La definición del proyecto de intervención y la actuación estratégica
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Apuntes Trabajo Social Comunitario - 3º TS - Curso 2009/2010 Por Tania L. Primera parte: el Trabajo Comunitario, sus objetivos y los retos familiares
TEMA 1
EL TRABAJO COMUNITARIO Y SU DELIMITACIÓN
1. EL TRABAJO COMUNITARIO COMO PROCESO ORGANIZATIVO PARA PROMOVER UN PROYECTO DE DESARROLLO
El Trabajo Comunitario (en adelante TC) es una actividad sin delimitación clara, que no resulta fácil definir con nitidez.
El británico A. Twelvetrees (1998) manifiesta esta confusión de manera muy acertada: todavía no se ha llegado a un acuerdo respecto de qué es el Trabajo de Comunidad. Para algunos, no se puede distinguir de la acción política; otros no ven ninguna diferencia entre el Trabajo de Comunidad remunerado y el que no lo es. Otra cuestión es si el Trabajo de Comunidad es una profesión por sí mismo u otra manera de trabajar que cualquier profesional puede adoptar. Finalmente, también se discute si el Trabajo de Comunidad es una parte del Trabajo Social.
Es posible que cierto grado de indelimitación pueda ser consustancial a la naturaleza del TC, puesto que hay aspectos que no podrán delimitarse dada la densa y compleja trama de las prácticas de la sociedad. Lo que pretendemos, pues, es aportar una comprensión que ayude a disolver la ambigüedad excesiva.
Así, entendemos por TC un tipo de actividad que pretende la organización de poblaciones. Se trataría de una práctica organizativa que realizan los profesionales de la intervención social en torno a ciertos objetivos colectivos. Lo que se pretende es abordar la transformación de situaciones colectivas mediante la organización y la acción asociativa. Se trata de una tarea que se encara con el reto de constituir y sostener un grupo (o varios) en torno a la elaboración y a la aplicación de proyectos de desarrollo social. El grupo a constituir puede ser simple (asociación…) pero también complejo o intergrupo (coordinadora de grupos, comités…).
En esta forma de abordar el cambio de situaciones colectivas el grupo aparece como un elemento que redensifica la vida social, fortalece políticamente a los colectivos o poblaciones de los que forma parte, les dinamiza, promueve la participación democrática en la sociedad… Es, por esas repercusiones, por lo que hablamos de proyectos de desarrollo social.
B. Dumas y M. Séguier (1997) diferencian en el seno de las acciones comunitarias tres procesos de carácter transversal:
Proceso de concienciación.
Proceso de organización.
Proceso de movilización.
De estos tres ejes, quizás el más central para comprender el TC sea el de la organización. Nosotros entendemos que la condición de la construcción de nuevas formas de conciencia y de movilización es la implicación/participación, y que ésta se produce cuando estamos organizados.
Entre los autores del TC se señalan una serie de tareas que deben desarrollar los trabajadores comunitarios para promover y desarrollar estos procesos organizativos:
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Descubrir necesidades y potencialidades del espacio social de que se trate (barrio, institución…).
Tomar contacto con la gente, desarrollar la voluntad de trabajar para satisfacer necesidades y reunirla.
Formar y establecer las estructuras colectivas, repartir las tareas.
Ayudar a identificar y elaborar objetivos, clarificarlos, establecer prioridades.
Mantener la organización activa.
Tener cuidado de las relaciones, ayudar a comunicar.
Apartarse y concluir.
En el abordaje del TC las operaciones de construcción de conocimientos y las de planificación de la acción toman una gran relevancia, y se considera esencial convertirlas en oportunidad de acción de los miembros de la organización. Se trata de conseguir la identificación e implicación de las personas con el grupo y con su proyecto. Sin que la gente se sienta protagonista no hay nada que hacer.
En definitiva, se trata de difundir entre la gente elementos esenciales de la cultura científica que, en principio, estarían presentes en el procedimiento de los profesionales de la intervención social. Este procedimiento acostumbra a describirse como una secuencia de operaciones que deben permitir un ejercicio profesional reflexivo:
Estudio de la situación.
Elaboración de un diagnóstico.
Establecimiento de un plan o proyecto de intervención.
Ejecución práctica del mismo.
Evaluación de nuevos datos de la situación, de la ejecución realizada y de sus resultados.
Mediante el TC, pues, ese procedimiento profesional pasaría a ser socializado entre los miembros de la organización.
Se trata, por tanto, de constituir un nuevo sujeto (una organización) y de poner las bases para que actúe como si se tratase de un actor racional; es decir, trabajando para que actúe tomando en consideración las características influyentes de la situación social en la que pretende influir y sus potencialidades y que, conforme a éstas, ponga los medios que considere más útiles para conseguir los fines que se propone.
En este abordaje lo personal es secundario. Lo esencial son las situaciones sociales colectivas y el sujeto colectivo que se pretende constituir como sujeto autónomo, con una voluntad específica que se manifiesta en las decisiones y acciones de grupo. Por un lado, no puede obviarse el hecho de que cualquier proyecto o acción se establece en relación a objetivos concretos y particulares; pero, por otro, se establece que en la orientación de la mejor intervención social el énfasis se pone en la capacidad de que los procesos que se realicen para lograr aquellos objetivos se conviertan en experiencias significativas para quienes participan y su entorno.
2. UNA PRÁCTICA ORGANIZATIVA PARA IMPLICAR A LAS POBLACIONES EN LA MEJORA DE SUS CONDICIONES DE VIDA
El TC debe diferenciarse de otras prácticas que no tienen como eje central la organización de la población o la constitución de un grupo en torno a un proyecto comunitario. El TC se asienta sobre el concepto de autogestión, e insistimos en la importancia de entender que sin un sujeto colectivo autónomo no podemos hablar de TC ni de acción comunitaria.
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A. Twelvetrees (1988) pone un ejemplo bastante claro:
«Hay dos maneras de satisfacer necesidades: una basada en el Trabajo de Comunidad y otra no basada en el Trabajo de Comunidad. Pondré un ejemplo del segundo caso. Un trabajador comunitario vio que la localidad en la que trabajaba necesitaba más servicios para jóvenes y organizó un club para jóvenes una noche a la semana. Fue bien, y eso le decidió a abrir dos, tres, cuatro, cinco noches a la semana. ¡Entonces cayó en la cuenta de que se había convertido en un animador de jóvenes! Un auténtico trabajador comunitario enfocaría el problema de una manera diferente. Quizás comenzaría un club una noche por semana para revelar la necesidad y demostrar que se podía hacer; pero dedicaría el resto del tiempo a intentar que otra gente colaborase, por ejemplo, las organizaciones parroquiales, los vecinos o el responsable de la juventud, con objeto de crear un mecanismo mediante el cual otras personas tomarían la responsabilidad en un momento determinado y él podría retirarse y comenzar otra tarea».
A menudo el TC se confunde con las tareas relacionadas con la planificación social y/o con el desarrollo de proyectos que no pretenden resolver la participación de las poblaciones destinatarias mediante su organización. M. G. Ross (1967) contribuye a resolver esta confusión: De lo que se trata (en organización comunitaria) es de que la gente identifique y actúe sobre los propios problemas. El resultado de ello es una mayor capacidad de la gente para trabajar en común, para cooperar. Los problemas son una oportunidad para conseguir que la gente trabaje junta (…).
En esta comprensión, participación y organización son la misma cosa: se participa organizándose. El TC debe, por tanto, diferenciarse de otro tipo de prácticas profesionales cuyo eje NO es la organización de la población o la constitución de un grupo en torno a un proyecto.
Hay muchas formas de llevar a cabo unas atenciones o de plantear la resolución de una problemática social que no dependen en absoluto de sus características sino de sus opciones profesionales e institucionales. A menudo, el profesional de la intervención social debe sacar el mejor partido de su posición intermediaria (entre población y administración; entre la interacción cara a cara y lo burocrático; etc.) y tratar de articular en un mismo proyecto ambos registros de intervención. Pero ello no debe llevarnos a equívocos.
El TC es una práctica que persigue acciones participativas y por ello debe incorporar la organización de poblaciones. Participar es consustancial al hecho de tener cierto poder: las prácticas organizativas que promueve el TC pretenden dotar de poder a las poblaciones a través de redensificar su realidad institucional (cohesionando o apoyándola) y a través de generar nuevos actores político]culturales (nuevas organizaciones), haciendo presente cierta voluntad, etc.
El objetivo (e indicador) último de la participación debería ser el grado en que (a través de ella) se tiene acceso al poder, se comparte ese poder en un grupo social. En última instancia, la participación remite pues al empowerment, potenciación y desarrollo de las personas. La participación se convierte en un proceso dinámico y dual de:
toma de conciencia de la situación o problemática existente y sus causas, así como de las condiciones y acciones que pueden conducir a su superación positiva;
implicación activa en los cambios consiguientes, a partir de esa forma de conciencia.
3. UN PROCESO ORGANIZATIVO EN EL ÁMBITO DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL
Como hemos visto, no todas las prácticas que incorporan los procesos organizativos entre sus acciones pueden ser definidas como TC. Aquello que hace que un proceso organizativo sea considerado propio del TC es que tenga lugar en el espacio de prácticas que conocemos como ámbito de la intervención social. Algunas características que pueden ayudar a clarificar esta práctica son:
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Son procesos organizativos que implican tanto a poblaciones destinatarias de la intervención social como a otros agentes sociales que conforman la situación social que consideremos problema o que pueden contribuir a cambiarla.
Son procesos que persiguen objetivos propios de la intervención social: construir relaciones e interacciones sociales integradoras que posibiliten el desarrollo de la personalidad de individuos y de colectivos. Persiguen el desarrollo social.
En TC los procesos organizativos se aplican para el abordaje de situaciones relacionadas con el objeto que incumbe a las profesiones de la intervención social: la marginación y la integración social. Las situaciones sobre las que se interviene son competencia del ámbito y se dan en los diversos espacios en que se interviene: los barrios, en las instituciones que ocupan a profesionales de la intervención social (servicios sociales, residencias, centros sanitarios, educativos…), en los movimientos sociales, en el seno de colectivos específicos de población. En todos estos espacios los trabajadores comunitarios pueden tener tanto el rol de organizadores como de participantes. En otros espacios sociales, como la política o el sindicalismo, las organizaciones corporativas de profesionales, las prácticas organizativas no se denominan TC.
El TC son aquellas prácticas organizativas realizadas por profesionales de la intervención social (trabajadores sociales, educadores, psicólogos…). Son, por tanto, un tipo de prácticas muy abierto; un campo de actuación de diversas profesiones. Es un espacio común y, de momento, ninguna profesión patrimonializa con éxito esas prácticas.
Históricamente, la intervención en y con comunidades ha sido patrimonio de una sola profesión: la de asistente o trabajador social. Mientras que en la actualidad ya son muchas las profesiones que intervienen en la comunidad.
4. TRABAJO COMUNITARIO Y TRABAJO SOCIAL
En esta relación también se producen importantes ambigüedades que conviene aclarar.
En primer lugar, en Trabajo Social se considera al TC, junto con el TS Casos y el TS Grupos, como uno de sus tres métodos tradicionales de intervención. Con ello se reivindica que el TC es una de las grandes estrategias metodológicas de que se sirve el Trabajo Social en el abordaje de situaciones sociales, siendo en su caso el abordaje de las situaciones sociales colectivas. Mientras que el TS Casos y el TS Grupos abordarían el tratamiento de situaciones sociales personales.
En segundo lugar, hay que señalar la existencia de un repertorio común a los diversos métodos que viene dado por el hecho de intervenir en el seno del mismo ámbito y por las lógicas comunes que establece el procedimiento científico y la actuación racional. Este repertorio común no debe llevarnos a confundir al TC con el resto de abordos olvidando su contenido nuclear y diferenciador: crear y/o sostener organizaciones que sean el motor de acciones colectivas.
En tercer lugar, estos tres métodos del Trabajo Social son irreductibles entre sí. Son formas de afrontar situaciones de naturaleza diferente, mediante la intervención en y con interacciones o relaciones sociales también diferentes. Cada método de intervención y las posibilidades que ofrecen condicionan la mirada que realizamos sobre los fenómenos sociales y ello acaba por configurar situaciones o problemáticas de intervención de diferente naturaleza. Más allá de tratar con el mismo objeto genérico (relaciones sociales de marginación]integración) y más allá de la orientación científica que comparten, los tres métodos son estrategias singulares que contribuyen a construir situaciones sociales o ambientes de interacción sobre los que conocer y sobre los que intervenir que también son singulares (véase el recuadro 2, al final del capítulo).
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Considerar al TC como un a bordo del Trabajo Social es, pues, históricamente correcto puesto que ha sido una profesión especialmente multiforme y muy inclusiva. A medida de la evolución del Trabajo Social se han ido desgajando una diversidad de profesiones, los métodos se han ido configurando como patrimonio que ellas también consideran valioso, su conocimiento les es útil. En el caso del TC ello ha sido bastante intenso y, hoy en día diversos grupos de profesionales lo han incorporado a su práctica: educadores, psicólogos comunitarios, profesionales de las ciencias sociales aplicadas…
En algunos países, el desgajamiento ha sido tan intenso que algunos grupos profesionales tienden a establecer en los abordajes metodológicos la fuente de identidades profesionales diferentes. Tal es el caso de Gran Bretaña, donde se discute si los trabajadores sociales y los trabajadores comunitarios son profesiones distintas o la misma.
Esta tendencia especializadora es aún muy incipiente en España. En nuestra realidad, la mayoría de los profesionales de la intervención social que desarrollan TC asumen el reto de compatibilizar esta metodología con otras estrategias de intervención. Sin embargo, ello no nos impide encontrar ejemplos de esta tendencia hacia la especialización: los llamados planes comunitarios que desde finales de los noventa se desarrollan en Cataluña están facilitando la apertura de un nuevo espacio de ejercicio profesional centrado en el TC.
5. UNA PRÁCTICA QUE SE DESARROLLA EN UN CONTINUO DE NIVELES DE INTERVENCIÓN
Tradicionalmente se ha atribuido al TC un interés singular por el desarrollo local y ello ha provocado que se piense en el barrio o en las localidades más o menos reducidas como los espacios naturales de su desarrollo. Sin embargo, entender al TC como una práctica de organización social permite comprender que puede desarrollarse en niveles muy diversos: localidad, federación, niveles regionales, nacionales, internacionales… En la actualidad, el desarrollo de las TIC ofrece también la posibilidad de construir comunidades en red a través de Internet.
Igualmente, el TC puede desarrollarse en el nivel de colectivos concretos, como parte de las estrategias de intervención contra la exclusión o que buscan aliviar o prevenir ciertos problemas sociales que les afectan (lucha contra la opresión de la mujer, contra la pobreza, las drogas…).
El TC entendido así tiene capacidad para dirigirse a las necesidades de los más vulnerables o excluidos y ellos podrían beneficiarse de manera especial de los beneficios que se derivan de la actividad asociativa: los participantes se conectan a la vida social, recuperan el sentido de sí mismos, se producen cambios en su situación vital y se transforma su personalidad.
La práctica del TC debemos ubicarla, por tanto, en un continuo de niveles de intervención que conectan con el desarrollo en el nivel micro (el reforzamiento de individuos, de colectivos y de grupos) con el nivel mesosocial (el barrio, la localidad) y el nivel macro (nacional e internacional). Las nuevas formas de conciencia, de sensibilidad, de comunicación, de conocimiento que se están derivando de los fenómenos de mundialización nos permiten percibir mejor que nunca cómo las situaciones que se viven en esos diversos niveles de la vida humana tienen una estrecha conexión: la humanidad se convierte en un entorno social tan y tan próximo.
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TEMA 2
SOCIEDAD Y COMUNIDAD EN TRABAJO COMUNITARIO
1. LA COMUNIDAD Y LA SOCIEDAD
La comprensión de las características de la intervención social se incrementa cuando se la considera un ejercicio conectado con fenómenos propios de esa realidad que llamamos sociedad. El TC, sin embargo, debe hacer frente a las dificultades que se derivan cuando un uso inadecuado del término comunidad y del adjetivo comunitario provoca que esa realidad que es compleja se desdibuje y simplifique.
La sociedad, que, en su definición más aceptada, es la totalidad de las relaciones sociales, no resulta comprensible sin considerar la existencia de una distribución/atribución desigual de estatus y poderes entre los colectivos e individuos que la integran. Precisamente esa distribución desigual es la que nos permite identificar la existencia de grandes agregados sociales que pueden abrigar proyectos socioculturales, relacionales, económicos, políticos…, también diferentes clases sociales, grupos de edad, grupos de género, grupos étnicos…
En esta diversidad de posiciones y en las relaciones que a partir de ellas se establecen es donde encuentran mejor explicación las problemáticas sociales que llegan a la intervención social y que, bien miradas, son expresión extrema de relaciones de opresión y dominación.
El uso ideológico del término comunidad ha sido muy variado, pero normalmente el concepto ha servido de vehículo de utopías respecto de la sociedad. En nuestro contexto histórico, cultural y científico el concepto de sociedad no debería ser sustituido por el de comunidad, y ello por varias razones:
El concepto de comunidad genera imágenes que tienden a ocultar la complejidad de la realidad social actual. Transmite una imagen de armonía y de homogeneidad que es muy simplificadora y excluye el conflicto interno. Cuando se usa como adjetivo, lo comunitario evoca realidades unívocamente positivas y, casi siempre, muy cálidas (solidarias comunitaria, salud comunitaria, ayuda comunitaria…) que tienden a rechazar un uso en negativo.
El carácter mítico de la realidad social que evoca el concepto de comunidad contribuye a velar la realidad y por ello, a menudo, es utilizado como concepto que permite la ocultación.
El concepto de comunidad jugaría como un imaginario favorable a las ilusiones e intereses mejor definidos y los más difundidos en la sociedad. Cuando una realidad social (barrio, institución…) se imagina uniforme, lo que se impone como necesidad o programa de la comunidad es el discurso de los que tienen voz (las clases medias) y se ignoran las carencias de las poblaciones que no cuentan con los atributos necesarios para definir sus problemas como necesidad colectiva legítima e, incluso, preferente (los colectivos con menor poder). A menudo sucede que hay segmentos de estas supuestas comunidades que se movilizan, sobre todo, contra los otros segmentos (convertir en zona verde aquel bloque de pisos de alquiler habitados por los más pobres o por emigrantes, incrementar la vigilancia policial del barrio, oponerse al centro terapéutico…).
Los conceptos de comunidad y de Trabajo Comunitario usados de manera inconsistente tienden a crear la conciencia de que las estrategias organizativas deben ser de tipo unitarista o consensualista (ir hacia una sola asociación que será más representativa, un proyecto que implique a todos los agentes colectivos e institucionales del territorio…). Esto es un error, puesto que no siempre los intereses y las ilusiones son compartidos.
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2. EVITAR LOS EQUÍVOCOS EN EL USO DE LOS CONCEPTOS
Es importante reubicar los términos comunidad y comunitario en nuestro pensamiento y en nuestro uso:
La identidad del concepto de comunidad con geografía se encuentra bastante debilitada. Los intereses y relaciones en un territorio (barrio por ejemplo) son muy variados y, hoy en día, la calidad y cantidad de relaciones de las personas son relativamente independientes del territorio. El reconocimiento de la fragmentación social ha llevado a entender aquello que llamamos comunidad como comunidad de intereses, comunidad funcional o, incluso, comunidad subcultural, queriendo señalar la posibilidad de que haya unos ámbitos humanes en los cuales para promover y trabajar con grupos o colectivos amplios lo imprescindible es compartir ciertas problemáticas, sensibilidades, intereses…, y no tanto el territorio.
Siempre que se pueda, el concepto de comunidad debe ser sustituido por otros alternativos que puedan resultar más precisos. Términos como espacio social, territorio, población, colectivo, grupo, barrio, habitantes, etc., deben usarse en cada momento con el objetivo de evitar las trampas a que nos aboca el lenguaje. También el concepto de red social puede ayudar en este empeño.
Reservar el uso del concepto comunidad a la expresión de un deseo respecto de la sociedad y las relaciones sociales. El concepto tendría así el valor de motor ideológico. Sería expresión de la sociedad que queremos (no excluyente, integradora, sólida…), pero nunca se lo consideraría expresión de los rasgos de la realidad social. Por su parte, el concepto de trabajo comunitario debería ser leído como una intervención social hacia la comunidad; es decir, un tipo de ejercicio profesional que persigue esa sociedad mejor.
Ser conscientes de que las estrategias organizativas no siempre serán de tipo unitarista. A menudo, la integración de la sociedad pasa precisamente por multiplicar sus grupos y organizaciones, que consigan voz nuevos actores, hacer más densa la vida social generando más sujetos colectivos… Se debe restituir a los grupos socialmente débiles posibilidades de identificación colectiva, de reconocimiento social, de acción, etc., parra que busquen la vida que les conviene y para transformar funcionamientos sociales y políticos que tienen impacto en sus condiciones de existencia. Esto se logra:
Estableciendo vínculos entre quienes viven la misma vida.
Reconstruyendo o desarrollando redes sociales densas.
Promocionando la acción colectiva autónoma.
Estableciendo condiciones de existencia autónomas.
La interconexión hace fluir más energía entre toda la red, diversifica las expresiones del conjunto y cohesiona más ampliamente a los diferentes grupos asociados. Por todas partes, en el mundo entero, están surgiendo mil y una fuerzas nuevas. Brotan desde abajo hacia arriba y desde adentro hacia fuera. Son como una nube de mosquitos, lanzados al ataque contra el sistema que niega el abrazo y obliga al codazo: más poderosa que el rinoceronte, es la nube de mosquitos. Que crecen y crecen, zumban y zumban, Manfred Max]Neef.
Comprender que la articulación de grupos y acciones puede buscarse y darse en espacios diversos más allá de la localidad.
Tradicionalmente, se ha entendido el TC como una práctica que se comprende como un esfuerzo para producir esa articulación de agentes asociativos e institucionales en el espacio local, lo cual nos parece una reducción. La articulación puede producirse en otros espacios sociales y, además, no siempre es obligado realizarla con agentes institucionales. La práctica actual incorpora estrategias frente a las nuevas formas de exclusión que se centran en el desarrollo del grupo que normalmente se inicia a nivel local y que eventualmente se extiende a los niveles regionales, nacionales e incluso internacionales mediante la participación en movimientos sociales de derechos humanos, feminismo, ecología…
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El TC, tal y como lo comprendemos, incorporaría los dos tipos de estrategia. La organización motor del proyecto colectivo puede ser tanto en grupo simple como un intergrupo. El único criterio excluyente es que siempre deberán incluir algún fragmento de la población.
Tener en cuenta la multiplicidad de puntos de vista y de actores que coexisten en el espacio social en que intervenimos, característicos de la sociedad actual. El profesional de la intervención social se encuentra al lado de la vivencia de personas que sufren marginación, al lado del hombre de la calle; pero, también, se encuentra dentro de su mundo profesional, el de los técnicos; y, además, debe articular estos dos anteriores aspectos con el mundo de los empleadores, de los políticos…, y, finalmente, para aclarar su intervención debe acercarse a las ciencias sociales, que, a veces tienen lógicas diversas. El reto del trabajador comunitario es, por tanto, acercarse a la variedad y reconstruir la complejidad conectando o articulando los puntos de vista, huir de proponer una sola interpretación y adoptar puntos de vista alternativos.
Pero esto no siempre es posible, y en ocasiones, esta pluralidad aboca tanto a resoluciones de síntesis como a conflictos. Decir o pensar que toda la comunidad participa no es una utopía sino una estupidez. Nunca participará todo el mundo, pero el proceso no excluirá a nadie de la posibilidad de participar y tendrá que tener la capacidad para ir incorporando a las personas que van acercándose, M. Marchioni (1999).
Reconocer la existencia de diversidad y pluralidad en el seno de la propia profesión. Tanto en la actividad científica como en la vida social necesitamos ya sea de teorías/hipótesis o de ideologías para comprender o interpretar las realidades sociales.
En la actualidad el concepto de desarrollo comunitario está siendo sustituido por el de desarrollo social. Este desarrollo social se traduce en poner en marcha proyectos e iniciativas que conquisten espacios para el encuentro comunitario, para la creación, la toma de decisiones, para las iniciativas de base, para el aprendizaje, para las realizaciones de la cultura, la comunicación… Cuando ese proceso se aplica a una entidad geográfica determinada o un territorio de vida, lo llamaremos desarrollo social localizado.
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TEMA 3
OBJETIVOS Y BENEFICIOS DEL TRABAJO COMUNITARIO
1. EL DESARROLLO SOCIAL COMO OBJETIVO
El desarrollo social es un proceso que pretende la emergencia de sociabilidades y, es también, un objetivo importante del TC.
