Conflictos Griegos Antiguos: Honor, Exilio y la Defensa Ateniense

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Los Siete contra Tebas: Honor y Justicia en la Guerra

Sino que, aclamando que los caídos en la guerra habían obtenido las honras acostumbradas, afrontaron el riesgo por ambos bandos contra sus adversarios: por un lado, para no fallar más a los muertos e insultar a los dioses; por otro lado, para que no regresaran a su tierra sin haber obtenido la honra patria, despojados de la ley helénica y privados de una esperanza común.

Considerando estas circunstancias y los avatares comunes a todos los hombres en la guerra, y aunque se granjearon muchos enemigos, lucharon y vencieron teniendo la justicia como aliada. Lejos de enorgullecerse por su suerte y desear un mayor castigo para los cadmeos, mostraron su propia virtud frente a la impiedad de estos. Así, habiendo recibido las recompensas por las que habían venido, enterraron a los muertos en su Eleusis, en el lugar de Arquelis. Ciertamente, tales fueron los acontecimientos en relación con los caídos de los Siete contra Tebas.

El Exilio de los Heraclidas y la Intervención Ateniense

Tiempo después, cuando Heracles desapareció de entre los hombres, sus hijos huían de Euristeo y eran desterrados por todos los griegos que se avergonzaban de sus actos y temían el poder de Euristeo. Llegaron suplicantes a esta ciudad y se sentaron sobre los altares.

Pero, al reclamarlos Euristeo, los atenienses no quisieron devolverlos, sino que respetaban más la virtud de Heracles, a pesar del peligro que esto suponía para ellos mismos. Creían conveniente luchar con firmeza por los más débiles, conforme a la ley, en lugar de complacer a los poderosos y entregar a quienes eran tratados injustamente por ellos.

Cuando Euristeo marchó con los que ocupaban el Peloponeso en aquel tiempo, y a pesar de la inminencia de los peligros, los atenienses no cambiaron de opinión, sino que mantuvieron la misma postura que tenían previamente. No habían obtenido ningún beneficio particular de Heracles, y no sabían qué hombres serían castigados en relación con aquellos.

Ellos, considerando que era justo, al no existir una amistad previa con Euristeo ni haber acordado ninguna ganancia excepto la buena fama, afrontaron tal peligro por ellos. Compadecieron a quienes sufrían maltrato, odiaron a quienes maltrataban, e intentaron apartar a unos y proteger a otros. Creían que era una señal de libertad no actuar forzados, que era una señal de justicia ayudar a quien sufre maltrato, y que era una señal de valor morir luchando por ambas causas si fuera necesario.

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