Comprendiendo los Estilos de Apego: Seguro, Evitativo y Ansioso-Ambivalente
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Tipos de Apego
Apego Seguro
Se produce cuando la madre o cuidador principal está presente o se sabe bien dónde está cuando se ausenta, cuando está a disposición del niño y responde a sus necesidades de forma adecuada. El niño confía en que sus padres o cuidadores serán accesibles, colaboradores y sensibles cuando ellos se hallen en una situación difícil, creándose un intercambio afectivo positivo entre ambos.
El apego sano evoca sentimientos de pertenencia a una relación donde el niño o niña se siente aceptado y en confianza. Esta fuente de seguridad constituirá el fundamento de la confianza del niño en sí mismo y en su entorno.
Apego Inseguro-Evitativo
El estilo de apego evitativo se caracteriza por ser un mecanismo de autoprotección que consiste en evitar o inhibir los elementos conductuales que buscan la proximidad con la figura de apego. Cuando las respuestas obtenidas por parte de ésta no sólo no satisfacen las necesidades afectivas del niño, sino que también son generadoras de estrés, angustia y dolor, la inhibición de las conductas de apego, como todo lo relacionado con su mundo emocional, le proporcionarán una vivencia de pseudoseguridad.
Durante la infancia, los niños que desarrollan este tipo de apego presentan una pseudoseguridad, acentuando su autonomía y ocultando necesidades y deseos. Durante los años de preescolar, no muestran una conducta de evitación, sino más bien de inhibición psicológica (enmascaran sentimientos), muestran un alto interés por actividades, objetos y cosas, por encima de los sentimientos y las personas. Tienen un buen rendimiento físico, académico, etc.; son capaces de cooperar, pero sin dar espacio a la intimidad. Pueden tener dificultades de relación con sus iguales. Durante la adolescencia, estos niños utilizan estrategias diversas para evitar los vínculos interpersonales, los afectos y las emociones.
Apego Inseguro Ansioso-Ambivalente
El niño o la niña con un apego inseguro ansioso-ambivalente siente una ansiedad profunda por ser querido o por ser suficientemente valioso o valiosa. Está especialmente preocupado por la disponibilidad emocional que muestran los demás hacia él o hacia ella. El niño o la niña experimentan sentimientos de ambivalencia ante sus figuras de apego debido a sus necesidades afectivas insatisfechas.
Este tipo de apego se suele dar en niños cuyas madres, padres o cuidadores no han tenido la disponibilidad emocional ni la implicación para responder a las necesidades de los hijos. La respuesta del cuidador es incoherente, inconsistente o impredecible. Esto hace que el niño o la niña se sienta inseguro, se aferre a las relaciones, no explore el mundo o lo haga de forma ansiosa, y viva la separación e individuación de una forma angustiosa.
La conducta de apego está activada al máximo todo el tiempo, asociada a un dolor intenso por no sentirse suficientemente querido o querida, con consecuencias negativas en su autoestima, su autoconcepto y su visión del mundo. Progresivamente, se van “programando” para pensar y sentir que nadie se puede interesar realmente por ellos y menos llegar a amarles. Todo lo que hagan o dejen de hacer los demás en la relación será interpretado desde esta óptica.
También podemos hallar este tipo de apego en niños cuyos padres o cuidadores son muy negligentes y tienen pocas destrezas parentales, provocando en el bebé una respuesta pasiva, depresiva.
Estrategias Coercitivas en la Infancia
Durante la infancia, alrededor de los 3 o 4 años, estos niños empezarán a utilizar estrategias “coercitivas” para obtener algún control sobre el mundo social, con el objetivo de conseguir que el otro se involucre el máximo tiempo posible:
- La estrategia coercitiva-agresiva: Implica conductas agresivas, enfados, amenazas, culpabilizaciones, etc., hacia los cuidadores. Así, esta espiral relacional puede provocar en madres y cuidadores conductas hacia el niño de amenazas de abandono, aislamiento y castigo físico.
- La estrategia coercitiva-indefensa: En lugar de reclamar y enfadarse, los niños pueden inhibir sus sentimientos de rabia y presentar comportamientos de dependencia excesiva, “pegándose” a los otros o mostrando conductas “encantadoras”.