Consolidación del Franquismo y Relaciones Internacionales (1946-1959): El Impacto de la Guerra Fría
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En la década de los 50, el régimen franquista experimentó una importante rehabilitación en el plano político internacional. Para lograrlo, desde finales de los años 40, inició una ofensiva diplomática, centrada principalmente en actividades de lobby en Estados Unidos. El régimen estableció una especie de lobby permanente con sede en Washington. Aquí convergieron dos situaciones clave:
- El franquismo aprovechó hábilmente la Guerra Fría (1947-48), con la tensión entre las dos grandes potencias y la conformación del mundo bipolar. El régimen se presentó internacionalmente, sobre todo ante EE. UU., como un baluarte contra el comunismo, aludiendo a su componente anticomunista y su reivindicación del nacionalcatolicismo.
- España poseía una ventaja geoestratégica crucial: su posición como puente entre el Atlántico y el Mediterráneo, y su conexión con el Norte de África.
En la segunda mitad de los años 40, la consigna del régimen fue "orden, unidad y aguante". Para superar el aislamiento internacional, además del lobby, se recurrió a dos grupos de países: América Latina (con la conocida relación con el peronismo y la importante importación de cereal) y los países árabes. También se fortaleció la relación con el Estado Novo portugués, con el que ya había existido un buen entendimiento durante la Guerra Civil.
La Rehabilitación Internacional y los Pactos de Madrid
A finales de 1951, la ONU anuló su recomendación de aislamiento y los embajadores regresaron a España. El momento culminante de la rehabilitación internacional llegó en 1953 con dos acontecimientos:
- Los Pactos de Madrid (septiembre de 1953): Acuerdos de colaboración entre el régimen y la administración estadounidense, fundamentales para la supervivencia a largo plazo del franquismo, especialmente a nivel propagandístico.
- El Nuevo Concordato con el Papado: Ratificó el sistema de relación Iglesia-Estado, favoreciendo a la Iglesia, que ya estaba vigente desde la Guerra Civil.
Los Pactos de Madrid permitieron a España recibir ayuda económica estadounidense a cambio de la instalación de bases militares en el país. Estos acuerdos fueron asimétricos, beneficiando principalmente a Estados Unidos, ya que implicaban una importante cesión de soberanía. A cambio, el franquismo obtuvo legitimación y reconocimiento internacional, que utilizó como propaganda interna.
La Influencia Cultural Estadounidense
El establecimiento de bases militares estadounidenses también fue una vía de entrada para la "diplomacia blanda" de EE. UU. en la posguerra. La Guerra Fría no fue solo un conflicto político-militar-económico, sino también psicológico y cultural. La exportación cultural estadounidense, como la música y otros aspectos de la cultura material, influyó en la población local que trabajaba en las bases.
El cine americano de los años 50 fue otro medio importante de difusión de la cultura y el modo de vida estadounidenses. El franquismo permitió esta influencia, dando un giro estratégico hacia una cierta permisividad con algunas manifestaciones culturales del modelo americano. Esto contrastaba con la postura antiamericana de la década de 1940, que demonizaba a Estados Unidos por la pérdida de las últimas colonias y por su visión de la sociedad estadounidense como laica, consumista y materialista, contraria a los valores de austeridad, espiritualidad y catolicismo del régimen. Este fue otro giro pragmático del franquismo.
Limitaciones del Reconocimiento Internacional
El reconocimiento de la dictadura por parte de EE. UU. no eliminó las reservas de otros países. La relación con el franquismo tenía un coste político ante la opinión pública de los países europeos democráticos. Los Pactos de Madrid no cambiaron la visión del franquismo en Reino Unido o Francia. Como consecuencia:
- España fue excluida del Plan Marshall.
- España no fue uno de los fundadores de la CEE (Tratado de Roma de 1957).
- España quedó fuera de la OTAN.
- España no fue admitida en la ONU hasta 1955, un hito importante para el régimen.
El culmen del reconocimiento internacional llegó en 1959, cuando el presidente de EE. UU., Eisenhower, visitó España, un hecho fundamental para la legitimidad del régimen.
La Oposición Antifranquista y el Conflicto Universitario de 1956
La oposición antifranquista en el exilio estaba debilitada y fragmentada. Hubo un intento insurreccional fallido en 1954 (invasión del Valle de Arán). A nivel interno, la guerrilla vinculada al Partido Comunista se fue debilitando.
El primer cuestionamiento interno significativo provino de un sector inesperado: el conflicto universitario de febrero de 1956. Protagonizado por los hijos de los vencedores de la guerra, que no habían vivido conscientemente la guerra, este conflicto fue generacional. Los jóvenes, socializados en los valores del régimen pero sin el trauma de la guerra, se manifestaron contra la corrupción, la falta de libertad, la fuerte presencia de los valores católicos en la universidad, la mediocridad cultural e intelectual y la falta de perspectivas de futuro.
Joaquín Ruiz-Giménez, ministro de Educación y católico aperturista, intentó llevar a cabo reformas: rehabilitar a profesores depurados, revisar la presencia de la Iglesia en la universidad y reformar los tribunales de cátedra. Sin embargo, sus reformas fueron paralizadas por los sectores inmovilistas del régimen. El conflicto se apagó, pero se convirtió en un referente para la futura oposición antifranquista en la universidad.
La Crisis Interna y el Intento de Reforma de Arrese
La crisis interna llevó a una remodelación ministerial. José Luis Arrese, falangista pragmático, fue recuperado. Arrese intentó recuperar el poder hegemónico de la Falange, presentando a Franco un programa de reformas legales para constitucionalizar el régimen bajo la tutela del falangismo. Las medidas incluían:
- Reforzar la secretaría general de FET-JONS.
- Revivir el Consejo Nacional de Falange.
- Otorgar al Consejo Nacional la capacidad de nombrar y cesar ministros y controlar el gobierno.
El plan fracasó debido a la oposición de los militares, las élites económicas y la jerarquía eclesiástica, destacando la figura de Carrero Blanco, clave para apoyar a los tecnócratas. Este fue uno de los últimos intentos de la Falange de adquirir preponderancia política.
La Llegada de la Tecnocracia y el Fin de la Autarquía (1957)
En febrero de 1957, una nueva reforma del gobierno marcó el inicio de una nueva etapa: la tecnocracia. El modelo autárquico de nacionalismo económico estaba agotado. Los nuevos ministros, vinculados al Opus Dei y apoyados por Carrero Blanco, tenían perfiles técnicos y priorizaron la resolución de los problemas económicos, restando importancia a las cuestiones políticas e ideológicas. Se inició un reformismo autoritario, con una modernización económica y social dentro de un molde autoritario, sin reformismo político.
Es crucial entender que la modernización de los años 60 y 70 no implicó una transición natural a la democracia. Los costes sociales y políticos fueron enormes: éxodo rural, chabolismo, emigración a Centroeuropa. El discurso legitimador del franquismo se centró en la modernización del país y la mejora de los niveles de vida material, intentando transmitir una idea de "normalización" de España.
La derrota del falangismo se evidenció en la aprobación de la Ley de Principios del Movimiento Nacional, que desdibujó al partido y lo convirtió en un ente sin definición ideológica.