La Conquista y Romanización de Hispania

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1. La Conquista Romana de Hispania

La conquista romana de la península ibérica se inicia en el contexto del enfrentamiento entre Roma y Cartago por el control del Mediterráneo occidental. Tras la victoria romana en la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), los cartagineses se establecen en Hispania. La presencia púnica en Hispania inquietó a Roma, quien hizo un pacto con la ciudad de Sagunto. La conquista de Sagunto por el general cartaginés Aníbal dio comienzo a la Segunda Guerra Púnica (218-197 a. C.). De este modo, se iniciaba la conquista de Hispania por los romanos, la cual se desarrolló en diferentes etapas:

Etapas de la conquista:

  • 218-197 a. C.: Segunda Guerra Púnica: La guerra entre Roma y Cartago llevó a Roma a enviar tropas, comandadas por Publio Escipión, que conquistaron Cartago Nova y abrieron a Roma la costa mediterránea, el valle del Ebro y del Guadalquivir, expulsando a los cartagineses de la península.
  • 197-29 a. C.: Conquista del interior peninsular: Tras la expulsión de los cartagineses, se inicia una nueva etapa en la que Roma se hace con el control del interior y oeste peninsular a través de numerosas guerras. En ellas, encuentra una fuerte resistencia, destacando los lusitanos, dirigidos por Viriato, y los celtíberos de Numancia, que sostuvieron un largo asedio.
  • 29-19 a. C.: Sometimiento de la cornisa cantábrica: La conquista finaliza con las guerras cántabras, bajo el gobierno de Augusto, en las que se someten a galaicos, astures y cántabros, controlando así todo el territorio peninsular.

2. La Romanización de Hispania

Paralelamente a la conquista del territorio, se produce la romanización, que consiste en la integración de los pueblos prerrománicos en los modelos políticos, sociales, administrativos, culturales y religiosos de Roma. Los pueblos peninsulares fueron adoptando poco a poco elementos culturales propios de Roma. La romanización fue más rápida en el levante, ya que compartían elementos culturales procedentes de las colonizaciones griegas. En el norte, sin embargo, hubo una mayor resistencia y la integración cultural fue más tardía.

Para asegurar el control de las zonas ocupadas y la explotación de sus recursos, los romanos crearon vías de comunicación y organizaron el territorio administrativamente. Crearon una red de calzadas que permitieron desarrollar el comercio y dotar de cohesión y unidad al territorio, facilitando la movilidad, el comercio y el control administrativo.

Aspectos de la romanización:

a) Organización político-administrativa: Para una mejor explotación y administración de los recursos, los romanos desarrollaron una organización político-administrativa del territorio. La delimitación política de Hispania consistió en diversas circunscripciones que fueron cambiando en número y territorio para adaptarse a las necesidades del Imperio. En los inicios de la conquista (siglo II a. C.) se delimitaron dos provincias: Ulterior (Andalucía y suroeste peninsular) y Citerior (costa mediterránea y valle del Ebro). A partir del 27 a. C., Hispania se divide en tres provincias (Lusitania, Bética y Tarraconense) y, finalmente, a partir del siglo III d. C., pasan a ser seis: Gallaecia, Cartaginense, Tarraconense, Lusitania, Bética y Baleárica. El territorio se dividía en provincias, que a su vez se dividían en conventus. Los conventus servían de base para el cobro de impuestos, el reclutamiento de tropas y la aplicación de la justicia. Los conventus se subdividían en civitas, que abarcaban el núcleo urbano y el territorio colindante.

b) Latín: Uno de los elementos más importantes de la romanización fue la progresiva adopción del latín como lengua, que se difundió como lengua de prestigio, imponiéndose sobre las lenguas autóctonas, aunque estas no desaparecieron por completo. Algunos relevantes autores latinos fueron de origen hispano: Marcial, Séneca o Lucano. Con la caída del Imperio Romano, surgirían a partir del latín las lenguas romances, precursoras de las actuales lenguas de la península ibérica (castellano, gallego, catalán, etc.).

c) Derecho romano: La introducción del derecho romano supuso que todos los habitantes de Hispania se rigieran por las mismas leyes. Su empleo regulaba las relaciones privadas y el funcionamiento de las instituciones políticas.

d) Religión: La religión romana se fue imponiendo, aunque respetando las creencias locales. Era politeísta, destacando el culto a Júpiter, Juno y Minerva. A partir del siglo III d. C. se difundió el cristianismo, que pasó de ser perseguido a legalizado con el Edicto de Milán (313) y, finalmente, a ser reconocido como religión oficial del Imperio con el Edicto de Tesalónica (380 d. C.) bajo el emperador hispano Teodosio.

La romanización fue facilitada por las élites locales, que adoptaron los elementos romanos para integrarse en el Imperio y conservar sus privilegios. El uso del latín o de las vestimentas romanas por las principales familias fue una forma de aceptar e imitar la cultura romana. También fueron importantes las obras públicas, como acueductos, termas, puentes, teatros y murallas. Algunas de estas construcciones perviven hoy en día, como el acueducto de Segovia, la Torre de Hércules en A Coruña o la muralla romana de Lugo. La huella de la romanización está presente en la lengua, las edificaciones, la religión, el derecho, etc. En definitiva, la romanización es una de las fuentes de nuestra cultura actual.

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