Compromiso Social y Político en la Poesía de Miguel Hernández: Evolución y Temas Clave

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El año 1935, en el que escribe El rayo que no cesa, fue un año muy fructífero y crítico para Miguel Hernández: conoce a Vicente Aleixandre, colabora en la revista "Caballo verde para la Poesía" de Pablo Neruda, donde se decantará por la "poesía impura", deja atrás la influencia clasicista y conservadora de Ramón Sijé, y se incorpora con Enrique Azcoaga a las Misiones Pedagógicas, un proyecto educativo español inspirado en la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza. Así pues, comienza el compromiso social del poeta.

Compromiso Político y la Poesía como Arma

Posteriormente, con el estallido de la Guerra Civil, el poeta adquiere un compromiso político. En 1937, una vez trasladado a Andalucía para colaborar en el Altavoz del Frente Sur, donde adquiere una concepción de la "poesía como arma", Hernández compone Viento del pueblo, un poemario que recoge los poemas escritos desde el estallido de la guerra.

Con este poemario, en el que predomina la poesía comprometida, el poeta comprende el poder transformador de la palabra, lo que implicará la sustitución progresiva de lo lírico por lo épico: el poeta asume una función "profética" para proclamar el amor por la patria, para educar a los suyos en la lucha por la libertad y la justicia, y para increpar a los opresores de la patria y los hombres. Dicha función se articula en tres tonos: exaltación, lamentación e imprecación, donde el poeta se focaliza en un "yo" fundido con un "nosotros" y donde predomina la función apelativa.

Tono de Exaltación en Viento del Pueblo

En primer lugar, el tono de exaltación es el predominante en Viento del pueblo. El poeta muestra una exaltación heroica de los hombres que luchan por la justicia y la libertad. Así, exalta y exhorta a los jornaleros ("No permitáis que el rico se la coma, jornaleros"), a los aceituneros de Jaén, a los campesinos ("español, que no es tarde"), y a las figuras emblemáticas de la lucha ("Pasionaria").

En todo caso, el primero que se mitifica en este poemario es el poeta, dado que se identifica con una colectividad que queda glorificada en sus atributos de fuerza y orgullo mediante símbolos de bestiario ("leones, águilas, toros") y fenómenos atmosféricos ("huracán, rayo") que simbolizan el poder y la fuerza. En definitiva, el poeta sufre con los explotados ("Me duele este niño hambriento").

Con ello, el tono de exaltación también puede vincularse con el amor, a la esposa y al futuro hijo, y con el heroísmo (esposo y soldado). Así, hay en el poeta un entusiasmo por la lucha, pero siempre con el ansia de que la guerra termine para volver a ser solo "esposo" y poder deshacerse de la "piel de soldado".

Tono de Lamentación e Imprecación

En segundo lugar, el tono de la lamentación, predominante en los poemas elegíacos, le sirve al poeta para expresar su propia identificación y solidaridad con las víctimas de los opresores.

Y por último, frente a la exaltación del heroísmo y la lamentación por las víctimas, el tono de imprecación implicará denigrar e insultar a los cobardes que tiranizan al pueblo. En Las manos, el poeta muestra tanto lo positivo exaltado ("manos puras") como lo negativo imprecado ("manos feroces"). Así, sobre las "manos feroces" caerán "las laboriosas manos de los trabajadores" armadas con "dientes y cuchillas".

El hombre acecha: Desaliento y Reivindicación

Poco después del verano de 1937, el poeta viaja a la URSS para participar en el V Festival de Teatro Soviético. A su regreso, tras contemplar el espectáculo de una Europa ajena al drama que se vive en España, sufre una gran depresión e intensifica su vena antiburguesa. Fruto de ello será su segundo libro de guerra, El hombre acecha.

Este poemario coincide con Viento del pueblo en el concepto de "poesía como arma", sin embargo, en El hombre acecha el poeta muestra su desaliento ante una realidad que se mide ya en miles de muertos y heridos. Mediante un tono más íntimo, se va perdiendo la exaltación de los héroes y se va encendiendo el lamento por las víctimas. En efecto, el punto de partida de este poemario está ya en su primer poema, Canción primera, con su terrible sentencia: "el hombre acecha al hombre").

Por otro lado, junto a la evidencia trágica y la reivindicación de la palabra poética, el otro tema clave de El hombre acecha es España. Así, en Madre España, el símbolo de España es la tierra como madre primigenia ("Decir madre es decir tierra que me ha parido"), lo que la asocia a la función maternal, la fecundidad y la regeneración.

Cancionero y Romancero de ausencias: Madurez y Tragedia Personal

Perdida la guerra, en 1939, al salir de la cárcel y antes de volver a ser detenido definitivamente, Hernández entregó a su esposa un manuscrito con poemas que había titulado Cancionero y Romancero de ausencias. Con este, el poeta alcanza la madurez poética con una poesía desnuda, íntima y desgarrada, donde aborda los temas vinculados con sus "tres heridas": el amor, la vida y la muerte y en la que predomina un tono más trágico.

En este poemario, en el que ya no hay un canto combativo, ni exaltación de los héroes o del pueblo, y tampoco imprecación a los verdugos, solo hay lamento por el destino de cárcel y muerte que le aguarda al poeta. Por lo tanto, el poeta se muestra como una víctima más que expresa su dolor por todas las ausencias que lo definen: la muerte y la cárcel. Ahora, la palabra "libertad" está unida al amor por su esposa ("A lo lejos tú, sintiendo en tus brazos mi prisión").

El Pacifismo en Tristes guerras

Finalmente, en Tristes guerras, el poeta ofrece unos versos de pacifismo. Son los versos de un hombre cuya empresa fue el amor y cuyas armas fueron las palabras, versos verdaderos "aventados por el pueblo" con la "lengua bañada en corazón".

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