Cosmología Presocrática: Modelos Monistas, Dualistas y Pluralistas
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Modelos Monistas
Tales de Mileto
Para Tales, el agua es la sustancia primordial, material e infinita, de la que todo proviene y en la que todo consiste. Es la fuente de la pluralidad de las cosas, porque los seres particulares son el resultado de la transformación del agua en el resto de las sustancias, a través de procesos de metamorfosis. El agua se transforma en todos y cada uno de los seres, incluidos los seres vivos y los dioses, y todas ellas se transforman en agua perpetuamente. El agua es un principio determinado, concreto. En ella no hay ni generación ni corrupción, es un principio permanente e inalterable en todas las sustancias, y todas las sustancias existentes en la naturaleza son finitas y se generan a partir de las transformaciones del agua.
Anaxímenes
La sustancia originaria y la forma básica de la materia es el aire. El aire es, para Anaxímenes, un principio determinado, concreto, como el agua de Tales, y al mismo tiempo es invisible, como lo apeiron de Anaximandro. La gran aportación de Anaxímenes es su explicación de la aparición de la pluralidad de las cosas a partir de procesos de metamorfosis. Además, el aire se manifiesta siguiendo dos procesos opuestos: por medio de la condensación, el aire se enfría y solidifica, y se convierte posteriormente en agua y en tierra; por medio de la rarefacción, el aire se calienta y dilata, transformándose en fuego.
Modelos Dualistas
Pitágoras de Samos
Para los pitagóricos, las matemáticas proporcionan la clave para la comprensión del universo y determinan la estructura armónica de los elementos que lo constituyen. Elaboraron una concepción matemática de la physis y del alma, y propusieron como principios explicativos de la naturaleza: lo par (que representa lo ilimitado) y lo impar (que representa lo limitado).
Modelos Pluralistas
Anaxágoras de Clazomene
Las consecuencias más importantes de la filosofía de Parménides son la negación del carácter real de la pluralidad y del movimiento. Anaxágoras ofrece una alternativa al monismo de Parménides ofreciendo una respuesta pluralista, y defiende con ello el carácter real de la pluralidad y del movimiento. Anaxágoras comparte con Parménides la creencia de que todo existe desde siempre y, por tanto, no se puede originar ninguna realidad nueva. Por este motivo, Anaxágoras afirma que en cada ser hay partículas de todas las sustancias del universo: todo participa de todo. Estas partículas llamadas omeomerías han existido, existen y existirán siempre. Sin embargo, en cada sustancia particular predominan las partículas de un género o especie determinada. Por ejemplo, en el ser humano predominan las partículas del ser humano. Las omeomerías estaban mezcladas originariamente en una masa compacta y maciza.
Empédocles de Agrigento
Buscó la solución al problema de la physis por medio de su teoría de los 4 elementos. Para este filósofo, los seres particulares se componen de agua, aire, tierra y fuego, combinados en distintas proporciones. Dichos elementos llenan la totalidad del espacio y no dejan por ello lugar al vacío en el universo. El cambio o movimiento es la reordenación, la mezcla o separación de elementos, y el movimiento se explica por la acción de dos fuerzas: el amor y la discordia.
Demócrito de Abdera
Para los atomistas Leucipo y Demócrito, la constitución de los seres naturales se explica por la existencia de una pluralidad de átomos que se mueven en el vacío. En particular, Demócrito de Abdera ofrece una explicación de la estructura del universo haciendo uso de los conceptos de ser o lleno, no ser o vacío y movimiento eterno. Para Demócrito, hay una masa originaria compacta y sólida, y el universo está constituido por una pluralidad de principios materiales denominados átomos. Los átomos son partículas indestructibles, invisibles, indivisibles y homogéneas, aunque se diferencian entre sí por su tamaño y su figura o forma. Los átomos se mueven libremente en el espacio vacío. Dicho movimiento es eterno y sin causa y se produce de manera omnidireccional. Demócrito defiende, por tanto, la necesidad de la existencia del vacío, como aquel espacio que se interpone entre los átomos.