de las llamadas sociedades de cartera. La incidencia sobre la especulación era doble: por la captación de capitales ajenos a los circuitos internacionales de inversión en bolsa y porque a veces les podía convenir mantener un precio artificialmente caro a determinados títulos de su propiedad, de modo que a menudo compraban títulos que estaban bajando a cambio de títulos buenos.
3.2.3. La inversión a crédito
El factor más importante de la especulación fue la costumbre de invertir a crédito. El agente de bolsa (broker) aceptaba órdenes de compra con una parte del pago aplazado. Bastaba con desembolsar un 10% del valor de los títulos adquiridos; el bróker pagaba el resto y utilizaba las mismas acciones como garantía para obtener crédito de prestamistas especializados o de los bancos, que a su vez podían obtener fondos de los bancos federales de reserva. Como consecuencia, el dinero inyectado directamente en la bolsa tenía un efecto ampliamente multiplicador.
Esta afluencia de capitales diversa y el efecto multiplicador permitieron que la especulación bursátil creciera desmesuradamente, incluso después de que las autoridades y los expertos estuvieran convencidos de que el alza de las cotizaciones era excesiva y que acabaría provocando una recesión.
3.3. ¿Por qué no se detuvo la especulación?
La inercia especulativa se explica básicamente por tres factores:
- La idea de que cada uno será lo suficientemente listo para retirarse del mercado en el momento de máximo beneficio.
- La ausencia de autoridad monetaria: bajo la premisa del liberalismo económico, EE. UU. carecía de una.
3.4. El desplome de la bolsa
El 9 de agosto de 1929 se tomó lo que parecía una tímida medida para frenar la especulación bursátil. Las ofertas de compra se hicieron cada vez menos habituales, síntoma de que ya no había inyección de nuevos capitales en la bolsa.
Entonces comenzó el pánico y las prisas para liquidar las inversiones. Esto resultó fatal para la aceleración de la caída, multiplicada por los efectos del sistema de inversión a crédito. El descenso de las cotizaciones provocaba que los títulos ya no cubrieran la deuda con el broker, y cuando este reclamaba que se garantizara la suma debida, recibía órdenes de hacerlo con el producto de la venta de acciones.
A partir de ese momento, la bolsa continuó cayendo hasta mediados de 1932, y no recuperó el nivel que tenía antes del crack hasta 1954.
La difusión al resto del mundo
4. Las causas de la depresión
Casi todas las explicaciones propuestas se pueden reducir a dos escuelas de interpretación de la economía: la realista (encabezada por Keynes y Temin) y la monetarista (por Friedman y Schwartz).
4.1. El impacto del crack bursátil y la crisis financiera
Uno de los más destacados fue la reducción de la oferta monetaria. Esta caída de la oferta monetaria estuvo relacionada con el crack de la bolsa primero, y posteriormente con un fenómeno mucho más grave de quiebras bancarias.
Cuando los brokers comenzaron a quebrar, los bancos tuvieron que quedarse unos valores depreciados que no cubrían las deudas. Algunos bancos tuvieron que suspender pagos y todos adoptaron medidas para hacer frente a la crisis, como la reducción del crédito concedido y el aumento de las reservas en efectivo.
La primera oleada de quiebras se produjo a finales de 1930 por varias razones: algunos bancos habían quedado en una situación muy mala tras la crisis bursátil y no se habían recuperado; otros sufrieron los efectos del pánico del público. La quiebra de un banco hacía que la gente corriera a retirar los depósitos a otros bancos mientras no tuvieran la seguridad de la solvencia de cada uno de ellos.
Finalmente, ante la incertidumbre, el público en general retiraba sus depósitos, disminuyendo aún más las posibilidades de los bancos de ofrecer créditos a sus clientes.
