La Conspiración de Catilina: Retrato de la Decadencia y la Ambición en la República Romana
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La Conspiración de Catilina: Carácter y Orígenes de la Sedición
El Carácter de Lucio Catilina
Lucio Catilina, nacido de noble linaje, poseía gran fuerza, no solo de ánimo sino también de cuerpo, pero su carácter era malo y depravado. Desde la adolescencia, le fueron gratas las guerras internas, las matanzas, las rapiñas (robos) y la discordia civil, y en ellas ejercitó su juventud.
Su espíritu siempre deseaba cosas excesivamente altas (Animus nimis). Su ánimo feroz se agitaba más y más cada día debido a la escasez de hacienda y por la conciencia de sus crímenes. Además, lo inquietaban las costumbres corruptas de la ciudad, las cuales engendraban males terribles y diversos: lujuria y avaricia.
La Captación de Jóvenes
Si alguien, incluso libre de culpa, caía en su amistad mediante el trato cotidiano y sus seducciones, fácilmente se hacía igual y semejante a los demás. Principalmente, Catilina deseaba el trato con los jóvenes. Sus ánimos, manipulables e incluso flojos, eran conquistados sin dificultad mediante engaños.
El Enfrentamiento con Cicerón
El Plan para Asesinar al Cónsul
Así pues, mientras los demás estaban aterrorizados y dudaban, Cayo Cornelio, caballero romano, y Lucio Vargunteyo, el senador, decidieron esa noche, poco después, entrar armados en la casa de Cicerón, bajo el pretexto de saludarlo, para matarlo de improviso y desprevenido.
La Respuesta de Marco Tulio Cicerón
Entonces, el cónsul Marco Tulio Cicerón, en parte temiendo su presencia y en parte transportado por la rabia, pronunció un discurso magnífico y útil para el Estado. Pero tan pronto como se sentó, Catilina, agachando la mirada para ocultar su vergüenza, se preparó para negar todo y pidió a los senadores que no creyeran nada de él a la ligera.
Sospechas y Acusaciones
Otros decían que Tarquinio había sido enviado por Cicerón para que Craso, según su costumbre de patrocinar a los malos, no perturbara el Estado. Yo oí al propio Craso decir después que aquella afrenta tan grande le había sido impuesta por Cicerón.
La Decadencia de Roma y los Grandes Hombres
El Precedente de Sila
El vencedor Sila ordenó que otros de ese género fueran degollados. ¿Quién no alababa su acción? Decían que hombres criminales y facciosos, que habían agitado el Estado con sediciones, habían sido matados merecidamente. Pero este hecho fue el inicio de una gran calamidad.
La Corrupción de la Ciudad
Después de que la ciudad fue corrompida por el lujo y la desidia, el Estado sustentaba los vicios de los generales y de los magistrados. Durante mucho tiempo, nadie fue grande por su virtud en Roma. Sin embargo, dos hombres fueron de gran valor: Marco Catón y Cayo César.
Cayo César: Favores y Ambición
César era considerado grande por sus favores y generosidad. César se había propuesto esforzarse y estar vigilante. Deseaba para sí un gran mando militar, un ejército y una nueva guerra donde su valor pudiera brillar.
Marco Catón y el Decreto del Senado
Después que Catón se sentó, todos los excónsules e igualmente gran parte del Senado alabaron su opinión. Llevaban su virtud de ánimo al cielo. Los unos, increpando a los otros, los llamaban cobardes. Catón fue considerado ilustre y grande, y el decreto se hizo tal como él había propuesto.
El Fin de la Conspiración
La Batalla Final
Pero Catilina, después de ver que había sido encerrado por los montes y por las tropas enemigas, que la situación era adversa en la ciudad y que no había ninguna esperanza ni de fuga ni de defensa, consideró que lo mejor era tentar a la fortuna de la guerra y decidió luchar contra Antonio cuanto antes.
Manlio y Fesulano cayeron luchando entre los primeros. Catilina, después de ver sus tropas dispersas y él mismo abandonado con unos pocos, recordando su linaje y su antigua dignidad, se precipitó en medio de los numerosísimos enemigos y allí fue acribillado luchando.
El Cadáver de Catilina
Catilina fue hallado lejos de los suyos, entre los muertos de los enemigos, aún respirando y manteniendo en su rostro aquella fiereza que había tenido en vida. De todo el ejército, ni en la batalla ni en la huida se hizo un ciudadano libre.