Por un lado, no puede ignorarse que cualquier proyecto o acción se establece en relación a objetivos que son concretos o particulares. Por otro lado, se establece que, en las mejores intervenciones, el énfasis debe ponerse en la capacidad de que los procesos que se realicen para conseguir objetivos concretos se conviertan en experiencia de apropiación de un método, de unas formas de hacer.
Se trata por tanto, y sobre todo, de poner en marcha procesos que configuren unas nuevas situaciones de interacción social; se trata de generar una nueva cohesión, fortalecimientos colectivos, nuevos sujetos colectivos, etc. En esta forma de comprender los objetivos del TC como objetivos de proceso, los resultados importantes se producen durante el proceso y debido al proceso. Es en él donde se imbrican los instrumentos y los resultados; su inicio y su desarrollo son ya, indicadores del cambio social que perseguimos. En este enfoque, se subrayan como objetivo las cualidades de los propios procesos en tanto que señalan progresos en cierto sentido.
La idea de objetivo de proceso además indica que las situaciones sociales y problemas complejos pueden afrontarse mediante procesos lo suficientemente ricos y duraderos que permitan cambios significativos en diversos aspectos de la vida de las personas, colectividades, grupos o instituciones sociales. Ni el desarrollo de la personalidad ni el desarrollo de las relaciones sociales, ni la integración social, ni la desmarginación, etc., se consiguen con atenciones o actividades aisladas. Todos estos objetivos precisan de procesos importantes, de experiencias personales o colectivas, que la intervención social debe promover o dinamizar y en los cuales aquellas intervenciones puntuales toman significado.
El TC, entendido como proceso organizativo, es un excelente instrumento para poner en marcha un tipo de experiencias colectivas, de acciones comunitarias, capaces de vehicular ese desarrollo de sociabilidades.
2. BENEFICIOS DEL TRABAJO COMUNITARIO
Para las poblaciones destinatarias, los procesos que pone en marcha la intervención social deberán ser experiencias significativas, con efectos en sus representaciones y relaciones; experiencias que tengan como resultado su fortalecimiento personal y social, de recuperación]acceso a bienes sociales, que permitan el ejercicio pleno de la ciudadanía. Sobre todo tienen que ser experiencias positivas, evitando basarse en la prescripción o tener como eje fundamental la recepción de atenciones, ser vicios o actividades: las personas consideramos significativo sentirnos útiles, implicarnos, ser protagonistas de las decisiones, de nuestro mundo social… La experiencia debe ser, por tanto, de compromiso con la sociedad.
Las dimensiones en que pueden producirse beneficios colectivos y personales como resultado de las experiencias organizativas que promueve el TC son cuatro: la dimensión cultural, la dimensión relacional, la dimensión política y la dimensión educativa.
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Beneficios en la dimensión cultural/simbólica
Las experiencias organizativas son un espacio social y un instrumento para la construcción de definiciones, interpretaciones, visiones y lecturas comunes de las problemáticas, de las necesidades y de los proyectos de intervención. La acción comunitaria aparece como un encuentro cultural, un espacio de interacción vital con los demás que deviene un evento decisivo en el proceso de cambiar la perspectiva de uno mismo. Además se produce una diversificación de los modelos intelectuales, una ampliación de las percepciones y análisis.
Son un espacio social y un instrumento de creación de identidades colectivas y grupales… Los esfuerzos colectivos hechos por una población, a fin de realizar cualquier cosa que le interese, tienen, por sí mismos, un valor que excede del proyecto concreto que se trate de realizar, porque sueldan a los miembros de la comunidad entre sí por relaciones humanas y lazos afectivos mucho más sólidos que la proximidad que entraña la vecindad, M. Moix (1991). Los actos colectivos proporcionan a los miembros del grupo una imagen de sí positiva y permiten que se construya un proyecto, una misión con los que identificarse. La acción comunitaria tiene un efecto realizador de la persona. El TC, al animar a la gente a emprender acciones positivas y a creer que pueden cambiar las cosas, les puede ayudar a dar más sentido a sus vidas.
Son un espacio social y un instrumento que permite conectar, de forma muy natural, los problemas con su dimensión social. Las personas agrupadas toman conciencia de:
] Su pertenencia a grupos, organizaciones, colectividades que presentan características e intereses comunes.
] Los aspectos colectivos de los problemas, de que otras personas y grupos viven situaciones y experiencias similares.
] La naturaleza política de las decisiones que toman las administraciones en relación con los recursos públicos, el reparto del poder…
] Del vínculo entre situaciones y problemas locales y los más generales (económicos, políticos y culturales) en diferentes niveles territoriales: local, provincial, nacional e internacional.
] De la realidad macrosocial.
Beneficios en la dimensión relacional
Las experiencias organizativas son un espacio social y un instrumento para romper el aislamiento individual y colectivo, para la recreación de relaciones y diálogo, para incrementar la red social de personas y grupos. Uno de los retos del desarrollo comunitario es construir círculos de solidaridad.
Son un espacio vital y un instrumento de satisfacción individual (las personas sienten gran placer en la amistad, la valoración de los demás, el altruismo…).
Son un espacio social y un instrumento para multiplicar en la vida cotidiana las posibilidades de participación. La creación de grupos y organizaciones es un hecho redensificador del tejido social.
Son un espacio social y un instrumento para incrementar la solidaridad, al adquirir conciencia de la posibilidad de acción colectiva, del poder que representa el agrupamiento en relación a los individuos aislados, de las preocupaciones e intereses que vinculan a unos y otros grupos…
Son un espacio que hace posible recibir dando.
Beneficios en la dimensión educativa
Las experiencias organizativas son un espacio social y un instrumento clave para el aprendizaje: los procesos organizativos son un verdadero crisol para la formación de destrezas: aprender a expresarse, a asumir el ejercicio de responsabilidades, a intercambiar información, a desarrollar la práctica de la planificación… A la vez, los éxitos de la organización en la solución de problemas incrementan la capacidad de la gente para tratar otros. Se trata de un aprendizaje participativo y no el escolar tradicional.
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Son un espacio y un instrumento que favorecen la estructuración de la vida cotidiana de la gente al crear un marco de referencias estables. La actividad organizativa se convierte en un punto de referencia potente de la acción personal; a partir de él adquieren significado otras actividades más rutinarias.
Son un espacio y un instrumento que permiten hacer frente a la modestia y la timidez de las clases populares. Permite construir la confianza necesaria para reclamar la participación en la toma de decisiones.
Son una oportunidad para aprender a expresarse e incrementar la capacidad de exponer una problemática que sobrepasa las preocupaciones individuales y concierne a un grupo amplio. Porque sólo la lengua nos hace iguales. Igual es quien sabe expresarse y entiende las expresiones ajenas. Que sea rico o pobre importa menos. Basta con que hable (…), Escuela de Barbiana; L. Milani, 1976.
Beneficios en la dimensión política
Las organizaciones son un espacio social y un instrumento que es fuente del poder necesario para la resolución de problemas. Crea un sujeto colectivo que puede relacionarse con otros sujetos colectivos en forma de colaboración, conflicto, etc. Se consigue voz, interlocución, posibilidades de negociación, de protesta. Se refuerza la autonomía y la participación. El cambio viene del poder y el poder viene de la organización. El poder es la razón de ser de las organizaciones. por ello, el objetivo del organizador desde el momento en que entra en relación con la población es tratar de levantar un poder de base, una organización. Sin estructura de poder, sin organización, no se puede atacar ningún problema fundamental. Sin organización no es posible hablar de democracia participativa.
La organización posibilita la participación en la gestión cotidiana de los proyectos, de incremento efectivo de la autonomía de las poblaciones destinatarias frente a la prescripción profesional. El grupo disfruta de garantías que le permiten asumir riesgos que un individuo en solitario no podría asumir.
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TEMA 4
PERFIL Y ROLES DEL TRABAJADOR COMUNITARIO
1. CUALIDADES, DISPOSICIONES Y ESTILOS DEL TRABAJADOR SOCIAL COMUNITARIO
Las experiencias organizativas como fuente de capacitación
Ser participante en una acción comunitaria es un papel con un nivel de exigencia muy distinto del que corresponde al de organizador. Sin embargo, costaría entender que el trabajador comunitario no fuese, a la vez que organizador, miembro de otras organizaciones o que a lo largo de su vida no hubiese participado como uno más en experiencias organizativas.
El organizador, en primer lugar, cree en la bondad de la organización no sólo para los demás, sino para sí mismo. Cuando el trabajador comunitario se encuentra en situaciones de aislamiento, las posibilidades creativas resultan ahogadas por las dinámicas y procesos administrativos, el poder de jerarquías, etc. Las debilidades de la intervención social sólo pueden ser afrontadas mediante estrategias organizativas.
El fortalecimiento mediante la constitución de organizaciones que propone para las poblaciones destinatarias, es también esencial para los propios profesionales.
En segundo lugar, las experiencias organizativas son una fuente esencial de su capacitación como organizador (aprendizaje y adquisición de habilidades y destrezas), y es difícil imaginar un buen organizador que no las haya adquirido en experiencias previas. Cuando los profesionales de la intervención social colaboran en grupos diversos o cuando participan activamente en su equipo, es más probable que en su ejercicio profesional utilicen las técnicas de trabajo de grupo que allí han conocido y viceversa.
Los trabajadores sociales que participan o han participado en organizaciones de jóvenes, sindicales, políticas, de vecinos, en movimientos sociales, como miembros activos de alguna ONG, etc., tendrán, probablemente, una buena base de partida para la comprensión y desarrollo del TC.
Además, el profesional debe intentar establecer su seguridad propia (psicológicamente imprescindible) fuera de la situación y tarea en que actúa profesionalmente (la cual requiere la capacidad de ceder espacio al protagonismo y afirmación de la otra parte). Las experiencias organizativas previas y/o paralelas del propio organizador serían una de esas fuentes de seguridad que el trabajador comunitario necesita para el mejor ejercicio profesional.
Cambiar nosotros, cambiar el mundo
H. Síalwick (1997), recoge una cita esencial para comprender las cualidades, las disposiciones vitales y emocionales, las actitudes, los estilos de acción e intelectuales, etc., del trabajador comunitario: Una idea para cambiar el mundo debe, en primer lugar, cambiar la vida de la persona que la abriga. De esta frase se derivan diversas reflexiones:
La primera reflexión es sobre la importancia de creer en lo que decimos. Las utopías que legitiman al Trabajo Social son importantes (decimos que tenemos como objetivos el desarrollo social o el desarrollo de la personalidad), y es importante que sea así. Para ser un bien trabajador comunitario uno debe ser realista y, a la vez, aspirar a cambiar el mundo. No obstante, se debe aceptar que los cambios serán lentos y graduales.
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Sin esa aspiración a cambiar el mundo, las acciones no supondrán ninguna tensión transformadora. Además, sin ese motor ideológico, sin esas ilusiones, careceríamos de realismo puesto que nos faltarían estímulos para realizarlo y de fuerza de convicción ante los demás.
La segunda reflexión, es que lo que decimos debe traducirse en contenido, debe reflejarse en nuestras formas de acción. Se trata, por ejemplo, de que si se habla de implicación se establezca una organización que haga posible dicha participación, o que si se habla de autonomía se establezcan los mecanismos para que las personas en procesos de inserción puedan autogestionar de forma verídica sus itinerarios, etc.
En todo caso cuando hablemos de TC entenderemos que se trata de un conjunto de actividades o acciones tendentes a unas metas y, a la vez, que estas actividades deberán tener cualidades relacionadas con esas metas. Los actos no pueden desmentir lo que se predica: el TC que realizamos es la expresión de la sociedad que construimos.
La tercera reflexión es que si queremos cambiar alguna cosa debemos implicarnos personalmente. Es esencial apreciar que los fenómenos de pobreza, exclusión, marginación, emigración, opresión de género, etc., son fenómenos que producimos (también nosotros) y que nos afectan directamente.
El análisis de nuestra propia biografía debe permitirnos conectar con puntos de vista nuevos sobre los fenómenos que tratamos: una mirada poniéndose en el lugar del otro. Se trata de acortar las distancias, de ser más próximos con los fenómenos sociales que nos ocupan, lo que no quiere decir adoptar una mirada menos científica, puesto que se mantienen los controles (como el hecho de ser conscientes de nuestra posición de partida); pero sí quiere decir una mayor implicación en la lucha por cambiar las cosas. Luchar contra la pobreza o la exclusión es actuar contra algo que también afecta a nuestras vidas.
La cuarta reflexión es sobre la dimensión política del TC. No es posible hacer TC sin afectar al proceso político e, incluso, sin tener objetivos políticos. Cada forma de ejercicio, por tanto, puede ser leída en su dimensión política, no hay prácticas apolíticas (en todo caso hay prácticas conscientes de su dimensión política y prácticas que no lo son). P. Freiré (1969) es el autor que posee una mayor conciencia sobre el carácter político de la educación y del Trabajo Social: el trabajador social no es un hombre neutro y por ello debe hacer una opción entre dos posibilidades: a) adherirse al cambio de la estructura social; b) quedar a favor de su permanencia. La opción que tome condiciona los métodos, las formas y técnicas que adopta.
Proximidad e influencia del trabajador comunitario
Una cosa es clara: sin personas implicadas no habría trabajador comunitario; el organizador busca implicar a la gente porque él es una persona implicada, busca que la gente tenga un proyecto propio porque él también lo tiene. Sin esas cualidades el trabajador comunitario no puede convencer a los demás, carece de poder de convicción.
Algunas de las cualidades que para el organizador describe S. Alinsky (1976) confirman nuestra visión: el organizador para creer en las personas debe creer en sí mismo, debe tener un ego contagioso, una confianza contagiosa en las capacidades de crear; además, deberá sentir curiosidad, irreverencia, tener imaginación, sentido del humor, presentir un mundo mejor, tener una personalidad organizada, amor propio, voluntad de vencer y espíritu abierto. Todas esas cualidades se pondrán al servicio de crear condiciones para que la acción colectiva se ponga en marcha y tenga éxito. Ello sin tomar decisiones por las personas y sin realizar aquello que los mismos miembros de la organización puedan hacer.
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2. ROLES Y FUNCIONES DEL TRABAJADOR COMUNITARIO
El TC es una tarea que moviliza variadas destrezas y conocimientos del agente que asume realizarlo. Ser trabajador comunitario es promover la constitución de un grupo motor o una organización y, mientras lo necesite, ser dinamizador y animador del grupo y de sus encuentros, asistirle en la construcción de un diagnóstico comunitario y en la elaboración del proyecto colectivo, acompañarle en la acción y en otras muchas tareas.
Recuadro 6. Roles y funciones del trabajador comunitario
ROLES EJEMPLOS DEL EJERCICIO DE PAPELES POR PARTE DEL TRABAJADOR COMUNITARIO
Asesor informador
a) Un trabajador comunitario puede dar múltiples informaciones y datos de base: sobre recursos, sobre las administraciones locales, sobre cifras del barrio o de algún sector social, sobre servicios urbanos, sobre derechos sociales, sobre la manera de llevar las cuentas, sobre cómo preparar un comunicado de prensa o abrir una cuenta en un banco, sobre cómo exponer una información, etc.
b) Asesora sobre técnicas (de investigación]estudio, de participación, etc.), sobre situaciones locales, sobre experiencias similares, etc.
c) Aconseja y ayuda a prever costes, orienta sobre beneficios de una nueva legislación, sobre eventos que afectan al trabajo del grupo (nuevas disposiciones sobre demandas de subvenciones, registro de asociaciones, etc.).
d) Realiza interpretaciones y análisis de diversos documentos para hacerlos comprender bien, descifra cartas administrativas, etc.
Facilitador
a) Facilita recursos materiales al grupo: recursos básicos que el grupo necesita para su trabajo (secretariado, teléfono, ordenadores, acceso a fotocopias, archivos, etc.), lugares de reunión, dinero, material extra para actividades puntuales.
b) Facilita recursos técnicos: especialistas que les aconsejan, documentación informativa, etc.
Acompañante asistente en la actividad
a) Aunque a veces tenga que tomar distancia, el trabajador comunitario no es un agente distante al grupo. Cuestiona e interroga para ayudar al grupo a descubrir potencialidades y obstáculos. Aporta, sugiere, critica y valora desde dentro del grupo.
b) El trabajador comunitario no puede caer en un papel pasivo de escucha y observación del proceso participativo esperando que funcione o se resuelva por su propia dinámica. Generalmente la participación necesita impulso y dirección. Ello implica:
- sugerir (o introducir) formatos de reunión o asamblea que estructuren la situación y las interacciones,
- proponer temas, ejes de discusión, calendarios, proyectos y acciones concretas que guíen el proceso general y las actuaciones sucesivas. Todo esto necesita, casi siempre, preparación previa de las reuniones y tareas a realizar o proponer.
Mediador intermediador
a) Mediador entre el grupo y las administraciones. A menudo dos partes diferentes pueden llevarse la contraria simplemente porque ven la cuestión desde puntos de vista distintos y no pueden apreciar la perspectiva de la otra. El trabajador comunitario ocupa una posición singular, en la intersección entre esos dos mundos, para comprender puntos de vista.
b) Referente en los momentos de conflicto, cuando hay varias salidas o cuando aparecen problemas en la dinámica del grupo.
Incitador del proceso promotor estimulador agitador
a) Toma la iniciativa frente a una situación dada. Estimula el sentido de necesidad, el descontento, el dolor respecto a lo existente. Sugiere nuevas condiciones posibles.
b) Estimula el interés y la moral de las personas y les moviliza para formar un grupo o si ya existe para que se ponga a realizar sus objetivos o tareas.
c) Ayuda a ver sentimientos comunes y problemas comunes. Alienta la organización frente a la indiferencia o la pasividad. Enfoca el descontento (ayuda a exteriorizarlo). Junta a la gente para discutir posibilidades de acción colectiva.
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Guía
Ayuda a escoger la dirección, a establecer o encontrar los medios, sin imponer las preferencias y respetando los ritmos y los deseos del grupo.
Agente catalizador
Es un agente acelerador de procesos, pero evita caer en el equívoco de alentar la euforia o un optimismo excesivo.
Animador
El trabajador comunitario debe ser sostén de los grupos y de cada uno de los miembros. El grupo tiene necesidad de su ayuda y de su estímulo en aquellos momentos en que su energía y entusiasmo se debilitan. Apoya al grupo ayudando a sus miembros a evaluar su propio trabajo y señalando los aspectos positivos y creativos de lo que ya han realizado, ayudándoles a experimentar nuevos roles o realizar nuevos aprendizajes.
a) Alienta buenas relaciones interpersonales, influencia amistosa, cariñosa.
b) Procura sesiones de trabajo agradables.
c) Anima a los miembros, tiene una influencia unificadora, subraya los objetivos comunes.
d) Valora lo que se está haciendo, etc.
Experto
Asesora en el proceso de investigación de la situación, facilita información para el diagnóstico, ayuda en la planificación y evaluación, aconseja en torno a formas de organización, enseña la aplicación de las técnicas para organizar y animar la participación, etc.
Estratega
Orienta al grupo sobre cuál es el movimiento o el tipo de acción más correcto en cada momento tomando en consideración las propias fuerzas, sopesando razones de oportunidad, el aprovechamiento de circunstancias, la publicidad de la acción, el menor costo de tiempo y esfuerzo, etc.
Comunicador, organizador de la comunicación
El organizador ayuda al grupo en su comunicación interna y externa. Favorece y canaliza la expresión oral de todos los miembros del grupo. Orienta los medios de relación del grupo con la población general, con la administración, con otros grupos, etc. También ayuda y orienta el registro regular de la producción del grupo.
Defensor
a) Defiende al grupo ante agresiones externas.
b) Aboga en favor de sus demandas a la administración. A menudo los grupos no son capaces de actuar como sus propios defensores y necesitan amigos relacionados con el proceso de toma de decisiones en las administraciones que puedan favorecer sus intereses o paliar las dificultades cuando alguna cosa va mal.
Militante
Cree en lo que hace, en los objetivos de lo que hace, se identifica con la acción popular y se implica personalmente.
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Formador, capacitador
a) Con su acción pretende una transferencia de tecnología, que el grupo se apropie de un saber que le permite ser más autónomo. Para ello propone convertir las diversas operaciones del procedimiento profesional en oportunidad de acción de los grupos. Además, forma al grupo en el uso de técnicas y en el desarrollo de actividades, etc. Una de las primeras preocupaciones del interventor es ayudar a los habitantes a adquirir competencia y capacidad.
b) El mantenimiento del grupo depende de la ejecución eficaz de un gran número de tareas:
- Tareas técnicas (escribir una carta, llevar las cuentas, preparar un orden del día, tomar notas, utilizar el teléfono, el vídeo, imprimir o distribuir circulares, realizar una encuesta, realizar una solicitud, conducir una delegación, hablar en la radio o la televisión, preparar un comunicado de prensa, organizar un boicot, hacer contrapropuestas a un plan urbanístico, etc.).
- Tareas relaciónales (habilidades para mantener relaciones con el Ayuntamiento, los servicios, la prensa, otros grupos locales, concejales, parlamentarios, sindicatos, industrias, etc. Formar a los miembros como líderes, compartir el trabajo, preocuparse del reclutamiento, etc.).
Organizador
Es organizador porque tiene como reto fundamental constituir y/o sostener grupos en torno a acciones comunitarias.
Observador
En ciertos momentos, para no minar la identidad colectiva del grupo, puede ser útil que el organizador tome distancia.
Asumiendo en ciertos momentos el papel de observador, el trabajador comunitario puede estimular la comprensión de su rol profesional (él no es un miembro del grupo).
El trabajador comunitario aparece, pues, como un profesional que debe contar con una gran polivalencia, deberá ser una persona de recursos puesto que tendrá que desplegar variadas habilidades a lo largo del proceso. Por lo tanto, una amplia formación técnica del profesional será fundamental. También son fundamentales otras habilidades relacionales y comunicativas que, a menudo, tienen más que ver con cualidades o experiencias personales que con una estricta formación científica.
Es difícil que un trabajador comunitario cuente con todas las cualidades y conocimientos, y es precisamente por ello por lo que cada uno deberá hacer uso de sus potencialidades singulares, pendiendo en valor sus propios recursos en el seno del proceso, sacando el mejor partido de sí mismo, de sus experiencias y conocimientos, haciendo el mejor uso de su inventiva y genio profesional en apoyo a la acción. Cuando el TC puede ser desarrollado por un equipo profesional, no hay duda de que una repartición de funciones que tenga en cuenta los conocimientos y habilidades de cada miembro favorecerá el proceso comunitario.
3. LA INTENSIDAD DE LA INTERVENCIÓN Y LA PRESENCIA DEL TRABAJADOR COMUNITARIO
El trabajador social es un estratega en el uso de sus potencialidades y eso significa también adaptabilidad. Los roles y la intensidad de su ejercicio variarán según el momento del grupo, según la fase de trabajo en que se encuentre y los objetivos de la misma, según el escenario, según las constricciones en que se mueve (la institución, los colegas, los políticos…) e, incluso, según las propias preferencias, etc.
Dependiendo de estas variables el trabajador comunitario puede tener roles más o menos activos. Como orientación general se señala que la presencia del trabajador comunitario no es permanente, sino que es la clásica de la animación: entrando y saliendo para ayudar a avanzar metodológicamente y aprovechando el distanciamiento crítico]reflexivo.
A. Brown (1988) señala que el proceso más común es que en los momentos iniciales de un grupo el trabajador social sea bastante activo y directivo, apareciendo como una persona central hasta que se establece la estructura del grupo.
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A partir de entonces los miembros comienzan a asumir más responsabilidades y se produce un cambio decisivo hacia la posición autónoma.
Para P. Henderson y D. N. Thomas (1992), hay buenas razones para ser favorable a la no directividad, aunque ello no quiere decir que las intervenciones deban rechazar los momentos más directivos si ello puede resultar más eficaz: los primeros momentos del grupo reclamarán quizás una buena dosis de directividad. Sin embargo, cuando el trabajador comunitario retiene la responsabilidad y no trabaja por la plena autonomía del grupo, deja de realizar TC.
La existencia de grupos cautivos o patrimonialización de grupos, tiene mucho que ver con el incremento del poder de los técnicos o de los políticos: tener grupos dependientes incrementaría su poder. Ésa actitud es totalmente contraria a los objetivos del TC que consiste, sin duda, en incrementar el poder de la población, en extender y defender la democracia a través de la participación.
Precisamente, la tentación de patrimonialización es lo que convierte en relevante que el trabajador comunitario sea consciente de que su intervención tiene como horizonte su retirada, dejar de participar y dar paso a la plena autogestión de las organizaciones populares.
