Condenas Divinas: Los Castigos Más Famosos de la Mitología Clásica
Enviado por Chuletator online y clasificado en Griego
Escrito el en
español con un tamaño de 6,46 KB
Los Castigos Más Importantes Impuestos por los Dioses
La mitología clásica está repleta de ejemplos de la ira divina, manifestada a través de castigos ejemplares y, a menudo, eternos. A continuación, se detallan algunas de las condenas más significativas impuestas por los dioses a mortales y semidioses.
Laocoonte y sus Hijos
Laocoonte era un sacerdote de Troya que advirtió a sus conciudadanos de que el Caballo de Troya era una trampa. Para demostrar su sospecha, clavó una lanza en el costado del caballo. Los troyanos, sin embargo, creyeron que este acto era un sacrilegio. Como castigo, dos enormes serpientes marinas enviadas por los dioses (generalmente Atenea o Poseidón) devoraron a sus hijos. Al intentar defenderlos, Laocoonte también murió. Este trágico suceso ha sido inmortalizado en numerosas esculturas clásicas.
Las Danaides
Las Danaides eran las cincuenta hijas de Dánao, hermano de Egipto, quien también tuvo cincuenta hijos. Para evitar un enfrentamiento familiar, se acordó el matrimonio entre los primos. Sin embargo, por encargo de Dánao, las Danaides mataron a todos sus maridos en la noche de bodas. La única excepción fue Hipermnestra (la mayor), quien perdonó a su esposo, Linceo.
Las demás, al morir, fueron juzgadas y encontradas culpables de conyugicidio. Fueron condenadas en el Inframundo a llenar eternamente con agua un tonel sin fondo. Esta condena se ha utilizado como símbolo del dilema entre la obligación de obedecer los deseos del padre y la prohibición de matar, añadiendo el agravante del asesinato conyugal.
Midas (pág. 374)
Midas, rey de Frigia, dio hospitalidad a Sileno (a quien el texto original llama Isleño), compañero de Baco. En recompensa, Baco le concedió a Midas el deseo que pidiera. Midas solicitó que todo lo que tocase se convirtiera en oro. Pronto se arrepintió de su elección, pues no podía comer ni beber. Baco, apiadándose, le ordenó lavarse en el río Pactolo para liberarse del toque de oro.
El Castigo de Apolo
Apolo también castigó a Midas por ponerse de parte de Pan en un concurso musical, dictaminando que Pan cantaba mejor que el dios. Apolo le hizo crecer unas enormes orejas de asno, las cuales Midas cubría con su pelo. Su secreto fue revelado indirectamente por su peluquero, quien, incapaz de guardar la verdad, la enterró en un hoyo. De ese hoyo nacieron unas cañas que, al moverse con el viento, revelaban la verdad: «Midas tiene orejas de asno».
Ocno
Ocno fue castigado por haber elegido mal a su esposa, ya que esta se gastaba todo el dinero sin alimentar a sus hijos. Su condena eterna consistió en trenzar una cuerda que era devorada constantemente por un burro que se encontraba detrás de él. (Pausanias, X, 29).
El Síndrome de Ocno
De este mito surge el concepto del Síndrome de Ocno, que describe la sensación de impotencia ante el cúmulo de trabajo inútil o el acto de trabajar sin provecho. Carpe diem.
Prometeo (pág. 492)
Prometeo, hijo del titán Japeto, es considerado un filántropo (amante de los hombres) porque modeló a los primeros seres humanos con agua y tierra. Su gran crimen fue robar el fuego a Vulcano (Hefesto) para entregárselo a la humanidad.
Fue castigado por Zeus a ser encadenado a una roca en el monte Cáucaso, donde un águila le devoraba el hígado durante el día. Por la noche, el hígado se regeneraba, perpetuando el tormento. Hércules finalmente lo liberó, pero Prometeo llevó consigo, como recuerdo del castigo, un anillo hecho con el metal de la cadena y un fragmento de la roca a la que estuvo encadenado.
Sísifo (pág. 442)
Sísifo, héroe fundador de Corinto, fue famoso por sus muchos engaños y, sobre todo, por encadenar a la Muerte (Tánatos), lo que impidió que nadie muriera en la Tierra. Júpiter (Zeus) liberó a la Muerte, y la primera víctima fue Sísifo.
Debido a que su esposa no realizó los rituales funerarios adecuados, Plutón (Hades) se apiadó de él y le permitió regresar al mundo de los vivos para castigar a su mujer, con la promesa de que volvería. Sísifo no cumplió su palabra y, al morir de forma natural, fue castigado en el Inframundo a subir una pesada roca hasta la cima de un monte. Justo cuando estaba a punto de lograrlo, la roca caía, obligándolo a empezar de nuevo eternamente.
En la literatura del siglo XX (notablemente en la obra de Albert Camus), Sísifo es visto como el símbolo del destino absurdo del trabajo inútil.
Tántalo (pág. 440)
Tántalo, hijo de Júpiter y rey de Lidia (actual Turquía), fue antepasado de Agamenón y Menelao. Sus crímenes fueron graves: robó el néctar y la ambrosía de los dioses para dárselos a los mortales y, peor aún, descuartizó a su propio hijo, Pélope (de donde proviene el nombre Peloponeso), para servirlo como comida a los dioses y probar su omnisciencia.
Los dioses lo castigaron enviándolo al Tártaro, donde padece hambre y sed eternas. Está sumergido en agua, pero cada vez que intenta beber, esta desaparece. De igual forma, los frutos de los árboles que cuelgan sobre su cabeza se alejan por el viento cada vez que intenta alcanzarlos.
Titio (pág. 446)
Titio era un gigante, hijo de Júpiter y Elara. Juno, movida por los celos, envió a Titio para que intentara poseer a Latona (madre de Diana y Apolo).
Júpiter fulminó a Titio y lo arrojó a los infiernos. Allí, inmovilizado en el suelo, dos águilas le devoraban el hígado, el cual se regeneraba continuamente, un castigo similar al de Prometeo.
Orfeo (pág. 586)
Orfeo, el músico legendario, intentó recuperar a su esposa, Eurídice, del Hades. Convenció a Plutón (Hades) con la música de su lira, y el dios accedió a liberarla bajo una condición estricta: Orfeo no debía volverse para ver si su esposa lo seguía hasta que ambos hubieran salido completamente al exterior.
Orfeo no pudo cumplir lo prometido y se giró justo antes de que Eurídice alcanzara la luz, perdiéndola para siempre. Tras este fracaso, se suicidó, incapaz de soportar la pérdida.