Cortesía y Ética Social: Desvelando la Máscara del Comportamiento Humano

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La Cortesía: ¿Máscara o Ética Social?

En la vida diaria, todos usamos ciertas “máscaras” o formas de comportarnos según el contexto y las personas con las que tratamos. Esta idea está contenida en la frase latina “suum cuique persona”, que podría traducirse como “a cada quien su persona” o “su máscara”. Esta expresión filosófica nos lleva a reflexionar sobre si actuar de manera distinta ante diferentes personas es fingir o simplemente una forma ética de relacionarse. En ese sentido, la cortesía puede entenderse no como una hipocresía, sino como un acto consciente de respeto y adaptación social.

Manifestaciones y Función de la Cortesía

La cortesía suele manifestarse en gestos simples: saludar al entrar en un lugar, ceder el asiento, decir “gracias” o “por favor”. Estas acciones no siempre nacen de un sentimiento genuino, pero cumplen una función importante: mantienen la armonía entre personas desconocidas o con distintas formas de pensar. ¿Eso significa que estamos fingiendo? No necesariamente. Fingir implicaría engañar con mala intención. En cambio, la cortesía es una forma de “educar” nuestras emociones para que no dominen nuestras acciones en público. Es una manera de considerar al otro, incluso si no sentimos afecto o simpatía.

La Cortesía como Ética Cotidiana

Desde esta perspectiva, llevar una “máscara” de cortesía no es ser falso, sino demostrar una forma mínima de ética cotidiana. Tal como lo sugería el filósofo Emmanuel Levinas, el rostro del otro nos interpela: exige un trato que no lo reduzca a objeto. En términos más simples, al actuar con respeto, aunque sea solo por costumbre, reconocemos que la otra persona merece dignidad. Así, la cortesía cumple una función ética al permitir la convivencia en contextos sociales diversos.

Inteligencia Social y Pluralidad

Además, el hecho de comportarse distinto con un profesor, un amigo o un desconocido no es una muestra de incoherencia, sino de inteligencia social. No somos iguales con todos, porque no todos ocupan el mismo lugar en nuestra vida. El respeto, el tono de voz y los gestos cambian, no para engañar, sino para adecuarse a cada relación. Eso también es parte de la idea de “suum cuique persona”: a cada quien, le corresponde una manera particular de trato. Y eso no tiene por qué ser negativo. Es una forma de reconocer la pluralidad y actuar con cuidado.

La Delgada Línea: Cortesía Auténtica vs. Falsa

Por supuesto, también existe una forma falsa de cortesía, vacía y usada solo para obtener beneficios. Cuando alguien finge interés, simpatía o respeto solo por conveniencia, entonces sí podemos hablar de hipocresía. Pero eso no invalida el valor de la cortesía auténtica, la que se basa en el esfuerzo por convivir sin dañar. Como toda herramienta humana, puede usarse bien o mal. La clave está en la intención.

Conclusión: La Cortesía como Humanidad Compartida

En conclusión, la cortesía, lejos de ser una máscara de engaño, puede ser una expresión ética mínima, una manera de mostrar respeto al otro incluso cuando no lo conocemos ni compartimos su visión del mundo. En tiempos donde la autenticidad muchas veces se confunde con decir lo que uno quiere sin filtros, es necesario valorar la cortesía como una forma de contención, de humanidad compartida. No se trata de ocultarnos, sino de cuidar la forma en que nos mostramos ante los demás. Al final, cada persona merece su trato, su gesto, su máscara justa: suum cuique persona.

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