El momento deberá ser sopesado con atención: un alejamiento demasiado prematuro corre el riesgo de ser vivido como un abandono y de comprometer todas las adquisiciones pacientemente acumuladas. Por el contrario, una retirada demasiado tardía puede reforzar la dependencia de los grupos y frenar su avance hacia la autonomía y la autoorganización.
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Segunda parte: la entrada del profesional en el espacio social de intervención
TEMA 5
INMERSIÓN EN EL ESPACIO SOCIAL EN EL QUE INTERVENIR
1. SI QUIERES SABER DE ALGO, INTENTA CAMBIARLO
Como vemos a la primera de las tareas no la llamamos fase de construcción del conocimiento o de diagnóstico social como suele hacerse, sino inmersión en el espacio social en el que intervenir. Haciendo uso del concepto inmersión queremos dar mejor cuenta de las características que tiene el conocimiento que es útil a la intervención colectiva y explicitar cuáles son las condiciones de su construcción. En la intervención social, la construcción de conocimiento y el establecimiento de relaciones de asistencia no son actos que puedan disociarse, sino que se resuelven sincrónicamente en el seno de un mismo proceso. En otras palabras, el reto de construir el conocimiento más adecuado corre en paralelo al de construir las mejores relaciones, y ambos se retroalimentan.
Lo que nuestra propuesta de comprensión del TC presupone es un conocimiento basado en un estilo profesional implicativo. Se trata de comprender que el TC gana cuando se entiende y se practica como un compromiso. A la acción más creíble se accede desde una construcción cooperativa de conocimiento con los otros agentes. A su vez, el acceso a ese conocimiento útil para la acción es tanto más posible cuanto más comprometido con la transformación de la situación esté el trabajador comunitario y cuanto más creíble sea para los demás. La acción aparece, así, como una plataforma excelente para la investigación y viceversa.
Lo que nos sugiere que, cualquiera que desee saber una cosa no tiene otro remedio de lograrlo que no sea entrar en contacto con ella, es decir, viviendo (practicando) en su entorno. Y si quieres saber directamente una cierta cosa o una determinada clase de cosa, debes participar personalmente en la lucha práctica por cambiar la realidad, por cambiar esa cosa o clase de cosas, porque sólo así podrás entrar en contacto con tales cosas como fenómenos: sólo a través de la participación personal en la lucha práctica por cambiar la realidad podrás descubrir la esencia de tal cosa o clase de cosas y comprenderlas.
Los profesionales de la intervención social, si sabemos reconocer nuestra posición respecto de las situaciones sociales que debemos abordar, tenemos una ventaja enorme para aprovechar esas verdades sencillas. Nuestro sitio como trabajadores sociales se encuentra en un lugar con múltiples intersecciones: lo culto y lo menos culto; el conocimiento vulgar y científico; lo profesional y lo político; lo utópico y lo posible; etc. Esto, bien mirado, no es una posición problemática, sino más bien una posición llena de posibilidades si sabemos comprenderla y muy apropiada para encarar los fenómenos que nos ocupan (marginación]integración, exclusión]inserción…) y si humos de aquellas resoluciones falsas como son colocarnos en uno solo de los polos o perder la esperanza.
Nuestra insistencia es en situar o resituar a los profesionales de la intervención en aquella intersección de cosas sociales: el trabajador comunitario es un profesional pero también un activista, su papel es técnico pero también muy político, quizás no es la persona más afectada por los problemas pero sufre con la injusticia, etc.
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2. SINCRONIZAR EL HACER Y EL CONOCER DESDE BUEN PRINCIPIO: CONOCER ESTABLECIENDO CONTACTOS, PRESENTÁNDOSE Y ESCUCHANDO
Establecer contactos es una de las más importantes prioridades del trabajador comunitario. Sea cual sea el momento del proceso, el profesional necesita del apoyo y de la ayuda activa de cuantas más personas mejor.
Si no trabaja desde buen principio para ganar esa voluntad favorable de la gente respecto de su causa, es bien probable que cuando lo necesite se encuentre con indiferencia, resistencias o incluso con una abierta oposición de algunas personas.
En los momentos iniciales, cuando el profesional realiza su entrada en el espacio social en el que desarrollará su trabajo, es especialmente necesario cultivar ese contacto y esa buena voluntad de la gente. Sus propósitos y mensajes serán tanto mejor comprendidos cuanto mejores y más cálidas relaciones sea capaz de generar.
También necesita descubrir y conocer a los líderes naturales de aquel espacio social, al ser personas influyentes cuya opinión cuenta con el respeto y adhesión de otras personas. Identificarlos es fundamental puesto que, más tarde, deberá trabajar estrechamente con ellos. El contacto con el mayo número de personas es también útil para conocer nuevas ideas y maneras de interpretar los problemas.
¿Cómo cultivar los contactos desde el primer momento? P. Henderson y D. N. Thomas (1992) proponen que hay que aprovechar la operación de construcción de conocimiento para desarrollar una extensa campaña de contactos: el proceso de recoger información es la mejor oportunidad de ponerse en contacto con mucha gente. Alguno de esos contactos puede ser el punto de partida de la acción comunitaria futura. Buscar datos e informaciones es una manera fácil de presentarse, un buen pretexto para iniciar contactos; especialmente útil para aquellos que puedan tener mayores dificultades relacionales.
Todo esto hay que hacerlo saliendo de nuestros espacios de poder, acudiendo al espacio de los demás (instituciones, calles, parques, locales de asociaciones, bares, parroquias, centros de salud…). El vínculo que se crea con un informante clave en la plaza, con un joven, con el presidente de una asociación de vecinos, es diferente del tipo de relación que se puede establecer en los despachos. Si nos desplazamos al espacio de los demás, estamos dando muestras de que queremos un trato igualitario, y ello nos va a facilitar el contacto futuro. También puede resultar útil ser presentado a otros por personas intermediarias (personas muy conocidas), aunque ello comporta un cierto riesgo cuando el intermediario no es bien visto por algunas personas.
La entrada es, sobre todo, el momento de escuchar, porque sólo eso va a permitir que el trabajador comunitario se aproxime al discurso original que la gente tiene sobre sus realidades y al estado de cosas desde el que deberá iniciar las tareas organizativas. Escuchar ayuda a descubrir no sólo las costumbres de la vecindad, sino cuáles son los problemas que ven sus residentes, quiénes son los líderes naturales, cuál ha sido la historia de la lucha y de la organización en la zona, etc.
RECUADRO 7. ESTRATEGIA DE CONOCIMIENTO Y ESTABLECIMIENTO DE CONTACTOS
QUÉ HACER PARA QUÉ HACERLO
1. PRESENTARSE A LOS GRUPOS LOCALES
Para romper barreras psicológicas y establecer reconocimiento mutuo.
Para encontrar a los líderes de los grupos locales, asociaciones, redes informales; para comenzar a hacerse idea de las necesidades, recursos, problemas, posibilidades, sus proyectos, etc. Para conocer personas clave.
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Para dar a los habitantes la oportunidad o la ocasión de verte, darte a conocer y asegurar que tu papel es bien comprendido. Hacerse aceptar utilizando toda la información con la que se cuenta.
2. PRESENTARSE A LAS INSTITUCIONES QUE TRABAJAN EN EL BARRIO
Se trata de un gesto razonable, cortés, necesario para salvar sus posiciones.
Es una buena táctica presentarse a los técnicos superiores, a las personas que toman decisiones y, también, a los trabajadores de base.
Querrán conocer tus intenciones, tu programa, métodos de trabajo, etc.
Si no les ponemos a nuestro favor, si no les ganamos, nos pueden poner zancadillas.
3. PRESENTAR TU TRABAJO EN TU INSTITUCIÓN
Es una prioridad de prioridades que fácilmente se deja de lado.
Se trata de ganar a la propia institución.
Hablar con los responsables y hacerte idea de los límites del propio trabajo, cómo se perciben estos límites por parte del empleador.
Darse a conocer rápidamente. Presentarse al personal administrativo.
3. DELIMITAR EL ESPACIO SOCIAL A CONOCER
La delimitación del espacio donde intervenir depende de múltiples circunstancias. Uno de los aspectos más influyentes es el contacto político]institucional en el que desarrolla su intervención el trabajador comunitario. Normalmente, el profesional forma parte de instituciones que le hacen cierto encargo o que tienen tradiciones en sus formas de intervenir.
A menudo puede ocurrir que las delimitaciones institucionales no se correspondan de manera suficiente con las identificaciones de la gente. La delimitación institucional pasa por decisiones administrativas, jurídicas y presupuestarias que no siempre toman en consideración algunas realidades relacionales. Las zonas censales y los distritos de las ciudades no siempre coinciden con lo que la gente considera su barrio. La forma más sensata de localizar la vecindad es preguntarle a la gente dónde está, porque la gente pasa mucho tiempo en fijar sus límites. Las pandillas juveniles delimitan sus terrenos. La gente anciana busca las caras nuevas. Los niños idean caminos seguros entre la casa y la escuela. La gente pasea a sus perros por la vecindad, pero raramente fuera de ella. Y sobre todo, la vecindad tiene un nombre.
4. LA APROXIMACIÓN AL BARRIO (MONOGRAFÍA GENERAL)
El trabajador comunitario cuando ingresa en el espacio social en el que desarrollará su trabajo, necesita de un período en el que priorice el desarrollo de conocimiento y la recogida de información. Si no lo hace perderá una magnífica oportunidad de la que, posteriormente, podrá resentirse. El objetivo de esa fase es conseguir reconocer las necesidades de una localidad y el potencial para la acción con que cuenta. Sin embargo, sería un error entender ese desarrollo desgajado de la acción o desconectado de los procesos relacionales. El presentarse a los demás va acompañado de la recogida de datos sobre ellos y de la solicitud de información. Todo ello debemos verlo interrelacionado: recoger información es darla.
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Para elaborar una monografía general del barrio son necesarias informaciones muy diversas tanto de tipo cuantitativo como cualitativo. Sirve de poco conocer datos sobre la vivienda de la población si no se conocen las opiniones que tienen los vecinos sobre su estado.
Las fuentes de procedencia de los datos también son diversas:
Recogida de datos secundarios y datos documentales (datos procedentes del censo, documentos de las instituciones, libros y publicaciones, consulta de archivos y bancos de daros, informes…).
Recogida de información mediante entrevista en profundidad, abierta o semiestructurada de informantes clave. El informante clave cuenta con un amplio conocimiento acerca del medio o problema de estudio (funcionarios, profesionales, líderes de organizaciones populares…) y con una experiencia muy valiosa en la puesta en marcha de acciones.
Recogida de información mediante la realización de encuentros colectivos (recoger opiniones e información subjetiva de vecinos, profesionales, líderes, colegas de la entidad…).
Recogida de datos mediante observación directa (realización de visitas a instituciones, observación de los lugares donde se reúne la gente, observación participativa en reuniones…).
Recogida de datos mediante la realización de encuestas.
Uno de los errores en este proceso de construcción de conocimiento consiste en acumular un exceso de información que puede contribuir a la confusión, a no saber qué hacer con ella o cómo tratarla. Se debe vigilar la extensión de los datos a recolectar y la exploración debe orientarse hacia los problemas que se desea estudiar.
RECUADRO 8. DATOS PARA CONSTRUIR UNA APROXIMACIÓN AL BARRIO
LA HISTORIA
Realizar consulta de libros y publicaciones o recoger la historia oral mediante entrevistas.
EL ENTORNO FISICO
Los límites administrativos y naturales.
Los espacios verdes.
Localizar las vías de comunicación y sus consecuencias, el volumen de circulación.
El destino del suelo (industrial, comercial, residencial).
Las zonas de recreo.
Los estados de conservación del barrio, vandalismo, etc.
LOS HABITANTES
Los datos demográficos: edad, sexo, lugares de procedencia, número, grados de formación, densidad de población, etc.
Las condiciones de la vivienda. La situación de la ocupación.
Los datos relacionados con el sistema de servicios sociales (comedores escolares, becas, absentismo, tipología de casos tratados por los servicios sociales, número de personas sin hogar, etc.).
Las percepciones del barrio por parte de los habitantes (problemas que ven, recursos, actitudes hacia las asociaciones, instituciones y personalidades locales).
Las redes locales de relación (familias, vecinos, contactos con el exterior, etc.).
Las tradiciones que gobiernan la interacción social y la participación del barrio, etc.
LAS ESTRUCTURAS COLECTIVAS
Los servicios (públicos, privados, de enseñanza, salud, gobierno local, sociales, judiciales, vivienda, de ayuda social, etc.): naturaleza, extensión, personal, objetivos, financiación, impactos locales, etc.
Los concejales, personas públicas.
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Las empresas y actividades económicas del barrio. Actualmente se considera básico conocer la estructura industrial local. Debes saber dónde trabaja la gente, el salario que reciben, si las compañías reducen actividad o se están expandiendo, etc.
Los grupos religiosos y su contribución a la vida local. Los sindicatos y los agentes empresariales. Los partidos políticos (resultados electorales, implantación de partidos en el territorio, etc.).
Las administraciones y profesionales delegados para acciones importantes.
Los grupos locales y otras estructuras colectivas.
Los grupos no formales. No hay que olvidar que existen grupos no formales cuya importancia social puede ser a veces incluso mayor que la de las asociaciones formales. Nos referimos a las pandillas, sobre todo de jóvenes, o a grupos de mujeres que usualmente se encuentran o desarrollan iniciativas o actividades de manera espontánea.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA DIFUSIÓN DE INFORMACIÓN DENTRO DEL BARRIO
Los medios de comunicación en el barrio, formales e informales (estudiar carteles, revistas, diarios, emisiones de radio o televisión, prensa alternativa, etc.).
Cómo se difunden informaciones en el barrio, manera más eficaz de comunicar con las personas clave, circuitos de influencia.
PERSONAS CON PODER Y LIDERAZGO
Los líderes son personas capaces de interpretar y representar intereses o necesidades colectivas y actuar para el bien del grupo que representan, sin sacar beneficios personales. El cacique es exactamente lo contrario; tiene las mismas características personales del líder, pero actúa en beneficio propio, manipulando o instrumentalizando al colectivo que representa.
Los dirigentes son personas que han sido elegidas o nombradas por un grupo, una asociación o un organismo para representarlos y/o dirigirlos. Pueden ser dirigentes políticos, sindicales, de una asociación de vecinos o de cualquier club deportivo y asociaciones de padres y madres de alumnos.
Los responsables: las personas que han sido delegadas para dirigir o para representar organismos, servicios, entidades de tipo público y que responden de su actuación ante una administración o a una jerarquía y que actúan en el marco de leyes y reglamentos.
PUNTOS DE ENCUENTRO
Interesa conocer dónde se reúne la gente de manera más espontánea y libre de exigencias, por gusto o satisfacción personal. Estos son los puntos de encuentro, formales o informales, a los que tenemos que ir para establecer las relaciones con grupos y personas que potencialmente pueden participar en el proceso comunitario. Habrá puntos de encuentro más formales (el centro cívico, el polideportivo, el hogar del pensionista, etc.) y otros informales (el bar).
5. LA INTERPRETACIÓN DE CARA A LA ACCIÓN (EL DIAGNÓSTICO PROFESIONAL)
En este proceso de inmersión, el trabajador comunitario debe convertirse en un referente en lo que respecta al conocimiento del barrio. Una especie de enciclopedia ambulante llena de informaciones precisas y pertinentes sobre las personas, las organizaciones y las características del barrio. Todo ello va a ser de gran utilidad en sus relaciones futuras. Realizar una adecuada recogida de datos e informaciones es, además, una necesidad porque la intervención del trabajador social es una actividad profesional que se orienta en función del conocimiento de las características de las realidades sobre las que desea influir. Por ello, la aproximación al barrio puede materializarse en diversos tipos de producto o de informes con diversa utilidad.
RECUADRO 9. PRODUCTOS MÁS USUALES DE LA APROXIMACIÓN AL BARRIO: REGISTROS Y DOCUMENTOS
BANCO DE DATOS
Es un agrupamiento ordenado de todos Los datos (institucionales, asociativos, de recursos, etc.), planos de localización de equipamientos de todo tipo, etc. Ese banco de datos puede dar lugar al desarrollo de instrumentos útiles para socializar la información sobre los recursos existentes: el fichero comunitario, la guía de recursos.
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DIAGNOSTICO GENERAL DEL BARRIO
Se trata de un documento de presentación del barrio, de divulgación.
DIGNOSTICOS TEMÁTICOS O SECTORIALES
Se trata de documentos de trabajo que reordenan los datos para dar cuenta de una problemática específica o sectorial.
El trabajador comunitario se encuentra, pues, ante un reto de interpretación que deberá resolver de manera singular. En la intervención social, los conocimientos se ponen en relación en una forma de interpretación específica de cara a la acción que denominamos diagnóstico. Éste es la culminación del conocimiento que es útil a la intervención y el punto de partida de nuestros proyectos de acción.
RECUADRO 10. ASPECTOS QUE INCLUYE EL DIAGNÓSTICO (A PARTIR DE VARIOS AUTORES)
OPERACIÓN EN QUÉ CONSISTE LA OPERACIÓN
1. DESCRIBIR LA SITUACIÓN GENERAL Y PRECISAR LA NATURALEZA DE LOS PROBLEMAS
La primera tarea es describir lo que has descubierto tanto si se trata de aspectos que señalan factores positivos (las potencialidades o bazas) como si se trata de aspectos negativos (los problemas, deficiencias, obstáculos o impedimentos). Aquí es muy importante dar cuenta de lo que piensa la gente, y para ello conviene hacer uso de las palabras, frases, ideas y conceptos que usan cada día las diversas personas con las que se ha entrado en contacto. Estas descripciones son útiles porque permiten dar cuenta de la experiencia de la gente, comprender las cosas tal y como las viven ellos mismos sin «intelectualizarlas» demasiado. El lenguaje muestra a menudo bastante bien la visión que las personas tienen sobre los aspectos de su situación y sobre su capacidad de cuestionar las fuerzas que, a sus ojos, crean los problemas que perciben; el lenguaje revela además la extensión de los sentimientos (ya sean de identidad o de confianza, ya sean de impotencia, de resignación frente la apatía que reina, etc.).
2. DEFINICIÓN, DELIMITACIÓN Y MEDIDA DE LOS PROBLEMAS DETECTADOS
Una vez descrita la situación, se debe hacer un esfuerzo especial en dar respuesta a preguntas como: ¿por qué se consideran problemas? ¿Cuáles son sus efectos? ¿Cuáles son sus dimensiones o su extensión? ¿Cuántas personas están afectadas directa o indirectamente? ¿Cómo influye en y determina diversos aspectos de su vida? Establecer las dimensiones de un problema no es sólo dar cuenta de datos cuantitativos, sino establecer una evaluación de la manera en que las personas lo viven.
3. INTENTAR UNA EXPLICACIÓN
En la medida en que se conozcan, se enuncian los factores que creemos contribuyen de manera más señalada a producir o reproducir esos problemas. El trabajador comunitario debe preguntarse por qué la realidad es así e intentar dar una respuesta. Se trata de establecer hipótesis explicativas sobre los aspectos que interaccionan en la situación. En esa explicación puede ser importante remontarse a los orígenes, comprender cómo ha surgido, reflexionar sobre los factores que son responsables de su nacimiento; pero también preguntarse sobre los factores que explican su duración y/o agravamiento. Se trata de identificar, sobre todo, las interacciones sociales que dentro de la situación contribuyen a la marginación. En ningún caso el diagnóstico de la situación social consistirá en recurrir a categorizaciones de los colectivos afectados, a estereotipos de la situación o a explicaciones genéricas que den paso a una intervención seriada o rutinaria. Más bien, deberá consistir en elaborar una explicación singular de la situación colectiva que pretendemos abordar.
El supuesto del que partimos es que el reto como profesionales de la intervención consiste en comprender y en tratar la singularidad en que se manifiestan en cada situación fenómenos sociales de carácter más general: lo que debemos interpretar son situaciones sociales concretas, no duplicadas. Es necesario tomar en consideración que Las problemáticas tienen dos dimensiones:
a) las problemáticas externas que queremos abordar: las condiciones de vida o de convivencia;
b) las deficiencias de las formas de intervención institucional y profesional en aquellas problemáticas.
Con ello debe quedar claro que una parte de los elementos que configuran la problemática se encuentran relacionados con el mundo de atenciones y respuestas profesionales o institucionales. Ambos tipos de problemáticas se definen, en gran medida, por mutua referencia.
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4. PRECISAR LAS POSIBILIDADES DE EMPRENDER UNA ACCION
Las hipótesis realizadas (las explicaciones que se han establecido) influirán probablemente en la elección de las soluciones. Ahora el trabajador comunitario debe preguntarse por las situaciones sociales alternativas (¿qué otras formas de realidad podrían ser?, ¿cómo acercar lo que queremos a lo que tenemos?) e identificar una posible acción. ¿Los habitantes están prestos a movilizarse para modificar la situación problemática? Por supuesto, será necesario que el profesional haga distinción entre diferentes actores: las personas a las que se propone ayudar las instituciones o estructuras colectivas que han manifestado su interés y los grupos locales que han expresado su preocupación.
5. FIJAR LOS OBJETIVOS Y LAS PRIORIDADES DE LA INTERVENCIÓN
Como última operación el trabajador comunitario tendrá que fijar cuáles serían los objetivos y las prioridades de la intervención profesional. Generalmente consiste en:
Escoger un lugar, un colectivo o un problema particular.
Decidir sobre el trabajo a realizar para establecer nuevas estructuras colectivas.
Establecer las prioridades teniendo en cuenta el mandato y los recursos de la institución de la que forma parte, su experiencia, sus competencias, sus valores y preferencias, etc.
6. CONOCER OTROS ESPACIOS SOCIALES
Los análisis de la realidad que puede realizar un trabajador comunitario van más allá de las demarcaciones geográficas, y puede pensarse en realizar el conocimiento de un colectivo específico y la situación que les afecta (las familias pobres, los emigrantes de una zona…), de una institución (un centro cívico o cultural, un hospital…), etc.
Una vez realizado el diagnóstico de tipo general, es posible que sea necesario profundizar en el estudio de alguna de las problemáticas concretas que se han reconocido.
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TEMA 6
LA DEFINICIÓN DEL PROYECTO DE INTERVENCIÓN Y LA ACTUACIÓN ESTRATÉGICA
1. EL PROYECTO DE INTERVENCIÓN EMERGE DE LA REFLEXIÓN
El procedimiento de la intervención social debe verse como una estructura en la que las operaciones se sobreponen y que se superponen entre sí: cada operación forma parte del conjunto, pero en cada operación se reflejan todas las demás.
A poco que hagamos un esfuerzo de imaginación, nos damos cuenta de que en el conocimiento que construimos se presupone el tipo de acción que realizaremos, no de manera completa, pero sí en sus trazos más gruesos.
También es cierto que las formas de acción no las inventamos cada día, sino que tienen una estrecha relación con formas de hacer ya establecidas dentro del ámbito. Las formas de hacer esperadas o instituidas dentro del ámbito, las rutinas, las costumbres, etc., son muy influyentes.
Conocimientos que se construyen, teorías de la intervención social y formas de hacer rutinarias mantienen un estrecho vínculo, y ello nos pone en alerta de que el tiempo para realizar la inmersión (el tiempo de realizar la aproximación al barrio, de establecer contactos, de construir el diagnóstico, de localizar y definir problemas…) es también el tiempo en el que el trabajador comunitario debe, en paralelo, pensar y repensar las características de su intervención. En este tiempo debe ir haciendo explícita su comprensión de la intervención, debe estudiar la teoría y consultar a los autores del TC, debe pensar en los aprendizajes de las evaluaciones anteriores si las hubo. Como fruto de ello, podrá identificar el tipo de actividad o de tareas que vale la pena emprender, sus objetivos, las estrategias a seguir, etc., y hacerlo de manera realista pero, a la vez, innovadora.
2. PROYECTO DE INTERVENCIÓN: PROYECTO DE INFLUENCIA
La elaboración de un proyecto es uno de los elementos en torno a los que se organizará también la acción comunitaria. A lo largo del proceso que intentamos poner en marcha hay varios proyectos en relación: el del profesional, los de cada parte y/o persona que se implica en el proceso y el proyecto común que va emergiendo como fruto de la confluencia de las partes. A veces, esos proyectos previos al proyecto común asumen un papel muy determinante.
El proyecto de intervención profesional existe de manera implícita, y lo que conviene es que exista de manera explícita; pero no para imponerlo, sino como elemento o instrumento que el profesional necesita para aclararse él, como referencia en la elaboración del trato o acuerdo con su institución y, sobre todo, como referente que oriente sus relaciones con los agentes actuales o futuros de la acción comunitaria y con los colectivos destinatarios de su intervención.
