El Contubernio de Múnich y la Restauración Borbónica: Dos Momentos Clave en la Historia de España

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El "Contubernio de Múnich" (1962)

El llamado "Contubernio de Múnich" hace referencia a una reunión de opositores al régimen franquista celebrada en esta ciudad alemana en 1962. En este encuentro se exigió:

  • La legalización de "corrientes de opinión y de partidos políticos".
  • El reconocimiento de las "comunidades naturales", es decir, dotar de personalidad política y jurídica a regiones como Cataluña y el País Vasco.
  • La instauración de un sistema democrático reconocible, similar al de la mayoría de los países europeos occidentales, basado en los derechos de la persona y en un estado de libre opinión, alejado del modelo represivo vigente en España en esos años.

El manifiesto resultante pecaba de optimismo al señalar que contaba con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo español, ya que, en esos años, el régimen no parecía encontrarse en peligro. La Guerra Fría supuso para Franco el reconocimiento internacional, situándolo entre los enemigos naturales del comunismo.

El franquismo reaccionó con dureza ante la reunión de Múnich. El periódico falangista Arriba lo calificó como "El Contubernio de Múnich", suspendió el artículo 14 del Fuero del Trabajo por un plazo de dos años (que reconocía a los españoles el derecho a fijar su residencia libremente) y encarceló o deportó a Canarias o a París a algunos de sus principales promotores. Esta represión afectó a dirigentes políticos como Gil Robles, el antiguo dirigente de la CEDA.

El Régimen organizó manifestaciones a favor de Franco y aumentó la represión, creando el Tribunal de Orden Público (TOP) para delitos políticos. El único cambio significativo fue la sustitución del ministro Salgado por Fraga Iribarne.

La Restauración Borbónica (1874-1931)

Las Elecciones de 1876 y la Constitución de 1876

Las elecciones de 1876 dieron la victoria al gobierno conservador de Cánovas del Castillo. Las Cortes tenían como misión fundamental establecer una nueva Constitución, la de 1876. Esta constitución representaba un modelo de liberalismo doctrinario. Contenía una declaración de derechos amplia, pero estos derechos tardaron en ser regulados, y asuntos como el sufragio, el jurado y las asociaciones quedaron pendientes hasta los gobiernos liberales de Sagasta.

La Constitución de 1876 consideraba a la monarquía como una institución superior, con un poder moderador entre la alternancia de partidos. Por ello, se establecía la soberanía compartida. El monarca tenía derecho de veto, nombraba a los ministros y podía suspender o disolver las Cortes, que eran bicamerales. El Congreso era elegido por sufragio censitario hasta 1890 y, después, universal (masculino). En el Senado, la mitad de los senadores lo eran por derecho propio o vitalicios.

La Constitución proclamaba la confesionalidad católica del Estado, restableciendo el presupuesto de culto y clero.

El Bipartidismo y el Turno Pacífico

El ideal de Cánovas era buscar un área de convivencia para sectores más amplios que el antiguo partido moderado, creando un bipartidismo a semejanza del modelo británico. Este sistema se basaba en dos grandes partidos, conservador y liberal, que coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero asumían de manera consensuada dos papeles complementarios.

Ambos partidos confluían en la defensa de la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Eran partidos de minorías, con pocas diferencias sustanciales. Su composición social se nutría básicamente de las élites económicas y de la clase acomodada, aunque era mayor el número de terratenientes entre los conservadores y el de profesionales entre los liberales.

Para el ejercicio del gobierno se contemplaba el turno pacífico, una alternancia regular en el poder entre las dos grandes opciones, cuyo objeto era asegurar la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo.

El Caciquismo y la Corrupción Electoral

La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y manipulador. El control del proceso electoral se ejercía a partir del Ministerio de la Gobernación. El ministro elaboraba la relación de los candidatos que debían ser elegidos. Los gobernadores civiles transmitían la lista de los candidatos "ministeriales" a los alcaldes y caciques, y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección.

Este fraude sistemático se conoce como pucherazo. Se falsificaba el censo, se manipulaban las actas electorales, se compraban votos y se amenazaba al electorado con coacciones de todo tipo. El caciquismo, clave en este sistema, se refería a individuos o familias que, por su poder económico o influencias políticas, controlaban un determinado distrito electoral. Este fenómeno era más evidente en las zonas rurales.

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