Debemos añadir que la caída de los precios alimentaba la crisis financiera y reforzaba el círculo vicioso. Mientras que los precios descendían, las cuotas que se tenían que pagar al banco se mantenían constantes. En consecuencia, la carga para los deudores era cada vez más fuerte, con el resultado de un incremento en el número de quiebras que empeoraba aún más la situación de los bancos. Todo ello provocando un gravísimo problema social.
Las crisis bancarias fueron recurrentes durante todo 1931 y 1932. Cuando Gran Bretaña salió del patrón oro, las presiones sobre el dólar se hicieron más fuertes y la política monetaria tuvo que endurecerse aún más.
Finalmente, a pesar de mantener la defensa del patrón oro como primer objetivo, la administración de Hoover creó en enero de 1932 la Reconstruction Finance Corporation (Corporación Financiera para la Reconstrucción, de aquí en adelante RFC) con el objetivo de apuntalar los mercados crediticios.
4.2. Descenso de la producción y del empleo
La recesión financiera se convierte en depresión cuando ataca a la producción. La crisis hace que la creación de nuevas empresas o las inversiones en bienes de equipo sea aún más escasa. Se produce así una crisis que se transmite al sector de las materias primas. Una parte de las empresas quiebra o reduce su actividad, dejando a muchos trabajadores en el paro. La disminución de la capacidad de compra de los parados transmite la crisis al sector de los bienes de consumo, creando así un nuevo ciclo involutivo.
La caída del empleo se acompaña de un incremento de los salarios reales ya que, aunque los salarios descienden, lo hacen con retraso respecto a los precios. Este incremento de los salarios suponía un obstáculo para la salida de la depresión, ya que impedía que las empresas pudieran reducir sus costes al mismo ritmo que lo hacían los precios.
Aunque la depresión afectó muy negativamente a la agricultura, la producción de esta no disminuyó.
5. El debate sobre la política económica
La administración de Hoover solo reaccionó ante la depresión para minimizarla.
Los monetaristas piensan que se tendría que haber incrementado la masa monetaria y el crédito (sobre todo en los bancos), para reducir así la deflación; los keynesianos, que las políticas monetarias eran necesarias pero no suficientes y que la salida de la depresión exigía un aumento del gasto público a costa de aumentar el déficit público.
En ambos casos, la salida exige inyectar dinero en la economía. Dado que el primer proceso es más rápido y más efectivo para evitar la destrucción de riqueza y el segundo para generar crecimiento, una política correcta hubiese actuado en ambas direcciones.
6. La difusión de la depresión al resto del mundo
La lenta caída del precio de muchos productos primarios se debía al incremento de la productividad. El resultado fue un fuerte aumento de la producción agraria. El mantenimiento de la oferta por encima de la demanda y la tendencia a la baja de los precios empeoraba los términos de intercambio entre los productos agrarios y los industriales.
Además, en la segunda mitad de los años 20, muchos países tenían una situación financiera precaria, ya que estaban endeudados por encima de sus posibilidades.
La alarma se extendió cuando, a partir de mediados de 1928, se produjo una disminución drástica del crédito exterior de EE. UU., tanto por las restricciones de la Reserva Federal como por el atractivo de la inversión en la bolsa. Hizo que los países deudores disminuyeran la demanda con la consiguiente caída de los precios interiores, la disminución de las importaciones y el aumento de las exportaciones.
Por un momento funcionó el equilibrio de flujos de oro. Sin embargo, fue de forma temporal. A partir de 1929, la depresión hizo que la disminución de los precios relativos fuera insuficiente para mantener el equilibrio.
Por una o por ambas razones, se encuentran síntomas de recesión en diversas partes del mundo desde 1927, teniendo el culmen de la depresión en la disminución de la producción industrial estadounidense en el mismo año.
La difusión a escala mundial fue el resultado del peso de la economía norteamericana en el conjunto de la economía mundial. En la base de la depresión está la adhesión internacional teórica a las reglas de la economía clásica, a los mecanismos del patrón oro y el incumplimiento de estas reglas en la práctica: los países que ganaban oro lo atesoraban para evitar la inflación.