Son muchos los beneficios que se desprenden del hecho de elaborar un buen proyecto; entre ellos:
El trabajador comunitario debe llegar pronto a un acuerdo con la administración de la que forma parte y para ello debe contar con un proyecto suficientemente elaborado.
Para conseguir iniciar el proceso comunitario se necesita descontento con la situación existente y esperanza en las posibilidades de solución. Para que se perciban esas posibilidades de solución es necesario que el trabajador comunitario anuncie cierto plan, es decir, un proyecto de intervención.
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El trabajador comunitario debe tener un proyecto que le proporcione seguridad, y esa seguridad es la que le permite entrar en diálogo en torno a los otros proyectos, hacer previsiones…
Un proyecto de intervención es, además, una forma particular de pauta ordenadora de la práctica profesional, un modo de traducir cualquier idea de intervención a una hipótesis comprobable en la práctica. contar con una definición exhaustiva del proyecto de intervención es una condición para aprender de la propia acción y, así, perfeccionar la práctica.
3. LA ELABORACIÓN DEL PROYECTO DE INTERVENCIÓN
Elaborar un proyecto es un proceso muy laborioso que requiere contestarse a muchas cosas. Y ello requiere, a menudo, haber recabado información, otras veces construirla, otras reinterpretar aquellas informaciones que tenemos recogidas; también requiere la capacidad de poner por escrito aspectos que no se han llegado a explicitar anteriormente, creatividad profesional, etc. Disponer de guiones o pautas para la elaboración de proyectos puede ser de gran utilidad, aunque deberán ser modificados en el sentido de particularizarlos y adecuarlos a cada intervención concreta.
La elaboración de respuestas debe realizarse de manera progresiva; no es necesario seguir el orden establecido, pero sí que vale la pena que al final se haya respondido a cuantos más aspectos mejor. Lo que tendremos una vez aclaradas las cuestiones es un magnífico borrador para elaborar el informe la definitivo.
Lo más valioso en el trabajador comunitario no es una excesiva intelectualización (que a veces puede convertirse en obstáculo de la comunicación); la capacidad de establecer relaciones y contactos significativos es más importante. El guión debe ayudar a evitar la confusión, nunca a incrementarla. La forma que al final tomará el informe del proyecto puede ser muy variable, y no tiene por qué ser la que figura en el guión.
El proyecto debe ser un documento significativo, que recoja interpretaciones de los problemas y de la intervención en los que creamos.
A continuación se presenta un guión lleno de preguntas pertinentes que sirve de ayuda para ir aclarando múltiples aspectos de que se compone un proyecto e ir eliminando contradicciones.
RECUADRO 12 GUIÓN PARA PENSAR LAS CARACTERISTICAS DEL PROYECTO DE INTERVENCIÓN DEL TRABAJADOR COMUNITARIO
Naturaleza o característica de las problemáticas que aborda el proyecto
¿Qué problemáticas específicas se afrontarán con el proyecto? ¿En qué sentido son relevantes como necesidades sociales?
¿Cuáles son las principales lagunas y deficiencias en las vigentes políticas, legislación y actuación gubernamentales que se afrontarán con el proyecto?
¿Qué iniciativas paralelas y relativas al mismo problema se desarrollan al margen del proyecto?
Características del contexto de intervención
¿Qué área geográfica o espacio social cubrirá el proyecto?
¿Cuáles son los rasgos más significativos del contexto social, económico y cultural en el que se operará (incluyendo la estructura demográfica, las pautas de ocupación, las dinámicas asociativas, de representación política, etc.)?
¿Cuál es el contexto político y administrativo en el que se desarrollará la intervención? ¿Con qué instancias y organizaciones políticas y/o administrativas con facultades de decisión tendrá que relacionarse con frecuencia?
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Si es el caso, ¿qué otras intervenciones o acciones (conjuntos de acciones y/o programas) relacionadas con las mismas problemáticas se están llevando a cabo en este ámbito local, regional, estatal, europeo?
Colectivo/s destinatario/s
¿Sobre qué colectivos locales o sectores de la población se pretende operar?
¿Qué colectivos o sectores de la población se espera que mejoren su situación, sea de manera directa o indirecta, como resultado del desarrollo del proyecto?
¿Qué número de personas se presupone que se beneficiará directamente de las acciones previstas?
¿Qué medidas se adoptan para concentrar el trabajo sobre los sectores de población más afectados por la problemática? ¿En qué sentido son los más afectados?
¿A través de qué canales se llegará a los miembros de esos sectores de población?
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Objetivos
¿Cuáles son los objetivos del proyecto (si es posible y se considera oportuno, diferencia objetivos a corto, medio y largo plazo)?
¿Qué relación guardan esos objetivos con la naturaleza o las características de la/s problemática/s tal como se definieron anteriormente?
Métodos y actividades
¿Qué métodos concretos (metodologías de intervención) se aplicarán para conseguir los objetivos establecidos?
¿Qué actividades concretas se desarrollarán y cómo se organizarán?
¿Qué relación guardan dichas actividades y métodos con los objetivos?
¿Qué beneficios específicos se pretende que se sigan de esas actividades y métodos para el/los colectivo/s destinatario/s?
Organización y gestión
¿Cuáles serán los agentes (profesionales y/o voluntarios) que llevarán a cabo el proyecto?
¿Cuáles serán las responsabilidades entre esos agentes del proyecto?
¿Ante quién serán formalmente responsables los diversos agentes del proyecto? ¿A quién deberán enviar informes?
¿El proyecto establece órganos y/o fórmulas de trabajo, elaboración y gestión colectiva?
¿El proyecto contará con algún órgano]motor?
¿El proyecto contará con alguna estructura de gestión especial? ¿El proyecto contará con alguna estructura de dirección especial (será un comité directivo formado por varias agencias o administraciones, una plataforma, una coordinadora, etc.)?
¿En el caso anterior: hasta qué punto es previsible que las agencias y agentes diversos disientan sobre las prioridades, objetivos y métodos del proyecto? ¿Cómo se prevé reducir esas disensiones?
Participación
¿En qué medida el/los sector/es de población destinatario/s carece/n de oportunidades de participación social (oportunidades para expresar sus propios intereses y oportunidades de acción)?
¿Cómo se promoverá una mayor participación en los asuntos que le incumben?
¿De qué manera van a participar los sectores de población destinatarios en la definición, en la gestión y en la realización del proyecto? ¿Las formas de organización previstas van a posibilitar esa participación?
¿De qué manera contribuirá dicha participación a crear más oportunidades de que el/los sector/es de población destinatario/s tome/n parte en las decisiones que le/s afecta/n?
Integración de acciones y redes de interconexión
¿Hasta qué punto se prevé en el proyecto la conexión es entre las formas concretas de necesidad o los problemas más particulares que aborda directamente y un espectro más amplio de factores relacionados?
¿De qué manera afectará el trabajo previsto a todos aquellos en situación de mayor necesidad aparte de al/a los sector/es destinatario/s mismo/s?
¿Con qué organizaciones locales, regionales o internacionales se cooperará?
¿Qué vínculos se establecerán con autoridades políticas (a nivel local, regional, estatal, internacional)?
¿Qué formas de cooperación se han previsto con otros proyectos, servicios, organizaciones y movimientos de nivel local, regional, estatal, internacional?
¿De qué manera se relaciona el proyecto con campañas dirigidas a la opinión pública, la administración, políticos, sindicatos e investigadores sociales, etc.?
Innovación
Algunos proyectos quizás desarrollen nuevos métodos en el abordaje de una problemática o investigan sobre nuevos conocimientos o perspectivas.
¿A qué nuevas perspectivas, conocimientos útiles y métodos hasta ahora sólo parcialmente desarrollados o poco conocidos contribuirá el proyecto?
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¿Cómo ayudará tal contribución a superar las principales deficiencias y lagunas de las actuales políticas, práctica y legislación que el proyecto pretende subsanar?
¿Cómo se espera que contribuya esa tarea innovadora al debate sobre la política social y la intervención social?
En general, la innovación suele partir de modelos inspirados en otros tipos de trabajo paralelo o se apoya en explicaciones o perspectivas teóricas, aunque pretenda trascenderlas.
¿A partir de qué iniciativas paralelas, teorías y explicaciones ha configurado el proyecto sus actuaciones?
¿Cómo pretende el proyecto trascender o mejorar dichas explicaciones o iniciativas paralelas?
Supervisión y autoevaluación
¿Qué métodos, procedimientos y/o actividades de autoevaluación y supervisión adoptará el proyecto?
¿El proyecto contará con registros del desarrollo y de los resultados de su trabajo?
¿Qué miembros se responsabilizarán de estas tareas?
Extensión de aprendizajes y difusión
¿Qué actividades de divulgación realizará? ¿Qué materiales utilizará?
¿A qué colectivos, organizaciones o instancias políticas, administrativas, profesionales, etc., se dirigirá con esta difusión?
Recursos y financiación
¿Cuáles serán las fuentes o dotaciones de financiación del proyecto?
¿Con qué tipo de instalaciones (es decir, locales, equipos, etc.) se contará para desarrollar el proyecto? ¿Existirá alguna insuficiencia grave en el equipo o instalaciones necesarios?
¿Qué capacidades concretas de los agentes que desarrollarán el proyecto serán de importancia para el programa de trabajo o las acciones que se han establecido? ¿Se seguirá algún tipo de actuación para la formación de destrezas entre los agentes? ¿Cómo serán instruidos?
¿Qué expectativas hay de conseguir nuevos recursos, fuentes de financiación, etc.?
4. NEGOCIAR Y DEBATIR EL PROYECTO DE INTERVENCIÓN CON LA ENTIDAD PROPIA
Esta necesidad de negociación se debe a que los proyectos que prevén la participación no siempre reciben la misma consideración por parte del trabajador comunitario, las organizaciones populares o la administración.
Ganar a tu administración para que promueva y/o apoye una posible intervención comunitaria requiere esfuerzos importantes. Hay que pensar y actuar en términos de adaptación o adecuación gradual a las propuestas de participación que prevé el proyecto. No se puede esperar una aceptación automática. La explicación racional de las nuevas propuestas, de sus conceptos claves y de sus ventajas previsibles debe ser parte de un esfuerzo de transición. El uso de sesiones de trabajo con formato grupal puede ser aconsejable para ganar voluntades dentro de la entidad.
La forma más adecuada de comprender esta actividad sería considerar que el trabajador comunitario debería formar parte de un equipo, y que este equipo es (como todo grupo) una realidad comunicativa: unas formas de comprender compartidas que se han ido construyendo a lo largo del tiempo (debates, reuniones, elaboraciones comunes, experiencias compartidas, trabajo cooperativo…). Si es así, el proyecto de intervención será considerado un proyecto propio del equipo y tendrá mucho apoyo en tu entidad.
En todo caso, la estrategia del trabajador comunitario pasa por ganar voluntades y apoyos dentro de la entidad y para ello puede ser conveniente establecer una estrategia intermedia. No es suficiente presentar el proyecto y esperar que por sí solo se abra paso. Se debe establecer una alianza, comenzando con los colegas más cercanos, y gradualmente
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convirtiendo a más gente de dentro y de fuera de la organización. Se debe intentar ganar el mayor número de partidarios para que los oponentes no tengan ningún apoyo. Por tanto, hay que utilizar bien las técnicas, preparar cuidadosamente la argumentación y utilizar los informes (instrumento por excelencia que la burocracia utiliza como medio para efectuar cambios).
5. LA ACTUACIÓN ESTRATÉGICA
En el pensamiento actual se extiende la idea de que un proyecto debe ir acompañado de la certeza de que lo que se acaba imponiendo es una actuación estratégica que intenta sacar el mejor partido del encuentro entre los desarrollos ideales (lo planeado) y las posibilidades que ofrecen las situaciones concretas.
La intervención social se desarrolla en el seno de sistemas de interacción complejos en los que las prácticas efectivas emergen como resultado de múltiples relaciones, transacciones e influencias que se producen entre agentes diversos. Ese sistema de interacciones incorpora como una variable más lo planeado. Por eso, el TC efectivo debe ser comprendido como un abordaje inductivo y ascendente cuya dinamización se apoya en el análisis de los retos y de los resultados de los procesos colectivos que se ponen en marcha. Esa idea tiene mucho que ver con el rechazo de la idea de planificación total.
F. Cembranos et al. (1988) proponen dos sentidos al concepto de planificación: la planificación estática es el marco de referencia global diseñado inicialmente, y la planificación dinámica es la que rectifica el proceso de intervención en función de los nuevos datos que se van incorporando. La clave de esta doble conceptualización está en la capacidad de flexibilizar los procesos de acción lo suficiente como para evitar que la planificación se convierta en un corsé que limita permanentemente la acción y el avance, en lugar de ser una herramienta imprescindible. Se trata de comprender que, una vez se pone en marcha la intervención, lo que se impone es la actuación estratégica.
En parte, esa actuación estratégica aparece como un aprovechamiento de las oportunidades que surgen en el proceso de acción. Además, es la posibilidad realista que se nos presenta cuando la situación que se aborda es incierta y compleja. Esta actuación estratégica toma en consideración la propia naturaleza dinámica del procedimiento de la intervención social, que prevé el desarrollo y/o redefinición permanente de conocimientos y planes como fruto del desarrollo de los acontecimientos. En esa actuación estratégica se inscribe la evaluación y los instrumentos de reflexión permanente.
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Tercera parte: crear y sostener la organización
TEMA 7
DESARROLLAR LA VOLUNTAD DE ACTUAR Y CONSTITUIR UN GRUPO]MOTOR
1. IR AL ENCUENTRO DE LA GENTE Y MOTIVARLA
El motivo de ser del TC es la constitución y/o el acompañamiento de grupos en la realización de proyectos de desarrollo social, que se manifiesta, sin duda, en su esfuerzo por conseguir mejoras concretas en las problemáticas que aborda, pero sobre todo en el hecho de que ese esfuerzo se realiza en sociedad. En solitario no hay TC posible.
Durante el proceso de inmersión y de conocimiento del espacio social en el que trabaja, el profesional ha detectado unas problemáticas colectivas ante las cuales no se va a mantener pasivo o en actitud de esperar la demanda de acción de la gente. Imaginar que la acción del trabajador comunitario vaya a desarrollarse a partir de una solicitud explícita de acción por parte de la gente puede ser un error y una ingenuidad. Un error porque a nadie a quien no se perciba en actitud proactiva se le van a pedir ciertas cosas, y una ingenuidad porque una necesidad no sólo es un estado de carencia, sino un estado de conciencia y de ánimo de las personas. Las demandas explícitas las realizan quienes han hecho conscientes un estado de cosas problemático o unas carencias, y, exceptuando las situaciones de crisis muy abiertas, esa conciencia no se da de manera suficiente. Tal es el caso de muchas de las necesidades socioculturales que crecen a medida que se van satisfaciendo (el disfrute de actividades de tiempo libre, de formación, el amor por la cultura…): no son vividas como tales por aquellos sectores más excluidos de su satisfacción.
Entonces, para que las carencias objetivas se conviertan en necesidad se precisa de una conciencia y un sentimiento singular de la gente en torno a ellas. He ahí uno de los papeles más importantes del trabajador comunitario: ir al encuentro de la gente, estimular en ellos una nueva visión en torno a las situaciones sociales que les aquejan y animarles a actuar. Esto debe ser así porque no se da entre la gente la vivencia de un estado de necesidad o porque sintiéndolo no cree en la posibilidad de solución. En este sentido, el TC es proactivo: exige una iniciativa positiva por parte del profesional que pasa por crear el clima personal o colectivo que permita que una necesidad objetiva se convierta en subjetiva y por el desarrollo de la voluntad de actuar de la gente.
A partir de cierto momento, el trabajador comunitario deberá proponer a la gente la formación de una organización que asuma como proyecto el cambio de una determinada situación. Sin embargo, esta propuesta sólo se abrirá paso si se produce suficiente sensibilidad en torno a la existencia de problemas y suficiente confianza en que pueden ser abordados.
Es aquí donde el trabajador comunitario aparecerá como un agente sensibilizador. Estimular la conciencia de necesidad y el descontento por la situación es un eje fundamental del TC: es base del deseo inicial de mejorar. Hay movilización cuando una fracción de la población toma conciencia.
Por supuesto de lo que no se trata es de favorecer un descontento genérico que provoque frustración o inacción: todo está mal, todos los políticos son iguales, esto no hay quien lo arregle. Sino que el descontento debe ser enfocado, canalizado en organización, planificación y acción respecto a problemas concretos. La voluntad y el deseo de un cambio por parte de la gente han de preceder toda la iniciación de un proyecto.
Para comenzar el proceso de organización de la gente, el trabajador comunitario debe estar convencido de que existe un problema. El profesional ha constituido esta conciencia durante el tiempo dedicado a la inmersión en el espacio
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social de intervención y a la construcción del conocimiento. De esta convicción depende, en gran medida, la posibilidad de desarrollar en otros el sentimiento de necesidad. El motor de todo proyecto colectivo es provocar un descontento, pero ello no es suficiente. El descontento debe ser canalizable en forma de respuesta esperanzada. Se trata de favorecer con información un descontento que estimule una acción viable y esperanzadora.
Lo que se da, por tanto, es un proceso paralelo entre la definición de problemas y la definición de soluciones. La implicación de la gente y la organización colectiva se convierten en posibilidad real cuando aflora conjuntamente la conciencia de necesidad y la creencia en la posibilidad de solución entre las personas y colectivos destinatarios.
Como bien expone S. Alinsky (1976): El primer paso para organizar una comunidad es desorganizarla, sustituir los viejos esquemas (la pasividad organizada, la no participación organizada, la voluntad atrofiada, el anonimato del grupo…) por otros nuevos. El organizador debe atacar la pasividad y animar a la gente a participar, transformando en problema aquello que sólo es un mal]estado de cosas, dar la posibilidad de canalizar su cólera, llevar a la gente a moverse. El organizador simultáneamente engendra el conflicto/problema y pone en marcha la estructura de poder (la organización) para llevar a término unas acciones/proyectos, para entrar en conflicto y forzar a negociar.
Ese sentimiento de necesidad deberá rememorarse no sólo al inicio de una acción colectiva sino a lo largo de todo el proceso, como elemento para mantener viva la llama de la motivación.
2. CONSTITUIR EL GRUPO]MOTOR
El trabajador comunitario, durante su inmersión en el espacio social de intervención, ha extendido una estrategia de desarrollo de contactos que le ha permitido conocer a muchas personas importantes. Toda esta gente puede convertirse, a partir de cierto momento, en destinataria de su intento de ganar voluntades para una nueva acción colectiva. Sin embargo, ese esfuerzo por ganar voluntades no debe reducirse a esas personas importantes de las instituciones y asociaciones, sino que puede ser más extensiva. El profesional debe contactar también con gente de la calle, entrevistarse con personas sin notoriedad.
Varios instrumentos o actividades pueden resultar útiles en la tarea de crear (sensibilizar) un clima favorable a la acción colectiva:
La realización de una encuesta como estratagema para suscitar conciencia sobre la existencia de un problema.
La recogida de firmas para difundir información o sensibilizar en torno a una problemática, lo que permite que en torno a esa recogida se organice toda una campaña con folletos, carteles, uso de medios de comunicación…
La organización de actividades públicas (jornadas, foro de expertos y asociaciones, una fiesta especial, proyecciones, la organización de una visita a un proyecto…).
Convocar una reunión abierta, aprovechándola para hacer publicidad como elemento sensibilizador y de creación de ambientes colectivos.
El modelo para desarrollar la constitución del grupo motor es sencillo. Una vez creado el clima apropiado, el trabajador comunitario toma la iniciativa de convocar una reunión, y para ello selecciona a personas con las que ya ha tenido contactos, les convence sobre el interés de dicha convocatoria, intenta ganárselas y procura que ellas mismas convoquen a otros conocidos.
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Por otra parte, las etapas iniciales de construcción del conocimiento (inmersión en el espacio social), que pueden durar de tres a seis meses, permiten que gradualmente el trabajador comunitario llegue a ser parte de redes informales. El profesional puede entonces usar esas redes de relación para reunir a la gente para discutir las necesidades comunes. También puede darse el caso de que la iniciativa de constituir un grupo surja de los habitantes.
En definitiva, el primer encuentro del grupo motor deberá organizarse pensando que esa voluntad de actuar que se está sembrando debe fortalecerse y que, ya desde esa primera reunión, debe iniciarse un compromiso de la gente en la asunción de responsabilidades para el desarrollo exitoso de los siguientes movimientos de ese grupo motor.
3. LAS ORGANIZACIONES INTERGRUPALES
Las organizaciones o grupos motores que se constituyen en TC no siempre son grupos simples o asociaciones. Una modalidad de desarrollo de TC es la constitución de organizaciones intergrupales, comités, plataformas y coordinadoras en los que son representados diversos grupos y entidades.
A veces estas organizaciones intergrupales tratan de conectar o federar los esfuerzos de organizaciones relativamente homogéneas (como cuando se pretende coordinar las acciones con sectores concretos de la población -coordinadoras de organizaciones vecinales, de grupos juveniles, de ONGs, de asociaciones de mujeres]). En otras ocasiones las organizaciones intergrupales son, precisamente, el instrumento para conectar en torno a problemas y proyectos comunes e integrales a entidades que son diversas (como cuando se juntan representantes de las instituciones locales, profesionales de diversos sectores que ejercen en el territorio, representantes de la vida asociativa local, etc.). Este tipo de organización permite la expresión e intercambio de la diversidad de visiones sobre problemas comunes y la búsqueda de soluciones compartidas.
Esta última modalidad organizativa (que hoy conecta con conceptos como partenariado, integración de acciones, sinergia…), pretende una acción colectiva allí donde los retos concretos han desbordado a las organizaciones sectoriales habituales. La organización intergrupal es la instancia de trabajo en la que se reúnen las personas que representan cada una a un grupo implicado en una acción colectiva conjunta.
La constitución de un intergrupo requiere también de los procesos de motivación descritos para un grupo simple, si bien los destinatarios de dichas tareas son los grupos y entidades. La posibilidad de desarrollar planes comunitarios depende, en gran medida, de la voluntad de las diferentes administraciones implicadas de integrar la acción de los servicios públicos, pero también es importante que, desde los primeros momentos, se impliquen las asociaciones más significativas del territorio con objeto de visualizar el compromiso ciudadano en ese proceso de mejora de intervención social.
La puesta en marcha de un partenariado inteligente debe cumplir ocho condiciones:
1. Una voluntad política fuerte;
2. Un diagnóstico compartido por todos los actores implicados;
3. Los objetivos definidos y escogidos en común;
4. Modalidades de puesta en marcha, dirección y evaluación;
5. Un espacio de confrontación de las prácticas, de mutualización de las ideas;
6. Una puesta en común de los recursos y del saber hacer;
7. Tiempo para darse a conocer, para comprender las lógicas de cada uno;
8. Vivir experiencias comunes. Es más fácil poder intercambiar a partir de situaciones vividas.
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A estas condiciones se le añaden otras de funcionamiento:
9. La organización intergrupal no debe sustituir el papel y la acción de las distintas asociaciones que la integran; al contrario, debe actuar para fortalecerlas en sus campos específicos de actuación.
10. La organización intergrupal dedica una actividad constante a la información a los ciudadanos del territorio, tanto por lo que concierne a sus actividades como a sus finalidades, sus ingresos…
11. La organización intergrupal no actúa a partir de una minoría o mayoría, sino por consenso y en aquellos temas e iniciativas en los que todos estén de acuerdo.
Para que una organización intergrupal se constituya y llegue a ser un verdadero grupo motor de un proyecto, es indispensable obtener el acuerdo de todos sobre los objetivos a lograr, y esto sólo acontece como resultado de negociaciones y compromisos. La noción de partenariado reposa sobre la idea de la existencia de intereses que pueden estar en oposición, lo que significa que los partenaires deberán sopesar sus puntos de vista respectivos.
La estructuración de un intergrupo se hace con personas que provienen de organizaciones diversas, pero a menudo pueden participar también personas a título personal, sin representación definida. Cuando se proyecta la constitución de un intergrupo es bueno invitar a participar a:
Aquellos que están directamente implicados en el proyecto;
Aquellos que, aunque no son afectados directos del problema a tratar, no dejarán de interesarse por él y podrán aportar apoyo material, financiero o moral (médico, cura, el Ayuntamiento, director escuela…).
Aquellos que, sin tener un interés directo en el proyecto y sin representar un apoyo, podrían eventualmente oponerse y representar un freno a la acción colectiva. Es interesante tener a estas personas de nuestro lado.
