Corrientes Éticas: Hedonismo, Utilitarismo y Estoicismo en la Búsqueda de la Felicidad

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El Hedonismo y el Utilitarismo

El Hedonismo

El término hedonismo deriva del griego hedone, que significa placer. Suele considerarse que Epicuro es el fundador de la ética hedonista. Para este filósofo, el placer es el principio y fin último de la vida feliz. Esto no significa que propusiera como norma de conducta el goce desenfrenado de los placeres. De hecho, él distinguía dos tipos de placer: el dinámico y el estático.

El placer dinámico es la acción de gozar procurándose un placer o la satisfacción de una necesidad. Por su parte, el placer estático consiste en la ausencia de dolor y turbación: es el estado que Epicuro llama de ataraxia, es decir, sin turbación, en el que se alcanzaría la imperturbabilidad del espíritu. Como toda experiencia placentera, por intensa que sea, es siempre breve y limitada, Epicuro sostiene que solo el placer estático es la verdadera fuente de la felicidad.

La felicidad consistiría, por consiguiente, en liberarse de las falsas opiniones y de las complicaciones innecesarias, ajustar los propios deseos a lo que basta para una vida austera, respetar la justicia, gozar de la amistad leal y abstenerse de la vida política.

El Emotivismo y el Utilitarismo

Modernamente, el hedonismo reviste muy distintas formas. Si bien las doctrinas hedonistas modernas hunden sus raíces en el epicureísmo, se diferencian de él en que suelen presentarse como explicaciones científicas del comportamiento humano. Según estas teorías, que cabe calificar de emotivistas, la acción voluntaria no procede de un imperativo de la razón práctica, sino de la esperanza de experimentar una sensación de placer o de evitar un sentimiento de dolor. El emotivismo ético aparece radicalizado en las obras del filósofo inglés David Hume.

Descendiente directo del emotivismo humeano es el utilitarismo de Jeremy Bentham. Defiende que las acciones y las cosas son buenas si son útiles, y son útiles en la medida en que generan placer. Bentham intentó cuantificar el placer que produce cada acción con arreglo a una serie de criterios prefijados, de modo que, a través de un sencillo cálculo, pudiera obtenerse el mayor bienestar para el mayor número de individuos posible.

John Stuart Mill coincide con Bentham en que la felicidad consiste en el placer del mayor número de personas. Mill piensa que este no puede medirse de forma cuantitativa, porque, en realidad, los placeres son cualitativamente muy distintos entre sí: es preferible, por ejemplo, una tristeza noble a una satisfacción derivada de la acción de hurtar.

El Estoicismo

Para los estoicos, entre los cuales se encuentran figuras como Séneca y el emperador Marco Aurelio, la filosofía es el camino hacia la felicidad, que consistiría en vivir según la razón, es decir, según las virtudes éticas. En esto coinciden con Aristóteles.

Para un estoico, sin duda, es preferible tener bienes materiales a no tenerlos, ser bello y fuerte a no serlo, estar sano a no estarlo. Lo que sucede es que la felicidad no depende de nada de eso. La felicidad depende solo de que se viva conforme a la razón, virtuosamente. La ética estoica es una ética del autodominio, motivada en el fondo por la necesidad de neutralizar el sufrimiento.

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