La depresión se transmitió a través de cuatro mecanismos:
- El empeoramiento de los términos de intercambios en contra de los productos primarios.
- La desarticulación del mercado internacional de capitales. Durante los años 30, se vieron afectados por salidas netas de capital, que obligaron a algunos países a suspender el pago de la deuda pública.
- La caída mundial de los precios, que hacía crecer el endeudamiento en términos reales y perjudicaba aún más las economías de los países rezagados.
En cuanto a estos mecanismos, los dos primeros son de carácter comercial y los dos últimos de tipo financiero.
6.1. La retracción del comercio internacional
La disminución del comercio internacional, en cuanto a volumen y valor, es un hecho anterior al desplome de la bolsa.
Aunque no parece que la retracción del comercio tuviera un efecto importante antes del crack. El colapso comercial se produjo sobre todo por las restricciones norteamericanas a la compra de productos primarios. Ello provocó un descenso de la compra de manufacturas por parte de los países exportadores de productos primarios y una disminución de la compra de estos productos primarios por los países manufactureros europeos. Los precios que se vieron más afectados fueron los de las materias primas industriales y los de los productos agrarios fácilmente sustituibles.
Los legisladores estadounidenses atribuyeron la caída de los precios en EE. UU. a la competencia de las importaciones y reaccionaron con una nueva tarifa arancelaria más restrictiva, pensada para proteger los productos agrarios pero que en el transcurso del debate parlamentario se amplió también a los productos primarios y manufacturas.
La aprobación del arancel Smoot-Hawley originó una verdadera represalia general, en forma de aumento de barreras arancelarias. El intento de cada país de solucionar sus problemas solo llevaba al empobrecimiento mutuo: la contrapartida de poner barreras a las importaciones era dificultar las exportaciones, de modo que con estas prácticas, todos acababan pobres.
6.2. El colapso del mercado internacional de capitales
En una situación normal, los créditos se podrían haber devuelto o prolongado gracias a la concesión de nuevos créditos. Sin embargo, desde mediados de 1928, los retornos superaron el crédito, hasta que el flujo de capitales de EE. UU. se detuvo.
Los gobiernos tuvieron que adoptar medidas monetarias y fiscales para defender la paridad oro de su moneda e impedir el empeoramiento de la balanza de pagos.
La depresión fue tan fuerte debido a que la restricción del crédito en EE. UU. se hizo sentir a nivel mundial como consecuencia de los vínculos que el patrón oro imponía a las diferentes economías, y porque la depresión mundial impedía mantener la producción y el empleo con una demanda exterior deprimida.
La rarefacción del crédito comportó problemas graves para las economías de los países deudores, que se vieron inmersos en una caída brusca de su masa monetaria. Para hacer frente a los pagos, tuvieron que utilizar sus escasas reservas de oro y de divisas y se vieron obligados a aumentar los impuestos. El resultado fue la caída del consumo y de la producción y el aumento del desempleo, con una espiral perversa: a mayor desempleo, menor consumo, etc. Los bancos centrales eran conscientes del problema, pero la adscripción al patrón oro les impedía actuar.
El colapso del crédito internacional comportó dificultades para aquellos países cuyas exportaciones tenían unos precios cada vez más bajos y unos términos de intercambio cada vez más desfavorables. Algunos países intentaron equilibrar la caída de precios impulsando las exportaciones, consiguiendo como resultado la caída, aún mayor, de los precios.
Esta situación se veía agravada por el comportamiento de los países más avanzados. Sin embargo, estos países no incrementaron su circulación monetaria de acuerdo con las reglas del patrón oro, sino que esterilizaron los beneficios.
Ante esta situación, los países más perjudicados reequilibraron sus economías saliendo del sistema, a través de la depreciación monetaria y de las restricciones al comercio.
Las salidas de la crisis
7. Intervencionismo y nacionalismo
El abandono del tradicional laissez faire, por un dirigismo y una profunda integración de los fenómenos políticos y económicos que aún perdura, fue uno de los resultados de la importancia que adquirieron los economistas en el gobierno de los diferentes países.