Además de la asamblea representativa, las organizaciones intergrupales pueden dotarse de otros órganos de trabajo o estudio (comisiones varias) a medida que las tareas se van determinando. A medida que la acción avanza puede también constituirse un grupo de apoyo compuesto de notables, responsables de organismos, autoridades electas locales y otras personalidades que no participarán directamente en los trabajos pero cuyo apoyo moral y material son importantes para la continuación del proyecto.
Las organizaciones intergrupales ofrecen muchas ventajas, pero también comportan algunos riesgos. Uno de los principales es que la organización intergrupal estire de los líderes y les aleje de su propia asociación. Otro aspecto a considerar es que estas organizaciones más grandes tienen, en teoría, más poder que una organización simple; en la práctica, sin embargo, no siempre es así. Además, las organizaciones grandes tienen tendencia a distanciarse de sus bases y, por tanto, de las necesidades existentes. También es un riesgo que puedan actuar como una especie de amortiguador entre los grupos primarios y la administración. Otro de los problemas que se plantean en estas organizaciones es el de las representaciones y delegaciones: cuando las personas no tienen ideas claras con respecto a éstas, puede producirse una gran confusión.
4. TRABAJO COMUNITARIO NO ES HACER SEGUIDISMO
A menudo nos vemos obligados a ponernos en el supuesto de que los acontecimientos de la acción comunitaria deben ser promovidos por el trabajador comunitario, sin embargo, las cosas no siempre se desarrollan por su iniciativa, ni mucho menos.
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En no pocas ocasiones la puesta en marcha de una intervención colectiva, la movilización de un grupo de personas, son debidos a un hecho desencadenante. En un barrio, la decisión de cerrar una guardería moviliza a los padres, asociaciones, maestros y trabajadores sociales… Si la ocasión se presenta de manera fortuita, se trata de estar preparados para aprovecharla. Esa forma de actuar forma parte del carácter estratégico del TC.
Es, quizás, el momento de comprender que no todas las iniciativas de acción o movilización pueden tener la misma consideración positiva:
En la construcción de la motivación no son válidas las estrategias de crear descontento sin generar proyectos positivos. Lo que parece esencial es canalizar el descontento como esperanza en un proyecto positivo y creativo. Eso es lo que pretende el trabajador comunitario: deben vigilarse y evitarse al máximo algunos vicios como el "quejismo universal" ("todo va mal", "no han hecho nada por nosotros", "no aprendemos nada", etc.) que sólo pueden tolerarse como una manifestación reactiva parcial y de partida.
TC no es una tarea organizativa cualquiera, sino que pretende desarrollar la sociedad en el sentido al que apuntan ciertos valores (como la solidaridad, el bienestar de todos, una sociedad no excluyente, etc.). Y pretende eso con independencia de que sea consciente de que la primera y más importante razón de participar de la gente es el interés personal. Todas las experiencias organizativas no apuntan en ese sentido, y de ello debemos ser conscientes; a menudo, la organización más espontánea cristaliza como proyecto en negativo: en formas de rechazo de los grupos socialmente más débiles del barrio (los gitanos, los emigrantes, etc.) o a favor de soluciones que, al final, no lo son tanto (a menudo se simplifican los problemas como cuando toda una enorme problemática se traduce en soluciones simplificadoras: más policía en el barrio). Por eso es esencial que tengamos en cuenta que: las vecindades son estabilizadoras y conservadoras. Los residentes tratan de proteger sus calles contra la delincuencia, sus escuelas contra los holgazanes, sus hijos contra los traficantes de drogas, sus hogares contra la demolición de los urbanistas… A veces ese proteccionismo arrasa con todo y se convierte en una defensa contra todo lo que sea nuevo. Todo lo que amenace el statu quo es combatido con igual celo. Y desde luego, a la larga una vecindad no puede ganar las batallas defensivas. Una lucha continuamente defensiva rara vez es victoriosa.
Sin duda, el TC debe partir desde donde está la gente, pero ello no significa hacer seguidismo de movilizaciones con valores discutibles o, incluso, rechazables. Partir desde donde está la gente puede significar, sin embargo, extender estrategias para intentar reconvertir en proyecto positivo unas primeras reacciones (y emociones poco razonables) o para poner en marcha proyectos alternativos a esas reacciones.
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TEMA 8
AYUDAR EN EL FUNCIONAMIENTO DEL GRUPO]MOTOR
1. LA AYUDA EN LOS PRIMEROS MOMENTOS DEL GRUPO
Los momentos iniciales de un grupo son especialmente decisivos para su desarrollo posterior. La presencia y la influencia del trabajador social en esos momentos iniciales son especialmente intensas y tienen como eje fundamental el acompañar y guiar a los miembros en unas tareas que todavía no dominan, estimular su confianza, reforzar las ilusiones, aportar recursos…
Para ayudar al grupo en su despegue inicial, el trabajador comunitario debe ser un buen observador de los comportamientos que se producen en el seno del grupo y comprender la estructuración de relaciones que van surgiendo, ya sea para potenciarlas o para modificarlas. Para comprender el funcionamiento interno de un grupo, el profesional puede observar de manera directa lo que pasa entre las personas durante las reuniones. C. de Robertis y H. Pascal (1994) señalan una serie de aspectos que pueden observarse con perspicacia:
Se pueden distinguir los lazos afectivos que se dan en el seno del grupo, observando quién habla a quién, quién se sienta al lado de quién, quién llega o se va con quién, quién comparte una tarea con quién. De esta manera, el trabajador comunitario estará en condiciones de distinguir al miembro aislado hacia quien los otros sienten indiferencia; de ver al miembro rechazado hacia quien los otros sienten antipatía e incluso agresividad abiertamente expresada;
Se pueden identificar los subgrupos mediante la observación de la existencia de parejas o tríadas. Los miembros que llegan y se van juntos, que hablan entre ellos, que se sientan al lado, que se apoyan mutuamente por gestos o por palabras, etc.;
Se puede detectar la distribución de roles que se produce entre los miembros observando cómo hay personas que asumen papeles de facilitación de la tarea del grupo (el que da las ideas, hace propuestas, el que informa, critica, pide informaciones, el secretario, el que ayuda en la organización del grupo y en el reparto de las tareas), o de mantenimiento de la cohesión, de la moral y de la seguridad del grupo (el estimulador, el mediador en los conflictos, el protector), personas que desarrollan el rol de dirección del grupo o de liderazgo. Por fin, se trata también de observar que hay personas que buscan la satisfacción de las necesidades individuales en detrimento del grupo, de la tarea o del clima afectivo (aquel que se impone y domina al grupo, el dependiente que busca sin cesar suscitar simpatía y apoyo para sentirse seguro, los ambiciosos de notoriedad o prestigio que buscan hacerse valer y llamar la atención por todos los medios, el que aprovecha la situación colectiva para expresar sus sentimientos, sus ideas, su historia personal), etc.
Para que el funcionamiento del grupo sea exitoso, el trabajador comunitario debe, además, considerar otros aspectos, especialmente útiles para fortalecer al grupo:
Dar importancia a la realización de algunas actividades de contenido relacional]emocional. Un grupo necesita proyectos racionales, pero también ideas, sentimientos y tradiciones comunes, etc. La utilización de actividades que fomentan la cohesión y el sentimiento de pertenencia es frecuente en todos los grupos: comer y beber juntos, una fiesta, un viaje o excursión, actividades deportivas de equipo... También se debe estar alerta a que los ritmos de trabajo del grupo sean acordes no sólo con los objetivos, sino también con los deseos y las características de sus componentes. La presencia del trabajador comunitario no debe forzar esos ritmos.
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Tomar en consideración el valor de lo que se ha venido en llamar la pedagogía del éxito y buscar que las acciones del grupo tengan algún beneficio o recompensa temprana y tangible, ya sea en forma de resultados concretos o en forma de satisfacciones, relaciones... Un éxito contribuirá a reforzar las sensaciones positivas de los miembros del grupo.
Potenciar el carácter abierto de los grupos, su carácter público. Aquellos grupos que no son permeables a la incorporación de nuevos agentes pueden llegar a ser percibidos por la población como una especie de secta, replegado en sí mismo y ajeno a la población. Además, la cerrazón de un grupo puede alimentar su desánimo («somos los cuatro de siempre»). Un grupo abierto tiene muchas ventajas: cuantos más miembros tenga, más fácilmente podrá iniciar actividades, tomar conciencia de los problemas que preocupan a la gente, ser considerado representativo, poner en marcha acciones colectivas de mayor alcance, obtener financiación y beneficiarse de un potencial importante de habilidades y recursos humanos.
El crecimiento de un grupo debe verse acompañado de un proceso de desdoblamiento y articulación en subgrupos y comisiones. Ésta es la manera que permite que cada miembro domine el medio de trabajo colectivo (grupos pequeños) y, también, el proyecto global mediante la interconexión de los subgrupos. Como norma general el tamaño del grupo o de los subgrupos debe permitir la comunicación interpersonal, y ello es difícil de conseguirse en reuniones o sesiones de trabajo de más de doce personas en los que la tendencia a la disgregación y al anonimato es excesiva.
Para acabar, debemos señalar que un grupo existe y es estable porque se da un grado suficiente de cohesión, de cooperación y de solidaridad entre sus miembros. Un grupo necesita de cierto nivel de homogeneidad entre las personas que lo forman. Esa homogeneidad viene dada, generalmente, por el hecho de compartir problemas, necesidades o intereses. Sin embargo, hay otros factores que también pueden ser tomados en cuenta, como el tipo de actor social (político, técnico o ciudadano), la edad, el sexo, la clase social, el nivel sociocultural… El trabajo en subgrupos o comisiones puede ser un camino para resolver heterogeneidades que pueden planear sobre los conflictos dentro del grupo, una manera de dar salida organizativa a sensibilidades diversas y aprovecharlas.
RECUADRO 14. COMO AYUDAR AL GRUPO EN LOS MOMENTOS INICIALES
1) Asistiendo a las reuniones del grupo
El objetivo principal será ayudar al grupo a tomar decisiones y a confiar en sí mismo.
La tarea durante las reuniones del grupo es intentar ayudar a los miembros a hacer progresar la conversación sin cortapisas. En la mayoría de las reuniones del grupo, el trabajador comunitario ya habrá pensado qué quiere conseguir. Pero ese plan debe ser flexible y abierto a las posibles alteraciones según las circunstancias. Cuando está cercana una reunión difícil, se debe prever qué dificultades surgirán e imaginar posibles tácticas para vencerlas.
Facilitar los intercambios: el silencio al principio del intercambio, la dificultad en tomar la palabra cuando se lanza el debate, son frecuentes debido a la intimidación sentida en un grupo en el que la gente no se conoce aún lo suficiente. En este caso el trabajador comunitario puede plantear preguntas abiertas, invitando a compartir las reflexiones. En los grupos centrados en la tarea puede ser conveniente una pausa, una broma que relaje. A veces habrá que poner límites a las personas que hablan mucho: dirigirse al grupo para que expresen opiniones, hacer constataciones sobre la comunicación en el grupo, sobre el uso de la palabra, y favorecer una toma de conciencia del fenómeno. También puede canalizar hacia otra parte el dinamismo de la persona en cuestión (confiarle la realización del acta, hacer las síntesis de los intercambios y presentarla al final, moderar los debates, etc.).
Estimular la creatividad tratando de que la mirada se dirija hacia las potencialidades. Cuando el grupo se centra en los obstáculos y límites, se genera desánimo. El uso de técnicas que potencian la creatividad puede ser recomendable (el brainstorming, etc.).
Para reforzar un grupo es necesario asegurar los momentos agradables en el curso de las reuniones. Existe una necesidad de interacción que debe satisfacerse.
2) Trabajando con los responsables y cargos: animándoles y estimulando el liderazgo
Ayudándoles a planificar las reuniones.
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Buscar y sostener a los que pueden devenir líderes de los grupos tiene una importancia crucial. Es necesario dedicar tiempo a hablar con aquellos que han demostrado un interés por asumir un rol de líder: presidente, secretario, tesorero, administrador o simplemente miembro de un grupo. Es necesario clarificar con cada uno de ellos sus obligaciones, el tiempo y la energía a dedicar.
Reforzar la confianza de los líderes en sí mismos en el marco de una relación individual o incluso de discusiones informales en casa. Éste es el aspecto privado, la dimensión cara a cara del Trabajo Comunitario.
Si los miembros de un grupo se pueden preparar adecuadamente para la reunión, ésta tiene posibilidades de éxito. Hay que pasar ratos con los individuos clave, ayudándoles a prepararse para las reuniones, a poner en práctica las decisiones tomadas y, en general, a dirigir la organización con tanta eficacia como sea posible.
Las personas que no han estado antes en una organización no acostumbran a pensar y actuar como parte de un grupo cuando están fuera de éste. Puede ser que emprendan una acción espontáneamente por el bien de la organización pero sin pedir primero autorización. Una de tus tareas es, por tanto, enseñar a los miembros del grupo cómo contactar entre ellos para sondear ideas, para plantear juntos las tareas y repartírselas.
3) Trabajando individualmente con los miembros: ayudándoles a encontrar su lugar en el grupo
Una persona participa, sin duda, porque se siente personalmente involucrada por el tema o el contenido de la reunión, pero no será parte activa de la vida del grupo si no encuentra en él satisfacción a sus necesidades profundas. Es necesario que encuentre en él una respuesta a sus necesidades de relación, afecto y reconocimiento para comprometerse en una participación que vaya más allá de la asistencia a una o dos reuniones.
La mirada puesta en cada miembro del grupo permite hacer intervenciones individualizadas para ayudar a cada persona a encontrar su lugar en el grupo, a reforzar su autoestima, a poner a prueba sus capacidades, a expresarse libremente (ello incluye hacer partícipes a otros de sentimientos de alegría, tristeza, esperanza, agresividad, culpabilidad, etc.).
Si el trabajador social favorece la expresión de puntos de vista contradictorios u opiniones diversas, si es capaz de aceptar el conflicto, es probable que su actitud tina el grupo y ejerza influencia en este sentido. Hay que tener en cuenta que los grupos desarrollan una fuerte tendencia a la conformidad. Sin embargo, para que un grupo pueda desarrollar plenamente sus capacidades creativas necesita aprender a manejar de manera positiva la agresividad en su seno y enriquecerse así con la heterogeneidad y la diversidad que lo componen. Nada más estéril que el grupo que gasta la mayor parte de su energía en negar los conflictos, en hacer callar las diferencias, en censurar las opiniones minoritarias.
4) Llevando a cabo una serie de pequeñas tareas para el grupo
Conseguir información: sobre la existencia de grupos similares, sobre recursos y medios disponibles, etc.
Establecer contactos.
Promover los intereses del grupo en los círculos en que te mueves.
5) Anticipando las dificultades
Hay momentos en que estás seguro de que el grupo está a punto de cometer un gran error del cual quieres advertirlos contundentemente.
6) Ayudando a mantener la claridad en sus propósitos
Los objetivos y metas que, al inicio, parecían razonablemente claros a medida que pasa el tiempo aparecen confusos, complejos y vagos. El interventor tiene un rol fundamental a la hora de evitar que el tiempo de confusión se prolongue.
7) Mostrando el vínculo personal con el futuro del grupo
Muchas de las tareas que se realizan para ayudar al grupo muestran a los miembros el compromiso del trabajador comunitario con aquél. Al principio, percibir este compromiso con el éxito del grupo es importante porque da seguridad.
8) Proveyendo al grupo de recursos básicos
La disponibilidad de un lugar de reunión o encuentro puede tener profundas repercusiones operacionales y psicológicas sobre la vida de un grupo. En efecto, es una pérdida de tiempo y energía para un grupo estar siempre obligado a verificar y negociar el uso de una sala o un inmueble cada vez que se quiere reunir. La disponibilidad de un sitio en el que poder reunirse regularmente puede contribuir a su estructuración precoz.
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Muchas cosas que parecen de poca importancia, como por ejemplo el teléfono, un ordenador o una fotocopiadora, son vitales para algunos grupos, y tenerlas representa una gran ventaja. También es muy útil contar con una pequeña suma de dinero para sacar adelante el grupo (para publicidad, para enviar cartas, para adquirir algún material básico, etc.).
9) Reclutando nuevos miembros
El contacto personal es lo más importante, pero cuando el grupo ya está constituido e inicia sus actividades también son útiles otros métodos, como por ejemplo dar publicidad (o mayor difusión) a la causa: pensar en un artículo en la prensa o que se hable del tema en una emisora local, colgar carteles en las tiendas de la zona, etc.
10) Ayudando al grupo a presentarse en el exterior
Aprovechando las ocasiones que se presentan al profesional para dar a conocer la existencia del grupo.
Ayudando al grupo a organizar su presentación ante las diversas instituciones y en algún acto público ante la población en general.
11) Velando por los procesos internos del grupo
Recuperar la moral del grupo si se instala el desánimo porque los progresos no son visibles o surgen obstáculos imprevistos como la débil participación en las reuniones, fracaso de una demanda de subvención, oposición desatenta por parte de ciertos vecinos, etc.
2. LA REUNIÓN COMO CONDUCTA FUNDAMENTAL DEL GRUPO
La reunión es la unidad fundamental de la conducta de un grupo. Para que un grupo deje de existir sólo es necesario que deje de reunirse, y, a su vez, es mediante las reuniones y a través de la palabra como un grupo construye el pensamiento colectivo, las interpretaciones comunes, los proyectos, las identidades, el compromiso mutuo… Por ello resulta de vital importancia cuidar la calidad de los momentos en los que el grupo se reúne.
Las primeras reuniones son un verdadero entrenamiento del grupo para el trabajo colectivo. Serán una buena oportunidad para establecer los hábitos de trabajo desde el principio.
Una reunión improductiva, confusa, plagada de malentendidos o conflictiva puede dar al traste con muchos de los esfuerzos realizados por el grupo y por el trabajador comunitario. Las reuniones hay que prepararlas. Su desarrollo correcto no puede dejarse a la suerte o al azar.
RECUADRO 15. ASPECTOS A CONSIDERAR PARA QUE UNA REUNIÓN SE DESARROLLE CON ÉXITO
ANTES DE LA REUNIÓN
La convocatoria
Es una de las cuestiones previas que debe cuidarse escrupulosamente. Es conveniente comprobar que la comunicación se ha recibido y conocer si cada una de las personas convocadas acudirá o no a la convocatoria. Se evitan así muchas sorpresas desagradables y las conclusiones catastrofistas que habitualmente se extraen de determinados plantes. En ocasiones, será necesario motivar personalmente la asistencia y participación de las personas a la reunión, explicando por qué es importante llevarla a cabo.
El guión de la reunión u orden del día
Es importante conocer previamente el orden del día, pues enmarca el contenido principal y permite su preparación; enviar el orden día con anterioridad predispone también a los convocantes a una puesta a punto de la reunión, cuidando los detalles de su preparación y evitando una improvisación excesiva.
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El envío previo de documentos informativos
En numerosas ocasiones, resulta preferible reducir el número de reuniones y que las que se realicen estén cuidadosamente preparadas. A veces, sobre todo cuando deben tomarse decisiones importantes y complejas, es necesario elaborar documentos previos y hacerlos llegar antes de que la reunión se lleve a efecto.
La información en general (y de modo particular la escrita) resulta fría o, en principio, poco interesante. De ahí que convenga tener presente que, a veces, el acento hay que ponerlo no tanto en «informar» cuanto en que el otro «se informe». No basta con tener la honestidad y el empeño de informar. Si el otro no se entera, sirve de poco. De ahí que sea conveniente, en muchos casos, informar «con técnica» (entregar papeles y acompañarlos de explicación oral). A partir de estas informaciones el grupo elabora las diferentes soluciones o elecciones posibles.
EL ENCUADRE DE LA REUNIÓN AL INICIO
La acogida
La preocupación del trabajador comunitario o de los organizadores será la puesta en acción de todos los medios que faciliten el encuentro y el intercambio. Sobre todo en las primeras reuniones y en las asambleas numerosas resulta esencial realizar una acogida cálida y recrear un ambiente informal que ayuden a disminuir la intimidación y el miedo de los participantes. Para disminuir la intimidación pueden resultar útiles ciertas intervenciones:
1) acoger individualmente a cada persona a medida que llega y presentarla a una o dos personas;
2) incitar al grupo a comenzar por una presentación, breve pero significativa, de cada uno;
3) evitar iniciar la reunión con largas exposiciones explicativas hechas por el trabajador comunitario o los organizadores y, en su lugar, ceder rápidamente la palabra a los participantes con una pregunta abierta planteada a cada uno, etc.
Nada más alejado de una invitación sincera a participar que empezar una reunión o asamblea quejándose de la poca participación existente, riñendo a la gente, porque son unos despreocupados y unos egoístas para que, al final, el mensaje que predomine sea el que me consagra a mí, líder abnegado y sacrificado por su comunidad, que está dispuesto a asumir todo el trabajo, toda la dedicación y todos los sinsabores hasta donde sea necesario; lo que me convierte de paso en insustituible. Este tipo de discurso, además de ser mentiroso, es paralizador. ¿Qué tal otro tipo de mensaje que diga que yo estoy aquí porque me gusta y me lo paso bien, porque encuentro a gente que me escucha y con la que puedo compartir y hacer cosas? Un mensaje que no demonice a los que no participan y que «venda» la participación, si se me permite la expresión, como una oportunidad única de hacer cosas interesantes, de divertirse, de aprender, en definitiva: de lo que sea pero en positivo.
La motivación de la tarea y clarificación de los objetivos de la reunión
Consiste en comunicar con suficiente fuerza y convencimiento qué es lo que se va a hacer, por qué se hace y para qué sirve.
Con frecuencia asistimos a reuniones de trabajo en las que no se sabe muy bien lo que allí se hace, en las que persiste una cierta confusión, a pesar de la buena voluntad de los participantes. Este fenómeno es debido, sobre todo, a la falta de clarificación de los objetivos de trabajo. El tiempo dedicado al principio de la reunión a clarificar los objetivos de trabajo no es nunca tiempo perdido y se recuperará con creces más tarde. Compartir cada miembro los objetivos y las expectativas respecto de la reunión y su contenido es, con frecuencia, una buena entrada en materia.
Las cuestiones de procedimiento dar a conocer las instrucciones y normas que organizan la reunión
Se trata de que cada participante sepa lo que tiene que hacer en cada momento y cómo tiene que hacerlo, si tiene que informar, opinar, escuchar, ampliar, etc., si la participación es espontánea y se ordena pidiendo la palabra o por otro procedimiento similar. Todo esto es necesario especificarlo y, a ser posible, al principio, evitando así tiempos perdidos y confusiones. De la misma manera, es necesario aclarar cómo se van a tomar las decisiones y en qué momento, eliminando las discusiones sobre procedimientos que son especialmente frecuentes cuando hay conflicto.
El orden del día indica los temas a tratar y el orden en que se va a hacer. En ocasiones puede convenir ponerse de acuerdo sobre el orden de prioridad de los puntos a tratar.
Se puede hacer una previsión de la duración de la reunión y la distribución de tiempos.
Se propone o decide quiénes harán los papeles de moderador, secretario y coordinador de la reunión.
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CONDICIONES DE LA REUNIÓN
El tamaño del grupo
El tamaño del grupo que se reúne es una cuestión determinante; sin embargo, no se suele tener en cuenta con la frecuencia que sería deseable. El tamaño determina el tipo de participación: a mayor número de personas, menor será la participación relativa de los asistentes, de tal forma que ésta tenderá a concentrarse en los que habitualmente hablan más y tenderá a anularse en los intermedios o en los de baja participación. El tamaño determina el tipo de tarea a la que el grupo tiene acceso: tareas simples o informativas pueden llevarse a cabo con un número amplio de personas, pero aquellas que requieren un desarrollo complejo necesitan ser resueltas con un número significativamente menor.
Disposición ambiental
El lugar físico debe adaptarse a las condiciones del grupo; una sala grande, fría y destartalada para un grupo pequeño es un factor de desmotivación por la tarea.
Sillas y mesas han de estar dispuestas de acuerdo con la tarea que se va a realizar: en círculo, rectángulo, en U o en filas. Las primeras para debates, trabajo en grupo pequeño o puestas en común; la U para cuando se usa pizarra u otro estímulo visual, y las filas, sólo para informaciones a un grupo grande o proyecciones. En cualquier caso, es recomendable cambiar la disposición de las sillas y mesas tantas veces como sea necesario.
En cuanto al mobiliario, el trabajador comunitario evitará todo aquello que dé un carácter formal y todo lo que aumente la desigualdad entre las personas, pues el sentimiento de desigualdad refuerza la intimidación y la pasividad y no favorece ni la producción del grupo ni el placer de encontrarse. Se evitará el estrado; se preferirán las mesas redondas u ovales a las cuadradas o rectangulares, pues aquéllas permiten a cada persona ver mejor a las demás; las sillas se dispondrán en círculo. En la medida de lo posible se elegirán asientos del mismo tipo y dimensiones.
