Contrastes Artísticos: La Arquitectura del Rey Lobo y la Maestría de Leonardo da Vinci
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El Legado Arquitectónico Hispanomusulmán
El Castillejo de Monteagudo
De autor desconocido, esta fortificación fue mandada construir por Ibn Mardanis, conocido como el Rey Lobo, en Monteagudo. Se enmarca dentro del arte hispanomusulmán del siglo XII y es un claro ejemplo de arquitectura civil de la época.
Contexto Histórico
El Rey Lobo gobernó en la taifa de Murcia en el siglo XII, ofreciendo una férrea resistencia a las tropas almohades. Tras su muerte en 1172, su reino fue finalmente conquistado. Durante su mandato, construyó numerosas fortalezas estratégicas entre Murcia y Orihuela, como el castillo de Larache y el de Monteagudo. En la propia ciudad de Murcia, levantó el Alcázar Seguir, que más tarde serviría de morada al rey Alfonso X el Sabio.
Arquitectura y Estilo
La fortificación fue construida con muros de tapial de argamasa de excelente calidad, una técnica que consiste en compactar tierra en un encofrado. Estos muros se caracterizan por ir perdiendo grosor a medida que ganan altura, optimizando así su estructura.
El conjunto es un recinto rectangular reforzado por fuertes torreones cuadrangulares. En su interior alberga un gran patio de crucero, alrededor del cual se articulan una serie de estancias. Este diseño responde al tipo de almunia palatina, una finca de recreo con palacio de larga tradición en el mundo islámico, que destacaba por su abundante vegetación y la presencia constante de agua.
Distribución del Palacio
Las estancias del palacio se organizan en torno al patio, que cuenta con dos albercas en sus lados menores. Junto a estas se situaban los salones más importantes. El diseño del patio evocaba simbólicamente los cuatro puntos cardinales. El andén transversal que une las salas de los lados mayores es más ancho para facilitar la circulación interna del palacio.
Decoración
La decoración de esta arquitectura revela la perduración de la exuberancia almorávide, en clara oposición a la austeridad que caracterizaba al arte almohade. Se aprecia, además, una evidente influencia oriental en sus motivos y concepción estética.
Leonardo da Vinci: El Genio del Renacimiento
Nacido en Vinci, Leonardo da Vinci está considerado la figura más completa del Cinquecento. Nadie como él supo encarnar el ideal del hombre genial del Renacimiento, gracias a su inagotable afán de conocimiento y experimentación. Trabajó con maestría tanto en los campos del arte como en los de la ciencia, aunque su faceta más reconocida es la de pintor.
Técnica y Estilo
Leonardo se interesó profundamente por el tratamiento de la luz, explorándola a través del claroscuro. Sus principales contribuciones a la pintura incluyen:
- El sfumato: una técnica que consiste en difuminar los contornos de las figuras para crear una atmósfera vaporosa y unificar los elementos en la composición.
- La composición equilibrada y simétrica, a menudo basada en formas geométricas como el triángulo.
- Sus experimentos con la perspectiva aérea, que logra la sensación de profundidad degradando los colores y la nitidez de los objetos lejanos.
- La utilización del gesto para expresar los sentimientos y el estado anímico de los personajes.
Sus figuras son siempre representadas con una belleza idealizada y una profunda serenidad.
La Gioconda (Mona Lisa)
Contexto e Historia
La modelo es, según la tradición, Lisa Gherardini, nacida en Florencia y casada con Francesco del Giocondo (de ahí el nombre "Gioconda"). Sin embargo, otra teoría sugiere que el encargo provino de Giuliano de Médicis, lo que pondría en duda la identidad de la retratada, a menos que esta tuviera relaciones amorosas con Giuliano. La obra fue robada del Museo del Louvre el 21 de agosto de 1911 y recuperada en Italia dos años más tarde.
Se trata de un óleo sobre tabla de álamo, pintado entre 1503 y 1506. Leonardo nunca se separó del cuadro y trabajó en él durante muchos años, retocándolo constantemente.
Descripción de la Obra
La dama está sentada en un sillón, apoyando sus brazos en los del asiento. Detrás de ella, aparece un paisaje de fondo, probablemente inspirado en las vistas que Leonardo tenía de los Alpes. La excepcional calidad del rostro, el diáfano modelado de las manos y el verismo de los efectos de luz sobre las telas son producto de un procedimiento técnico exquisito.
El Misterio de la Sonrisa y la Técnica del Sfumato
Cuando observamos el cuadro por primera vez, nos sorprende el grado en que la Mona Lisa parece viva. Se diría que nos observa y piensa por sí misma. Su expresión es ambigua: a veces parece reírse de nosotros y su mirada cambia cada vez que la vemos, llegando a advertirse cierta amargura en su sonrisa.
Leonardo logró este efecto gracias a su magistral uso del sfumato. Esta técnica consiste en degradar suavemente los colores para conseguir la sensación de lejanía en el paisaje. Las figuras y los objetos en primer término tienen mayor precisión, mientras que los contornos se suavizan a medida que se alejan. De este modo, recurre a la belleza a través de un juego sutil de sombras y luces que dota a la figura de una vida interior misteriosa.
La Gioconda es mucho más que un retrato; es una obra considerada del más puro clasicismo que, por su complejidad psicológica y técnica, anuncia el futuro estilo barroco.
La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana
Composición y Temática
El tema de esta obra era inusual para la época, ya que está basado en los Evangelios apócrifos. Leonardo comienza esta pintura tras un período de intenso estudio y preparación.
La composición se organiza siguiendo un triángulo equilátero clásico. En el centro se encuentra Santa Ana, sobre cuyas rodillas se sienta la Virgen María, quien a su vez coge con sus brazos al Niño Jesús. El Niño está jugando con un cordero, símbolo de su futuro sacrificio. Todas las figuras se mueven y se miran entre sí, girando las cabezas en un complejo juego de diagonales y miradas que aporta dinamismo a la escena.
Técnica y Atmósfera
El fondo es un paisaje descolorido y rocoso, característico de Leonardo. El pintor muestra las figuras sonrientes y con una gran dulzura. En esta obra destaca nuevamente el uso magistral del sfumato, que envuelve a los personajes y al paisaje en una atmósfera de misterio. Esta técnica no solo sirve para modelar las figuras con suavidad, sino también para captar la perspectiva aérea: los objetos deben difuminarse, ya que con la distancia se pierde la nitidez de sus contornos.