Las medidas adoptadas en el intento de superar o paliar la depresión giraron en torno a cuatro aspectos: medidas monetarias, restricciones comerciales, suspensiones de pagos de la deuda y medidas sociales.
Las políticas monetaria y comercial están relacionadas por el hecho de que las políticas monetarias intentan paliar el déficit comercial.
Los problemas monetarios tenían dos orígenes: la no renovación de los créditos por parte de EE. UU. a mediados de 1928, que llegó a la situación extrema de la quiebra del Creditanstalt de Viena. El miedo hizo que se retiraran muchos depósitos bancarios, provocando la quiebra de bancos en dificultades.
En segundo término, en los países exportadores de productos primarios las dificultades procedían de la disminución de valor de las exportaciones y de la menor elasticidad de las importaciones. Además, arrastraban una importante deuda exterior y se enfrentaban a dificultades crecientes para obtener créditos destinados a refinanciar su deuda.
Las devaluaciones reflejaban el empobrecimiento del país, aunque al mismo tiempo intentaban mejorar la balanza comercial facilitando las exportaciones y dificultando las importaciones. Por otro lado, la devaluación monetaria aumenta el peso de la deuda fijada en otras monedas; como consecuencia de esto, algunos países decidieron unilateralmente dejar de hacer frente a la deuda exterior.
La recuperación económica buscada no resultaba tan rápida por varias razones:
- a) Porque los que se mantenían en el patrón oro elevaron las barreras aduaneras, de modo que el abandono del patrón oro facilita más la disminución de las importaciones que el aumento de las exportaciones.
- b) Porque el mantenimiento de políticas monetarias restrictivas con el objetivo de contener la inflación puede dificultar la reactivación económica.
Por lo tanto, el abandono del patrón oro era una medida necesaria, aunque no suficiente, para una rápida recuperación económica.
Se hizo un último intento de mantener el orden monetario internacional en la Conferencia Monetaria Mundial de 1933.
El nuevo presidente Roosevelt, al llegar a la conferencia, declaró que su prioridad era restaurar la economía estadounidense y que no se podía someter a ningún acuerdo que pudiese dificultar dicha prioridad.
Los países que intentaron a la vez mantener el patrón oro y aplicar medidas de política monetaria destinadas a frenar el descenso de la actividad económica se tuvieron que enfrentar a la incompatibilidad entre las medidas expansivas y la rigidez del patrón oro. La seguridad que antes proporcionaba el patrón oro se había evaporado y la inseguridad existente empujaba hacia la devaluación o hacia medidas comerciales y de control de salida de divisas cada vez más restrictivas.
Para restringir la salida de divisas comenzaban con el control de cambios. Un paso más fue la contingentación, es decir, la fijación por parte del Estado de las mercancías y de la cantidad de cada producto que se puede importar. Las restricciones podían continuar con imposiciones de comercio a través del clearing, acuerdos bilaterales mediante los cuales dos países se comprometían a comprar cada uno productos del otro por un valor determinado.
El ideal de esta política económica acaba siendo la autarquía: cada estado intenta producir todo lo que pueda necesitar, al precio que sea, y reserva el mercado interior para esta producción. El resultado es el empobrecimiento general, el sacrificio en el altar monetario de las posibilidades reales de recuperación económica global.
Para atenuar los efectos, algunos países alcanzaron acuerdos multilaterales que representaban un incremento de las dificultades para los productos de otros terceros países.
Las trabas perjudicaban la recuperación económica de varias formas: la obtención de materias primas era relativamente aleatoria, podía resultar insuficiente o no tener la calidad deseada, y era aminorada y encarecida por la burocracia. Además, el control de cambios atrasaba los pagos e incluso podía llegar a poner trabas para recuperar el dinero.
Tales dificultades se intentaban paliar a través de medidas varias de protección industrial.
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