Soportes técnicos
Pueden llegar a ser muy simples, y al menos no debe faltar una pizarra o, en su defecto, murales de papel donde escribir ideas y mostrar esquemas al resto del grupo. No debe faltar papel y bolígrafo a disposición de los participantes. A partir de aquí puede sofisticarse todo cuanto se quiera.
En lo posible hay que facilitar documentos, fichas de trabajo, esquemas previstos y todo aquello que facilite la comprensión de la tarea, mejore el rendimiento y centre la atención hacia lo que se está tratando.
DESARROLLO DE LA REUNIÓN
La secuencia temática se establece a través del orden del día
El tiempo dedicado a cada tema debe ser proporcional a su complejidad e importancia y no al revés, como ocurre con cierta frecuencia. Puede comenzarse por un tema suave o meramente informativo, alguna síntesis o recordatorio de asuntos anteriores; luego entrar con dos fuertes y volver a bajar la intensidad hacia el final procurando, sin embargo, atar cabos, acordar o recordar responsabilidades y establecer la forma de seguimiento y continuación de lo establecido durante la reunión.
La estructura de participación
En función del número de personas y del tipo de tarea se hace imprescindible la división del grupo durante la reunión. Debemos tener presente que, a mayor número de personas, menor es la participación posible de cada uno de los miembros y que, además, la mayor parte de los desarrollos complejos no se pueden llevar a cabo con un número superior a tres o cuatro personas. El trabajo en subgrupos o comisiones y los formatos de taller que incorporan técnicas de organización de la participación pueden resolver ese problema (véase, al final del libro, el Anexo «Técnicas para organizar la participación y animar la creatividad»).
LOS ROLES DENTRO DE LA REUNIÓN
El moderador
Trata de facilitar y regular la participación.
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El secretario
Representa la memoria viva del grupo a través de la toma de notas y la redacción del acta.
El coordinador
Se encarga de que el desarrollo de la reunión se encamine a los objetivos perseguidos por ésta.
3. LA TOMA DE DECISIONES
El poder se manifiesta de manera muy efectiva cuando deben tomarse decisiones sobre las actuaciones a realizar por personas o sobre el destino que han de tener los medios materiales. Que estas decisiones puedan tomarse democráticamente nos remite a la exigencia de procesos participativos y a la necesidad de crear las condiciones para que estos procesos participativos sean una posibilidad real. Como señalan C. de Robertis y H. Pascal (1994), la manera de tomar una decisión es más importante para la vida del grupo que su contenido.
Un proceso de toma de decisiones que sea participativo requiere cumplir, al menos, tres condiciones:
Formular el problema de forma clara y precisa.
Recopilar y elaborar las informaciones que conciernen al problema y a sus posibles soluciones. La información debe ser lo más completa posible, realista y tener en cuenta las eventuales limitaciones que pueden constreñir los deseos del grupo. La información debe transmitirse de abajo arriba, de arriba abajo y en el plano horizontal. Asimismo la información debe ser de dentro de la organización hacia fuera y viceversa.
Elegir la decisión que sea considerada mejor por el conjunto del grupo.
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TEMA 9
FORMALIZAR LA ORGANIZACIÓN, GANAR PRESENCIA PÚBLICA Y APOYOS
1. CONSTITUIRSE EN ASOCIACIÓN Y GANAR LEGITIMIDAD SOCIAL
¿Qué tipo de estructura debe adoptar la organización? ¿A favor de estructuras complejas muy bien definidas o de estructuras informales que tengan mayor control popular? La respuesta es que dependiendo del momento y de la función a desempeñar, la estructura organizativa tomará una forma u otra. Por ejemplo, un grupo pequeño y especializado como puede ser un grupo de ocio de gente mayor puede necesitar de poca organización formal; mientras que una asociación con pretensión de hablar por toda la gente de una zona necesitará un sistema bien definido de control popular.
Decidir cuál es la estructura organizativa del grupo, pues, es algo distinto de formalizar el grupo. A menudo, esta formalización puede parecer opcional, sobre todo cuando los objetivos y las actividades que se desprenden no parecen requerir de una organización compleja; sin embargo, hay importantes argumentos a favor de realizar una estructuración de tipo formal. Es conveniente que los grupos tengan unos estatutos que, aunque no se utilicen mucho, puedan servir de salvaguarda. Asimismo, la falta de junta o de una normativa de funcionamiento de la organización puede significar que no haya control democrático sobre los que se quieren erigir como líderes, o que las personas no quieran ejercer ciertas responsabilidades.
Normalmente los estatutos indican los objetivos del grupo, cómo debería funcionar, los órganos de gobierno de que se dota, sus responsabilidades, su dirección, su forma de elección, etc. Las preguntas que deben hacerse a la hora de elaborar unos estatutos son:
¿Quiénes somos? (principios de identidad)
¿Qué queremos? (objetivos a conseguir)
¿Cómo nos organizamos? (estructura organizativa)
La respuesta a estas cuestiones debe surgir de un proceso democrático de consultas, deliberaciones y decisiones. Ese proceso finaliza con un producto (el articulado de los estatutos) que expresa la voluntad general y el compromiso de todos y cada uno de los miembros de la organización.
Es necesario encontrar un equilibrio entre las necesidades de estructuración y las necesidades de relación informal. Dotarse de una normativa es útil, sobre todo, para evitar la aparición de conflictos o dirimirlos cuando se producen. Son necesarios, aunque el funcionamiento normal del grupo debe ser flexible.
El grupo debe poner en marcha este proceso de elaboración de una propuesta de estatutos que deberán aprobarse en una asamblea constituyente. Esa asamblea es la que debe tomar las decisiones, y eso hay que defenderlo a rajatabla. Ahora bien, quizás no pueda defenderse con énfasis que una asamblea (treinta, cuarenta o más personas) sea un método adecuado para la reflexión en profundidad. Parece recomendable que se preparen adecuadamente mediante el envío de información pertinente y que, antes o durante su celebración, se organicen grupos para analizar los temas a decidir y presentar propuestas más consensuadas y debatidas. Aquí es importante que el trabajador comunitario sea conocedor de diversas técnicas de participación ya que su aplicación es esencial para el desarrollo del TC.
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El paso de una organización informal (grupo promotor) a una organización formal (asociación) pone sobre la mesa un tema delicado: el aumento de la competición por el liderazgo. En este sentido, es imprescindible que el grupo promotor tenga elaborada una propuesta de las personas candidatas a formar parte de la junta.
2. GANAR PRESENCIA Y APOYOS
Contar con el apoyo de un importante número de personas es una fuente de legitimidad del grupo motor o de una junta. La decisión de un grupo de realizar una reunión pública es, en general, un esfuerzo por conocer el apoyo con que cuenta, el interés de su base y confirmar el acierto del trabajo del grupo. Implícitamente, con las reuniones también se trata de reclutar a otros miembros o de extender el círculo de simpatizantes. La mejor manera para que un grupo mantenga un cuerpo de simpatizantes importante es dar continuidad al contacto personal entre la junta y el resto de la población destinataria y/o que simpatiza con sus acciones.
Pero las reuniones en gran grupo tienen varios inconvenientes que conviene recordar:
Por un lado, refuerzan la pasividad de los participantes.
La estructuración muy formal de estas reuniones acentúa la distancia entre el saber y la ignorancia: de un lado los que saben y de otro los que escuchan.
Una preparación inadecuada puede significar una asistencia escasa, la desmoralización de los miembros, que la reunión sea imposible de controlar por los organizadores o que esté monopolizada por uno o dos individuos dominantes y no logre sus objetivos.
Tras lo dicho, queda clara la importancia de preparar bien las reuniones cuando se trata de grandes grupos. En el siguiente cuadro se recogen varias orientaciones para su preparación
RECUADRO 16. ASPECTOS A CONSIDERAR PARA ORGANIZAR LAS REUNIONES DE GRANDES GRUPOS
REUNIONES DE GRANDES GRUPOS
Las invitaciones
Si la reunión es de un grupo cerrado, bastará enviar una carta. Si la reunión es abierta a todo el público interesado, la difusión de la información deberá ser estudiada (buzoneo, carteles, anuncios en prensa, etc.). Es bueno recordar que sólo se hallará respuesta en las personas previamente sensibilizadas o informadas. Y cuando la invitación no se dirige personal y nominalmente, sólo una ínfima minoría de personas contactadas se desplazará a la reunión. El impacto de la información dirigida nominalmente ha sido, por otra parte, constatado por los publicistas, quienes, con ayuda de diversos ficheros, envían prospectos o anuncios por correo.
Espacio y recursos materiales
Seguridad, instalaciones sanitarias, mobiliario suficiente, señalizar el camino a seguir, prever y probar con antelación los aparatos a utilizar en la reunión.
El tiempo
La elección de la hora y la duración es una decisión importante. El cronometraje debe ser cuidadosamente establecido con antelación y anunciado. Las reuniones que se eternizan son insatisfactorias. Aquellas en las que el público se levanta y marcha antes del final son muy frustrantes para los organizadores. Se debe prever:
1. un tiempo de acogida, instalación de personas, presentación, llegada de los rezagados;
2. prever una introducción o presentación breve;
3. contemplar tiempo corto de exposición: nunca más de 45 minutos;
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4. variar los medios de comunicación y usar los audiovisuales;
5. introducir y animar los debates teniendo previsto un tiempo equivalente al de la exposición (ejemplo 45 minutos de exposición]45 minutos de debate);
6. si la reunión dura más de dos horas, es preciso organizar un descanso de 15 minutos.
La acogida
Para evitar que la gente se sienta intimidada hay que acogerla, presentarla a otros, instalarla en la sala, etc. Todo lo que favorezca un contacto cálido al principio facilitará posteriormente la participación.
Repartición de las tareas
Todo lo expuesto requiere reparto de tareas entre los organizadores para antes, durante y después de la reunión.
Técnicas de animación
Las técnicas de animación de los grandes grupos pueden ser más o menos participativas. Como mínimo contamos con dos opciones:
a) hay técnicas de animación de reuniones en las que el grupo es espectador y que tienen el inconveniente de que la relación es de sentido único y subrayan la distancia entre los expertos y los informados (la conferencia, el panel o tribuna, la mesa redonda, etc.);
b) hay técnicas que permiten o posibilitan la participación del público
(Véase al final de los apuntes el Anexo «Técnicas para organizar la participación y animar la creatividad»).
Sin embargo, no parece que la celebración de reuniones públicas o asambleas sea el mecanismo más participativo o el idóneo para establecer un mayor contacto y compromiso con los simpatizantes. Se debe huir de planteamientos excesivamente paternalistas y basados en un liderazgo fuerte ejercido por pocas personas insustituibles. Será necesario avanzar en la creación, dentro de las asociaciones y entidades, de espacios intermedios de participación situados entre la junta y la asamblea (desde vocalías hasta comisiones de trabajo, grupos de interés y actividades…). En todo caso, habrá que tener en cuenta que estos espacios intermedios sólo tienen sentido si la gente los ocupa, los llena con su presencia y sus actividades y, por tanto, sólo tiene sentido constituirlos a partir de los intereses y necesidades de las personas.
En un análisis estratégico, al trabajador comunitario puede serle útil tomar en consideración cuáles son las fuentes de poder dentro de la organización. Crozier y Friedberg distinguen cuatro:
La primera fuente de poder está fundada sobre una competencia particular, una especialización funcional; es el poder del experto; su poder es tanto mayor cuanto más tenga que ver su competencia con un sector vital de la organización.
La segunda está ligada al dominio de las relaciones entre la organización y su entorno, es el poder del personaje central que está en el interior de la organización pero que tiene múltiples lazos con el exterior; este personaje es un poco el timonel de la organización: permite a ésta navegar evitando los arrecifes.
La tercera es producto del dominio de la información; cuantas más informaciones posee una persona sobre los otros o sobre la organización, más poder consigue.
La última fuente de poder, la más visible, es el lugar fijado a un individuo o a un grupo por las reglas de la organización: cuanto más elevado sea el lugar que se ocupa en la jerarquía de la organización, tanto más poder se posee.
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3. LA ORGANIZACIÓN Y SUS RELACIONES EXTERNAS
Una dimensión esencial de unan organización son sus relaciones externas. Ningún grupo puede vivir replegado sobre sí mismo; debe establecer multitud de relaciones con otros grupos, otros individuos, servicios, instituciones locales, poderes públicos… Esas relaciones permiten el acceso a muchos de los recursos e informaciones necesarios para el grupo y para su acción.
De hecho en TC el objetivo que se persigue se manifiesta, sobre todo, en esa dimensión: se trata de provocar una nueva densidad de relaciones sociales, de fortalecer la trama social constituyendo nuevos grupos capaces de hacer de interlocutores de las colectividades en la arena política, sociocultural, económica…
Las relaciones con el mundo exterior no siempre son suficientemente valoradas en el seno de los grupos y, en paralelo, tampoco se dominan las formas de relacionarse. Aquí el trabajador comunitario tiene el papel de subrayar su importancia y de orientar al grupo en las relaciones de interlocución. C. de Robertis, H. Pascal (1994) y A. Twelvetrees (1988), señalan algunas orientaciones:
Las relaciones entre un grupo y los organismos o instituciones necesitan capacidades particulares: conocer los circuitos de la institución (a quién dirigirse, cómo funciona esto, dónde dirigirse, cómo tramitarlo, etc.), dominar el lenguaje escrito, así como el lenguaje oral (la mayor parte de las instituciones exigen cartas, informes, datos, etc.), pasar de las relaciones personificadas a las relaciones anónimas regidas por convenciones sociales, etc.
Existen ciertos personajes clave porque cumplen el papel de ser ejes de comunicaciones intergrupales y porque ejercen una irradiación e influencia considerables. Esas personas son especialmente activas y pertenecen a varios grupos significativos de la zona o espacio social en cuestión. El grupo debe cuidar la relación con estas personas, integrarlas si puede y recurrir a ellas cuando desea comunicar o difundir sus intenciones, etc.
El trabajador comunitario debe ser consciente del efecto en el grupo de las relaciones que mantiene con otros grupos y, a menudo, hacer consciente al grupo de ellas. Los grupos con objetivos similares colaboran más eficazmente cuando su radio de acción está claramente definido y no se interceptan en la actividad cotidiana. Del mismo modo, los grupos con objetivos y tareas distintas no tienen ningún problema en coexistir en una misma zona geográfica o espacio social. Cuando dos grupos se encuentran en conflicto o en competencia, la cohesión interna, el sentimiento de pertenencia y los lazos entre miembros tienden a reforzarse.
Se debe tener también especial cuidado en las relaciones con los políticos. A veces, un concejal amistoso puede ser una gran ayuda para un grupo mientras que un concejal poco comprensivo puede ser un obstáculo enorme. El contacto entre los grupos, los trabajadores comunitarios y los concejales puede ayudar a los últimos a entender las necesidades, los problemas y puntos de vista de la gente y por tanto a tratar mejor el caso en el Ayuntamiento. Sin embargo todo concejal tiene otras presiones de los miembros del Ayuntamiento, de su partido y del gobierno central o incluso de otros grupos, etc. En consecuencia, no siempre podrá representar favorablemente los intereses del grupo. Existe un peligro particular con los concejales «amistosos». Si ayudan a un grupo, sus miembros pueden llegar a depender demasiado de él y aceptar su palabra cuando les diga que una situación determinada no tiene solución.
El proceso de expansión/obertura se puede orientar también por la interconexión con otros grupos mediante plataformas de encuentro, formación de coordinadoras, federaciones…
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4. LA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN
Sobre la comunicación de un grupo se construye buena parte de su realidad, de ahí la importancia de cuidarla.
Sobre la comunicación recae, en primer lugar:
La identidad hacia adentro del grupo, que se construye sobre el desarrollo de una palabra común sobre los temas y proyectos que les ocupan. Para que un grupo desaparezca, sólo se tiene que dejar de tener flujos de información (carecer de espacios en los que comunicar).
La identidad hacia afuera del grupo, puesto que el grupo existe en tanto que recibe reconocimiento del exterior. La organización debe desarrollar líneas de comunicación activas y eficaces dentro de la organización y entre ésta y la comunidad. sin comunicación no hay interacción, ni significados comunes, ni valores comunes. Para las organizaciones o grupos de los que hablamos en TC, la información hacia el exterior debe incluir a la población o colectividad destinataria y a las administraciones, otros servicios, medios de comunicación…
En segundo lugar, la comunicación es un dar y recibir informaciones y en este vaivén se basa la posibilidad de conocer el mundo y de establecer relaciones y, por tanto, de convertirlos en capital del grupo: tener buena información y tener amigos o aliados acaban por ser un recurso fundamental.
En tercer lugar, sobre la comunicación se sustenta la existencia de posibilidades para la democracia y la participación. Sin información sobre un tema no hay posibilidades de tomar decisiones que nos parezcan nuestras. Y sin información compartida no hay democracia.
Establecer una comunicación adecuada es una cualidad imprescindible de las organizaciones más cohesivas y, también, de los trabajadores comunitarios. Hay una serie de proposiciones cercanas a las teorías de la comunicación que, con el tiempo, se han ido reproduciendo entre los autores del TC:
La capacidad de comunicar de un trabajador comunitario o de una organización depende del tipo de relaciones que mantiene con los otros.
La gente comprende en función de su experiencia. Ello implica que el organizador y las organizaciones, cuando desean comunicar algo a determinada gente, deben apoyarse en la experiencia de esa gente, acercarse a sus valores, a sus formas de hablar, etc. Para que un oyente comprenda el mensaje del emisor debe ser capaz de relacionar la información que está recibiendo con lo que él conoce. Conseguir una adecuada comunicación requiere adaptar nuestras palabras a la edad, nivel cultural y situación del otro. Otro aspecto estratégico para establecer una comunicación adecuada consiste en recurrir a la comparación y contraste; comparar ideas nuevas con ideas viejas; asociar lo desconocido con lo conocido. El entendimiento llega más a menudo a través de la asociación, la percepción de parecidos y diferencias entre objetos, acontecimientos y personas.
Debe evitarse, en lo posible, proponer la opción propia para evitar sentimientos de manipulación. Las decisiones son de la gente.
C. de Robertis y H. Pascal remarcan el interés de tomar muy en cuenta a las personas enlace y apoyarse en ellas en los procesos comunicativos. Se trata de individuos que son verdaderos nudos de comunicación en un barrio, sea porque ocupan un lugar privilegiado (lugar geográfico o espacial, función determinada: guardia, conserje...), sea porque pertenecen a varios grupos (miembros de asociaciones de vecinos o del club deportivo...) y pueden así transmitir lo que pasa en las diversas instancias en las que participan. Puede incluso tratarse de líderes reconocidos y respetados por una amplia franja de la población del barrio o de personas notables insertas en la vida social (el médico, el cura…). Para el trabajo informativo y para la difusión necesitamos mediadores, personas que son capaces y comprenden la importancia de transmitir las
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informaciones y no guardárselas para ellos; como ocurre a menudo, que mucha gente piensa que habiendo sido informada ya nadie más necesita serlo.
En la estrategia comunicativa de una organización es, además, importante crear un ambiente agradable en los encuentros o reuniones del grupo, la necesidad de considerar la influencia del tamaño del grupo (y por tanto de organizar formas de trabajo que prevean el funcionamiento de subgrupos, comisiones...), la importancia de sopesar el volumen y la calidad de la información que se proporciona no sobrecargando de información pero evitando el hambre de comunicación y el uso de canales de comunicación aceptados.
La información tiene que llegar lo más cerca posible a las personas a las que queremos informar, llevarla a espacios próximos a su vida cotidiana. También se debe intentar utilizar los medios de comunicación existentes (radio, prensa, televisión) porque ello refuerza la participación y contribuye a un mayor conocimiento de las actividades del grupo.
En toda organización democrática es fundamental la transparencia (producir información adecuada y ponerla a disposición de todos o distribuirla sin excluir a nadie, sin reservarse información). En este sentido, es importante documentar el proceso comunitario, ya que esta documentación es fundamental para la información, para la transmisión de la experiencia y para la evaluación del proceso. Proporcionar información elimina las posibles sospechas sobre aspectos muy sensibles en el seno de una organización como son el uso de los recursos de los que dispone (gastos…), su procedencia (fuentes de financiación) y su finalidad.
Igualmente, de cara a la comunicación pública es enormemente útil conocer teorías de la comunicación y técnicas de propaganda, publicidad, marketing…
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Cuarta parte: el diagnóstico, el proyecto y la acción colectiva
TEMA 10
CONSTRUIR EL DIAGNÓSTICO COLECTIVO
1. CONVERTIR LAS OPERACIONES DEL PROCEDIMIENTO PROFESIONAL EN OPORTUNIDAD DE ACCIÓN DE LAS POBLACIONES
El procedimiento profesional deberá convertirse en oportunidad de acción de las poblaciones. En TC de lo que se trata es de dar cuenta de medios y actividades para que la gente pueda apropiarse de conocimientos y destrezas profesionales, tratando de incrementar sus posibilidades de autodeterminación.
Desde esta perspectiva, las acciones comunitarias aparecen como experiencias que deben permitir a la gente que participa integrar en sus maneras de funcionar muchos conocimientos y destrezas que, a menudo, habían sido consideradas exclusivamente propias de los profesionales.
La educación es una de las dimensiones en las que el TC puede tener importantes efectos: al convertir el procedimiento en oportunidad de acción, desarrolla en los participantes aprendizajes útiles para futuras acciones. El desarrollo de un proceso con esas cualidades requiere que el profesional haga suyas actitudes propias de una pedagogía renovada:
Se trata de unas prácticas en las que el profesional, en vez de encerrarse en sus saberes técnicos, los pone a disposición de las personas, evitando el monopolio de conocimiento. Se trata de comprender que «el saber sólo sirve para darlo. Maestro es quien no tiene ningún interés cultural cuando está solo». En esto, el rol de los profesionales es combatir la ignorancia dando los útiles, los medios a los habitantes de poder defender su punto de vista en igualdad de oportunidades con los otros actores. Se trataría de superar los problemas de la tecnocracia y los límites de la democracia representativa. Las nuevas formas de la acción pública, los grupos, las organizaciones intergrupales..., pueden ser los lugares para iniciarse en la democracia participativa y formarse. Cada persona es un recurso para el otro. Se trata de un proceso de aprendizaje.
Se trata de asumir que la construcción del conocimiento que pretendemos es un acto colectivo en el que se implican todos los sujetos y que tiene como base una relación de diálogo en torno a los problemas concretos que se abordan.
Se trata de comprender que la mejor manera de aprender es experimentando nuevas formas de relación, de vida. Ya lo hemos advertido en diversas ocasiones, cuando hemos relacionado conocimiento e implicación. No se trata, como vemos, de recibir recetas de nadie, sino de construir las soluciones conjuntamente.
En el seno de esta perspectiva pedagógica, el aprendizaje y la concienciación son la misma cosa. P. Freiré (1992) ve tres fases en este proceso:
1. Una investigación del universo temático (es decir, de las preocupaciones que nos afectan);
2. Tematizar ese universo: reconocer el tema o temas generadores (el paro, la vivienda, la opresión en el propio hogar, la educación de los hijos, la droga, el deterioro general del barrio...);
3. Problematización y discusión de esos temas en «círculos de investigación» (se recoge información, se estudian esos temas).
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La pedagogía que subyace en el TC requiere, también, de interés y de participación. Ese interés o motivación debe proceder, como hemos establecido, del descontento y de la ilusión por el cambio, pero también debe alimentarse de la participación.
Finalmente, el Trabajo Comunitario en su dimensión educativa requiere de un importante rigor metodológico: es necesario crear las condiciones para que se den procesos de reflexión, de autoformación, de programación y de acción social más participativos e igualitarios. Crear las condiciones adecuadas supone introducir un rigor metodológico del que en ocasiones carece la intervención participativa.
Recuadro 17. Diferencias entre la pedagogía tradicional y la pedagogía basada en el diálogo en P. Freiré
EDUCACIÓN TRADICIONAL
Educador ? Educando
La educación tradicional es un acto de depositar, transferir o transmitir valores y conocimientos.
La relación es unidireccional, paternalista, autoritaria y establece dicotomía entre el aprender y el enseñar.
El conocimiento es una donación de los sabios a los ignorantes:
El educador es el sujeto del proceso, tiene la autoridad del saber y por ello educa, piensa, habla, disciplina, opta y prescribe su opción, escoge el contenido del programa.
