La Consolidación del Califato de Córdoba: De la Revuelta de Ibn Hafsún al Esplendor Omeya
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La Disidencia en Al-Ándalus: El Desafío de Úmar Ibn Hafsún
La figura de Úmar Ibn Hafsún (también conocido como Omar Ben Hafsún) se erigió como el principal foco de disidencia contra el Emirato Omeya de Córdoba a finales del siglo IX.
Focos de Rebelión y Expansión del Poder de Ibn Hafsún
La revuelta no fue un fenómeno aislado, sino que se manifestó en varios territorios clave de Al-Ándalus:
- Cora de Elvira: En la zona más septentrional, existía otro foco de disidencia liderado por Ibn Mastana, quien finalmente cayó bajo la égida de Úmar Ibn Hafsún.
- Zona de Almería: Este territorio también fue disidente. Para aumentar el control, el emirato decidió enviar grupos árabes yemeníes a Pechina, donde se establecieron ribats (fortalezas) que dieron origen a una república de carácter marinero.
- Sevilla: Otra zona importante de disidencia fue Sevilla. En la Cora existían dos grandes familias árabes rivales: los Banu Hayyay y los Banu Jaldún, además de los Banu Sabarico y los Banu Agelino. Los primeros en establecer el poder fueron los Banu Jaldún, que serían sustituidos por los Banu Hayyay.
Úmar Ibn Hafsún se convirtió en el cabecilla de esta gran revuelta y comenzó a establecer su poder por las ciudades más próximas a su base, como Écija o Estepa. Llegó incluso a acercarse a las puertas de Córdoba, fortaleciendo su posición mediante una política matrimonial bastante inteligente.
El Declive de Ibn Hafsún y la Reacción Omeya
A partir del año 891, el poder de Ibn Hafsún comenzó a retroceder de manera paulatina. Un movimiento estratégico, considerado por muchos historiadores como erróneo, fue su conversión al cristianismo. Este acto provocó la proclamación de la Yihad por parte del emirato contra Ibn Hafsún.
De esta manera, el emir Abd Allah comenzó a reducir la influencia del rebelde. Cuando Abd Allah fue sustituido por Abd al-Rahmán III, este último consiguió establecer toda una serie de campañas militares decisivas.
El Califato Omeya de Córdoba: Abd al-Rahmán III y Al-Hakam II
Abd al-Rahmán III realizaría numerosas campañas que lograron reducir la influencia extendida de Úmar Ibn Hafsún. Finalmente, en enero de 928, Abd al-Rahmán III tomó la fortaleza de Bobastro, poniendo fin a la revuelta.
Estas victorias de Abd al-Rahmán III son interpretadas como el triunfo de la centralización del país y la pacificación del territorio.
La Proclamación del Califato (929)
Ante la necesidad de legitimar su poder absoluto y contrarrestar la influencia de los califatos rivales, Abd al-Rahmán III se autoproclamó «Príncipe de los Creyentes» (Amir al-Mu'minin), creando un nuevo califato en el año 929. Adoptó el título honorífico de al-Násir li-Din Allah (el Vencedor por la Religión de Dios).
Con la proclamación del califato, el estado quedó pacificado y el soberano se consolidó como jefe religioso y político supremo.
Contexto Geopolítico: La Situación en el Mediterráneo
La decisión de proclamar el califato estuvo influenciada por la situación internacional. El gobernador de Ifriquiya (Túnez) decidió sublevarse contra el califa abasí oriental, estableciendo el Califato Fatimí con sede en Kairuán. Este nuevo poder chií en el Norte de África puso en riesgo la estabilidad del emirato de Córdoba.
La política de Abd al-Rahmán III y su sucesor, Al-Hakam II, se centró en dos ejes fundamentales, una vez constatada la inexistencia de movimientos de disidencia interna:
- La consolidación de las estructuras estatales.
- El establecimiento de una red compleja de relaciones internacionales.
Consolidación del Estado Califal
Estructuras Estatales y Profesionalización del Ejército
Respecto a la consolidación de las estructuras estatales, Abd al-Rahmán III fue un continuador de las políticas de sus antecesores omeyas, buscando gobernar sin la mediación de los órganos tribales tradicionales.
Tanto Abd al-Rahmán III como Al-Hakam II profundizaron en la profesionalización del ejército, el cual estaba compuesto principalmente por bereberes y esclavos (saqaliba). Las concesiones de tierras y bienes a estos militares eran consideradas como destinadas a súbditos directos del califa, quienes, por tanto, le debían obediencia e impuestos.
La Política Exterior Califal
La política califal se orientó en tres direcciones principales, buscando asegurar la hegemonía de Al-Ándalus y proteger sus fronteras:
- Frente Norte: Campañas militares contra los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica, especialmente en la zona nororiental.
- Frente Africano: Intervención directa en el Norte de África para contrarrestar la expansión del Califato Fatimí.
- Relaciones Diplomáticas: Establecimiento de relaciones con el resto de las potencias del Mediterráneo, incluyendo el Imperio Bizantino y los reinos europeos.