Los educandos no saben y por ello son simples objetos, son educados, son pensados, disciplinados, no se les escucha, sino que deben escuchar y seguir la prescripción, acomodarse, adaptarse, obedecer.
Esta concepción se apoya en el mito de la incapacidad natural de las masas populares. Se les impone pasividad, la cual tenderá a provocar la adaptación del hombre al mundo, en vez de transformarlo. Son los «asistidos», «casos individuales», «ineptos», «perezosos», «seres al margen de», etc. Y por ello hay que «integrarlos», «adaptarlos», etc. Son seres de la adaptación.
La educación tradicional es un reflejo de la estructura del poder, reproduce la opresión.
??
EDUCACIÓN LIBERADORA, AUTÉNTICA O PROBLEMATIZADORA
Educador ?? Educando
La Educación auténtica comienza con la superación de la contradicción entre el educador y el educando mediante el desarrollo de una relación de diálogo.
La acción cultural no es transferencia del saber, ni imposición de nada al otro. La acción cultural es búsqueda, en común, de la superación de las contradicciones.
La educación aparece como una reflexión crítica sobre el mundo:
Inmersión crítica en la realidad
Problematización de los hombres en sus relaciones con el mundo
Desvelamiento de la realidad
Esfuerzo desmitificador: toma de conciencia de que la realidad/situación es histórica y puede ser transformada.
Los educandos se transforman en investigadores críticos con el educador que también lo es. Los educandos son activos y la actividad tenderá a hacerles saberse capaces de transformar. Se trata de un proceso de acción]reflexión para leer la realidad y transformarla.
Esa reflexión crítica y toma de posición a favor del cambio aparece como un proceso de concienciación, que es diferente del idealismo, puesto que considera lo históricamente viable, los límites que impone la realidad histórica.
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2. EL DIAGNÓSTICO COMÚN Y LA INVESTIGACIÓN PARTICIPATIVA
La acción colectiva tiene como eje el desarrollo de un proyecto común que haga frente a un conjunto de necesidades o que haga efectivas las potencialidades existentes en un espacio social determinado. En la comprensión del TC que estamos desarrollando, ese proyecto común se abre paso mucho mejor cuando convertimos las diversas operaciones de una intervención sistemática y racional en oportunidad de debate y de acción conjunta de los miembros de una organización. Construir un diagnóstico colectivo mediante el desarrollo de una investigación participativa son aspectos fundamentales para el TC.
Una vez constituida, la organización necesita motivos de acción]movilización. El desarrollo de una investigación participativa para construir un diagnóstico puede ser una buena estrategia en esa movilización.
Aunque no sea obligado exponer cada operación por separado, es importante comprender que en el procedimiento que aquí se propone para el TC cada operación se entiende inscrita en el conjunto del procedimiento y que, a su vez, el conjunto del procedimiento anida en cada una de esas operaciones. He ahí el carácter dinámico del procedimiento que permite imaginar que las acciones comunitarias pueden desencadenarse e iniciarse desde cada una de las operaciones y que ninguna de ellas es, estrictamente, necesaria por sí misma. Un ejemplo de lo que decimos es el papel de la operación de construcción de un diagnóstico en las acciones comunitarias. Construir un diagnóstico colectivo puede ser considerado tanto una operación al servicio de procesos organizativos ya iniciados como, también, un magnífico pretexto para iniciarlos. En cualquier caso, generar conocimiento útil (definir necesidades y potencialidades) y comprobar la utilidad de ese conocimiento mediante la promoción de acciones de cambio serían magníficos pretextos para desencadenar la acción colectiva. Tanto si comprendemos el diagnóstico colectivo en uno como en otro de los sentidos, el desarrollo de una investigación participativa es un instrumento estratégico de gran importancia para el TC.
Muy a menudo, las investigaciones participativas se piensan en el seno de acciones comunitarias de tipo partenarial llevadas a cabo por organizaciones intergrupales. Ciertamente, en ese tipo de organizaciones las investigaciones participativas son especialmente útiles como instrumento para avanzar en la construcción de comprensiones comunes y para iniciar la movilización conjunta cuando todavía no se ha acordado un proyecto común. Sin embargo, esas investigaciones también son útiles cuando se piensa en un grupo simple al que se quiere implicar en nuevas acciones o como instrumento catalizador en la formación de un nuevo grupo (la elaboración de un diagnóstico del barrio puede ser fuente de motivación de cierto número de personas de una asociación de vecinos, de cierto número de profesionales de un mismo barrio…): como ya hemos establecido, la realización de una investigación participativa puede ser un buen pretexto estratégico para formar un grupo que después derive hacia otro que persiga la realización de un proyecto de desarrollo social.
La participación permite convertir la pluralidad de puntos de vista en una oportunidad para construir interpretaciones más completas y ajustadas. La implicación de los diversos actores (y sectores sociales) en el proceso y el debate desde la pluralidad de posiciones permite reducir la incertidumbre y ser más operativos. Esa implicación es, precisamente, la mejor alternativa a la prescripción técnica y a la tentación de la planificación total. Ello no significa, sin embargo, una pérdida de rigor de los profesionales, sino que por el contrario significa un incremento de sus destrezas en lo que respecta al dominio de cierta tecnología de participación.
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3. CARACTERÍSTICAS DE UNA INVESTIGACIÓN PARTICIPATIVA
Las etapas de una investigación son bien conocidas y van desde una primera definición tentativa de una problemática, pasando por la determinación de unas dudas consistentes, la enunciación de respuestas plausibles (hipótesis), el diseño de la estrategia e instrumentos para recoger los datos que corroboren aquellas hipótesis, el trabajo de campo para recoger los datos y su análisis para acabar elaborando conclusiones.
En una investigación participativa, lo que se pretende es convertir la construcción de un diagnóstico colectivo en una oportunidad de acción de los miembros de la organización, y ello implica corresponsabilidad de expertos y no expertos. En una investigación participativa el equipo de investigación es un grupo mixto formado por expertos (investigadores, trabajador comunitario…) y por miembros de la población u organización ya constituida (el grupo o intergrupo).
Investigar no es tarea fácil, y por ello tampoco resulta fácil convertir la investigación en oportunidad de implicación organizada de la gente. Más bien, esta tarea se presenta como un reto importante en la que el experto asume una presencia y grado de directividad importantes. Se trata de llevar a cabo una investigación con y para el grupo, y ello requiere dominio del método, de las técnicas de investigación y de participación, etc. En todo caso, lo que debe quedar claro es que la dificultad consiste en el uso por parte del trabajador comunitario de una tecnología que permita promover una verdadera implicación de la gente en el proceso.
La participación de los miembros de la organización en los procesos de construcción del conocimiento puede ser vista de manera muy variable. En el seno de una investigación participativa los miembros de la organización que intervienen son, al mismo tiempo, sujetos y objeto de investigación. Explorar es, entonces, explorarse también a sí mismos. Ésta es una característica fundamental de las investigaciones integradas en las acciones comunitarias que, por tanto, deberán combinar tanto la exploración de lo ajeno como de lo propio.
El desarrollo de una investigación supone siempre un desarrollo flexible y una construcción a lo largo del proceso. La investigación hace suyas las características propias de una planificación estratégica (introduce modificaciones cuando las circunstancias que influyen en su desarrollo lo aconsejan), y es una actividad de carácter voluntario y, por ello, necesita del interés y de la motivación de la gente que la vaya a llevar a cabo. Estas características, sin embargo, no implican que a la hora de llevar a cabo una investigación, no se deba contar con cierto diseño previo. El trabajador comunitario debe tener una formulación provisional, una primera propuesta, sobre la que se producirán los procesos de debate, de redefinición creativa y/o de apropiación por parte del grupo.
Otro aspecto a tener en cuenta es la conveniencia de constituir una mirada no sesgada por un énfasis excesivo en el déficit, la necesidad, los procesos de reproducción de marginaciones, etc. En el espacio social que investigamos hay también potencialidades y aspectos positivos sobre los que deberemos apoyarnos. Remarcar los problemas (desocupación, absentismo escolar…) y las potencialidades (la juventud del barrio, la realidad asociativa, los sentimientos de pertenencia…) es imprescindible en un diagnóstico para la acción.
Entre los autores que tratan la investigación]acción participativa hay un acuerdo unánime con relación a la bondad de constituir un diagnóstico que tome en consideración todo tipo de datos (objetivos y subjetivos). El énfasis se realiza en torno al riesgo que entraña eliminar el discurso de la población. Sin embargo, la unanimidad no se mantiene cuando se trata de decidir cuál es el orden de observación de cada uno de esos datos en el proceso investigador. Nosotros creemos que dar preferencia a la opinión e inquietudes de las personas (datos subjetivos) y remontarse después a las circunstancias objetivas es una estrategia que facilita una mayor concienciación de los miembros del grupo participantes.
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4. DESARROLLAR LA INVESTIGACIÓN PARTICIPATIVA
La definición de la problemática de investigación]acción, el autodiagnóstico y la construcción de las hipótesis
Una de las primeras tareas consiste en realizar un proceso de elaboración que determine qué es lo que el grupo quiere hacer con la investigación: establecer cuál es la problemática, los objetivos, los resultados que se esperan… Una definición precisa de estos aspectos es esencial para poder diseñar la investigación. En una o dos sesiones de trabajo los grupos pueden conseguir determinar la problemática para la cual necesitan realizar una investigación.
Recuadro 18. Estrategia para establecer la problemática de la investigación
Orientaciones para establecer la problemática que se desea investigar
Para establecer la problemática que se desea investigar, se pueden realizar dos tipos de movimientos:
a) Partir de los «centros de interés», de un tema puntual o concreto que puede surgir por iniciativa de particulares (los intereses de los propios miembros individuales del grupo) y lograr la aproximación entre ellos dando un salto hacia una consideración más general enriqueciéndolo mediante preguntas, búsqueda de información y de opiniones (M. Sánchez, 2000). Se trata de un movimiento inductivo (de lo concreto a Lo general).
b) Partir de temas generales y ayudar al grupo a delimitarlo pasando de los temas generales a los concretos (situaciones concretas, formas particulares en las que se manifiesta la problemática general). Se trataría de un movimiento deductivo (de lo general a lo concreto).
La claridad en el enunciado de lo que se persigue o se espera influye en toda la investigación. No sirven las respuestas generales del tipo «conocer la realidad; después veremos lo que hay que hacer» (M. Marchioni, 1999). El título de la investigación debería servir para enunciar de manera permanente la problemática sobre la que se investiga, sobre qué se busca información. Su título debe ser bien escogido.
En sesiones posteriores, el grupo debe construir una especie de auto]diagnóstico sobre la situación que debe ser abordada. Éste sirve para explicitar las interpretaciones que se realizan de partida. Mediante el debate y la actividad de taller, el grupo construye nuevas formas de conciencia crítica que escapan del pensamiento simplista, alienante o dominante. Una hipótesis es un intento de respuesta a una o varias preguntas bien establecidas en torno a una problemática. Se trata de una respuesta que debe ser contrastada mediante una observación científica de la realidad.
Las hipótesis son las que van a guiar las decisiones de investigación. La investigación pretende contestar a esas respuestas tentativas con la realidad social mediante una observación. Una o dos sesiones deberían ser suficientes en este proceso de elaboración de hipótesis.
RECUADRO 19. ESTRATEGIA PARA ELABORAR LAS HIPOTESIS
Explicitar las explicaciones que ya existen en el seno del grupo: autodiagnóstico.
Como el grupo tiene propuestas de explicación e información sobre la problemática, se debe organizar el proceso de explicitación.
Se trata de una sesión en la que se hagan emerger las propuestas de explicación. Las técnicas (o paquetes de técnicas) que pueden ayudar en el desarrollo del autodiagnóstico son: el brainstorming, el brainwriting, el uso del diagrama de Ishikawa, el autoanálisis, la técnica del cuchicheo, el Philips 6/6, el DAFO, la construcción de sociogramas, el análisis de organigramas
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(codificación individual, descodificación en grupo, recodificación en grupo). De todas estas técnicas informamos al final del libro en el anexo «Técnicas para organizar la participación y animar la creatividad».
El trabajador comunitario apunta las ideas o propuestas de explicación (más o menos elaboradas) y no interviene.
2) Ayudar a decantar lo expresado
Cuando el grupo ha planteado todas las propuestas de explicación, el trabajador comunitario ayuda a decantar lo expresado:
Percatarse de las hipótesis enumeradas. Se separan las tesis de las hipótesis.
Se tiene una tesis cuando se trata de una proposición de la que se está seguro de antemano y, en ese caso, no hay nada que contrastar con datos u observaciones.
Se suprimen las hipótesis que, aun siéndolo, no responden a la pregunta o problema planteado.
Se suprimen también las hipótesis alienantes. A veces esas afirmaciones contribuyen a reproducir la pasividad: «la mujer siempre ha sido así», «aquí la gente no quiere saber nada», «en esta escuela no hay nada que hacer», etc.
Se clasifica entre todos las hipótesis restantes según el orden de importancia que se les atribuye, tras haber sopesado toda la información.
La definición de una investigación en ciencias sociales se suele desarrollar de la mano de una primera exploración de la problemática que centra nuestro interés. Esa exploración recurre a consultas varias: aquello que ya está escrito sobre situaciones similares, datos con los que ya se cuenta, consulta a expertos, bibliografía… Se trata de recopilar y trabajar la información general y específica sobre el tema.
Diseño de la estrategia de investigación y los instrumentos para recoger datos
Las hipótesis son proposiciones que establecen relaciones entre aspectos presentes en algún fenómeno social. Operacionalizar una hipótesis es hacer uso del pensamiento lógico para analizar sus componentes y/o descubrir los supuestos sobre los que se sostiene. Es también definir de manera precisa el contenido de los conceptos que la componen y determinar las dimensiones y variables o factores en que pueden subdividirse esos conceptos; operacionalizar una hipótesis es, por último, definir cuáles podrían ser los aspectos que observados, descritos o medidos (indicadores) van a darnos cuenta de la naturaleza de aquellas dimensiones, variables o factores.
La operacionalización de las hipótesis es lo que va a permitirnos decidir cuál va a ser el combinado de instrumentos de observación (técnicas de investigación) más apropiados, argumentar las formas particulares de su aplicación y tomar las decisiones de delimitación de unidades sociales a observar…
Sin embargo, hay algo de singular en la elección de técnicas en este tipo de investigaciones: además de producir conocimiento útil, debe contribuir al desarrollo social. Esa finalidad se va a materializar, en primer lugar, constituyendo el o los equipos de investigación mixtos y en el uso preferente de técnicas de investigación que sean participativas y movilizadotas de la población.
RECUADRO 20. Técnicas de investigación
Técnicas participativas
Con ellas se observan, a la vez que se elaboran, decisiones, interpretaciones colectivas y conocimientos cooperativos. Tienen como eje de su estructuración el trabajo en asamblea, el desarrollo de talleres, el trabajo combinado de la elaboración en grupo, en subgrupos e individual. De estas técnicas desarrollamos explicaciones al final del libro en el Anexo «Técnicas para organizar la participación y animar la creatividad».
Técnicas cualitativas
Con ellas nos acercamos al pensamiento de las personas: conocemos opiniones, preocupaciones, actitudes ante problemas y soluciones, vivencias, interpretaciones, etc. Técnicas cualitativas son la entrevista (semi]directiva, abierta, grupal, en
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profundidad), el grupo triangular, las historias de vida, el análisis estructural de textos, el grupo de discusión, la audición, etc. De las dos últimas damos cuenta al final del libro en el Anexo «Técnicas para organizar la participación y animar la creatividad».
Técnicas cuantitativas
Con ellas distribuimos la realidad, cuantificándola y separándola según los datos que tenemos. Se consigue un conocimiento de tipo censal o estadístico. Las técnicas cuantitativas más conocidas son la encuesta y la entrevista cerrada (estructurada o directiva).
Recolecta de datos subjetivos y objetivos
Una vez diseñada la investigación, las siguientes etapas nos llevan a la aplicación de aquellos instrumentos y actividades previstos para recoger los datos e informaciones que pueden ayudarnos a contrastar y completas las hipótesis y los objetivos que sustentan la investigación.
En una investigación integrada en una acción comunitaria la recolecta de datos es especialmente sensible a lo subjetivo, a las percepciones y opiniones de la gente.
Recuadro 21. Técnicas para recoger datos Subjetivos
Técnicas útiles para recoger datos subjetivos
El registro ordenado de lo que la gente piensa a través de entrevistas abiertas, el panel, la audición, grupos de discusión, mesas redondas, debates, conversaciones informales, análisis de artículos de prensa local, foros, la observación sistemática de todo tipo de situaciones y su registro en libros de notas, etc.
De alguna de estas técnicas desarrollamos explicaciones al final de los apuntes en el Anexo «Técnicas para organizar la participación y animar la creatividad.
Los cuestionarios (o encuestas) no son lo más indicado para aproximarnos a las percepciones de la gente, puesto que no recogen tanto las percepciones o preocupaciones de la gente como sus opiniones respecto de una comprensión construida por el equipo de investigación. Vale la pena pensar en estrategias de investigación que permitan una aproximación abierta. Si se opta por realizar encuestas, se deben combinar y complementar con otras técnicas participativas y cualitativas.
Esos instrumentos se utilizan para recoger información de sectores de población que pueden ser muy diversos: políticos, técnicos, representantes asociativos, gente de la calle… Las expresiones de inquietud procedentes de una amplia gama de fuentes se recogen de manera sistemática, y su análisis nos permitirá observar las afirmaciones redundantes y las discrepancias sobre una misma realidad.
Sin embargo, aunque la estrategia de investigación prime lo subjetivo, no puede ignorar la importancia de toda aquella información o datos que nos permiten establecer las características objetivas del espacio social en que se producen las preocupaciones, opiniones e interpretaciones de las personas. Se trata de recopilar y trabajar con información del territorio o espacio social que se está estudiando (datos estadísticos, censos, mapas, monografías de barrio…). Si fuese necesario, para obtener estos datos se puede recurrir a encuestas. Esa información permitirá disponer de las características de la población y, así, contextualizar el resto de informaciones que se producen a lo largo del proceso de información.
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En la realización de estas operaciones de la investigación el reto consiste, nuevamente, en su desarrollo participativo. Si no se forma a la gente, podemos encontrar entrevistadores que busquen apoyo a sus propias ideas en vez de recoger las de los entrevistados.
El análisis de los datos y la interpretación colectiva
Son las últimas operaciones de la investigación.
En primer lugar, cada conjunto de datos requiere de tratamientos y análisis específicos: las encuestas requieren de tratamientos estadísticos, las entrevistas de tratamientos especiales primero individualmente (transcripciones, codificación, categorización de contenidos…) y después del conjunto (análisis transversal…).
En segundo lugar, todos los conjuntos de datos deben ser puestos en relación para dar cuenta de las circunstancias sociales que se implican en la configuración de la situación social que se pretende abordar. Se trata de interpretar para explicar la realidad y para prever las posibilidades de influir en ella. Este es un momento de especial importancia puesto que, frente al pensamiento alienado e impotente, este análisis permitirá desvelar alguno de los mecanismos de producción/reproducción de la sociedad y las posibilidades de que disponemos para generar cambios.
La participación de personas no expertas en este proceso de análisis es, pues, recomendable, aunque es difícil. El experto deberá conducir ese análisis. A lo largo de toda la investigación todos los miembros del equipo han ido participando y, por ello, en este momento todos cuentan con sus hipótesis Interpretativas y sus dudas; todos han ido estableciendo conexiones entre datos o dando pesos diferentes a las diversas dimensiones presentes en la situación, etc. Todo ello favorece que sea posible su participación en estas operaciones y la convierte en un instrumento de enriquecimiento.
La elaboración de un informe de investigación (el diagnóstico colectivo) que recoja las más importantes conclusiones deberá servir de base para una difusión amplia: para su entrega a los agentes importantes del espacio social que se ha investigado (profesionales, administraciones, asociaciones…), para la organización de debates públicos y talleres participativos, etc.
Los resultados de una investigación serán la base para lanzar o relanzar la acción colectiva en torno a la elaboración del proyecto comunitario.
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TEMA 11
EL PROYECTO Y LA ACCIÓN COLECTIVOS
1. CONSTRUIR LA PALABRA COMÚN
Acostumbramos a decir que una acción comunitaria se inicia con la elaboración de un diagnóstico colectivo. Aunque, en nuestra opinión, el proceso no siempre tiene que desarrollarse de esa manera. La confluencia de los agentes puede iniciarse en torno a una propuesta de proyecto de intervención liderado por alguno de ellos sin que esto impida que en proceso posterior se llegue a construir un diagnóstico común; otras veces, dependiendo de las circunstancias, los episodios de acción pueden adelantarse a la construcción formal de diagnósticos o a la elaboración sistemática de proyectos.
En cualquier caso, lo fundamental es que se produzcan las oportunidades de construir una palabra común como fruto del debate y de la participación, y es a lo largo de todo el conjunto de operaciones como se van construyendo las comprensiones comunes sobre las situaciones y formas de abordarlas (unificación de lenguajes y de interpretaciones, complicidad mutua, identidad y sentido de grupo…).
Es ese carácter dinámico de los procesos comunitarios el que nos permite comprender que el conocimiento diagnóstico y la construcción del proyecto no son independientes. La relación dinámica que se da entre las operaciones del procedimiento acaba por constituir una situación en la que las características de nuestras acciones y las del conocimiento de lo externo se funden. Ello nos sirve para entender que el desarrollo de cada operación es una oportunidad de desarrollo de las restantes y, también, una oportunidad de autoconstrucción del grupo como tal (en la medida en que se va construyendo una comprensión compartida).
Un grupo puede comenzar su estudio de la realidad previamente a la definición de alternativas de acción, pero lo más acertado es comprender que se necesita elaborar un diagnóstico porque se necesita confirmar el acierto de algunas acciones que ya se proponen o para completarlas, etc. De hecho, en las acciones comunitarias lo que prevalece es la intención de acción incluso cuando se investiga.
Habrá grupos que necesitarán de proyectos muy bien establecidos y otros funcionarán sin demasiada sistematización. En sentido estricto, esto no quiere decir que se carezca de proyecto. En realidad, todo grupo tiene un programa si lo definimos como aquello que el grupo hace para intentar lograr sus objetivos. Además, la mayor parte de estructuras colectivas persiguen objetivos múltiples, no son estáticas y evolucionan con el tiempo, lo que implica diversos grados de concreción. Esta planificación resulta aún más imprescindible cuando la acción comunitaria a que nos referimos no es de un grupo simple, sino que afecta a un intergrupo (una coordinadora, una plataforma…) por tratarse de una acción que implica a diversos partenaires colectivos (asociaciones, instituciones, profesionales, personas individuales…). En este proceso recae la posibilidad de vincular de manera efectiva una variedad de acciones (describir el plan de acción, los niveles, las áreas y ámbitos de actuación…) y sentirlas como propias.
Entre las ventajas que se derivan de participar en la elaboración de un proyecto subrayamos que los procesos de participación son el vehículo fundamental contra formas diversas de alienación. Al posibilitar que nos apropiemos del sentido y características de nuestros propios actos, son un vehículo necesario en nuestro proceso de liberación y realización: nos hacemos sujetos conscientes, no meros ejecutores.
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2. LA ELABORACIÓN DEL PROYECTO COLECTIVO O LA PLANIFICACIÓN PARTICIPATIVA
Una vez realizado el estudio sobre la realidad social sobre la que se desea intervenir, una vez elaborado el diagnóstico, se pone en marcha un proceso tendente a convertir esos datos y esas conclusiones en referente de un proceso de definición colectiva de los objetivos a establecer, de las acciones y estrategias a emprender, de las novedades organizativas que se requieran, etc.
La publicación de los resultados de la investigación o su difusión selectiva ponen en nuestras manos un magnífico pretexto para extender la acción a nuevos actores, incorporar nuevos miembros a la organización y conseguir nuevos apoyos en el proceso. Será una nueva ocasión para relanzar la acción poniendo en marcha mecanismos para socializar la información y para realizar una definición participativa del proyecto. El grupo motor deberá organizar y animar el tipo de foro, de asamblea general o de jornadas de debate que considere más oportuno para comunicar esos resultados y convertirlos en estímulo del debate y del diseño de las acciones que resulten más adecuadas. Con ese objetivo se deberá recurrir a todo tipo de medios de animación: el uso de medios informativos (soporte audiovisual, exposiciones de fotos, instalaciones, películas…), el desarrollo de sesiones que se apoyen en la existencia de centros de interés diversos, la realización de talleres, etc.
El grupo, buscando la máxima participación de sectores de la población y profesionales, deberá concretar las características que tendrán las acciones futuras y sus formas de realización. El uso de un guión sencillo de los aspectos que se deben definir puede ayudar a que el grupo comprenda cuáles son los retos de la planificación.
Recuadro 22. El modelo de las nueve cuestiones
(F. Cembranos et al, 1988)
QUÉ se va a hacer
Tras el análisis y el diagnóstico, se decide qué hacer; al responder esta cuestión, se está definiendo la naturaleza del proyecto, incluso su denominación: dar nombre a la acción elegida.
POR QUÉ se va a hacer
Se trata de razonar la acción en función del análisis de la realidad (situación social) efectuado previamente. Definir el origen y la fundamentación de dicha acción; localizar las necesidades y posibilidades detectadas en el diagnóstico.
PARA QUÉ se va a actuar
Es decir, formular cuáles van a ser los objetivos que se pretenden alcanzar con la acción a emprender. La resolución de este interrogante ha de buscarse en relación con el análisis de la realidad (situación social) anterior, conjugando necesidades y deseos con posibilidades: oportunidades y alternativas con riesgos y dificultades. Deben formularse objetivos claros, que todos los protagonistas de la acción comprendan y mensurables.
A QUIÉN se dirige la acción.
Determinar cuáles van a ser los destinatarios, los distintos niveles de recepción de la acción que se va a producir. Es algo que encontrará sus antecedentes, una vez más, en el análisis de la realidad (situación social) hecho a priori; esta cuestión es determinante para realizar la planificación.
CÓMO se va a hacer.
Decidir, por un lado, las actividades y tareas que se desprenden de la/s acción/es elegida/s; por otro, la metodología de trabajo que se va a utilizar, la organización más conveniente para el proyecto en marcha, el método de evaluación que vamos a utilizar.
CON QUIÉN se cuenta
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Determinar qué recursos humanos van a ser necesarios: equipo de coordinación, equipos de apoyo, colaboradores. Habrá que fijar igualmente la relación entre todos ellos y distribuir responsabilidades.
CON QUÉ se cuenta
Se trata ahora de recursos materiales y económicos; habrá que saber cuáles son los necesarios y cuáles se tienen ya.
CUÁNDO se llevará a cabo
Conocer el tiempo de que se dispone, establecer un calendado de trabajo detallado, cuándo se va a realizar cada actividad, en qué momento ha de resolverse cada tarea, etc. En definitiva, establecer la frecuencia, la periodicidad y la secuencia de todo el proceso de gestión y ejecución.
DÓNDE se va ha hacer
Concretar el ámbito de alcance del proyecto y los espacios en los que se va a intervenir.
La definición de los objetivos y el diseño de las alternativas de acción constituyen un acontecimiento cualitativo de suma importancia, pues es cuando el grupo trata de diseñar nuevas realidades y caminos para llegar a ellas. Es un momento que requiere de creatividad y de la capacidad de pensar utopías. Las personas, sin embargo, solemos tener reprimidas estas capacidades, y ello es lo que lleva al grupo y al trabajador comunitario a servirse de todo tipo de técnicas activadoras de la creatividad escondida o enajenada de la gente. Se trata de activar la imaginación sin constricciones y, posteriormente, sopesar las posibilidades. El uso de estas técnicas tiene resultados sorprendentes en la implicación de la gente en el desarrollo de proyectos.
En esta fase de lo que se trata, mediante el desarrollo de foros, talleres o jornadas, etc., es de establecer los objetivos del grupo en relación al espacio social que se desea transformar y el proyecto de acción del grupo (programación de tareas concretas a realizar). Ello sin olvidar que el diagnóstico sobre la situación que se desea intervenir y la definición de la acción son operaciones que se desarrollan en paralelo.
3. LA APLICACIÓN DEL PROYECTO COLECTIVO
Haber llegado hasta aquí es casi suficiente para el trabajador comunitario. El proyecto de intervención del profesional se ha hecho ya una realidad (generar nuevos sujetos colectivos e incrementar la capacidad de autonomía de los sectores sociales destinatarios) y ahora lo que conviene es que el grupo sea cada vez más autosuficiente y necesite menos de la orientación del profesional.
Participar en la construcción del diagnóstico colectivo y elaborar el proyecto son ya formas de acción y de movilización del grupo; también lo serán el participar en la redefinición del proyecto en los procesos de evaluación y/o autoevaluación. Sin embargo, cuando hablamos de acción y de movilización tendemos, sobre todo, a referirnos a la realización de actividades proyectadas y a identificar que se trata de las que se hacen en la operación del procedimiento que llamamos de ejecución o de aplicación del proyecto. Esto es un error, puesto que las operaciones no son una secuencia, pero suele ser así como lo pensamos.
En el seno de esta nueva operación, el trabajador comunitario orientará al grupo en las decisiones que deben hilvanar la actuación estratégica de la que hemos venido hablando: en cada momento el grupo se encuentra ante la necesidad de modular las opciones que aparecen para aprovecharlas en la consecución de los objetivos establecidos y en la materialización de los estilos de acción que desea para sí.
Las posibilidades de ayuda del trabajador social en esta operación no se agotan. Algunas orientaciones estratégicas serían:
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Ayudar al grupo a centrarse en alguno de los objetivos, evitando huidas o saltos hacia el activismo o hacia la acción poco sopesada (evitar querer hacer mucho o demasiado deprisa), y tratar de que el grupo tenga pronto resultados que puedan ser vividos como un éxito.
Llevar a cabo cierta pedagogía del éxito, hacer de espejo de sus consecuciones, hacer explícito el valor de lo realizado.
No cometer el error de privilegiar la coherencia interna de los equipos o grupos en detrimento de las estrategias institucionales, a las que consideran secundarias.
Es también un error la tendencia de los grupos y trabajadores comunitarios a escoger estrategias sencillas que tienden a elaborar proyectos colectivos sin tomar en consideración las diferencias que se dan entre los diferentes puntos de vista políticos. El contexto general se resume, entonces, en estrategias de consenso o de conflicto sin referencia a tipologías de acción más complejas.
Entre las orientaciones que nos brindan los autores del TC destacan las reglas para las tácticas de conflicto de S. Alinsky (1976)] recogidas en el recuadro 25]. Son orientaciones que suponen un ejemplo de esa actuación estratégica necesaria en toda movilización que pretenda conseguir algo de alguien.
Recuadro 24. Orientaciones estratégicas para la fase de acción (P. Henderson y D. N. Thomas, 1992)
1. Las tomas de posición de los grupos locales no tienen demasiadas oportunidades de ser entendidas por las instituciones si no se formulan con fuerza y convicción, es decir, bien estructuradas, argumentadas y revestidas del sólido testimonio de personas significativas.
2. El lobbying o la presión consiste en establecer confianza e interés entre un grupo y las personalidades políticas influyentes; eso requiere tiempo, paciencia y recursos. La presión no se debe ejercer en el último minuto. Cuando un grupo no colabora más que con un solo partido, no debe pretender que los otros le entiendan, aunque haya descubierto de golpe que le podrían ser útiles.
3. La consideración estratégica más importante concierne al momento de la acción: a veces, el momento es incluso más importante que el contenido, porque puede permitir que se aborden más problemas. Los problemas de urbanismo y vivienda, en particular, deben ser afrontados antes de que los poderes públicos hayan tomado las decisiones, que no dejan lugar más que a modificaciones menores.
4. Antes de comenzar una negociación es necesario preparar el punto a negociar y la manera en que se presentará. La negociación es, para un grupo, no sólo una de las acciones más significativas, sino también una en la que es más vulnerable. Las administraciones públicas mantienen el poder sobre las asociaciones en los cinco dominios siguientes: el control de recursos, el control de las agendas, el conocimiento experto, la definición de problemas y el acceso a la información.
5. Prepararse y practicar pueden en cierta manera dar confianza y competencia a los líderes de un grupo o de una delegación. Es necesario:
1) formular exigencias: ellas determinan el resultado mejor que el buen fundamento del caso o las presiones utilizadas en la vía de negociación;
2) modular las amenazas: hay grados diversos de firmeza;
3) ser razonablemente obstinado: dejar sobrentender que un acuerdo es posible, exigiendo verdaderas concesiones.
6. Aparecer como razonable o moderado es útil a veces, sobre todo cuando se supone que el interlocutor se alegrará de tu falta de moderación para desacreditar las reivindicaciones, el proceso, al grupo o a sus interlocutores.
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Recuadro 25. Reglas para las tácticas de conflicto (S. Alinsky, 1976)
1. No olvides la primera regla de la táctica del poder: el poder no es sólo lo que tienes, también lo es aquello que el adversario piensa que tienes.
2. Aquí tienes la segunda regla: no salgas nunca del campo de experiencia de tu gente. En efecto, cuando una acción o una táctica es extraña a su experiencia, les provocas confusión y ganas de abandonar. Eso significa que ha habido un fracaso en la comunicación.
3. La tercera regla: siempre que puedas, sal del campo de la experiencia del adversario. Entre el adversario lo que deseas provocar es, precisamente, confusión y abandono.
4. La cuarta regla es poner al adversario ante su propio evangelio o sus declaraciones ideológicas. Por ahí le podréis tener bien cogido, ya que no podrá seguir sus particulares normas y que, a la vez, su iglesia, su partido o sus conocidos le consideren coherente.
5. La quinta regla liga bien con la cuarta: el ridículo es el arma más potente de que dispone el hombre. Es prácticamente imposible responder al ridículo. Además, provoca furia en el adversario, y esa reacción sólo os puede beneficiar.
6. La sexta regla es que una táctica es buena si tu gente siente placer aplicándola. Si no disfrutan es que algo falla.
7. La séptima regla es que una táctica que requiere mucho tiempo se hace pesada. El hombre sólo puede mantener el interés por un asunto durante un tiempo limitado después del cual todo se convierte en rutina.
8. La octava regla consiste en mantener la presión en diferentes tácticas u operaciones y en utilizar todos los acontecimientos del momento en vuestro provecho.
9. La novena regla es que la amenaza provoca más miedo que la propia acción.
10. La décima regla: el principio fundamental de una táctica es conseguir que los acontecimientos evolucionen de forma que mantengan una presión permanente sobre el adversario; «lo que provocará sus reacciones que alimentarán la acción...».
11. La undécima regla nos dice que en todo trabajo de organización, es necesario saber sacar el máximo partido del lado negativo de una situación para trasformarlo en positivo; por ejemplo, para Gandhi la resistencia pasiva representó no sólo un medio posible para combatir la dominación británica, sino el único, dadas las circunstancias. Supo sacar partido de la falta de condiciones y medios para otras formas de lucha.
12. La regla duodécima es que un ataque no puede tener éxito más que teniendo una solución alternativa, constructiva y eficaz. No puedes dejarte tomar el pelo por el adversario, el cual aceptará, rápidamente, daros satisfacción si le declaráis «no sabemos qué hacer para resolver el problema».
13. La décimo tercera regla: hay que escoger el destinatario, fijarlo, personalizarlo y polarizar al máximo la acción en él. Singularizar el adversario y concentrar los tiros sobre él, no dejarse marear con aquello de que «eso no es de mi competencia, etc.».
4. EVALUAR Y REDEFINIR EL PROYECTO COLECTIVO
La evaluación es una forma de observación y análisis del funcionamiento de una acción, de su diseño y de sus resultados con vistas a enjuiciar su capacidad para conseguir los objetivos y proponer las redefiniciones o ajustes que convengan para el futuro.
Lo que pretende la evaluación es conocer los resultados y ponerlos en relación explicativa con el desarrollo efectivo del proyecto con el contexto social de las problemáticas que tratamos y con nuestras intenciones.
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El último de los resultados de una evaluación es relacionar, de manera global, la experiencia práctica y las definiciones iniciales de la intervención, construir una explicación de lo que ha pasado, tanto lo positivo como lo negativo. Además, es una reflexión abierta a nuevas hipótesis sobre cómo mejorar la intervención o cómo corregir los resultados insatisfactorios.
A menudo, la evaluación se considera una operación que se desarrolla al finalizar la intervención. Sin embargo, se desarrolla a lo largo de toda la intervención y se diseña en paralelo a la definición del proyecto. La incorporación del proceso de evaluación permite comprender los proyectos como dispositivos autorregulados que pueden incorporar sucesivamente aquellas modificaciones que la experiencia de aplicación aconseja.
En el seno de una acción colectiva, las evaluaciones deben buscar la mayor participación posible, y por ello nos inclinamos por aquellas que integren ciertas cualidades: en la medida de lo posible serán evaluaciones de tipo cualitativo, blandas, que permitan la participación de los no expertos, que contribuyan al aprendizaje (formativas), que favorezcan la construcción de criterios e interpretaciones comunes (culturales), centradas en los procesos.
Algunos instrumentos y técnicas para el desarrollo de evaluaciones de este tipo pueden ser:
El relato de la acción comunitaria: puede ser un elemento esencial para la difusión, el contraste de la experiencia y la extensión de aprendizajes a otros; también puede ser instrumento facilitador del análisis de la experiencia por parte del grupo o de los diversos agentes de la organización que lleva a cabo la acción comunitaria. El relato de la acción comunitaria permite a los profesionales entroncar la teoría con una situación concreta humana funcionando. Permite poner a prueba los conocimientos y contrastarlos con la eficacia de las acciones. El relato permite que la evaluación no se esconda detrás de datos difíciles de comprender y ayuda a centrar la reflexión y el debate del grupo para generar opiniones comunes.
Una práctica inadecuada del relato sería convertirlo en elemento accesorio que sólo presenta la descripción de las acciones, rellenar fichas, etc., separando la descripción de la interpretación y convirtiéndolo en un informe de tipo administrativo. En una práctica adecuada, el relato es un documento de ejercicio reflexivo, interpretativo y de construcción de conocimiento.
El diario de campo: es un instrumento intermedio entre las situaciones muy concretas]limitadas (episodios) y el relato de períodos de la historia de una acción y/o intervención comunitaria. En él se van desarrollando aspectos parciales que después se recogen en el relato. El diario recoge también descripciones, interpretaciones y valoraciones.
El autoanálisis: se trata de un análisis y reflexión de grupo en torno a la descripción de problemas, la interpretación de sus causas y la propuesta de posibles soluciones.
El cuaderno de evaluación: se trataría de un cuaderno de evaluación que no desdiga un enfoque cualitativo (un cuestionario muy abierto). Puede contener apartados del siguiente tipo :
Análisis de evoluciones o cambios: se dibuja un gráfico del proceso o funcionamiento del grupo en un período determinado y se explican las inflexiones que aparecen en el gráfico (qué circunstancias organizativas, intragrupales, intergrupales, etc., explican aquel cambio en el funcionamiento).
Preguntas abiertas sobre aspectos a describir, interpretar o valorar (sobre los resultados, medios de que se ha dispuesto, relaciones en la organización, aportaciones de las partes, aprendizajes, etc.).
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La interpelación evaluativa: la interpelación (sustituta o complementaria del uso de cuestionarios cerrados) se realizaría como entrevista centrada en la aclaración de detalles para completar y aclarar aspectos especialmente importantes que hayan aparecido en el cuaderno de evaluación, en los relatos, etc.
El archivo de la acción comunitaria: de cara a la evaluación y de cara a contar con una información transparente y pública del proceso, es fundamental documentar de manera sistemática la acción comunitaria. Como instrumento para documentar la acción se propone crear, desde los inicios, un archivo y organizarlo de la siguiente manera:
Un archivo general cronológico que recoja: cartas, informes, documentos, actas, etc. (es la historia y la memoria del proceso).
Copia de lo que va en el archivo cronológico irá a parar a carpetas monotemáticas. Estas carpetas permiten conocer la actividad en cada ámbito y conocer la situación existente, el trabajo realizado, los contactos y acuerdos establecidos, las acciones llevadas a cabo, etc.
Un archivo para los informes que se realizan de la acción comunitaria, los presupuestos y el estado de las cuentas, que permiten una visión más sintética del proceso y facilitan la documentación básica para cualquier documento, instrumentos informativos, memorias oficiales, etc.
RECUADRO 26. LAS PRINCIPALES OPERACIONES DE LA EVALUACIÓN
REFERIDAS A LAS INTENCIONES
Evaluación de entrada
Consiste en dar cuenta de las razones de las estrategias escogidas y de su interés por encima de otras alternativas.
REFERIDAS A LAS REALIZACIONES
Evaluación del contexto
Puede consistir en hacer relación de los objetivos, dar cuenta de las bases para su elección, La relación que guardan con las necesidades, las oportunidades y los problemas, definir los contextos, identificar las poblaciones, etc. Esta evaluación debería contribuir a incrementar los conocimientos de la situación social que se aborda y a completar la construcción de su diagnóstico como instrumentos fundamentales de la intervención. Interesa identificar y relacionar las circunstancias sociales y las deficiencias de la intervención social. La evaluación, apoyándose en estas tareas, busca la identificación de procesos concretos de exclusión y el conocimiento de mecanismos concretos que se implican en ellos (sociales, políticos, económicos, jurídicos, culturales, etc.).
Evaluación del proceso
Puede consistir en la descripción del proceso real, las actividades y los procedimientos, su interpretación y valoración (incluyendo los defectos de la planificación y de la aplicación). La atención más especial se centrará en los elementos del proyecto que traducen operativamente la renovación metodológica y la calidad de su aplicación.
Evaluación de resultados
Consiste en hacer relación de las consecuciones y de las decisiones que se han ido tomando. Recopilar descripciones y juicios en torno de estos resultados. Relacionarlos con los objetivos, con la información del contexto, con la in formación de la entrada y con la información del proceso. Interpretar el valor y el mérito de estos resultados.
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ANEXO
TÉCNICAS PARA ORGANIZAR LA PARTICIPACIÓN Y ANIMAR LA CREATIVIDAD
SOCIOGRAMA
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Representación gráfica de las relaciones sociales presentes en un momento determinado entre un conjunto de actores.
PROCEDIMIENTO
Explicar las reglas del juego.
El animador extiende un papel con un punto de referencia y reparte rotuladores.
Los participantes tejen relaciones con otros grupos.
Establecer niveles.
Análisis de los mapas sociales observando las relaciones directas e indirectas entre los actores.
Análisis posicional. Adscripción que hacen los actores.
ORGANIGRAMA
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Estudiar la estructura organizativa de una institución u organización.
PROCEDIMIENTO
Presentación de organigrama a los miembros de la institución, para que diseñen el organigrama de su institución (codificación).
Los organigramas se exponen en la pared.
Análisis de los problemas debido a las diferencias de los organigramas (descodificación).
Los grupos elaboran el organigrama para resolver dificultades (recodificación). Etapa creativa.
TORMENTA DE IDEAS (BRAINSTORMING)
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Útil para generar alternativas mediante la creatividad. Tiene dos fases.
PROCEDIMIENTO
1ª Fase: el animador propone el tema, los participantes hacen aportaciones sin recibir críticas. Se van anotando para la asociación de ideas.
2ª Fase: es analítica ?? evaluación de lo dicho con anterioridad.
ENCUESTA PARTICIPATIVA
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Se aplica por muestreo y por estratos de población. La utilidad de esta técnica se relaciona con la exploración de las circunstancias internas de colectivos, sectores de la población y también de las externas.
PROCEDIMIENTO
Un equipo inicial entrega cuestionarios. Los cuestionados aplican la encuesta a otros.
Tratamiento de datos, debate y difusión de la información.
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DIAGRAMA DE ISHIKAWA
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Método gráfico de presentación y delimitación de problemas. Nos ofrece una visión de conjunto del problema.
PROCEDIMIENTO
Ordenación gráfica de ideas, expresadas en conceptos, en forma de raspa de pescado.
Aportación de ideas mediante lluvia de ideas.
También se puede partir de causas genéricas ya estipuladas, para facilitar la fluidez.
EL IMPACTO DEL FUTURO
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Contrastar opiniones entre los miembros de un grupo. Mediante posiciones actuales lo que más se trabaja es el futuro.
PROCEDIMIENTO
Se pasa un cuestionario referente a temas sociopolíticos.
Se contesta mediante una escala gradual (muy de acuerdo, bastante de acuerdo…).
Una vez contestado, los animadores clasifican los cuestionarios en función del grado de acuerdo.
En base a lo anterior se forman grupos que debaten y defienden su posición frente a la totalidad del colectivo.
Con la preparación/argumentación, expone cada uno de los grupos su argumento/posición.
A partir de aquí el debate asambleario se puede hacer tras cada exposición grupal y siempre que sea de forma ágil.
GRUPO NOMINAL
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Se utiliza para la toma de decisiones, formulación reobjetivos, generación de alternativas. Es útil para llegar a conclusiones. Se combina reflexión individual e interacción grupal.
PROCEDIMIENTO
El animador presenta el tema.
Reflexión individual.
Puesta en común, registro de las respuestas en la pizarra.
Análisis de cada una, se agrupan aquellas que puedan estar conectadas.
Debate de las opiniones.
Voto para obtener las proposiciones más valiosas.
BRAINWRITING
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Similar al grupo nominal.
PROCEDIMIENTO
Animador lanza el tema.
Cada participante escribe sus ideas en un papel.
Cada miembro sustituye su lista por otra.
Se discute de forma ordenada.
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TÉCNICA DEL CUCHICHEO EN LAS REUNIONES
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Forma de trabajo que permite la participación de los asistentes a una reunión (obtener opiniones en breve tiempo, favorecer la implicación de todos…).
PROCEDIMIENTO
El animador plantea un tema.
Se divide al grupo en grupos de dos.
Uno de cada grupo expone un resumen de lo tratado.
ROLE]PLAYING O JUEGOS DE ROL
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Dinámica de análisis de la realidad que se suele aplicar en el trabajo con grupos pequeños.
PROCEDIMIENTO
Presentación de la situación a representar.
Distribución de papeles entre los participantes.
Representación en público.
Análisis acerca de las vivencias para profundizar en las motivaciones que intervienen en comportamientos, actitudes, reacciones de la gente.
PHILIPS 6X6
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Facilitar la participación de todos los miembros de un grupo numeroso.
PROCEDIMIENTO
División del grupo en subgrupos de 6 personas. Se presentan y eligen portavoz.
Discuten sobre el tema planteado por el moderador durante 6 minutos.
El portavoz de cada grupo expone las conclusiones y el animador las anota en la pizarra.
Una vez conocidas todas las aportaciones, se debate sobre ellas hasta llegar a un consenso general (o a la votación).
GRUPO DE DISCUSIÓN
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Comprensión del pensamiento, posición afectiva y conducta de un grupo con respecto a un tema.
PROCEDIMIENTO
Coordinador realiza encuadre de la reunión: tema a tratar, finalidad, duración…
El grupo de 6]10 con cierta homogeneidad hablan entre sí del tema propuesto.
El animador interviene de forma no directiva.
Registro de la información. Análisis del discurso.
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TRABAJOS EN COMISIÓN (SUBGRUPOS, GRUPOS POR TEMAS)
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Para hacer participar realmente a todo el mundo en las reuniones de grandes grupos.
PROCEDIMIENTO
Dividir el grupo en grupos más pequeños.
Cada grupo tendrá un animador y un portavoz.
Para que los intercambios sean productivos deben ser organizados previamente (que cada grupo tenga un conjunto de temas a tratar, intercambio libre sobre el tema, dividir el tema en subtemas).
DEBATE EN GRAN GRUPO
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Se trata de solicitar al público que plantee preguntas y aporte nuevas clarificaciones sobre el tema.
PROCEDIMIENTO
Presencia de un animador.
El animador establece las reglas del juego y las hace respetar.
El debate no debe generar enfrentamientos.
COMUNICACIÓN EN SESIÓN PLENARIA
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Las comunicaciones en asamblea o plenarias son largas, aburridas y difíciles, al contrario de los trabajos en subgrupos que son casi siempre más dinamizadores.
PROCEDIMIENTO. Técnicas para mantener el interés:
Cada portavoz presenta su informe, los secretarios lo anotan en la pizarra.
Cuando el informe concluye, los miembros del grupo pueden añadir comentarios.
Con la finalización de informes, el animador procede a una síntesis.
Cada portavoz completa el informe del anterior.
EL PASADO MAÑANA
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Reunión en la que un grupo de personas diseñan un aspecto de la realidad tal y como les gustaría que fuera.
PROCEDIMIENTO
Se plantea el aspecto de la realidad que se desea cambiar.
Cada uno piensa individualmente ideas sueltas.
Exposición de ideas.
Se elaboran nuevas ideas a partir de las anteriores.
Se guardan las ideas según la posibilidad de realización.
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MÉTODO DAFO
DESCRIPCIÓN O FINALIDAD: Se trata de ordenar la información extraída en un cuadrante sencillo que clasifica la información obtenida.
Circunstancias internas Negativas Positivas DebilidadesFortalezas Circunstancias externas Amenazas Oportunidades